Diagnóstico de una Iglesia Sana

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INTRODUCCIÓN: Hoy nuestra iglesia, como es la práctica y doctrina de nuestras confesiones luteranas, ambas basadas en la Biblia, se reúne para tratar los negocios de Dios. No es una reunión de socios de un club, ni de una empresa, menos de miembros particulares, llámese pastor, presidente o ujier. La Iglesia de Dios está en sesión, bajo la guía de Jesucristo y la suprema autoridad que es Su Palabra.

Por años, he sido un crítico de la forma como se comportan, en esta actividad, algunos miembros de congregaciones, en el que por las palabras y conductas de unos pocos, pareciera que el Espíritu Santo no está presente.

Por eso no me gusta llamar a estas reuniones junta o reunión de votantes. La denomino Misa o Servicio Administrativo, en el que, como en todas las misas el centro es Cristo, la predicación sea la Palabra de Dios y la administración del Sacramento del Altar. Esta es la razón que identifica a la Iglesia: Predicar la Pura Palabra de Dios, distinguiendo Ley y Evangelio y administra los Santos Sacramentos, conforme al mandato de Cristo, Señor de la Iglesia.

Para este día, como Pastor, tengo la responsabilidad de enseñar, como en todos los servicios la Biblia, y el texto correspondiente a este Tercer Domingo de Epifanía, apropiado para esta Misa, está en la primera carta que San Pablo escribe a los hermanos de la Iglesia de Corinto, capítulo 1, versos 10-18.

El tema de nuestra predicación es: Diagnóstico de una Iglesia Sana

1. SÍNTOMAS DE UNA IGLESIA ENFERMA. 1ra. Cor. 1:10-12

Para conocer cómo es una Iglesia Sana, debemos identificar los síntomas que presenta una iglesia enferma. Una congregación que padece de males infectados por el diablo, el mundo y la carne.

San Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, escribe a los corintios, cuáles son esos síntomas:

(1) En una iglesia enferma sus miembros están enfocados en lo que ellos consideran importante y no lo que la Biblia dice que es importante: 10Les ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que hablen todos una misma cosa.

(2) En una Iglesia enferma surgen divisiones y enfrentamientos los unos contra los otros: 10… y que no haya entre ustedes divisiones. 11… porque he sido informado que hay entre ustedes contiendas.

(3) En una Iglesia enferma se sigue a los hombres y no a Cristo: 12… cada uno de ustedes dice: «Yo soy de Pablo», «Yo, de Apolos», «Yo, de Cefas» o «Yo, de Cristo».

Una iglesia con todos estos síntomas es difícil que pueda crecer, sostenerse o ser de bendición. La conducta de sus miembros se parece más a un partido político que a la comunión de santos.

Cuando la Iglesia se reúne no es para atacarse, ni para enemistarse. La Iglesia se reúne para saber qué estamos haciendo, qué deseamos hacer en el nombre del Señor y qué lugar debo tener, no para mandar, sino para servir.

San Pablo lo dice: 10… Que estén perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer. En palabras, cien por ciento bíblicas: Perfectamente unidos a la cabeza del cuerpo que es Jesucristo, con la mente de Cristo y con el mismo sentir que hubo en Cristo.

2. EVIDENCIAS DE UNA IGLESIA SANA. 1ra. Cor. 1:17-18

Ya vimos, lo sabemos además por la Biblia, cómo es una iglesia enferma, contaminada, como mencioné, por el diablo, el mundo y la carne. Pero en este mismo texto paulino, encontramos las características o evidencias de una iglesia saludable.

(1) Una Iglesia Sana se distingue por Predicar el Evangelio.

La Biblia dice que el Señor, invocando el poder y autoridad en los cielos y en la tierra, envió a sus primeros seguidores, continua con nosotros este mandato hoy, a “Hacer discípulos en todas las naciones”. “Y será predicado este evangelio”. “Serán testigos hasta lo último de la tierra”

Observando la historia de la Iglesia en tiempos apostólicos, vemos que cada uno de los discípulos, se enfocó en predicar el evangelio. Dios obró maravillas. Dios agregaba todos los días a la iglesia a los salvados por su amor y su gracia.

Hace más de 150 años, cuando la Iglesia Luterana comenzó a predicar el evangelio en Estados Unidos, en Racine no había un solo hispano miembro. No estaba Mery Chacón ni Ernestina. Tampoco Raúl, Gladis, Beatriz o Edmundo Rosales. Ni Carlos ni Anita Albiter.

Hoy ellos, junto a Adrián y Maribel, están aquí, porque Dios sigue obrando maravillas. Dios sigue añadiendo personas salvadas a su Iglesia.

El enfoque de la Iglesia no ha cambiado ni cambiará. Nuestra misión es la misma: 17… Predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.

(2) Una Iglesia Sana se distingue por creer que Dios hace la obra.

Sabemos que en la historia de esta iglesia hispana en Racine ha habido problemas. Pero… ¿Toda su historia han sido problemas? ¿En estos años no hay una bendición que contar o compartir?

La presencia de una sola familia hispana, sentada en este lugar, es un motivo de dar gracias a Dios por su bendición. Las personas que veo cada domingo, mientras predico, son más de una bendición.

Cada uno de ustedes, así lo creo y enseño, están aquí porque Dios los ha agregado, por la Palabra y los Sacramentos a la “Santa Iglesia Cristiana”.

De los problemas fuimos advertidos: 18La palabra de la cruz es locura a los que se pierden. Los que se pierden son los que rechazan la predicación del evangelio, eso no es culpa de Dios ni de nosotros. Se pierden por la dureza de sus corazones, irán a condenación porque no creen, porque desprecian la Palabra, la consideran locura.

Pero otros en cambio, por los medios que Dios usa para darnos gracia sobre gracia, “Confiesan con su boca, creen en su corazón, que Jesucristo es el Señor”. “Ellos no irán a condenación”. Ustedes hermanos, “Han pasado de muerte a vida”.

Aquí estamos, congregados e iluminados por el Espíritu Santo, quienes de corazón, en espíritu y en verdad, adoramos al Señor y decimos a Racine: 18… Pero a los que hemos sido salvados, esto es, a nosotros, el Evangelio es poder de Dios.

Hermanos somos una Iglesia sana, no por el Pastor Novelli, Raúl, Edmundo o Adrián. Somos una Iglesia sana, saludable, con ganas de echarle ganas, porque Cristo es nuestro Señor. Cristo es nuestra guía. Cristo es nuestro auxilio. Cristo es nuestro compañero.

Somos una Iglesia Sana de Cristo. Somos parte de la historia que el Espíritu Santo está escribiendo, hoy y todos los días, hasta el fin del mundo.

CONCLUSIÓN

Hoy es un día de bendición. El Señor de la Iglesia nos brinda la oportunidad de servirle, de ser parte en la toma de decisiones centradas en nuestra misión: Predicar el Evangelio.

Esperemos que el Señor espante los sentimientos de divisiones y contiendas, de grupos y grupitos, de seguidores de hombres, sino de gente de Dios que siga el evangelio, que proclame el evangelio y se comprometa cada día en servir y servir a la medida de la plenitud de Cristo.

Pongámonos en las manos del Señor y seamos testigos de una historia repleta de bendiciones como ha sido hasta este día. ¡Soli Deo Gloria! ¡Amén!

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