Sermón sin título (9)

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Jesús: Profeta, Sacerdote y Rey Jesús:
Las profecías del Antiguo Testamento presentan a Jesús en los oficios de profeta,sacerdote y rey. Dentro del pueblo judío estas funciones consistían en:
Profeta: le hablaba al pueblo de parte de Dios.
Sacerdote: le hablaba a Dios de parte del pueblo.
Rey: Gobernaba la nación.
De acuerdo a la Palabra de Dios cuando Jesús viene al mundo ejerce estas tres funciones: profeta, sacerdote y rey.
Jesús como Profeta
Tal y como se mencionó anteriormente, la función del profeta era hablar al pueblo departe de Dios. En este sentido, Jesús fue un profeta porque vino a traer un mensaje de salvación de parte de Dios. Juan 12:49
El pueblo de Israel esperaba un profeta especial, superior a los anteriores. A éste, ellos le llamaban “El profeta”... No era un profeta más, sino el profeta esperado.
¿Por qué esperaban a ese gran profeta?
Porque le había sido prometido. Deuteronomio 18:18-19 dice: “Un profeta como tú levantaré de entre sus hermanos y pondré mis palabras en su boca... Mis palabras que El ha de hablar en mi nombre...” (Comparar con Juan 7:16-17; 8:28)
El pueblo reconoció la misión profética de Jesús (Juan 6:14 ; 7:40; Mateo 21:10-11)
Condiciones para calificar como profeta:
El profeta tenía que ser elegido y enviado por Dios como lo fue Jesús. (ver Juan 4:24 ; 5:30, 36-37 ; 6:38 ). En el libro de Juan, Jesús menciona 38 veces que El fue enviado por el Padre.
El profeta tenía que venir a revelar la voluntad de Dios. Esta era la función primordial del profeta y fue la función primordial de Jesús (Juan 4:24 ; 6:38, 40)
El profeta tenía que ser infalible, como afirmó Jesús que El era. Deuteronomio 18:20-22; Mateo 24:35.
Cristo vino enviado por Dios a revelar la voluntad de Dios y sus palabras fueron y permanecen infalibles.
Cristo mismo afirmó que El era profeta: Lucas 4:24; 13:33; Juan 4:44
Jesús como Sacerdote
La función del sacerdote era hablarle a Dios de parte del pueblo. Desde el Antiguo Testamento Dios había instituido la función sacerdotal con el objetivo de que representara al pueblo delante de El. En principio la función fue dada a Aarón, hermano de Moisés (Números 18:1) como Sumo Sacerdote y a los levitas, tribu a la que pertenecía Aarón (Números 18:2), como sacerdotes.
Hebreos 5:1-4. El Sumo Sacerdote (escogido por Dios) tenía la Santa tarea de ofrecer el sacrificio por el perdón de los pecados del pueblo. Era el único que podía entrar al “Lugar Santísimo” y antes de hacerlo debía purificarse primero ofreciendo un sacrificio por sus pecados. De esta misma manera, Cristo siendo absolutamente Santo en su vida y enviado por Dios, podía entrar en la presencia de Dios Padre y ofrecer su vida en sacrificio por los pecados del hombre.
Asimismo, antes de entrar al “Lugar Santísimo” debía despojarse de sus ropas sacerdotales y quedarse solamente con una bata de lino blanco lo cual representaba pureza. Al salir de dicho lugar se colocaba de nuevo sus ropas.
(Filipenses 2:5-9; Hebreos 9:11). De esta manera Cristo se despojó de su Gloria (ropas) quedó vestido de blanco (su Santidad) ofreció el sacrificio frente a Dios Padre y se vistió nuevamente de Gloria al regresar a su trono. De esta manera, en el Calvario Jesús se convirtió en nuestro gran Sumo Sacerdote; El fue la el sacrificio y El mismo fue el Sacerdote que ofreció dicho sacrificio. (Romanos 8:34)
Jesús como Rey
(2 Samuel 7:12–13; Isaías 9:7) Gabriel le anunció a María que ese niño ocuparía el trono de David y que gobernaría sobre la casa de Jacob. Jesús afirmó que en verdad El era y es Rey. (Ver Juan 18:36-37; Apocalipsis 15:3;19:16). Su reino fue inaugurado, pero aún no ha sido completado y establecido en la tierra. El rey en Israel gobernaba de forma suprema y soberana; y así ocurre con el reinado de Jesús.
