Funeral Tony Garcia
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Introducción
Introducción
En una ocasión Jesús le hizo una advertencia a sus discípulos un tanto inesperada. Este les dijo que en este mundo tendrían tribulación. O sea, que en le vida se iban a enfrentar a situaciones tan difíciles que provocarían en ellos un profundo dolor, tristeza, angustia y desesperanza.
Situaciones que los estremecerían, que les moverían el piso. Situaciones, incluso, que tendrían la capacidad de hacerles cuestionar su fe.
De hacer expresiones tan difíciles como las que le hizo aquellas mujeres a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
O como la que hicieron aquellos que estaban entre la multitud: ¿No podía Este, que abrió los ojos del ciego, haber evitado también que Lázaro muriera?
U oraciones tan desgarradoras como la del Salmista:
1 Oh Señor, escucha mi oración, Y llegue a Ti mi clamor. 2 No escondas de mí Tu rostro en el día de mi angustia; Inclina hacia mí Tu oído; El día en que te invoco, respóndeme pronto. 3 Porque mis días han sido consumidos en humo, Y como brasero han sido quemados mis huesos. 4 Mi corazón ha sido herido como la hierba y se ha secado, Y hasta me olvido de comer mi pan. 5 A causa de la intensidad de mi gemido Mis huesos se pegan a la piel.
Aquellos que hemos experimentado la partida de un ser querido de una forma trágica e inesperada podemos entender lo que se siente. Lo que es experimentar un profundo y agonizante dolor. Un dolor casi insoportable.
Un padre y una madre que tienen que despedir a su hijo. Unos hijos que tienen que despedir a su padre. Una esposa que tiene que despedir a su esposo. Unos hermanos que tienen que despedir a su hermano.
La muerte sigue siendo el mayor enemigo del ser humano. Sigue siendo un enemigo cruel y sin compasión.
La muerte es terrible porque no estaba en los planes de Dios cuando creo este mundo y sabemos que tampoco estará el día en que se inaugure el Cielo Nuevo y la Tierra Nueva.
A la muerte la han llamado la gran igualadora. Ella no discrimina. No importa si eres pobre o rico, débil o poderoso, famoso o desconocido, enfermizo o saludable, joven o viejo, niño o adulto, hombre o mujer.
La muerte hace iguales a todos los seremos humanos.
El autor de la carta a los Hebreos dice:
27 Y así como está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto, el juicio,
La muerte nos duele tanto porque originalmente fuimos creados para vivir para siempre.
La muerte nos sigue recordando que vivimos en un mundo caído, roto y corrompido. Nos sigue recordando que la vida es muy brevedad. Nos sigue recordando que nuestros días están contados. Nos sigue recordando que no podemos vivir la vida como si fuésemos a estar aquí para siempre. Nos sigue recordando que no podemos vivir la vida ignorando a Dios y a Su Palabra.
Nos sigue recordando que:
15 El hombre, como la hierba son sus días; Como la flor del campo, así florece; 16 Cuando el viento pasa sobre ella, deja de ser, Y su lugar ya no la reconoce.
Nos sigue recordando que tenemos que vivir la vida con la oración del salmista constantemente en nuestros labios y en nuestro corazón:
12 Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.
Nos sigue recordando que debemos vivir la vida tomado muy en serio el consejo del apóstol Pablo:
15 Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, 16 aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
Pero así como Jesús le advirtió a sus discípulos que en este mundo tendrían tribulación también les dio la maravillosa, gloriosa y esperanzadora noticia de que Él ya había vencido al mundo.
Y con esta expresión Jesús se pone por encima de toda institución, filosofía, religión, gobierno, o persona que se auto-proclame vencedor, o héroe, o salvador en este mundo.
En otras palabras, con esta expresión Jesús se está auto-proclamando como el soberano del universo. Como Dios. Como Dueño y Señor.
Entonces, lo que Jesús le está diciendo a sus discípulos es que si ellos verdaderamente creen que Él ha vencido al mundo, el resultado lógico es que pongan su confianza en Él.
