Santificación

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La santificación es la obra sobrenatural permanente de Dios para rescatar a los pecadores justificados del padecimiento del pecado y conformarlos a la imagen de su Hijo: santos, semejantes a Cristo y facultados para hacer buenas obras.

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IGLESIA CRISTIANA SAL Y LUZ A LAS NACIONES
Predica semanal
Sermón Temático
Luis Andrés Estupiñán Ch
Bogotá, septiembre 02 de 2023
Santificación
Aplicación de la salvación por el Espíritu Santo
A. INTRODUCCION
a. Sujeto o tópico
La santificación es la obra sobrenatural permanente de Dios para rescatar a los pecadores justificados del padecimiento del pecado y conformarlos a la imagen de su Hijo: santos, semejantes a Cristo y facultados para hacer buenas obras.
b. Tema
SANTIFICACIÓN Este vocablo viene del verbo latino sanctificare = santificar (de uso exclusivamente religioso), es decir, hacer santo = sanctum fácere (cf. Santidad y Santos).
La santificación es obra del Espíritu Santo en el interior del creyente, pero requiere también en su proceso la cooperación voluntaria del ser humano.
Podemos definirla como: «Es una obra progresiva de Dios y del hombre, la cual nos hace cada vez más libres del pecado y más parecidos a Cristo en nuestra vida actual».
Importante hay que destacar que esa cooperación voluntaria del ser humano es, ante todo, una docilidad al Espíritu Santo más bien que un esfuerzo por santificarse.
El Dios trino no sólo declara justos a sus hijos sino que también los hace justos gradualmente, apartándolos para sí mismo y liberándolos de los enredos del pecado.
Este proceso, denominado “santificación”, no se produce en un momento, sino que es la obra continua de Dios a lo largo de la vida de un creyente.
En la “justificación”, la justicia de Cristo les es imputada a los creyentes. Es abonada en su cuenta, judicialmente hablando.
En la santificación, la justicia de Cristo les es impartida, por el poder del Espíritu. El pecador convertido se vuelve más como Cristo.
· El pecador es transformado en cada área de su vida: interior y exterior, corazón y acción, relaciones y propósito.
La santificación es obra del Padre, Hijo y Espíritu Santo. [1] Sin embargo, es el Espíritu Santo quien aplica esta obra trinitaria, liberando y capacitando a los creyentes para que se vuelvan como Cristo[2]registrado entre otros en Romanos 8:12–14[3].
La frecuente designación de las Escrituras al Espíritu como Espíritu Santo habla de la naturaleza apropiada del papel del Espíritu como santificador.
c. Texto[4]
Juan 17: 17-19
“Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al mundo. Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.” [5]
Este verso está enmarcado en lo que se conoce como la oración sacerdotal o la oración del sumo sacerdote
Recordemos siempre que desde el principio hasta el final, el ministerio terrenal de Jesús estuvo marcado por momentos frecuentes de oración.
Algunos de esos momentos son:
· Oró en su bautismo (Lc. 3:21),
· Durante su primera gira de predicación (Mr. 1:35; Lc. 5:16),
· Antes de escoger a los doce apóstoles (Lc. 6:12–13),
· Antes de alimentar a los 5.000 (Mt. 14:19),
· Después de alimentarlos (Mt. 14:23),
· Antes de alimentar a los 4.000 (Mt. 15:36),
· Antes de la confesión de Pedro (Lc. 9:18),
· En la transfiguración (Lc. 9:28–29),
· Por unos niños que le llevaron (Mt. 19:13),
· Después del regreso de los setenta (Lc. 10:21),
· Antes de enseñar la oración modelo (Lc. 11:1),
· Antes de resucitar a Lázaro (Jn. 11:41–42),
· Cuando enfrentó la realidad de la cruz (Jn. 12:28),
· En la última cena (Mt. 26:26–27), por Pedro (Lc. 22:31–32)
· En Getsemaní (Mt. 26:36–42),
· Desde la cruz (Mt. 27:46; Lc. 23:34, 46),
· Con los discípulos que encontró en el camino a Emaús (Lc. 24:30)
· En la ascensión (Lc. 24:50–51).
Hay que resaltar que todas las oraciones de Jesús, la registrada en el capítulo 17 del Evangelio de Juan es la más profunda y magnífica.
