Obediencia total
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Obediencia total
Obediencia total
En el crecimiento de nuestra relación con Dios, es importante reconocer que ÉL ES DIOS. A veces compartimos más de SU Amor, que de SU Santidad o lo que pide de nosotros. En esta ocasión hablaremos de esos temas que no son tan cómodos, pero si no lo aprendemos, corremos el riesgo de pensar que la vida se trata de nosotros y que es ÉL quién tiene que adaptarse a nuestro estilo de vida o a nuestra forma de querer creer en ÉL y de adorarle.
La historia empieza después que David ha muerto, su hijo Salomón es rey, pero al final de sus días se aleja da Dios y por esa razón Dios acorta su reinado y nombra como rey de Israel a Jeroboán.
La historia empieza en la división de Israel. David ha muero, su hijo Salomón es el rey actual, pero al final de sus días, se aparta de Dios y por esa razón el periodo de su reinado se acorta. Dios ahora nombra como rey de Israel a Jeroboán. Era un hombre ambicioso, que por él, no merecía ser rey de Israel, pero Israel por haberse desviado de Dios, sí merece un rey como él.
Dios le dice a Jeroboán que será rey de 10 de las 12 tribus de Israel y que si hacía lo bueno delante de ÉL, lo buscaba con todo su corazón, Dios mismo confirmaría su trono sobre Israel, para sus hijos.
Al principio parece que cumplirá, pero empieza a hacer cosas que en el pero de los casos quiere “obligar” a Dios a que haga lo que le dijo y en el mejor de los casos, quiere que la gente de todo su reino adore a Dios, aunque para eso hace algo que Dios no le dijo, empieza a construir altares en Dan y Betel para que la gente no tenga que ir a Jerusalén para adorar. Así, hace algo que parece bueno, pero que Dios no le pidió, para fines prácticos, desobedece a Dios.
En Judá hay un joven profeta que ora a Dios para que haga algo ante tanta maldad que oye que está sucediendo en Israel. Una mañana después de orar, oye la voz de Dios que le dice: “Quiero que vayas a Israel y hables con Jeroboán”. El joven profeta no puede creer lo que está pasando, ha orado, pero no había creído que Dios le respondiera enviándolo a él. Toda su vida ha buscado a Dios y ese día Dios le responde y le da una instrucción específica.
El joven no duda un momento, está tan emocionado que empieza a hacer preparativos para el viaje. Dios le dice: “ve, das el mensaje y te regresas, es más, no quiero que fraternices, ni comas, ni bebas agua. Ve, da el mensaje y te regresas a Jerusalén”.
El profeta escucha la instrucción de Dios; va camino a Betel, las noticias dicen que el rey está construyendo un altar a Dios y ha nombrado sacerdotes que no vienen del linaje adecuado y no pueden ser sacerdotes.
Al escuchar todo eso, entiende por qué Dios lo envió y se determina con paso firme a cumplir su misión. Al acercarse a la ciudad, lo detienen los retenes para pedirle su identificación, como que eso lo intimida un poco, lo registran, le quitan la navaja suiza pero sigue su camino.
Llega a la ciudad y ve mucho movimiento en la plaza principal, hay mucha gente y se ve un altar. Se abre paso entre la multitud diciendo, que lo dejen pasar porque tiene un mensaje urgente para el rey, dice que viene de Judá y cuando menciona eso, los ojos voltean a verlo con desconfianza.
Traga saliva, la siente espesa por el viaje y la falta de agua y por el miedo, la gente lo observa. Finalmente llega cerca a donde está el rey Jeroboán a quién le han dicho que un joven profeta tiene un mensaje para él. El rey detiene los murmullos y le dice al joven profeta: ¿qué quieres? ¡date prisa, estoy en medio de una ceremonia importante!
La voz del profeta se quiebra, se arma de valor y dice con voz llorona ¡tengo un mensaje!.
Algunas veces, Dios te lleva a hacer cosas para las que no te sientes preparado. Quizá al estar con tu familia que no viene a la iglesia, de pronto sientes la necesidad de invitarlos y no sabes cómo empezar. Quizá con los amigos de la escuela, están planeando la party, y están diciendo algo que sabes que eso los puede meter en problemas y no sabes cómo empezar.
Así está este joven profeta frente al rey. El rey le dice que hable y por fin el joven empieza a hablar: “Altar, altar. Un hijo de David va a quemar a los sacerdotes sobre ti ¡esto va a suceder! y como señal, el altar, este altar será derribado y las cenizas serán esparcidas”. Se hace un silencio total en toda la plaza, quienes están sosteniendo el listón y las tijeras para inaugurar el altar sonríen nerviosos.
El joven profeta cierra los ojos que en silencio dicen: ¡adiós mundo cruel! Señor dame otra misión, la que sea, tan solo para saber que saldré de aquí con vida.
Ya no sintió sed, ni hambre, ya no sintió nada, el reloj se detuvo miles de horas en esos segundos que pasaron. Poco a poco se va levantando un murmullo entre la gente, hasta que el rey dice ¡Insolente! ¿cómo te atreves? pareciera que en cámara lenta el rey, levantó su brazo derecho, lo giró para apuntar directamente al joven profeta, mientras de su garganta salía la palabra ¡agárrenlo!
Todas las miradas se quedaron fijas en el rey, porque al querer bajar el brazo y su dedo acusador, ¡ya no pudo! la mano y el brazo se le queda paralizada. El joven se espanta, porque ahora es más que seguro que lo van a matar. Pero de pronto se oye que la tierra ruge y un movimiento que viene desde lo profundo de la tierra empieza a sacudir y después a agitar a todas las personas, las mesas, sillas y el altar se sacude fuertemente, después un rayo cae del cielo y da directamente al altar, quemándolo por completo hasta quedar sólo en cenizas.
Los que detuvieron al joven profeta, después de recobrar el equilibrio lo sueltan. Jeroboán observa preocupado su brazo y voltea a ver al profeta. No le preocupa que el altar se ha quemado, no le preocupa la gente, la ceremonia, ni las chicas que sostienen el listón y las tijeras. Le dice al profeta ¡intercede por mi para que mi brazo sane!
El rey, a quién Dios le dio el mensaje directamente, ahora sabe que ha estado haciendo lo que desagrada a Dios y no se atreve a pedirle directamente a Dios, sabe que ha perdido su relación. El joven profeta escucha su petición y aun con miedo ora a Dios, Dios escucha su oración y en ese momento sana la mano y el brazo del rey, que recobra su movilidad.
Hay algo interesante, para este momento el joven profeta sabe que Dios está con él, lo respalda. Una cosa es llegar y decir: “¡así dice el Señor!”, pero otra es que Dios respalde las palabras que uno dice.
El rey al ver la respuesta o el respaldo de Dios a la oración de este joven profeta, piensa que le conviene que es joven se quede allí, con él. Cuando lo quiso detener y dio la orden de que lo agarraran, la mano le quedó inmóvil, así que no será por las malas, sino por las buenas y cambia la estrategia.
Joven profeta, gracias por tu presencia en este lugar, imagino que vienes cansado del viaje, mira, pues el altar ya se quemó. Pero lo que no se quemó es lo que tenemos preparado para la celebración, unos cuantos cortes, picaña, RIb eye, manitas de puerco Kosher, arroqueño y madre cuixe.
El joven profeta tiene hambre, sed, y al respirar lo único que siente es el olor a carnita azada que le llena la nariz. Está a punto de decir que sí, pero de pronto las palabras de Dios resuenan entre sus cienes: “no comas pan, ni bebas agua”. La orden de Dios es específica. Tenía que marcharse tan pronto y entregara el mensaje.
Quizá piensa ¿por qué no me he de quedar un ratito? quizá Dios sabe que si me quedo, tendré tentaciones que no podré resistir, quizá Dios no quiere que me corrompa si me quedo.
No sabemos las intenciones del rey con este joven, muy probablemente no eran buenas o cuando menos honestas. No hay evidencia de que se ha arrepentido.
Porque esa es una estrategia del enemigo, si no puede detenerte por la fuerza, lo intentará por medio de atractivas invitaciones, o anzuelos pequeños que parecen inofensivos pero que te atan.
El joven profeta está cansado, tiene hambre y sed, sin embargo se da media vuelta y emprende el camino de regreso a Jerusalén.
Todos quisiéramos ser como este profeta, con esa fuerza de voluntad y esa firmeza.
Camina de regreso, está agotado por el viaje, por el estrés de todo lo que ha pasado, aún no termina de digerir cómo Dios lo uso ante el rey. Empieza a soñar, en poner un consultorio para enderezar brazos secos, tirar altares y hacerlos cenizas, pero de tanto caminar y pensar, se cansó. Decide parar un momento y se sienta a descansar bajo un árbol de encino.
En la plaza central de Betel dónde todo sucedió, estuvieron los hijos de un viejo profeta de esa ciudad. Al terminar todo lo que pasó, corren a su casa para contarle a su papá lo que sucedido.
Por la historia sabemos que hay un profeta en Betel, entonces ¿por qué Dios no lo usó para dar ese mensaje? Quizá la respuesta es obvia para nosotros. Si Dios no lo usó para esa tarea, es ¡por algo! ¡ha desviado su camino! aun que no se dan detalles, es algo que se puede suponer.
,Era profeta en Betel cuando se dio la rebelión, conocía al rey Jeroboán y sabía que lo que estaba haciendo ¡no era correcto! Vio las imagenes de oro que el rey ha hecho para que la gente adorara, vio que estaba haciendo altares y aunque no está en el momento de la dedicación de ese altar para observar, tampoco estuvo para oponerse. El viejo profeta peca de negligencia, su pecado es el pecado de no hacer algo.Es el pecado de la tolerancia, de la neutralidad.
Dios tuvo que usar a un profeta de Judá para hacer el trabajo que ya no le pudo confiar al profeta de Betel, de alguna manera se había adaptado al estilo de vida del rey, no estaba en la ceremonia, es verdad, no participó pero tampoco lo intentó detener. Veamos el resto de la historia:
“Sucedió que había un profeta anciano que vivía en Betel y sus hijos fueron a contarle lo que el hombre de Dios había hecho en Betel ese día. También le contaron a su padre lo que el hombre le había dicho al rey. El profeta anciano les preguntó: «¿Por dónde se fue?». Así que ellos le mostraron a su padre el camino que el hombre de Dios había tomado.” (1º Reyes 13:11–12, NTV)
Pero veamos unos versos con más calma:
“«¡Rápido, ensillen el burro!», les dijo el anciano. Enseguida le ensillaron el burro y se montó.” (1º Reyes 13:13, NTV)
Como veremos más adelante el anciano en realidad estaba mintiendo y sabemos que el joven profeta recibió instrucciones de parte de Dios mismo para no quedarse a comer ni a beber. En este pasaje, el anciano representa al enemigo que no descansará hasta encontrarte, hasta alcanzarte, y una vez que te alcance, como vimos la semana pasada distorsionará la verdad con tal de confundirte. Por eso la Escritura dice: El que piense que está firme, tenga cuidado ¡no vaya a caer!
La tentación llegó para el joven profeta de dónde menos lo esperaba, de un profeta anciano que se ha desviado de su camino. No importa donde vayas, las pruebas o tentaciones te van a seguir.
Cuidado a quién escuchas.
“Entonces salió cabalgando en busca del hombre de Dios y lo encontró sentado debajo de un árbol grande. El profeta anciano le preguntó: —¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá? —Sí, soy yo —le contestó.” (1º Reyes 13:14, NTV)
Aunque este hombre está descansando bajo un árbol, quizá meditando en lo que acaba de vivir, y es ahí, después de haber visto la Mano de Dios que lo respaldó, en ese momento llegó la tentación, llegó la prueba. Sabías que los ascetas, eran monjes o personas que se iban a lugares apartados para evitar las tentaciones, y ¿qué crees? no tuvieron mucho éxito, porque hasta esos lugares los seguía y los encontraba. Muchas luchas empiezan en la mente.
