Un tabernáculo hecho a mano
Éxodo: De la esclavitud a la libertad • Sermon • Submitted • Presented
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Un tabernáculo hecho a mano
Éxodo 25
Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego». Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras y asfalto en vez de mezcla. 4 Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo, nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra». (Gen 11:3-4)
Este pasaje aparece en los inicios de la historia de la humanidad como el testimonio de que el hombre caído, luego de ser expulsado del Edén, ha buscado formas para volver a Dios, todas ellas infructuosas. Eso explica también, como diferentes civilizaciones, sin relación alguna una con otra, erigieron monumentos altos con la idea de conectar el cielo con la tierra. Pirámides imponentes que materializaban su necesidad de ir a Dios.
Esa es la historia de las religiones, una en la que todos plantean la misma historia: necesitamos construir un camino, un vehículo que nos acerque a la deidad.
Sin embargo, deja clara la Escritura, que de acuerdo con la voluntad del Único Dios verdadero, la relación entre la deidad y los hombres no es resultado de los pobres e infructuosos esfuerzos humanos, sino por una iniciativa unilateral de Dios.
Una y otra vemos en la Biblia la incapacidad del hombre para acercarse a Dios, pero también, una y otra vez, vemos al Dios Soberano y rey del universo, en un acto de infinita misericordia, acercarse a los hombres hasta el punto de hacerse como uno de ellos para morir y salvarlos a ellos. He ahí el corazón del Cristianismo y lo que distingue nuestra fe de cualquier otro sistema religioso.
La sección que hoy comenzamos y que va hasta el capítulo 31, es más relacionada con las detalladas instrucciones que Dios da al pueblo para que construyan un lugar para que Su presencia more en medio de ellos.
En capítulos pasados vimos cómo el Señor sacó al pueblo de Israel de Egipto, lo probó en el desierto y lo llevó a un monte para hacer allí un pacto con ellos y luego de firmado y sellado dicho pacto, ahora el Señor manda a preparar todo para lo que será una relación en la que Él tendrá un lugar en medio del pueblo.
Así como se lee. El Dios que no puede ser contenido por el universo y no habita en templo hecho por manos humanas, decide preparar un lugar para habitar con Su pueblo.
Y ese es justamente el argumento que quiero proponerles en esta mañana:
El Dios soberano ha decidido habitar en medio de Su pueblo y ordena la forma de relacionarse con Él
Y vamos a desarrollar este argumento a la luz de los siguientes puntos:
La iniciativa de Dios de habitar con Su pueblo (1-9)
Las representaciones de la presencia de Dios en medio de Su pueblo (10-40)
La iniciativa de Dios de habitar con Su pueblo (1-9)
La iniciativa de Dios de habitar con Su pueblo (1-9)
En el último capítulo vimos que Dios le pide a Moisés hacer los preparativos para quedarse en El Monte por 40 días. ¿Qué justificaba una estancia tan larga? ¿De qué hablarían? Bueno, aquí tenemos buena parte de esa conversación. Moisés recibió instrucciones específicas de lo que debía prepararse para que la presencia de Dios pudiera habitar en el pueblo.
Dios decide que en su iniciativa de habitar en medio del pueblo ellos participarían en la construcción de un santuario. Esto no se trataba de una morada que contendría a Dios, sino un lugar donde Él manifestaría Su Gloria y Su presencia.
Los materiales para la construcción del santuario debían ser resultado de la generosidad del pueblo, pero nada de esto debía hacerse obligadamente. Es interesante ver que una de las pocas veces en la que Dios demandó recursos de los hombres no los sometió a ni fina obligación, sino que apeló a su voluntad.
La ofrenda además tenía claras especificaciones.
En cuanto a los metales: oro, plata y bronce
En cuanto a las telas: tela azul, púrpura y escarlata, lindo fino y pelo de cabra y pieles teñidas.
En cuanto a otros materiales: madera, aceites, especies u piedras.
La ofrenda comprendía todo lo que iba a ser necesario para cada elemento del santuario, incluyendo las vestiduras sacerdotales. Nada era dejado al azar y cada elemento sería empleado en un mobiliario o accesorio específico.