Son sus palabras claras pero majestuosas; simples pero misteriosas. Como lectores entramos en profundidades indescifrables de la comunicación entre el Padre y el Hijo y abarcan toda la extensión de la historia redentora, desde la elección hasta la glorificación, incluyendo temas de regeneración, revelación, iluminación, santificación y preservación.
El velo se corre y Jesús lleva al lector al lugar santísimo, al mismo trono de Dios.[6]
La oración de Jesús marca el final del tiempo de los discípulos con Cristo en el aposento alto. Durante las pocas horas previas, Jesús había servido, consolado e instruido a sus angustiados seguidores.
Habían experimentado de primera mano la ajustada descripción de Juan sobre Jesús: “Había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”[7]
· Para tener presente el hecho que es muy conmovedor orar con alguien que verdaderamente tiene una relación íntima con Dios.
Uno sabe que en verdad está en la presencia de Dios. Para el creyente, la oración de Jesús que tenemos en Juan 17 nos ofrece esta oportunidad, pero es aún más allá de la oración de cualquier persona.
¡Es la oración del Hijo de Dios con su Padre![8]
B. CUERPO
a. La santificación no es un paso independiente y posterior a la salvación
La santificación no ocurre como un paso independiente y posterior a la salvación; más bien, es el desarrollo de la salvación de uno en toda la vida y práctica.
No es simplemente la conformidad ética, sino la conformidad de toda la vida de una persona a la imagen de Dios.
· La santificación es la aplicación natural de la justificación: aquellos que han sido declarados santos ahora son santificados.
· Es el desarrollo natural de la regeneración: aquellos que han recibido una nueva vida ahora viven esta vida a medida que crecen en Cristo.
· También es la implicación natural de la adopción: los hijos amados de Dios lo imitan en santidad y pureza.
Los cristianos son capacitados para hacer buenas obras que agradan y honran a Dios, aman y sirven a los demás, y representan el carácter y las formas de Dios ante el mundo[9] a manera de ejemplo este pasaje en Juan 15:5, 8[10]:
“Se encontraba allí cierto hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio tendido y supo que ya había pasado tanto tiempo así, le preguntó:
—¿Quieres ser sano? Le respondió el enfermo: —Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando el agua es agitada; y mientras me muevo yo, otro desciende antes que yo”
Aunque la santificación es, sobre todo, una obra sobrenatural de Dios en la vida de una persona también requiere de la cooperación activa de la persona a través de la fe, obediencia y sumisión a la obra divina[11].
En Romanos 6:19, encontramos: “Les hablo en términos humanos a causa de la debilidad de la carne de ustedes. Porque así como presentaron sus miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad cada vez mayor, así presenten ahora sus miembros como esclavos a la justicia para la santidad.[12]”
Dios ha provisto varios medios por los cuales los cristianos pueden participar en su crecimiento hacia la santidad y la unión con Dios.
Estos incluyen la oración, la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras, la comunión con otros creyentes en la iglesia, el uso de armas espirituales (Efesios 6:10–20), el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23), y los dones del Espíritu para la misión de Dios en el mundo (Romanos 12:3–8).
b. Los medios de santificación
Los medios son las prácticas y dones sacramentales utilizados por el Espíritu Santo con el fin de santificar progresivamente a los que están en Cristo.
En la teología reformada, a menudo se hace una distinción entre la santificación “definitiva” y la santificación “progresiva”.
La santificación definitiva se refiere a la santidad que se les otorga a los creyentes junto con su unión a Cristo: “más ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”. (1 Corintios 6:11)
De ahí que, como es bien sabido, Juan Calvino se refiriera a la unión con Cristo como una “doble gracia” que abarca tanto la justificación como la santificación.
La santificación progresiva, se refiere a la conformidad continua de la vida temporal de uno con la identidad cristiana mediante la dirección y capacitación del Espíritu Santo.
En otras palabras, aunque uno sea santo por el hecho de estar “en Cristo”, también se convierte en santo en cuanto a la materialización de esta identidad en la existencia diaria.
Si bien la obra de la santificación progresiva sigue siendo, en última instancia, la del Espíritu Santo, Dios todavía usa “medios” para realizar esta obra de manera que entrañe la respuesta obediente y fiel de la criatura.
