COMO EXTRANJEROS EN ESTE MUNDO - Parte I

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INTRODUCCIÓN

“No soy de aquí ni de allá” es una canción compuesta por el ya fallecido cantante argentino Facundo Cabral. Y aunque no habla del tema, bien podría ser el título de una canción sobre la inmigración. Quienes han dejado su nación de origen para ir a otro país en busca de nuevas y mejores oportunidades de vida, se pueden relacionar con esa expresión, pareciera que no son ni de aquí ni de allá.
Estoy seguro de que muchos de los presentes entenderemos este sentimiento. No ser ni de aquí ni de allá. La muchos de nosotros hemos llegado a España de algún otro país. Somos, casi todos, inmigrantes.
Y si tú no eres inmigrante, sino que naciste y fuiste criado aquí en España, estoy seguro que conoces a muchos extranjeros, ¿Y, cómo no? Si estamos por todos lados. Seguramente tienes amistades, o a lo mejor tu esposo o esposa sea foráneo. Así que, aunque seas de aquí conoces la experiencia de muchos inmigrantes.
Esta experiencia puede variar mucho dependiendo de cada caso. Algunos se adaptan fácilmente a las costumbres, lenguaje, forma de vida de su nuevo hogar. Otros, por el contrario, están aquí, pero no del todo. Están aquí físicamente, pero sus mentes y corazones están en otra parte.
Cuando hablamos de inmigrar, creo que no hay ninguna respuesta correcta. Cada quien vive su proceso de la mejor manera que puede con los recursos y oportunidades que tenga.
Pero cuando pensamos en la vida cristiana, los creyentes debemos parecernos mucho más a este último grupo de personas. Es decir, vivimos en este mundo en este momento, pero nuestro corazón y nuestra mente deben recordarnos que no somos de este lugar. Debe ser imposible para un cristiano adaptarse a la cultura, lenguaje y forma de vida del mundo. Recuerdo que cuando mi esposa y yo tramitamos nuestra primera residencia por trabajo en España, nos pidieron un certificado de integración social. Si en el mundo se nos pidiera un certificado de integración a su cultura, su pensamiento, sus valores, debería ser imposible para nosotros obtenerlo.
Los cristianos, a diferencia de lo que dice Facundo Cabral, no somos de aquí pero sí somos de allá. Somos de una nación completamente diferente a la que vivimos. Por eso, un cristiano no debería buscar ningún arraigo social, ni laboral, ni pedir asilo en este mundo. Amados, es una metáfora, no estoy hablando en términos legales. Hablo de la forma en que vivimos en esta vida en la que estamos de paso.
El apóstol Pedro, en su primera carta, precisamente habla en estos términos con su destinatarios. Pedro se dirige a aquellos que son “expatriados”.
El día de hoy, es mi deseo que la Palabra de Dios cambien tu manera de ver la vida, y te de la perspectiva correcta para vivir en este mundo como un peregrino. Y éste es mi argumento el día de hoy: “El cristiano, como extranjero en el mundo, debe vivir radicalmente diferente al mundo”.
Así que, primero a que me acompañes en oración, y luego me acompañes en la lectura del pasaje de hoy.
Oración
Ahora sí, amado hermano, abre tu Biblia en 1 Pedro, y acompáñame en la lectura.
Lectura: 1 Pedro 2:11-18.

I. EL CRISTIANO COMO EXTRANJERO EN ESTE MUNDO (1 Pedro 2:9-11)

El pasaje comienza con Pedro rogando a sus lectores, suplicándoles que vivan como lo que son, extranjeros en este mundo. Pero para comprender este llamado, primero debemos entender claramente qué es lo que Dios ha hecho con nosotros, y cuál es nuestra identidad.
Lo que Dios ha hecho
En el capítulo 1 de esta misma carta, el apóstol hace un llamado a vivir en santidad, y lo hace, sabiendo que han sido rescatados de una vana manera de vivir. Este estilo de vida vano, no es más que un modo de vida caracterizado por la rebelión a Dios y el disfrute del pecado. Podríamos decir, usando la misma ilustración del principio del sermón, que es la cultura, lenguaje y modo de vida del mundo. Es un modo de vida vano, caracterizado por el pecado y la rebelión en contra de Dios.
1 Peter 1:16–21 (RVR60)
“porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”.
Por esta razón, Pedro les recuerda que han sido rescatados de esta vana manera de vivir. Les recuerda que han sido liberados de su influencia. El cristiano ya no está bajo el dominio del pecado, sino que por medio de la Sangre de Jesús ha sido liberado.
