Relaciones tóxicas
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Repaso
Repaso
Nos hiere el pecado, en lo profundo de nuestro ser, incapacitándonos para ser fieles a Dios.
Nos hiere la cultura, limitando nuestras expectativas y sueños.
Nos hieren las enfermedades, poniendo a prueba la salud de nuestra fe y nuestro cuerpo.
Nos hiere la familia, vulnerando nuestra confianza en quienes más amamos.
Nos hiere el contexto, desprotegiendo nuestro Yo para fragmentar nuestra identidad.
Nos hieren las relaciones, llevándonos a responsabilizar a quienes nos rodean de los conflictos pasados.
La petición de Jesús
La petición de Jesús
20 »No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, 21 para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
La unidad parece ser importante en los planes de Jesús, tanto así que no solo la enseñó, modeló y practicó sino que oró para que Dios lo hiciera.
Pero la unidad no es fácil porque las relaciones no siempre son fáciles.
Preferimos las relaciones con las mascotas porque las personas demandan de nosotros mucho más…y no queremos dar más.
Las relaciones sanas son tan importantes que parecen ser un requisito para que el mundo crea en Jesús.
Las relaciones en la iglesia son una representación y deben ser un modelo de la relación de la trinidad: Padre-Hijo-Espíritu Santo.
No solo la iglesia se ve presa de las relaciones difíciles, en el mundo nos cuestan las relaciones.
¿Por qué nos cuestan tanto las relaciones?
Razón de orden genético que hace que no todos seamos compatibles. Tenemos temperamentos distintos que a veces chocan entre sí.
Razón de orden psicológico. Se trata de heridas, traumas y malas experiencias que hemos tenido. Cargamos heridas que otros nos causaron y eso nos hace estar a la defensiva.
Razón de orden educacional. Crecimos viendo ejemplos y modelos que además influyeron sobre nosotros y nos condicionaron acerca de la manera en la que debemos comportarnos con las personas. Aprendimos mal (aprendizaje social).
Razón de tipo contextual. Ciertos ambientes crean presión que provoca desacuerdos y malos entendidos entre las personas.
Razón de tipo emocional. No hemos aprendido la inteligencia emocional, no reconocemos nuestras propias emociones ni sabemos cómo lidiar con las de los demás. Sancionamos el dolor, como por ejemplo “llorar”.
Razón de la comunicación. Tenemos malos y escasos recursos para comunicarnos, tendemos a ser egoístas y a pensar que porque nosotros entendemos de cierta manera, los demás también.
Razón del condicionamiento tecnológico. Aplicamos métodos virtuales a las relaciones presenciales, nos distanciamos y estamos perdiendo la capacidad de comunicarnos, tolerarnos y diferir.
¿Qué hace tóxica una relación?
¿Qué hace tóxica una relación?
Una sustancia es tóxica cuando interfiere en el desempeño natural del organismo.
Puede interferir porque la sustancia es más fuerte que el organismo, este último no puede lidiar con la sustancia y es vencido, contaminándose o intoxicándose.
Llevando esto a las relaciones, una persona puede ser tóxica cuando es más fuerte que tú, cuando su mal estar es más fuerte que tu bien estar; cuando su mal humor es más fuerte que tu buen humor; cuando su negatividad es más fuerte que tu optimismo.
El organismo tiene un curso natural que le permite desarrollarse adecuadamente. Por eso el aire de la tierra no es tóxico para nosotros, pero si respiramos en Marte seguramente morimos.
Las relaciones son lo natural, porque fuimos creados para vivir en relación con otros, todos tenemos esa capacidad.
Las heridas no sanadas se pueden volver tóxicas para nosotros, haciendo que cuando entremos en contacto con alguien más tengamos problemas.
A menudo notamos la toxicidad cuando entramos en contacto con alguien más, porque estando solos podrías fácilmente engañarnos y creer que no tenemos ningún problema.
¿Podríamos tener una relación tóxica con Dios?
¿Podríamos tener una relación tóxica con Dios?
La respuesta es no. No podríamos tener una relación tóxica con Dios.
En primer lugar, porque Dios nunca podría ser tóxico, debido a que su esencia de santidad no da espacio para la imperfección.
En segundo lugar, no importa cuán dañados estemos y cuántas heridas tengamos, no podemos contagiar a Dios, porque él es más fuerte.