Resumen
“Como profeta, Jesús vino a reemplazar a Moisés, como sacerdote vino a reemplazar a Aarón y sus sucesores; y como rey vino a reemplazar a David. Por eso El es llamado Rey de Reyes y Señor de Señores”.
La Santidad de Cristo La Santidad de Cristo
(Juan 2:13-25)
El pueblo de Dios se ha familiarizado tanto con la bondad de Jesús que frecuentemente se olvida que Jesús es nuestro Señor y como tal, está revestido de la misma santidad que el Padre. Raramente se ve a Jesús airado en los evangelios. La única ocasión en que se ve esta emoción desbordada en El, fue cuando la santidad de Dios fue violada (y por lo tanto la santidad de Jesús).
La pascua judía conmemoraba la última plaga en Egipto antes de salir al desierto. Para esa fiesta tenían que asistir al templo todos los hombres de más de 20 años de edad, pero en ese entonces los judíos habían hecho del templo un mercado, violando así la santidad del Dios Trino (Ver versículos 13-16). Durante la celebración de la pascua, los judíos venían a Jerusalén desde diferentes áreas de Israel y del Imperio Romano.
Esta gente no podía viajar con animales para sacrificarlos ese día como mandaba la Ley. Por tanto, los judíos establecieron un mercado de venta de corderos en los atrios del templo. Los viajeros necesitaban cambiar su dinero a la moneda local y por este intercambio, los cambistas cobraban una alta suma de dinero. Todo este negocio no fue más que una usura de parte de los negociantes. Esa es la razón por la que Cristo tumba las mesas de los mercaderes y los hecha de la casa de su Padre.
El versículo 19 dice: “... Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Refiriéndose a su muerte en la cruz y su resurrección (Ver versículo 22).
Jesús llama templo a su cuerpo porque en El habitaba y habita la plenitud de Dios. Comparar esta afirmación con 1 Corintios 6:19
Este pasaje y otros más nos recuerdan la santidad de Dios hecho hombre.
Algunos encuentros que algunos hombres tuvieron con la santidad de Dios en la persona de Jesucristo:
Pedro tuvo un encuentro con la santidad de Jesús (Lucas 5:4-8): Pedro en su incredulidad y en su orgullo de pescador, se vió frente a la santidad de Cristo y ese “choque” es lo que produce su reacción de pedirle a Cristo que se aparte de Él. Nadie se “siente cómodo” ante la presencia de su santidad cuando esa santidad es desvelada por completo. (Ver Isaías 6:1-8) Pedro tuvo miedo.
Pedro, Jacobo y Juan tuvieron un encuentro con la santidad de Jesús (Mateo 17:1-6): En el monte de la transfiguración, estos tres discípulos vieron la gloria de Dios reflejada en la persona de Jesús. Durante esa experiencia, Cristo se convierte en la fuente de luz; por eso sus ropas perdieron el color. El único color verdadero es el blanco de la luz. Los demás colores resultan de la reflección de los siete colores del arco iris (escondidos en el rayo de luz) sobre determinadas superficies. Pero en ese monte Cristo pasó a ser la verdadera fuente de luz y los colores “se perdieron”. La luz brillante representa la brillantez de su santidad.
Pedro, Juan y Jacobo tuvieron miedo (v.6) Esta es la reacción natural del hombre pecaminoso ante la santidad de Dios.
