El Matrimonio Cristiano - Implicaciones y Alcances

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I. Introducción:

Amados hermanos William, Camilo y William Eduardo, la gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo sea con todos ustedes, abundando en cada área de sus vidas, transformando sus corazones a la imagen de Cristo. Doy gracias al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo por sus vidas, la salvación que les ha sido dada por gracia y por traerlos de las tinieblas a la luz admirable en Cristo. Él ha derramado las riquezas de Su gracia, según el beneplacito de Su Voluntad, en sus vidas, familias y ministerios, y son ustedes para mí, esposa e hija, instrumentos de bendición y ayuda en muchas áreas. Siga el Señor perfeccionando esa obra que ha empezado en todos ustedes, para la alabanza, honra y gloria de Su propio Nombre.
Como es sabido, estamos a punto de reunirnos para tratar este tema desde hace ya un mes, pues se ha puesto en conocimiento el tratar este asunto, dado que el hermano Oscar que se congrega con nosotros hace unos meses, ha expresado un sumo interés en poder servir en la iglesia Roca Mía, y teniendo un superficial conocimiento de Su contexto familiar y marital particularmente, se hace necesario evaluar diferentes aspectos a tratar, con el fin de que él pueda servir, sometiendo todas las cosas a la voluntad de Dios manifiesta en las Escrituras.
En este orden de ideas, hoy quiero abordar no las diferentes situaciones particulares que el hermano Oscar puede haber vivido en el pasado por su divorcio y nueva relación de hecho marital, si no más bien quiero enfocarme en dirimir las implicaciones y alcances que tiene un matrimonio cristiano. Y es aquí donde quiero abordar varios cuestionamientos que he trazado:
¿Qué es el matrimonio, según las Escrituras (AT y NT)?
¿Cómo se estableció el matrimonio en el AT, NT, los primeros siglos hasta nuestra era moderna?
¿Es el matrimonio civil igual de válido al matrimonio ante un ministro de la iglesia que bendice la unión delante de Dios?
¿Es la unión marital de hecho, un matrimonio válido [bendecido por Dios] en el marco legal colombiano?
¿Es válida la ley emitida por las autoridades colombianas, brindarle a la unión marital de hecho el alcance y beneficios de un matrimonio notarial o eclesial?
¿Es la unión marital de hecho un eufemismo para no hablar de una relación en fornicación?
¿Debemos aceptar este tipo de leyes, con la justificación de que el creyente debe someterse a las autoridades?
¿Cuál es en sí la función de las autoridades, según Dios?
Conclusiones final sobre el tema.
Así que hermanos, es posible que este escrito sea largo, pero quise ser un poco exhaustivo en el mismo, pues considero que este tema es relevante, ya que por medio de él podemos definir conclusiones bíblicas, lógicas, legales y coherentes, que nos van a permitir, explicar el mismo a Oscar, como también a la iglesia y otras personas que en el futuro, con un trasfondo similar, quieran servir.
Voy a dar inicio entonces a la primera pregunta:

1. ¿Qué es el matrimonio, según las Escrituras (AT y NT)?:

Bueno, quiero empezar dando una definición de la palabra matrimonio. Aquí quiero citar: “Del lat. matrimonium que deriva de mater, que significa “madre”, y munium, “función, calidad legal de”, o sea, “función/oficio de madre legalmente reconocida”. Denota el derecho que adquiere la mujer para poder ser madre dentro de la legalidad. En este vocablo subyace la concepción romana de que la posibilidad que la naturaleza da a la mujer de ser madre quedaba subordinada a la exigencia de un marido al que ella quedaría sujeta al salir de la tutela de su padre, y de que sus hijos tendrían así un progenitor legítimo al que estarían sometidos hasta su plena capacidad legal”. Ropero, A. (2013).
Añado también otras definiciones más: “El sagrado matrimonio, o matrimonio, es una unión completa e integral, orientada a la procreación, basada en un pacto y para toda la vida, entre un hombre y una mujer”. Warren P. (Pagán), J. (2018). Así mismo también la definición que da la confesión de Westminster, capítulo XXIV, en sus artículos 1 y 2: “El matrimonio ha de ser entre un hombre y una mujer. No le es lícito a ningún hombre tener más de una esposa, ni a una mujer tener más de un esposo, al mismo tiempo. 2 El matrimonio fue instituido para la mutua ayuda entre el esposo y la esposa, para la multiplicación de la humanidad por generación legítima, y de la iglesia con una simiente santa; y para la prevención de la impureza”. Los estándares de Westminster y la forma de gobierno de Westminster (A. R. Alvarado, trad.; p. 92). (2010). Y finalmente “La unión sagrada y pactada de un hombre y una mujer que se forma cuando ambos hacen ante Dios un juramento de lealtad y amor mutuos para toda la vida, cuyo signo y sello es la relación sexual”. Clendenen, R. R. with Kelly Brent R. (2003).
Así que, tomando estas definiciones el matrimonio es aquella unión que se estableció por Dios, desde el inicio de la creación donde Dios dice que: “no es bueno que el hombre este solo, le haré una ayuda adecuada [idónea]” (Gn 2:18), y al crear a la mujer, el Señor “la trajo [a la mujer] al hombre” (Gn 2:22), concluyendo Adán con la declaración popular de Gn 2:24: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”; y como lo leímos en el párrafo precedente, el matrimonio es una unión sagrada porque es Dios quien la establece, antes de la caída del hombre en Edén, e incluso es afirmado en el NT como dice Heb 13:4 “Sea el matrimonio honroso en todos, [...]”. Y también esa unión integra y completa se culmina en la unión espiritual, de fidelidad, de lealtad e íntima sexualmente, al convertirse en una sola carne, buscando la procreación para llenar la tierra como lo dice Gn 1:28 “[...]«Sean fecundos y multiplíquense. [...]”. La unión debe ser a una sola mujer como ya lo leímos en Gn 2:24, lo cual da entender que la poligamia no era una unión marital aprobado por Dios. La unión también tiene un propósito de pureza como lo afirma el apóstol Pablo en 1 Cor 7:2 “No obstante, por razón de las inmoralidades, que cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido; y añade en el v.9, Pero si carecen de dominio propio, cásense. Que mejor es casarse que quemarse”. El matrimonio es un pacto que se debe hacer solo ante Dios, 1 Cor 7:39 “[...] está en libertad de casarse con quien desee, solo que sea en el Señor”; es un acto que no debe separar el hombre como lo constata Mt 19:6 “»[...] Por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe»”; incluso si llegara a haber adulterio Dios no estableció que se divorciaran: Mt 19:8b “[...] pero no ha sido así desde el principio”; si no que fue: “ […] «Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres” (Mt 19:8a); es para toda la vida hasta que la muerte los separe como esta registrado en Ro 7:2 “Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido”.
La esposa esta llamada a no abandonar a su esposo, sino antes debe reconciliarse con él, 1 Cor 7:11 “11 Pero si lo deja, quédese sin casar, o de lo contrario que se reconcilie con su marido”, y así mismo: “que el marido no abandone a su mujer”. El esposo no debe abandonar a la mujer de su juventud, miren lo que señala Mal 2:14-15 “»Y ustedes dicen: “¿Por qué?”. Porque el Señor ha sido testigo entre tú y la mujer de tu juventud, contra la cual has obrado deslealmente, aunque ella es tu compañera y la mujer de tu pacto. »Pero ninguno que tenga un remanente del Espíritu lo ha hecho así. ¿Y qué hizo este mientras buscaba una descendencia de parte de Dios? Presten atención, pues, a su espíritu; no seas desleal con la mujer de tu juventud”. Incluso el Señor declara en este mismo libro que Él aborrece el divorcio: “»Porque Yo detesto el divorcio», dice el Señor, Dios de Israel, [...] «Presten atención, pues, a su espíritu y no sean desleales»” (Mal 2:16).
En el matrimonio es imperativo el vinculo entre personas que sean creyentes, pues en el A.T como en el NT podemos apreciar esta exhortación. Por ejemplo Gn 34:14 “Y les dijeron: «No podemos hacer tal cosa, dar nuestra hermana a un hombre no circuncidado, pues para nosotros eso es una deshonra”. También en Ex 34:16 “y tomes de sus hijas para tus hijos, y ellas se prostituyan con sus dioses, y hagan que también tus hijos se prostituyan con los dioses de ellas”; así como en Dt 7:3-4 “»No contraerás matrimonio con ellos; no darás tus hijas a sus hijos, ni tomarás sus hijas para tus hijos. »Porque ellos apartarán a tus hijos de seguirme para servir a otros dioses; entonces la ira del Señor se encenderá contra ti, y Él pronto te destruirá” . La exogamia fue para Salomón su caída por causa de estas mujeres extranjeras, 1 R 11:1-4 “Pero el rey Salomón, además de la hija de Faraón, amó a muchas mujeres extranjeras, moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas, 2 de las naciones acerca de las cuales el Señor había dicho a los israelitas: «No se unirán a ellas, ni ellas se unirán a ustedes, porque ciertamente desviarán su corazón tras sus dioses». Pero Salomón se apegó a ellas con amor. 3 Y tuvo 700 mujeres que eran princesas y 300 concubinas, y sus mujeres desviaron su corazón. 4 Porque cuando Salomón ya era viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no estuvo dedicado por completo al Señor su Dios, como había estado el corazón de David su padre”; y este mandato del Señor, es porque esas mujeres extranjeras (no creyentes en el Dios de Israel), harían que el corazón del hombre se desviara del Señor, así le paso a Salomon y el pueblo reconoce esta situación en el periodo pos - exílico también, Ne 13:26 “»¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Sin embargo, entre tantas naciones no hubo rey como él, y era amado por su Dios, y Dios le había hecho rey sobre todo Israel; pero aún a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras”. Así mismo el apóstol Pablo señala esto en 2 Cor 6:14-16 “No estén unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? 15 ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? 16 ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo: «Habitaré en ellos, y andaré entre ellos; Y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo”.
En conclusión en este primer punto puedo asegurar que el matrimonio tiene al menos cuatro propósitos principales establecidos por Dios:
La Gloria de Dios: La gloria de Dios Si el propósito principal del hombre como imagen de Dios es glorificar a Dios y disfrutar de nuestra relación con Él para siempre (Sal. 73:28; 1 Co. 10:31), está claro que éste es el propósito principal del matrimonio. Pablo explica en Efesios 5:21-33 que la relación matrimonial debe seguir el modelo de Cristo y la iglesia.
Compañerismo: como ya vimos, no era bueno que el hombre estuviera solo, así que Dios le hizo y presento una ayuda adecuada, idónea, que le completara. El compañerismo que comparten marido y mujer en el matrimonio posibilita la salud física, psicológica, mental, emocional y espiritual.
Procreación: El Señor da el mandato de fecundar y multiplicarse, así que la tenencia de los hijos es parte del diseño del matrimonio establecido por Dios. A demás, el rol de padres que asumen los esposos, les ayuda a madurar y experimentar otras formas de amor, que también desarrollan más esa capacidad de amar, que eventualmente se puede transmitir entre los esposo con otro sentido.
Intimidad sexual: Las relaciones sexuales forman parte de la expresión natural del amor dentro del matrimonio y proporcionan intimidad emocional, profundizan la amistad de la pareja y ayudan a desarrollar una actitud de servicio dentro de la unidad del matrimonio (Gén. 2:24; Prov. 5:15-19; 1 Cor. 7:2-5). La intimidad sexual debe ser un momento de gozo y satisfacción mutua para el marido y la mujer (Cantar de los Cantares 6-7). Dios ha concedido a ambos miembros del matrimonio derechos conyugales (1 Cor. 7:2-5).
Ahora quiero abordar el segundo cuestionamiento.