Lo más cercano a una relación tóxica es la obsesión que algunos desarrollan hacia Dios, distanciándose de lo racional, sano y correcto.
Eso es como amar a un artista, puedes cantarle, pegar su foto en tu cuarto, comprar toda su música, escribirle cartas, abrir y dirigir una cuenta de fanáticos, pero él nunca sabrá que existes ni se enamorará de ti por eso.
Es como el adolescente que le muestra su novia a su amigo y le aclara que es su novia pero ella no lo sabe.
Gráfico de las relaciones
Gráfico de las relaciones
Hay algo que debemos entender sobre las relaciones y quiero ilustrarlo con un gráfico. Los seres humanos, en esencia, estamos ligados a tres relaciones simultáneas:
Con Dios
Contigo
Con otros
Relación con Dios
Relación con Dios
El ser humano fue diseñado para la relación con Dios, de esa relación dependen todas las demás.
Los problemas en las relaciones, en esencia, apuntan a nuestra mala relación con Dios.
Si ponemos las relaciones en una escala, la relación con Dios sería el origen, estaría en la raíz, después estaría el tronco que sería la segunda relación que es con nosotros mismos y finalmente está el fruto que serían las relaciones con los demás, esta es, quizás, la más evidente de todas.
Así mismo, restaurar la relación con Dios crea un efecto de orden e impregna de sanidad las demás relaciones.
Un cristiano que mantiene una sana relación con Dios estará buscando constantemente sanar las relaciones con los demás y consigo mismo.
El problema está en que trasladamos las heridas relacionales a la relación con Dios y por eso nos distanciamos de él, nos enojamos con él o vivimos ignorándolo.
¿Nos cuesta la relación con Dios? ¿Nos cuesta ser constantes? ¿Nos cuesta la intimidad con Él? Eso no significa que no fuimos hechos para Dios sino que estamos heridos.
Una relación mala contigo y buena con la gente hace que cueste la adoración.
Una relación mala contigo y mala con la gente te hace irrelevante.
Una relación buena contigo y mala con la gente te hace legalista.
Una relación buena contigo y buena con la gente es reflejo de la relación sana.
Relación consigo mismo
Relación consigo mismo
La segunda relación en la escala es la que tenemos con nosotros mismos.
Nos cuesta la soledad porque significa encontrarnos con nosotros mismos y no nos soportamos.
No nos gusta conocernos y hacer análisis profundos de nosotros, le tenemos miedo al YO, porque, como dijimos la semana pasada, está herido.
A menudo, una mala relación con nosotros mismos nos lleva a las malas relaciones con los demás.
La relación intrapersonal debe sanar para poder sanar las relaciones con los demás.
Una relación mala con Dios y mala con la gente te expone a la defensiva.
Una relación mala con Dios y buena con la gente te expone a la hipocresía.
Una relación buena con Dios y mala con la gente te expone a ser santurrón.
Una relación buena con Dios y buena con la gente favorece el autoanálisis.
Relación con otros
Relación con otros
Sanar relaciones con otros sin sanar la relación intrapersonal nos hace hipócritas, porque en el fondo estamos actuando un papel de apariencia.
Las relaciones con los demás nos han causado heridas que a su vez nos hace herir más las relaciones.
Las malas relaciones nos desgastan, hieren, incomodan y desaniman. Perdemos la motivación de trabajar, servir y compartir.
Las relaciones con tus hermanos en la fe no son una opción, son una necesidad.
Una relación mala con Dios y mala contigo te expone a la codependencia.
Una relación mala con Dios y buena contigo te expone a la altivez.
Una relación buena con Dios y mala contigo te hace inseguro.
Una relación buena con Dios y buena contigo te hace tener relaciones sanas.
Empecemos a sanar
Empecemos a sanar
Para mejorar nuestras relaciones con los demás debemos empezar por la relación de origen: la relación con Dios.
18 Y todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a sí mismo por medio de Cristo. Y Dios nos ha dado la tarea de reconciliar a la gente con él. 19 Pues Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando más en cuenta el pecado de la gente. Y nos dio a nosotros este maravilloso mensaje de reconciliación. 20 Así que somos embajadores de Cristo; Dios hace su llamado por medio de nosotros. Hablamos en nombre de Cristo cuando les rogamos: «¡Vuelvan a Dios!». 21 Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo.