UNIDOS EN EL EVANGELIO Libro 4 Sesión #3 (2)
La Fortaleza Constante de Dios
Introducción:
a) Vivir en el mundo
«La iglesia debe estar en el mundo, pero no el mundo en la iglesia.»
la Biblia enseña: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Jn. 2:15). Amar al mundo significa aceptar las metas del mundo visible, sus planes, costumbres y valores. La persona mundana se ve atrapada en el espíritu del siglo. La mundanalidad no es un acto, ni cosas, sino un espíritu por el cual uno es absorbido por el ahora y lo físico, en oposición a lo eterno y espiritual.
Si realmente llegamos a distinguirnos del mundo, sufriremos su odio y tendremos tribulación; pero podemos sentirnos alentados, porque Cristo ha vencido al mundo (Jn. 15:19; 16:33) y Aquel que está en nosotros es mayor que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4). El que ha nacido de Dios triunfa sobre el mundo por la fe (5:4–5). Sin embargo, ello implica que el mundo esté crucificado para nosotros, y nosotros para el mundo (Gá. 6:14).
Carne y espíritu están enfrentados (Jn. 3:6; 1 P. 3:18); Pablo describe la «carne» como un poder personal con sentimiento y actividad propios (Ro. 8:5ss; Col. 2:18), contrarios al Espíritu de Dios (Gá. 5:17, 24); actúa arbitrariamente según sus propios instintos. Los cristianos son aquellos que andan, no según la carne, sino según el Espíritu. Andar según la carne es opuesto a vivir según el espíritu (Gá. 4:3; Col. 2:8–20), según el Señor (2 Cr. 11:2), según el amor de Dios (Ro. 14:15). Los elementos de este mundo son contrarios, es decir, claramente designan actitud contraria a Dios.