Algunos de estos materiales eran de muy alto valor y hacían parte de todo el botín que habían traído de Egipto el día que salieron. Una vez más, el plan de Dios de habitar en medio de Su pueblo no de algo que va improvisándose en cada paso, sino que está cuidadosamente planificado.
Tal vez la declaración más importante de estos primeros versículos es esta: que me hagan un santuario, para que yo habite entre ellos.
Esa era la finalidad del proyecto, construir un lugar para que la presencia de Dios habitará en medio del pueblo, pero además de eso, el diseño debía ser una recreación, con todos sus elementos tal como Dios se lo mostraría a Moisés.
[los sacerdotes del antiguo pacto] “… sirven a lo que es copia y sombra de las cosas celestiales, tal como Moisés fue advertido por Dios cuando estaba a punto de erigir el tabernáculo; pues, dice Él: Mira, haz todas las cosas CONFORME AL MODELO QUE TE FUE MOSTRADO EN EL MONTE” (Heb 8:5).
Hay varias cosas que podemos decir de este texto hasta ahora:
Es una tarea infructuosa buscar un significado para cada elemento empleado en la construcción del templo, pero es también un descuido ignorar él los importantes simbolismos que Dios quiere comunicar.
A juzgar por los materiales que el Señor pide como ofrenda, diríamos que el santuario busca comunicar la majestad y el reinado del Señor. De allí el significado de los colores y el uso de materiales y piedras preciosas. Él habitaría en medio de ellos como un Soberano que gobierna con justicia.
Pero quizás la realidad más significativa de este texto es la expresada en el versículo 8.
Visto desde la perspectiva del gran panorama divino, Dios en principio fue accesible y su presencia permanecía en el huerto del Edén; pero luego de la caída, el camino es escondido y resguardado por un Ángel con su espada encendida. Nadie podría acercarse sin que el fuego de la injusticia de Dios cayera sobre Él.
Después de eso, la realidad de una separación entre Dios y los hombres es evidente. Algunas señales aparecen antes de este evento: una escalera que ve Jacob con Ángeles que bajan y suben, un anuncio de que el Señor en un futuro abriría un camino para habitar con Su pueblo.
No es sino hasta los días de Moisés que eso presencia vuelve a aparecer en una zarza ardiendo. Ahora Él es un Dios cercano, por lo menos a un hombre, un mediador especial, en El Monte Sinaí Dios aparece de nuevo en la distancia, marcando una separación del Pueblo, pero hablando con Moisés y luego comiendo con algunos de ellos, Aarón, Nadab y Abiú; pero aquí, el anuncio ya es formal: Él enviará su presencia a un lugar especial para mirar con Su pueblo.
Todavía no tenemos los detalles de cómo eso pasará, lo veremos conforme avanzamos en el libro, pero hasta aquí la idea es clara.
De hecho, este tema de Dios morando en medio de Su pueblo y acercándose de manera progresiva hacia una realidad más plena, es evidente en toda la Escritura.
Él habitaría en una tienda en medio de un pueblo nómada, luego en un tabernáculo establecido en una tierra, posteriormente en un templo, y aunque el templo sería destruido en Su momento, Él vendría a morar con Su pueblo de manera más plena en la persona de Cristo, en Él habitó corporalmente toda la plenitud de la deidad, Él fue el verbo que se hizo carne y hábito entre nosotros y vinos Su gloria como el unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14); pero al Jesús ascender, ahora él habita en Su iglesia Su Pueblo en la persona del Espíritu Santo hasta el día en el que regresando por segunda vez establezca Su Reino y habite entre nosotros con toda gloria y majestad y por los siglos de los siglos.
“Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: «El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos, y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado».”
Apocalipsis 21:3-4 NBLA
¿Lo pueden ver? La historia de la biblia es la historia del Dios que gobierna el universo habitando en medio del pueblo que Él ha rescatado para sí mismo.
Pero, ¿cómo es eso posible? ¿De qué manera su presencia sería manifiesta y real en el pueblo? Eso es lo que nos lleva al siguiente punto de este sermón:
Las representaciones de la presencia de Dios en medio de Su pueblo (10-40)
Las representaciones de la presencia de Dios en medio de Su pueblo (10-40)
Una forma de poder abordar esta sección es concentrarnos en los elementos que el Señor le pide a Moisés construir y que harían parte del mobiliario del santuario, así que lo primero que haremos es ver cada uno de dichos elementos y luego tratar de entender lo que comunica de la relación entre Dios y Su pueblo.
