Un Excelente Ejemplo de Actitud Humilde
Porque Cristo se humilló para darte salvación, tú debes tener la misma actitud humilde.
Pablo no solo quiso describir la encarnación para revelar sus verdades teológicas, si bien son admirables. Él presenta un ejemplo supremo e inigualable de humildad que sirva como la motivación más poderosa de humildad en los creyentes.
La finalidad del creyente con este sentir es la unidad espiritual de la iglesia, “sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”
¿Cómo Cristo Jesús manifestó su humildad?
I. No actuó como superior
A la luz de la insondable realidad de la deidad de Jesús, plena e inalterable, su encarnación fue la más honda humillación posible. Para Él, cualquier cambio y a cualquier nivel, incluso pasajero, por el divino mandato de su Padre, significaba un descenso. Por definición, abandonar la perfección requiere adoptar algún grado de imperfección. No obstante, sin dejar ni menguar su perfecta deidad ni su absoluta santidad, en una realidad que excede la comprensión humana, el Creador tomó la forma de lo creado. Lo Infinito se hizo finito, lo absolutamente Santo llevó el pecado.
Con todo, nunca usó su poder ni autoridad para provecho personal, porque dichas prerrogativas de su divinidad no eran como cosa a que aferrarse. Esa fue la elección que puso en marcha la encarnación. Él estuvo dispuesto a sufrir la peor humillación posible antes que exigir el honor, el privilegio, y la gloria que le pertenecían. Tampoco usó los poderes de su deidad soberana y permanente para resistirse al propósito de su Padre porque el precio fuera demasiado alto.
II. Estuvo dispuesto a dejarlo todo
Jesucristo se despojó a sí mismo de todo vestigio de superioridad y privilegio, y se negó a hacer valer cualquier derecho divino para su provecho personal. El que creó y es dueño de todo cuanto existe, lo entregó todo.
Cabe recordar siempre que Jesús se despojó a sí mismo de solo algunas prerrogativas divinas, y no de su deidad como tal.
Aunque tenía la morphē (forma) inherente de Dios (v. 6), voluntariamente tomó la forma (morphē), la esencia misma y la naturaleza, de un siervo. Tan cierto como Él era “en forma [morphē] de Dios”, ahora existía en forma de siervo. Él no solo se vistió como un siervo, sino que en realidad se convirtió en esclavo en todo el sentido de la palabra.
En lo que respecta a su gloria, el Rey de reyes quiso convertirse en el Siervo de siervos.
III. Estuvo dispuesto a obedecer
Uno podría pensar que en algún punto de su sacrificio final Él diría: “¡Basta!”. No obstante, su perfecta sumisión lo llevó hasta la muerte, porque esa era la voluntad del Padre. Hasta en su agonía, al rogar a Dios en el huerto “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”, Él reconoció que en la voluntad de su Padre era imposible evitar la crucifixión, pues oró: “no sea como yo quiero, sino como tú” (Mt. 26:39). El compromiso con la voluntad de Dios era su deseo.
Al referirse a ese momento desgarrador, el autor de Hebreos dice que Cristo “en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente”. Aún así, explica: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna
La exaltación de Jesús está expresada gráficamente. La palabra traducida como “exaltado hasta lo sumo” en realidad significa superexaltado
Otros, sin embargo, señalan que este es un grado superlativo. Fue exaltado “hasta lo más alto”, un contraste que compara la humildad de la “muerte de la cruz” (v. 8) con la exaltación de la gloria restaurada