Los soldados romanos tuvieron un encuentro con la santidad de Jesús (Juan 18:3-6): Cuando Jesús dice: Yo soy, estaba usando el nombre con el cual Él se reveló a Moisés; y en ese momento la maldad de los soldados fue confrontada por la santidad de Cristo y esto hizo que estos hombres cayeran al suelo. La santidad de Dios es traumática para el hombre. El cuerpo humano de Cristo durante su encarnación sirvió para “velar” (poner un velo) sobre su santidad para que la gente pudiera acercarse a Él.
Los soldados romanos tuvieron un encuentro con la santidad de Jesús (Juan 18:3-6): Cuando Jesús dice: Yo soy, estaba usando el nombre con el cual Él se reveló a Moisés; y en ese momento la maldad de los soldados fue confrontada por la santidad de Cristo y esto hizo que estos hombres cayeran al suelo. La santidad de Dios es traumática para el hombre. El cuerpo humano de Cristo durante su encarnación sirvió para “velar” (poner un velo) sobre su santidad para que la gente pudiera acercarse a Él.
Pablo tuvo un encuentro con la santidad de Jesús resucitado. (Hechos 9:3-6): La santidad de Jesús resultó tan traumática para Pablo, que este no sólo cae al suelo, sino que queda ciego; y ese solo encuentro convierte a Pablo en ese instante. Nadie puede experimentar la presencia de su santidad sin tener una experiencia transformadora.
Juan tuvo un encuentro en la isla de Patmos con la santidad de Jesús resucitado y glorificado en toda su magnitud (Apocalipsis 1:9-17): Juan experimenta gran miedo cuando se encuentra con Jesús y su santidad; pero él recibe palabras de consolación: “No temas, yo soy el primero y el último, y el que vive, y estuve muerto; y he aquí estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17. Esto es como decir: “Porque yo estoy en control de todo, no temas”.
En cada uno de estos casos, la respuesta de estos hombres al encontrarse frente a frente con la santidad de Jesús, fue la de postrarse rostro en tierra llenos de temor y reverencia.
Es importante que entendamos que Jesús es nuestro amigo, pero no deja de ser nuestro Señor. Le debemos reverencia absoluta a su persona. En la India, por ejemplo, la palabra utilizada para decir papá es “pita” y la palabra para mamá es “mata”; pero los hijos no pueden llamar a sus padres simplemente pita o mata, sino que deben decir “pita ji” y “mata ji”, que significa Papá Señor y Mamá Señora, respectivamente. Es la manera de que los hijos entiendan que deben mantener un respeto hacia sus padres.
Los discípulos en general reconocieron Su santidad. (Juan 6:68-69)
Aun los demonios reconocieron la santidad de Jesús. (Marcos 1:22-24): Aún los demonios no pueden hacer otra cosa que atemorizarse ante la presencia de la santidad del Hijo de Dios, el Cristo.
La supremacía de Jesucristo antes de la encarnación
Salmo 110:1 dice: “DICE EL SEÑOR a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
En el original aparece de esta forma: “Dice JEHOVÁ a Adonai...”
¿Quién es Adonai? (Ver Mateo 22:43): Jesús es llamado Adonai; y Jehová hace referencia al Padre.
Adon = Señor >> Adon + ai = Supremo Señor. >> Ese Supremo Señor tiene santidad suprema
Por eso dice Pablo en Colosenses 1:16 que todo fue hecho por El y para El. Cuando el hombre olvida que Jesús es nuestro Adonai, no le rinde nunca la reverencia que El se merece.
Conclusión:
La Palabra dice: “Sin santidad, nadie verá a Dios” (Hebreos 12:14). Por eso Cristo vino a tomar mi pecaminosidad y a entregarme su santidad para que yo pueda entrar a su presencia.
Cuando Cristo no es visto en toda su santidad, yo “rebajo” su estatus y comienzo a humanizarlo y al mismo tiempo comienzo a divinizar al hombre. En estos casos su adoración es trivial y su Palabra es minimizada. El resultado de todo esto es un cristiano secularizado y que va a la deriva como un barco.
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