Para esto es útil fijarnos en el uso de la palabra “harás” que es donde se da la instrucción específica.
El arca del testimonio
El arca del testimonio
El primer elemento mobiliario es un arca (entiéndase un cofre o caja) de 1 metro y doce de centímetros de largo por 68 centímetros de ancho y 68 centímetros de alto. Debía ser de madera de acacia y revestido en oro puro como una representación de la santidad y majestad del Señor.
El arca debía tener cuatro argollas, una en cada esquina por donde debía ser cargado y sus respectivas varas con las que debía levantarse. Las varas debían permanecer allí como una señal de que Dios se movería a donde el Pueblo se moviera.
El propiciatorio
El propiciatorio
El propiciatorio era una especie de tablón con las medidas de lego y ancho del arca. Funcionaba como una tapa, pero era más que eso, era el lugar donde debía ponerse la sangre de los sacrificios. Lutero tradujo la palabra usada aquí como: “lugar de la misericordia”.
Al mismo tiempo y en la misma pieza, dos querubines que estarían mirando siempre hacia el propiciatorio y tocando sus alas.
Estos tres elementos, el arca y el propiciatorio con los querubines, eran quizás el elemento más importante del santuario, porque allí Dios se entraría con Moisés. Sería el lugar donde Dios se revelaría a Su pueblo.
Dentro del arca debía estar la ley de Dios que en su momento Dios escribiría para Moisés. Más adelante también estarían la vara de Aarón y el Maná.
Algunos comentaristas apuntan a la idea de que el arca funciona como funcionaría el banquillo sobre el que los reyes reposaban sus pies para desde allí impartir Su ley. Y eso parece tener mucho sentido. El arca no pretendía contener la gloria de la majestad de Dios, sino funcionar como el lugar desde donde Él ejecutaría sus juicios y ordenanzas.
Toda vez que el Señor descendiera al arca, antes de ver las tablas de la ley que el pueblo estaba obligado a guardar, debía encontrar sangre en el propiciatorio y era esa sangre la que evitaría que Él ejecutará juicio sobre la nación.
Cada día de la expiación, el Sumo Sacerdote debía entrar y rociar la sangre del cordero que se ofrecía por los pecados de la nación sobre el propiciatorio y por medio de dicha sangre la justa ira del Dios que ponía sus pies en el estrado era aplacada. Era esa la razón por la que ahora Él podía descender y morar con el pueblo en paz.
La mesa de los panes
La mesa de los panes
(23) siendo el arca, el propiciatorio y los querubines un solo elemento, el segundo elemento es entonces una pequeña mesa de 90 centímetros de largo por 45 de algo y 68 centímetros de alto.
Debía tener la moldura de oro en el borde y al igual que el arca también debía tener argollas y batas para ser transportada.
El propósito de esta mesa era poner en ella el pan de la presencia y debía estar allí perpetuamente.
En levítico 24 se nos dan más detalles de lo que debía ir en esta mesa:
«Tomarás flor de harina y con ella cocerás doce tortas; en cada torta habrá dos décimas de efa. Las colocarás en dos hileras, seis en cada hilera, sobre la mesa de oro puro delante del Señor. Y en cada hilera pondrás incienso puro, para que sea porción memorial del pan, una ofrenda encendida para el Señor. Cada día de reposo, continuamente, se pondrá en orden delante del Señor. Es un pacto eterno para los israelitas. Y será para Aarón y para sus hijos, y lo comerán en un lugar santo; porque lo tendrá como cosa muy sagrada de las ofrendas encendidas para el Señor, por derecho perpetuo». Levítico 24:5-9 NBLA
Hay un detalle interesante y es que aunque este pan era una ofrenda y sagrado, los sacerdotes podían comerlo. Era una señal de la provisión generosa de Dios. En el arca Dios es el juez cuya ira es aplacada, pero en la mesa es el Dios cercano que prepara la mesa para Su pueblo.
Una de las cosas que vemos a lo lego de la biblia es que siempre que la presencia de Dios habitó en medio del pueblo, la comida fue una señal de comunión y de una relación cercana.