Y que sí ponen su confianza en Él entonces de Él recibirán su paz. Una paz que viene a un corazón que le ha reconocido a Él como el verdadero y auténtico vencedor, salvador y héroe.
Por eso Jesús también les dijo:
27 »La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo.
La paz verdadera no viene de este mundo. No viene de poner nuestra confianza en las cosas de este mundo. No viene de poner nuestra confianza en las cosas materiales o en las instituciones de este mundo o en los gobiernos.
La paz verdadera viene de poner nuestra confianza en aquel que venció al mundo.
Esa paz que hace que nuestro corazón este tranquilo aún en medio del dolor más profundo.
Esa paz, que aun en medio de la tormenta, nos hace cantar: Estoy bien con mi Dios.
Esa paz que hace, que aunque no entendamos, que aunque tengamos muchas preguntas, podamos decir:
Señor, yo confío en ti, confío en tu voluntad, confío en tus planes, confío en tus propósitos, confío en tu soberanía.
Yo no sé, yo no entiendo, yo no puedo, pero sé que tú sabes, que tú entiendes y que tú puedes.
Ahora la pregunta es, cómo fue que Jesús venció. Cómo fue que Jesús se colocó como el soberano del universo.
El apóstol Pablo lo explica de esta manera:
Filipenses 2:5–11 (NBLA)
5 ...[que] Cristo Jesús, 6 el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, 7 sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. 8 Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, 10 para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Jesús venció al mundo humillándose a sí mismo, poniéndose en nuestros zapatos, haciéndose nuestro esclavo, tomando nuestro lugar, cargando sobre sí mismo nuestro pecado y nuestra maldad, siendo juzgado en nuestro lugar, y recibiendo la condena que nosotros merecíamos.
Y así fue a la cruz y experimentó la más horrible de las muertes. Pero al tercer día resucitó, venciendo la muerte, el pecado y la maldad. Dándole una esperanza de nueva vida a todo aquel que pone su confianza en Él.
Por eso Él pudo decir:
Juan 11:25 (NBLA)
25 ...«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá,
Por eso podemos declarar:
1 Corintios 15:54–55 (NBLA)
54 ...«Devorada ha sido la muerte en victoria. 55 »¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde, oh sepulcro, tu aguijón?».
Por eso nuestra esperanza gloriosa es que un glorioso día:
4 »Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado»
Pero su victoria no es solo para el futuro sino también para el presente.
Por eso podemos declarar como el salmista:
18 Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón, Y salva a los abatidos de espíritu. 19 Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas lo libra el Señor.
A la familia de Tony les digo: Cercano está el Señor de ustedes. Mucho más cercano de lo que ustedes se imaginan. Está hoy, estará mañana y estará siempre. Estará en los días que hayan personas acompañándoles y estará también en los días de profunda soledad.
Luego que mi hermano murió de una forma muy trágica en el 2013, en medio de mi lamento y mi dolor conocí a un Dios que no iba a ser posible conocer si no hubiese sido a través del dolor y del sufrimiento.
Pude decir como Job: De oídas te había oido, pero ahora mis ojos te ven. Pude conocer al Dios que consuela, que llora con los que lloran, que da gozo y paz en medio del sufrimiento, que transforma nuestro lamento en danza, que sana y restaura.
Pude comprobar que la fe que me habían enseñado desde pequeño era real y que funcionaba.
No tengo duda, que lo mismo van a experimentar ustedes, siempre y cuando sigan confiando en aquel que venció al mundo.
A aquellos que aun no han puesto su confianza en Jesús les digo, no esperes más. No busques más.
Jesús es el único que, en toda la historia de la humanidad, ha dicho: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Deja de correr. Deja de huir. Deja de confiar en las cosas de este mundo.
Tarde que temprano el sufrimiento llegará a tu vida. Y solo de la mano de aquel que venció podrás encontrar paz, esperanza y propósito en tu sufrimiento. Solo de la mano de aquel que venció podrás pasar al otro lado. Solo de la mano de aquel que venció tú podrás vencer la adversidad.