Para los protestantes, los principales medios de santificación son la palabra y el sacramento, refiriéndose este último particularmente al bautismo y la santa cena. (a estos, los católicos romanos añaden la ordenación, el matrimonio, la extremaunción, la penitencia y la confirmación).
· La palabra se refiere a la predicación, enseñanza y lectura de las Sagradas Escrituras, mediante las cuales la verdad del evangelio puede ser conocido y creído.
· Los sacramentos del bautismo y la santa cenaproporcionan ocasiones para que esta fe se vea alimentada. El bautismo como iniciación en la comunión de los santos en el nombre de la Santísima Trinidad; y la santa cena que conmemora la colación de Jesús antes de ser arrestado en donde anuncia su sacrificio para el perdón de pecados.
Además de estos medios clásicos, el reformador del siglo XVI Martin Bucer[13]también destacó la importancia de la “disciplina de la iglesia” como un medio a través del cual los cristianos pueden ser restaurados a una vida de santidad a través del estímulo y la responsabilidad de su comunidad eclesial, como se registra en Mateo 18:15–20; Gálatas 6:1; 2 Corintios 2:6–8.
Estos tres medios de santificación típicamente protestantes resaltan la importancia de la comunidad de la iglesia como el contexto esperado que Dios ha proporcionado para la edificación de la fe cristiana y la santidad registrado en Hebreos[14]10:25: “No dejemos de congregarnos, como es la costumbre de algunos, sino animémonos unos a otros; y con más razón ahora que vemos que aquel día se acerca.”
Además de la palabra y el sacramento, las Escrituras y disciplina o la tradición cristiana destacan una serie de prácticas adicionales mediante las cuales los cristianos pueden responder con fe a la obra santificadora del Espíritu.
La principal de estas es la oración, que funciona como una gracia ofrecida a los cristianos y una responsabilidad puesta a los pies de la iglesia.
Como lo expresara Karl Barth[15], la oración “es un acto que se requiere de nosotros porque se nos da el poder para realizarla”.
“Por tanto, amados míos, ya que siempre han obedecido, no sólo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor, porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2:12–13[16])
A través de la oración, los cristianos se sitúan en sintonía con la obra y los planes de Dios y se les da una participación en el desarrollo de su voluntad “en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10).
Las Escrituras también resaltan el uso redentor de las pruebas y el sufrimiento como medios de santificación. En Hebreos, por ejemplo, Barth, esboza una conexión entre la perseverancia y la disciplina divina, enseñando que Dios nos disciplina “para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (Hebreos 12:10).
Pablo también habla de “gloriarnos en nuestros sufrimientos”, lo que en última instancia conduce a la perseverancia, carácter y esperanza (Romanos 5:3–5; cf. Santiago 1:2–4, 12).
Dedicar la vida a obras de caridad y a la hospitalidad también es un medio de santificación para los cristianos individuales, así como para la comunidad cristiana en general.
El llamamiento para amar al prójimo, “sobre todo a aquellos que pertenecen a la familia de la fe” (Galatas 6:10), es una nota que se escucha continuamente en todo el Nuevo Testamento[17], particularmente en las enseñanzas de Jesús y Pablo registradas en Juan 13:34; Romanos 12:10; Galatas 5:14.
La libertad del cristiano para hacer buenas obras se destaca especialmente en la Epístola a los Romanos, donde Pablo anima a sus lectores a recibir su recién descubierta “esclavitud” a la justicia como un medio que “conduce a la santidad” (Romanos 6:19–23).
La lista de medios de santificación descritos anteriormente no es exhaustiva, ni puede serlo, porque en última instancia Dios puede usar cualquier cosa en su buena creación para estimular a los creyentes a una mayor santidad por el Espíritu.
De hecho, como Pablo enseña en Romanos 8:28, “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
c. Santificación y buenas obras
Buenas obras se refieren a las acciones humanas emprendidas en obediencia a Dios y en conformidad con su voluntad.
El lugar de las buenas obras en la doctrina de la santificación ha sido muy debatido desde la Reforma del siglo XVI.
Según el dogma católico, las buenas obras u “obras de amor” operan como la “forma de la fe”. En otras palabras, a menos que la fe se haga “real” en forma de obras externas reales, la fe permanece sin forma y por lo tanto carece de valor.