Conexión con el evangelio: Amado amigo, la Biblia es clara en este punto, cuando habla de que el modo de vivir que tenemos los seres humanos es vano y contrario a lo que nuestro Creador desea. Y el problema con esta vana manera de vivir, es que tiene consecuencias eternas muy lamentables. En la eternidad se juzgará la forma en que hemos vivido. Y créeme, ni tú ni yo tendremos ninguna justificación para haber vivido como hemos vivido. Por eso, Cristo vino a este mundo para liberarnos, estábamos secuestrados por el pecado, y Cristo pagó el rescate, no lo pagó con oro ni plata sino con su propia vida. Él murió, sufriendo el castigo que tú y yo merecemos, para que ahora tú y yo vivamos libres de la inclinación a hacer lo malo. Te animo, a que vengas a Jesús, el único que nos puede dar salvación y perdón de pecados.
Esto es lo que Dios ha hecho en los creyentes, nos ha rescatado.
Como dice Pablo en Colossians 1:13 “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,”.
Nuestra identidad
Y esto nos lleva a la segunda realidad que debemos comprender del ruego de Pedro a sus lectores: nuestra identidad no es de este mundo. En texto inmediatamente anterior a nuestro pasaje de hoy, Pedro nos da una clara afirmación de esta nueva identidad:
1 Peter 2:9–10 (RVR60)
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”.
El cristiano ya no pertenece a ninguna nación en este mundo, sino a la nación santa de Dios. Ya no es parte de ningún pueblo, sino que es parte del pueblo adquirido por Dios. Por eso, es extranjero, porque Dios nos ha dado una nueva nacionalidad, una nueva identidad. Algunos de nosotros ya hemos pasado por el proceso de aquirir la nacionalidad española, uno de las etapas que debemos cumplir es la llamada jura de nacionalidad española. Esta jura, es un acto formal y obligatorio, en el que el nuevo ciudadano español promete su respeto a la constitución española, al rey y al ordenamiento jurídico. Es decir, ahora, a todos los efectos, esta persona que antes no era español y ahora sí lo es, debe respetar y someterse a la constitución española, honrando y respetando al rey, y obedeciendo el ordenamiento jurídico. Y ahora, las leyes se le aplicarán para recompensa o castigo según su nueva ciudadanía.
Esto mismo es lo que ocurre con el creyente, ha obtenido una nacionalidad que no es de este mundo. Amados, y no hablo en términos figurativos, usted es de una país aquí en la tierra, pero su verdadera ciudadanía no está en este mundo. Por eso Pedro es tan insistente con este término en toda su carta. Mire cómo se refiere a los creyentes:
1 Peter 1:1 “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,”
1 Peter 1:17 “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;”
1 Peter 2:11 “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,”.
Los términos expatriado, extranjero y peregrino comparten todos la misma raíz griega, y son usados como sinónimos entre sí. La idea que la palabra griega parapidemois transmite, es la idea de alguien que vive en un lugar que no es su hogar, en un país que no es el suyo, que no pertenece al lugar donde está en este momento. Es alguien que está de paso.
Quizás, algo que nos ayuda mejor a entender esto es la idea de las vacaciones. Ahora que estamos en verano y todos están viajando, cuando estamos paseando y conociendo lugares, usted se hospeda, come y duerme en ese lugar. Pero jamás se aferraría mucho a ese lugar porque usted sabe que no es de ahí y que solo está de paso. Lo mismo ocurre con el creyente y esta vida, sabemos que estamos aquí, vivimos, trabajamos, compramos casa y coches, y nuestros hijos van al cole aquí, pero sabemos que no somos de aquí. Somos extranjeros en este mundo.
De ahí que el apóstol nos ruegue, nos suplique como a extranjeros y peregrinos en este mundo, porque es lo que somos.

II. LA BATALLA DE LOS EXTRANJEROS EN ESTE MUNDO (1 Pedro 2:11)

El pecado remanente
Ahora bien, ¿Qué significa que somos extranjeros en este mundo? En este texto, hay al menos tres implicaciones de nuestro peregrinaje, pero por razones de tiempo, nos enfocaremos solo en la primera, y aprovecho para animarte a venir el próximo domingo para seguir aprendiendo sobre las otras dos. Así que, en primer lugar, ser extranjeros en este mundo significa que no nos amoldamos a los deseos de este mundo.