«Y ordenó el Señor Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer». Gn 2:16
En el huerto del Edén, Dios es el anfitrión que está reafirmando el sentido de comunión plena que tiene con los suyos por medio de la comida. Aun después de la aparición del pecado, Él ha provisto varías formas de pan y sustento, ahora nos ha dado a Cristo, el verdadero pan; pero un día Él dirá:
Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero… estas son palabras verdaderas de Dios. (Ap 19:9).
El candelero
El candelero
Finalmente, el tercer elemento, y quizás el de mayor valor calculado, es el candelero.
Una estructura en forma de árbol con un tallo u seis ramas con flores en sus extremos donde debían permanecer siete lámparas encendidas para proveer luz.
Hay dos cosas a lo que esto puede estar apuntando, pero ambas son un símbolo que apunta a lo mismo. De ser la representación de un árbol, no es otra cosa que la presencia de Dios como el dador de vida. El mismo del Edén y el mismo que aparecerá en el cielo nuevo y la tierra nueva. Pero también es un símbolo que nos recuerda la aparición en la saraza, un fuego que nunca se apagaba y que no era más que Dios presente en toda su santidad.
No es apropiado alegorizar cada elemento, pero en lo que podemos estar de acuerdo, es que este candelabro era la garantía de que la presencia de Dios permanecería en medio del pueblo.
Así que, tanto el arca, como la mesa y el candelabro, nos están apuntando a una sola realidad: la presencia de Dios es real y garantizada para Su pueblo.
También es asombroso ver cómo eso nos recuerda la maravillosa realidad de la presencia de Dios en Cristo, morando en medio de Su pueblo.
Cristo es la propiciación por nuestros pecados. El que cumplió perfectamente la ley y quien aplaca la ira del Padre.
Cristo es al mismo tiempo el Pan de vida y su presencia es precisamente simbolizada en un pan que partimos cada cena del Señor. Un recordatorio de que tenéis comunión con Él.
Y es también Cristo la luz que vino a los hombres. La presencia misma de Dios ente nosotros, Él es la vida misma.
Cristo es la garantía de la presencia de Dios en medio de Su pueblo.
No necesitamos pedir una presencia mística de Dios en nuestras vidas. Cada vez que su pueblo se reúne a adorar Su nombre, la presencia de Dios está presente porque Cristo está presente en cada uno de ellos.
Dios habita hoy en Su pueblo, en Su iglesia. Ella es el templo del Espíritu, la morada de Dios y todo esto gracias a la obra de Cristo.
Todo lo que vemos aquí no es más que una sombra de lo que el Señor trajo para nosotros y que es perfecto. Ese es el gran tema del libro de Hebreos:
“Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas para el culto y el santuario terrenal. Porque había un tabernáculo preparado en la parte anterior, en el cual estaban el candelabro, la mesa, y los panes consagrados. Este se llama el lugar santo. Y detrás del segundo velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo, el cual tenía el altar de oro del incienso y el arca del pacto, cubierta toda de oro, en la cual había una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las tablas del pacto. Sobre el arca estaban los querubines de gloria que daban sombra al propiciatorio. Pero de estas cosas no se puede hablar ahora en detalle. Así, preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto. Pero en el segundo, solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia. Queriendo el Espíritu Santo dar a entender esto: que el camino al Lugar Santísimo aún no había sido revelado en tanto que el primer tabernáculo permaneciera en pie. Esto es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto, ya que tienen que ver solo con comidas y bebidas, y diversos lavamientos, ordenanzas para el cuerpo impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas.
Pero cuando Cristo apareció como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho con manos, es decir, no de esta creación, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna.”
Hebreos 9:1-12 NBLA
Los que están en Cristo disfrutamos de la presencia plena de Dios entre nosotros.
Amigo. Ya debes dejar de buscar tus propios caminos y de construir tus propias escaleras al cielo. Cristo vino y murió para personar tus pecados a y si realmente quieres estar en una relación con Dios, debes acudir a Él en arrepentimiento y fe. Él perdonará tus pescados y te dará vida eterna. Pero si no lo haces, él también es un juez Justo que no puede tener comunión con el pecado y lo destruirá, yo espero que cuando ese día llegue tú no estés entre los condenados.