En consecuencia, mientras que la teología católica afirma que en verdad somos salvos “por fe”, niega que seamos salvos sólo por la fe, ya que la fe que no adopta la forma de buenas obras se considera abstracta y, por tanto, sin mérito alguno.
En la Reforma, la idea de la “fe formada por el amor” fue cuestionada especialmente por Martín Lutero.
· Basándose en su lectura de Gálatas, Lutero consideraba a las buenas obras como el fruto de la fe, en lugar de la forma necesaria de la fe.
De ahí que, si bien la teología protestante considera que las buenas obras son dignas de alabanza e incluso necesarias para la vida cristiana vivida en el Espíritu, no las considere una condición para la vida eterna; sólo la fe, y no las obras, es la causa formal de la salvación.
Sin embargo, relativizar el lugar de las buenas obras en la obra de la salvación no implica, para la mayoría de los reformadores, un antinomianismo[18], o la idea de que la justificación sólo por la fe implique un permiso para vivir sin ley.
En particular, Juan Calvino hace hincapié en esto al insistir en un “tercer uso de la ley”, esto es, la noción de que los cristianos pueden apelar a los códigos morales de la Biblia como guía relevante para la piedad empoderada por el Espíritu.
También Lutero, en su tratado “La libertad del cristiano”, describe las buenas obras como actos que cabría esperar que los cristianos llevaran a cabo, aunque sólo fuera “por un amor espontáneo en obediencia a Dios”, en vez de por la obligación de que la salvación de la persona dependa de tales actos.
En las Escrituras, las buenas obras se esperan habitualmente del pueblo de Dios como un indicador de la presencia del reino de Dios en medio de ellos.
En el Antiguo Testamento, la santidad del pueblo de Dios, especialmente su conformidad con la ley de Moisés se mantenía como su característica distintiva entre las naciones (Dt 4:5–8). El Nuevo Testamento es una continuidad del Antiguo Testamento por lo que se espera que los creyentes continúen con estilo de vida santo, como se aprecia quizás con más fuerza que en ningún otro lugar en la epístola de Santiago (“la fe sin obras está muerta”, Stgo 2:26), así como en las numerosas súplicas del apóstol Pablo para que los cristianos se sometan a la dirección del Espíritu mediante un estilo de vida “contra el cual no hay ley” (Gal 5:23; cf. 1 Tes 4:7–8).
El Nuevo Testamento también señala que los individuos serán considerados responsables de sus obras, como puede verse, a manera de ejemplo:
· En la parábola apocalíptica de Jesús, de las ovejas y los cabritos (Mt 25:31–46),
· El relato de Pablo sobre la prueba de las obras en el Día del Señor (1 Cor 3:5–14; cf. 2 Cor 5:10),
· El juicio ante el Gran Trono Blanco (Ap 20:11–15).
Algunas de las cuestiones que plantean estos pasajes son si estas obras realmente contribuyen al mérito por el cual los cristianos son justificados, si son indicadores de la “justicia ajena” imputada a los creyentes en virtud de su unión con Cristo, o si de hecho indican alguna variación en la recompensa celestial otorgada a los cristianos sobre la base de la calidad de sus vidas terrenales.
Tres posiciones encontramos en torno al tema:
El dogma católico postridentino[19] sostiene el primer punto de vista, con la advertencia de que cualquier mérito transaccional se gana dentro de una economía más general de la gracia instituida por Dios.
Los protestantes se aferrarían al segundo punto de vista, basándose en que las buenas obras manifiestan una naturaleza ya regenerada (un razonamiento al que se denomina ocasionalmente como “silogismo práctico”).
El último punto de vista es objeto de debate dentro del protestantismo, aunque la mayoría diría que las buenas obras de una persona serían reconocidas cuando menos como tales en el ésjaton[20].
Todas las denominaciones ortodoxas coinciden, sin embargo, en que las obras pueden ser consideradas “buenas” únicamente en la medida en que son facultadas y dirigidas por Dios, quien es la fuente de toda bondad (Romanos 8:8).
d. Debates entorno a la santificación
A lo largo de la historia de la Iglesia, y entre diversas tradiciones eclesiásticas, los cristianos han debatido una serie de temas clave relacionados con la santificación.
Los debates más destacados son:
· ¿Cuál es la relación entre la justificación y la santificación?
· ¿Qué grado de santificación es posible alcanzar en nuestra vida terrenal?