Fíjense que el ruego de Pedro no tiene que ver con la inmigración en sí misma, sino con algo mucho más profundo, los deseos carnales. 1 Peter 2:11Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,”. La mayor diferencia entre un ciudadano del mundo y un extranjero en este mundo, es que los extranjeros en este mundo batallan contra los deseos carnales. Pero aquellos que hemos sido liberados de nuestra vana manera de vivir, ya no vivimos según los deseos vanos y carnales.
Anteriormente había hecho un llamado similar en 1 Peter 1:14como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia”.
Recuerden, hermanos, como leímos anteriormente, somos una nación santa (1 Pedro 2:9). Y una nación santa tiene una cultura, un lenguaje y un modo de vivir contrario al mundo. Los hombres del mundo no viven batallando contra los deseos carnales, por el contrario viven para satisfacerlos. No tienen ningún tipo de lucha.
El cristiano por el contrario, vive una constante lucha, en una constante guerra contra sus propios deseos. Al ser extranjeros en este mundo, no nos conformamos al estilo de vida de este mundo. Esto es, no pensamos igual, no vemos la vida del mismo modo, no reaccionamos igual que ellos en situaciones difíciles, no intentamos sacar ventaja como el mundo lo hace, ni buscamos beneficiarnos como ellos lo hacen de manera ilegítima. Nuestra mayor preocupación no es nuestro bienestar o felicidad, sino agradar a aquel a quien pertenecemos. Y, aunque hemos sido librados del dominio del pecado, como lo afirma Pablo en Romanos, vemos que aún siendo libres, en nuestra carne siguen habiendo deseos que son destructivos para nuestra alma.
Esto es lo que John Owen llamó el pecado remanente, y se refiere a esa fuerza interna que aún reside en nuestra carne y que “… inclina y presiona hacia acciones...” pecaminosas.
Estos deseos, son cosas que cada uno de nosotros conocemos perfectamente, los conocemos no en la teoría, sino en bastante más en la práctica. Cuando leemos textos como Romans 7:21–24Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Todos nos podemos relacionar con esto. No solo porque entendemos la teoría sino porque lo sufrimos en la práctica.
Sufrimos la tensión constante entre el deseo de hacer lo bueno y la tentación del pecado. En Galatians 5:17Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Estos deseos carnales se oponen al deseo que Dios nos ha dado de hacer el bien.
Ahora bien, fíjese que Pedro dice que estos deseos carnales batallan contra el alma. Esta expresión lo que indica, es que estos deseos son nocivos para la salud espiritual, hacen daño a tu alma, y un caminar constante en ellos puede ser evidencia de que tu alma está perdida. Es como fumar, para algunos es un deleite pero hecho en exceso puede producir cáncer de pulmón. Este placer es dañino para tu cuerpo. Es la misma idea que quiere transmitir este frase, los deseos carnales son dañinos para tu alma.
John Owen, hablando acerca del pecado remanente escribió: “Los placeres del pecado son las recompensas del pecado. Y es una recompensa con la que la mayoría de los hombres pierden sus almas al conseguirla”.
Llamado a la abstención
Por esta razón, Pedro les ruega a sus lectores, que se abstengan de ellos. Esta es una de las implicaciones de ser extranjeros en este mundo, que no vivimos satisfaciendo nuestros deseos sino que nos abstenemos de todo deseo que sea contrario a la voluntad de Dios.
La palabra abstengáis en el griego significa apartarse o alejarse. Ahora bien, este es un problema por dos razones, en primer lugar, el mundo a nuestro alrededor no vive de esa manera y nos presiona para copiar su estilo de vida; pero en segundo lugar, estos deseos están aún dentro de nosotros. Debemos ir en contra de estas inclinaciones, debemos alejarnos cada vez más de estos deseos al no dar la oportunidad para ser tentados. Es como si estuvieramos nadando contra conrriente todo el tiempo. Ahora que estamos en verano mucha gente va a la playa o a la piscina, y simplemente nadando muchas veces nos cansamos, pero imagínese estar nadado constantemente y que vengan olas y olas en tu contra. Con más intensidad que las olas del mar estos deseos intentarán llevarnos al pecado.
Pero amados, debemos entender que no alejarnos de estos deseos tendrá consecuencias graves para nosotros. La pregunta ahora es:
¿Cómo nos abstenemos de los deseos carnales?