“Entonces le dijo al hombre de Dios: —Acompáñame a mi casa y come algo. —No, no puedo —respondió—. No se me permite comer ni beber nada en este lugar, porque el Señor me dio este mandato: “No comas ni bebas nada mientras estés allí y no regreses a Judá por el mismo camino”. Sin embargo el profeta anciano le dijo: —Yo también soy profeta, como tú. Y un ángel me dio este mandato de parte del Señor: “Llévalo a tu casa para que coma y beba algo”. Pero el anciano le estaba mintiendo.” (1º Reyes 13:15–18, NTV)
EL joven profeta al principio se resiste, pues la orden de Dios fue clara; el viejo lo engaña diciendo que Dios también le habló a él, cuando en realidad fueron sus hijos quienes le dijeron. Pero en cuanto el joven escucha que él también es profeta, en ese momento baja la guardia, después de todo ¡también es profeta! todo va a salir bien, así que decide regresar y come y bebe con el profeta.
El joven soportó la presión de su mente, del rey, pero no pudo con el engaño del viejo profeta.
“Mientras estaban sentados a la mesa, vino un mandato del Señor al profeta anciano, quien le gritó al hombre de Dios de Judá: «Esto dice el Señor: “Has desafiado la palabra del Señor y desobedecido el mandato que el Señor tu Dios te dio. Regresaste a este lugar para comer y beber donde él te dijo que no comieras ni bebieras. Por eso, tu cuerpo no será enterrado en la tumba de tus antepasados”».” (1º Reyes 13:20–22, NTV)
En casa del viejo, están comiendo y ahora sí, Dios usa al viejo profeta para decirle al joven, algo que el joven sabía: “por cuanto desobedeciste la orden que te di, no serás sepultado en la tumba de tus antepasados.”
Al terminar el anciano le da su propio burro para que lo monte; en el camino la sale un león y lo mata, su cuerpo queda tirado en el camino, el león lo mató pero no le hizo nada al cuerpo y tampoco al burrito, es más tal parece que custodió el cuerpo para que nadie se le acercara hasta que llegó el anciano para levantar el cuerpo.
Después de escuchar la historia y desde nuestra perspectiva, podemos pensar que fue algo injusto, el joven vino de Judá, mostró determinación y valor para dar ese mensaje al rey, rechazó la oferta del rey. Y sólo porque fue engañado por ese profeta mentiroso ¡muere!
¿Qué aprendemos? la obediencia a Dios no puede ser parcial y en este caso fue fatal para el joven profeta. Además, creo que el anciano profeta está tan sorprendido como el joven profeta, mientras escucha las palabras que salen de sus labios cuando Dios una vez más lo uso para dar un mensaje. Tal parece que el encuentro con ese joven profeta hace que él salga de ese letargo en que había estado metido, pero para el joven fue un mensaje de juicio.
El mensaje con el que quiero terminar para todos nosotros es este.
“porque el Señor me ordenó: “... no regreses...por el mismo camino”.” (1º Reyes 13:9, NTV)
Dios nos ha rescatado y nos ha sacado del camino antiguo que llevaba a la destrucción. No regreses por ese camino.
Ya estando en el funeral del joven, el anciano se lamenta por la muerte del joven y ordena a sus hijos que cuando él muera, entierren su cuerpo junto al de este joven profeta y sus hijos así lo hacen.
¡Qué triste final para este joven profeta! Fue obediente a Dios, pero sólo parcialmente. ¡Dios espera de nosotros obediencia! y a mayor obediencia mayor favor de su parte tendremos.
No es suficiente cumplir por mitades o por partes. La tentación vendrá de lugares inesperados, quizá tú quieres obedecer pero es la voz de tu esposa o de tu esposo que te dice ¡no vamos a obedecer a Dios por esta vez!
Además, resistir la tentación una sola vez no es suficiente, es algo de ¡todos los días! Necesitamos estar siempre alertas, porque sabemos que satanás anda como león buscando a quien devorar. Estemos en guardia de los leones y los mentirosos.
Si en algo hemos fallado a Dios, hoy es día para arrepentirse y no regresar por ese camino. Dios te está llamando a entregarte por completo, a rendir todo. Que tu mejor adoración sea tu obediencia total a ÉL.
Palabra de Dios
Oremos