La importancia de conocernos a nosotros mismos
Doctrina
el hombre nunca alcanza un verdadero autoconocimiento hasta que haya contemplado previamente el rostro de Dios, y descienda después de tal contemplación para mirarse a sí mismo.
Exposición escritural y doctrinal
Contexto
1. El mandato de examinarnos
2. El propósito de la autoexaminanción
Pablo no se refiere a la fe objetiva que radica en la doctrina, sino en la confianza subjetiva en Jesucristo. Tiene en mente la fe viva del creyente que fielmente sigue los pasos del Señor y tiene comunión con él por medio de la oración.
La verdadera fe es activa y compele constantemente a los creyentes a que se prueben a sí mismos, para comprobar si Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, vive en sus corazones. La verdadera fe testifica que hay una comunión íntima con el Padre y su Hijo (1 Jn. 1:3).
XIV.2 Mediante esta fe el cristiano cree que es verdadero todo lo que está revelado en la Palabra, por la autoridad de Dios mismo que habla en ella; y actúa en forma diferente según lo que contiene cada pasaje en particular, produciendo obediencia a sus mandamientos,283 temblor ante sus amenazas, aceptación de las promesas de Dios para esta vida y para la venidera.285 Pero los principales actos de la fe salvadora son: aceptar, recibir, y descansar solamente en Cristo para la justificación, santificación y vida eterna, en virtud del pacto de gracia.
3. El bienaventurado estado de ser aprobado en Cristo
4. El fatal estado de ser reprobado
5. Aplicaciones Experienciales
Las iglesias que trazan sus raíces en la Reforma, exhortan a sus miembros a que se preparen espiritualmente antes de presentarse a la mesa de la comunión. Siguen las instrucciones de Pablo en cuanto a no presentarse indignamente a la mesa, sino examinarse a sí mismos antes de comer el pan y beber de la copa. Si fallan en su deber de presentarse preparados, invocan el juicio de Dios sobre ellos mismos (1 Co. 11:27–29).
No solamente nos debemos preparar para celebrar la Santa Cena, sino que también debemos constantemente probar nuestros actos, nuestras palabras y tendencias (véase Gá. 6:5). Sin embargo, la debilidad humana causa muchas veces que no demos importancia al peligro de ignorar probarnos a nosotros mismos. Y si fallamos, nuestra dejadez nos lleva a la caída espiritual. La caída espiritual se caracteriza por no orar, desobedecer el mensaje de la Escritura, no asistir a los cultos y aislarse de los demás creyentes. Es muy triste ver que en la iglesia se descuide la práctica de ser responsables por las vidas espirituales de todos (Heb. 3:12–13; 4:1, 11; Stg. 5:19–20). Como consecuencias de esto, innumerables cristianos se alejan gradualmente del Señor y, después de un tiempo, dejan de tener una relación con él. Todo creyente debe responder a la pregunta en cuanto a si se encuentra en la fe.
Si hiciera la pregunta: «¿Qué significa para mí estar en la fe?», entonces respondería:
Que pertenezco a Jesucristo, en esta vida y en la vida venidera;
Que dedico todo mi ser a él como su fiel servidor;
Que ofrezco mi corazón a él, con prontitud y sinceridad;
Que rechazo el pecado y las obras del maligno;
Que deseo estar eternamente con Jesús.