Conocer nuestros deseos: Principalmente, debemos conocer nuestros propios deseos. El mismo apóstol Pedro mencionó algunos de estos deseos en 1 Peter 4:3Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías”. Es imposible alejarnos de algo que no conocemos. Si no sé el peligro que corro, y la forma en cómo seré tentado, poco podré hacer cuando sea tentado. Este es un punto fundamental. Muchos de nosotros somos ciegos ante la forma en cómo somos tentados, pocos de nosotros pensamos y meditamos sobre los deseos en nuestro corazón, las inclinaciones que tenemos. Nuestras propias tendencias, estamos tan preocupados con el pecado de los demás que pocas veces reflexionamos sobre el nuestro propio. Somos ciegos a nuestra realidad espiritual, y no estoy hablando de incrédulos sino de creyentes. Muchos creyentes viven ignorantes a su propia inmadurez y debilidad espiritual. Están tan preocupados por las cosas de este mundo, y quieren aprender de todo en este mundo, pero poco interés tienen en entender más su propio corazón. Nuevamente, John Owen, quien reflexionó mucho sobre este tema escribió: “Muchos viven toda la vida ciegos a sí mismos. Aunque conozcan otras cosas, no se conocen a sí mismos. Conocen sus distintos estados externos, saben lo ricos que son y tienen cuidado de examinar la condición de sus cuerpos en lo que respecta a la salud y la enfermedad. Pero en lo que respecta al hombre interior y a los principios referentes a Dios y a la eternidad, saben poco o nada”. Hermano, ¿éste eres tú? ¿te conoces a ti mismo y la forma en la que tu corazón se inclina al mal?
Alejarnos de la tentación: La palabra abstenerse, significa alejarse. Amados, la tentación tiene varios componentes, 1) deseo de pecar, esto ya lo tenemos y no nos libraremos de estos deseos hasta que muramos o venga el Señor. Estos deseos pueden y deben irse debilitando en el creyente, perdiendo cada vez más fuerza, pero no se irán del todo porque aún vivimos en este mundo y con esta carne. 2) la oportunidad, es decir, una ocasión que nos permite satisfacer ese deseo que tenemos. Y, 3) la confidencialidad, el mantender el pecado en secreto. Si desea abstenerte de los deseos carnales, debes reconocer cuáles son, pero también evitar exponerte a cualquier situación que te permita satisfacer este deseo, y rendir cuentas en caso de haber caído. Un ejemplo común: He tenido un conflicto con alguien y quiero de hablar sobre ello para sentirme mejor (deseo), entonces, sé que hay personas que se sienten igual que yo, entonces quiero hablar con ellas (oportunidad), y entonces, peco murmurando o chismeando. O, en el caso de los hombres, la tentación sexual, luchamos con no ver a los lados, pero de repente, una chica se sienta a nuestro lado (oportunidad), y entonces, miramos y la codiciamos en nuestro corazón. Debemos alejarnos de las situaciones que nos puedan seducir para satisfacer cualquier deseo que tengamos. Amados, esto puede ocurrir de manera tan sutil con la envidia, la murmuración, la falta de perdón, el pensar que somos unas víctimas, la venganza, la falta de contentamiento, la queja, siempre tendremos un deseo que quiera manifestarse, y no faltarán oportunidades para hacerlo, lo mejor siempre es alejarnos de esas ocasiones. La palabra de Dios dice en Proverbs 14:16El sabio teme y se aparta del mal; Mas el insensato se muestra insolente y confiado”.
Desear la palabra de Dios: Al inicio del capítulo 2, el Apóstol Pedro dice lo siguiente: 1 Pedro 2:2desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación”. En otras partes de la Escritura la lecha y el alimento sólido son usados para contrastar la madurez, pero éste no es el uso que Pedro le da a esta expresión. Lo que Pedro dice a su audiencia, y también a nosotros, es que, con la misma intensidad que un bebé desea la leche materna, el creyente debe desear la palabra de Dios. Mi hijo Mario es capaz de interrumpir el sueño a cualquier hora de la noche con un llanto desesperado cuando tiene hambre. Esta misma hambre es la que debemos tener por leer y estudiar la Escritura. Amado, sino no profundizamos en la Escritura, sino la memorizamos, sino meditamos en ella poco efectivos seremos contra los deseos carnales.
¿Cuándo debemos abstenernos de los deseos carnales?
Finalmente, esta es una lucha que debemos tener de por vida. Para aquellos que han participado en el Seminario William Carey, y han leído a John Owen, que bastante lo he citado hoy, seguramente habrán leído que nuestra mortificación del pecado debe ser la mayor preocupación del creyente. La pregunta es, ¿cuándo o por cuánto tiempo? La respuesta es sencilla, todo el tiempo que te queda de vida: 1 Peter 4:2para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios”.
