Servicio: Excusas y más excusas
Introducción
I. ¿Quién soy yo? No soy nadie (Ex. 3:11)
El hecho es que Moisés estaba permanentemente inseguro de sí mismo y necesitaba recobrar esa confianza. Aquel episodio en Egipto hacía ya tantos años (2:11–15) le había dejado traumatizado. Toda aquella vitalidad de antaño había desaparecido; ya no era el príncipe de Egipto, sino un pastor de Madián que necesitaba recobrar la confianza en sí mismo, ser tratado con mucho amor y cariño y tener una mano a la que agarrarse.
II. ¿Qué les responderé? No conozco nada (Ex. 3:13)
III. ¿Y si no me creen? No se hacer nada (Ex. 4:1)
IV. “Nunca he sido hombre elocuente” No sé hablar (Ex. 4:10)
V. Por favor, envía a otro. No puedo (Ex. 4:13)
No cambió la visión que Moisés tenía de sí para que se “sintiera” competente, ni se comprometió a cambiar las circunstancias, ni sugirió que la tarea fuese más fácil de lo que parecía. Ni siquiera garantizó un éxito inmediato o instó a Moisés a “pensar positivamente” y no ser un derrotista. No, no ofreció nada más que a Él mismo como el Señor que acompaña a su pueblo (3:12), que se revela a sí mismo (3:13–15), que hace promesas (3:16–17), que es victorioso (3:18–20), que transforma (3:21–22), que es superior a cualquier enemigo o factor contrario (4:1–9), que crea (4:10–11) y provee (4:14–16). El “llamamiento” consiste, en realidad, en nada más que el Señor preguntando a Moisés: “¿Confías en mí? ¿Continuarás confiando plenamente en mí?”. Y, naturalmente, la prueba de esa confianza será la obediencia, la obediencia que surge y descansa en la fe.
Aplicación
Yo sé que hay algunos que dicen: “Me he entregado al Señor, pero no pretendo entregarme a ninguna iglesia”. Y, ¿por qué no? “Porque yo puedo ser cristiano sin ella”. ¿Estás bien seguro de eso? ¿Puedes ser un buen cristiano tanto si desobedeces los mandatos del Señor como si los obedeces? Supongamos que todos los demás hicieran eso mismo. Supongamos que todos los cristianos del mundo dijeran: “No voy a unirme a ninguna iglesia”. Entonces, la iglesia visible no existiría y no habría ordenanzas. Eso sería algo muy malo, pero aun así, ¿por qué no habríamos de hacerlo todos? ¿Crees tú que si hicieras algo que tiende a destruir la iglesia visible de Dios serías tan buen cristiano como si hicieras todo lo que puedes para edificarla? ¡Yo no lo creo, amigo!, ni tú tampoco. Tú no crees semejante cosa, se trata sólo de una excusa para ocultar algo.
¡He ahí un ladrillo! ¿Para qué fue fabricado? Para servir de ayuda en la construcción de una casa. Es inútil que ese ladrillo te diga que es tan buen ladrillo tirado en el suelo como cuando esté en la casa. El ladrillo no sirve para nada mientras no sea colocado en la pared. De igual manera, yo no creo que ustedes, cristianos vagabundos, estén cumpliendo su propósito, están viviendo de manera contraria a la vida que Cristo quiere que vivan, y han de ser culpados en gran manera por el daño que hacen.
CHARLES SPURGEON253