Sermón sin título (3)
¿Les ha dicho que usted se preocupa por ellos? (Fil 1:8).
¿Ha orado con ellos y por ellos? (Col 4:12–13).
¿Se ha regocijado y entristecido con ellos? (Ro 12:15)
¿Ha tratado con ellos con gentileza y ternura? (Mt 12:20).
¿Ha usado la delicadeza con ellos? (Pr 15:23).
¿Ha tenido gracia al hablar con ellos? (Col 4:6).
¿Ha seguido amándolos y aceptándolos aunque hayan rechazado su consejo? (Mr 10:21).
¿Los ha defendido de aquellos que los maltratan y acusan? (Mt 12:1–7).
¿Los ha perdonado por cualquier cosa incorrecta que le han hecho? (Mt 18:21–22).
¿Ha estado dispuesto a suplir cualquier necesidad física si fuera necesario? (1 Jn 3:17).
a) Mire al aconsejado de manera que muestre que le está prestando toda su atención.
b) No se ponga tenso. Relaje sus brazos, manos y hombros como si estuviera diciendo: «Estoy aquí para oír cualquier cosa que desee comunicarme. Usted tiene libre acceso a mí».
c) Inclínese ligeramente hacia adelante. Esto muestra interés en lo que la persona le está diciendo.
d) Mantenga un volumen y tono de voz que no resulte irritante ni difícil de oír. Siempre deje que su voz denote ternura y compasión más que enojo o irritación.
e) Contacto visual. Mire a la persona, especialmente cuando está hablando. No le clave la vista de manera que se sienta incómoda, pero muestre interés en lo que está diciendo por prestarle el máximo de atención.
f) Postura relativa. Coordine todos los movimientos de su cuerpo, cabeza y faciales de un modo que promuevan la comodidad del aconsejado. No esté tieso ni duro como un robot pero tampoco tan relajado que la persona crea que está a punto de dormirse.