· ¿Cuál es el papel de las buenas obras en la salvación de un cristiano?
Que se debate en estos interrogantes:
¿Cuál es la relación entre la justificación y la santificación?
· Durante gran parte de la historia, y en el catolicismo romano actual, los cristianos creían que la justificación era una parte de la santificación.
· Afirmaban que la presencia de Dios y la justicia se convierten en una “gracia no creada” que se deposita dentro de la persona y la va transformando a través de una justicia inherente.
· Los reformadores, y muchos protestantes de hoy, separaron la justificación de la santificación, considerando la primera como un acto instantáneo y objetivo de Dios realizado una sola vez, mientras que la santificación se concibe como una obra continua y subjetiva de Dios.
¿Qué grado de santificación es posible alcanzar en nuestra vida terrenal?
· Algunos cristianos sostienen la doctrina de la “santificación plena”, también llamada “perfeccionismo”.
· Creen que en un segundo acto de gracia Dios puede santificar instantánea y completamente a un creyente durante esta vida (aunque esto no garantiza que la persona nunca más vuelva a pecar).
· Otros argumentan que la santificación completa aguarda a los cristianos tan sólo después de la muerte.
¿Cuál es el papel de las buenas obras en la salvación de un cristiano?
· Una de las características de la Reforma protestante fue la creencia de que la justificación llega al pecador sólo por la fe.
· Las buenas obras se separaron del proceso de conversión y se convirtieron en una implicación, pero nunca en una causa, de la salvación.
· Otras tradiciones cristianas dan prioridad al papel de las buenas obras como algo que tienen algún impacto causal en la salvación final de uno.
· El juicio final atestiguado en las Escrituras es fundamental para este debate en que los cristianos discuten sobre el papel de las buenas obras en el juicio de Dios. (Mateo 25:31–46; Juan 5:28–29; Apocalipsis 20:12).
Después de todo esto les comparto la posición de la Iglesia Cristiana Sal y Luz a las Naciones, definitivamente la justificación se da por la obra de Jesús y el creyente es justificado por su fe. Es salvado por el sacrificio de Jesucristo en la cruz y por su fe en él como el hijo de Dios.
Usted es santo porque ser santo significa ser apartado para Dios y usted ha sido escogido para ser su hijo desde antes de la fundación del mundo. Después de recibir a Cristo como su Señor y salvador inicia un proceso de santificación que lo lleva a realizar buenas obras en consideración a que debe guardar los mandamientos de Jesús, llevando una vida coherente con las enseñanzas bíblicas de tal manera que cuida su salvación como dice Pablo con temor y temblor, porque sabe que será juzgado al final de los tiempos por sus obras.
Conclusión y sus partes
a. Reafirmación de la proposición
La santificación es la obra sobrenatural permanente de Dios para rescatar a los pecadores justificados del padecimiento del pecado y conformarlos a la imagen de su Hijo: santos, semejantes a Cristo y facultados para hacer buenas obras.
b. Resumen o sinopsis de las divisiones principales
Cuatro temas trabajamos:
· La santificación no es un paso independiente y posterior a la salvación
· Los medios de santificación
· Santificación y buenas obras
· Debates entorno a la santificación
c. Aplicación final del mensaje
Nuestra santidad está estrechamente relacionada con la de Dios. «Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos» (Lv. 20:26).
La santidad de Dios es:
· Su cualidad absoluta y fundamental.
· Su pureza absoluta, inmaculada, manifiesta
· Su gloria deslumbrante y eterna.
«Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria» (Isaias 6:3; 57:15).
Esta santidad nos impulsa a la adoración: «¡Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; él es santo» (Salmo 99:5; 103:1). «Alegraos, justos, en Jehová, y alabad la memoria de su santidad» (Salmo. 97:12[21]).
La santidad de Dios se manifiesta a la vez en su justicia y en su amor.
Su justicia lo obliga a castigar al pecador; pero es inseparable de su amor, que desea salvarlo. «No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir … Dios soy … el Santo …» (Oseas 11:9).
Una justicia sin amor no sería santa; no lo es la justicia implacable de un tribunal. Pero un amor sin justicia tampoco es santo; Porque el objetivo de Dios al perdonar es el restablecimiento del orden moral. Ésta es la esencia de la santidad,
d. Invitación o llamado a responder el mensaje
La santidad de Dios de la que depende la nuestra, es en realidad una combinación de una justicia o pureza absoluta con un infinito amor.