No sabemos cuánto tiempo nos queda viviendo en la carne, esto es, en este mundo. Pero el tiempo que nos quede, no lo viviremos como si fuéramos de este mundo, sino como extranjeros en el mundo, y esto es conforme a la voluntad de Dios y no a los deseos carnales. Desde tu nuevo nacimiento hasta tu muerte física lucharás con el pecado. Lucharás hasta la muerte.

III. EL TESTIMONIO DE LOS EXTRANJEROS EN ESTE MUNDO (1 Pedro 2:12)

Y ya para terminar, amados, ¿Cuál es el propósito de todo esto? El testimonio.
1 Peter 2:12 (RVR60)
manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
Pedro reconoce las dificultades que tendremos al ser extranjeros, nuestra conducta será evaluada con mayor escrutinio que la de los ciudadanos de este mundo. De hecho, es muy común escuchar la frase “y eso que es cristiano”, cuando algún creyente hace algo que a los demás parece malo. Las personas del mundo se burlarán de nuestra obediencia a Cristo, pero al mismo tiempo demandarán que nuestra conducta sea perfecta. Dirán cosas falsas en nuestra contra, simplemente por odio a nuestro Señor. Si hablaron falsedad acerca de Cristo, también lo harán acerca de los cristianos.
Pero el creyente debe vivir de manera tal, que no de ninguna excusa a los no creyentes para hablar mal de su conducta. Debemos conducirnos de tal manera que nuestras obras no den lugar a juicios negativos, y que, cuando hablen mal, sea evidente que son calumnias y mentiras. Si el mundo habla mal de los cristianos debe ser evidente que son mentiras y difamaciones. No como en la iglesia de Corinto, donde el comportamiento de los creyentes era aún peor que el del mundo.
Amados, Dios nos ha llamado para testificar de su gloria al mundo. Ya hemos leído 1 Peter 2:9Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Nuestro anuncia debe ser verbal, sí, pero también debe ir acompañado de una conducta que permita a los no creyentes ver que somos coherentes entre lo que decimos y los que hacemos. Debe ser evidente que nuestra mayor preocupación es hacer el bien para glorificar a nuestro Dios. El Señor usará nuestras buenas obras para salvar a los pecadores.
En Mateo 5:16, el mismo Señor Jesús habló sobre esto diciendo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Nuestras vidas sirven como testimonio delante de los no creyentes, nuestros vecinos, nuestros amigos, nuestros compañeros de trabajo deben ver una vida santa que produzca en ellos la confianza suficiente como para escuchar el mensaje de salvación.
Esto no se trata de que debemos predicar solo con el testimonio, muchos creyentes erradamente creen esto, y repiten como si fuera una verdad bíblica la mal interpretada frase “predica el evangelio todo el tiempo, y si es necesario habla”, como si predicar fuese posible sin hablar palabra. No, lo que Pedro está queriendo decir, lo podemos entender mejor leyendo la declaración de Pablo en Tito 1:16Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra”. Nuestra conducta debe ser coherente con el mensaje que predicamos. Los no creyentes deben ver una vida llena de buenas obras.
Como dije al principio, el argumento de este sermón es que el “El cristiano, como extranjero en el mundo, debe vivir radicalmente diferente al mundo”.
Y para finalizar, quiero terminar con las palabras de este autor que he citado varias veces en mi sermón, el puritano John Owen, hablando acerca del pecado remanente en el creyente:
“¡Despierten ustedes en cuyos corazones haya algo de los caminos de Dios!… ¿Acaso no quieren evitar deshonrar a Dios y a su evangelio? ¿No quieren evitar el escándalo sobre los santos y los caminos de Dios? ¿No quieren evitar dañar sus conciencias y poner en peligro sus almas? ¿No quieren evitar contristar al Espíritu Santo, quien es el autor de todos sus consuelos? ¿No quieren mantener sus vestiduras sin manchas y escapar de las lamentables tentaciones y contaminaciones de los días en los que vivimos? ¿No quieren ser preservados de ser contados entre el número de los apóstatas de estos últimos días?”.
Amados, despertemos y seamos diligentes en nuestra abstención de los deseos pecaminosos, cumplamos el llamado que el Señor nos ha hecho de vivir en santidad para su gloria, y también por el bien del testimonio del evangelio en este mundo. Vivamos de tal manera que sea evidente que somos extranjeros y peregrinos en este mundo.
Oremos.
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