Ello nos lleva a constatar que la suprema manifestación de la santidad de Dios viene a ser la muerte expiatoria de Su Hijo.
La cruz del Calvario es la sublime expresión de la unidad manifestada entre Su severa justicia y Su amor redentor.
En cuanto a la importancia de la santidad del creyente, es menester recordar que Cristo volverá “para ser glorificado en sus santos” (1 Tesalonisenses 1:10).
“Cristo es la esperanza de Colombia”
Amen
[1] (Jn 17:17, 19; 1 Cor 1:2, 30; Ef 5:25–27; Col 1:22; 1 Tes 5:23; Heb 10:10–13; 13:12, 20–21). [2]Romanos 15:16; 2 Tes 2:13; Tito 3:5; 1 Pe 1:2). [3]Porque si viven conforme a la carne, han de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las prácticas de la carne, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Pues no recibieron el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor sino que recibieron el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”. El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Santa Biblia: Versión Reina-Valera Actualizada, Edición 2015, Primera edición. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2016), Ro 8:13–16. [4][4]Ver tambien Ef 5:26–27; Flp 2:12–13; Ro 8:12–13; Ro 15:16; 1 Tes 5:23; 2 Tes 2:13; He 10:10–13; He 13:12; He 13:20–21; 1 P 1:2; Col 1:22; 1 Co 1:2; 1 Co 1:30 [5] Santa Biblia: Versión Reina-Valera Actualizada, Edición 2015, Primera edición. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2016), Jn 17:17–19. [6]John MacArthur, Juan, trans. Daniel Andrés Díaz Pachón, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2011), 691. [7]John MacArthur, Juan, trans. Daniel Andrés Díaz Pachón, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Portavoz, 2011), 692. [8]James Bartley et al., Comentario bı́blico mundo hispano: Juan, 1. ed. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2004), 349. [9]Ver tambien Rom 7:4; 1 Cor 10:31; Gal 6:2; Stg 2:14–22) [10]Santa Biblia: Versión Reina-Valera Actualizada, Edición 2015, Primera edición. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2016), Jn 5:5–7. [11]Ro 6:19.; Ro 12:1; Fil 2:12–13; 2 Tim 2:21; Heb 12:14). [12]Santa Biblia: Versión Reina-Valera Actualizada, Edición 2015, Primera edición. (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2016) [13]Martín Buceroa​ (en alemán Martin Bucer, escrito en alto alemán moderno Martin Butzer; nacido en ​ Schlettstadt, 11 de noviembre de 1491 y muerto en Cambridge, 28 de febrero de 1551. Fue un teólogo alemán involucrado en la Reforma protestante en Estrasburgo y que influyó en las doctrinas y prácticas luteranas, calvinistas y anglicanas. [14]Reina Valera Contemporánea (Brasil: Sociedades Bíblicas Unidas, 2012), He 10:25. [15]Karl Barth (Basilea, 10 de mayo de 1886 - Basilea, 10 de diciembre de 1968) fue un influyente teólogo protestante calvinista, considerado uno de los más importantes pensadores cristianos del siglo xx. [16]Reina Valera Contemporánea (Brasil: Sociedades Bíblicas Unidas, 2012), Flp 2:12–13. [17]véase también 1 Pe 1:22; 1 Jn 4:7–8) [18]La palabra antinomianismo significa “anti-ley”, y se usa para hablar de toda actitud y enseñanza que afirme que podemos relacionarnos con Dios y vivir en plenitud sin obedecerlo. [19]La definición de postridentino en el diccionario es que sigue al Concilio de Trento. [20]El Ésjaton (lo último, extremo, lo más remoto; en griego) es un concepto que indica no solo la terminación temporal de algún suceso o su lejanía en el tiempo y el espacio, sino el punto culminante de un proceso, la plenitud de lo posible, el fin de un camino. Palabras derivadas son esjatía (extremo o lìmite), esjátoos (en el más alto grado, o incluso, estar en agonía), ésjata (en los extremos). Fin de los tiempos o eschaton es el momento futuro, previsto en distintas religiones con creencias escatológicas, en que el tiempo y el mundo llegará a su fin.1 [21]cfr. Éx. 15:11; Is. 12:6).
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