2. ¿Cómo se estableció el matrimonio en el AT, NT, y los primeros siglos hasta nuestra era moderna?

En este punto quiero expresar sinceramente, que mi respuesta fue concluida, luego de una investigación en diferentes diccionarios y recursos que me ayudaron a profundizar en la manera en que históricamente se estableció el matrimonio, después de que Dios lo hizo en el Edén. Éstos recursos aparecen citados en las referencias bibliográficas y dentro de mi respuesta. En consecuencia, quiero compartir la respuesta a este interrogante en tres sub temas:
Antiguo Testamento, incluyendo periodos de tiempo del Antiguo Cercano Oriente (ANE) hasta pocos siglos antes de Cristo
Nuevo Testamento
Primeros siglos hasta la Era Moderna
Por lo tanto, voy a dar inicio con el primero:

a. ANE y Antiguo Testamento:

ANE:

A manera de introducción “El antiguo Israel nunca elaboró un manual matrimonial para sus ciudadanos”, Hamilton, V. P. (1992). Normalmente vemos algunos matrimonios registrados como acto ceremonial en el AT, pero no son muchos en verdad. Como lo precisa Hamilton, V. P (1992): “En el matrimonio suele haber una diferencia considerable entre la prescripción y la práctica. Por esta razón, tendremos que distinguir entre la voluntad divina en los matrimonios y los matrimonios del Antiguo Testamento tal y como se ilustran. Los segundos pueden reflejar los primeros, pero no necesariamente” (p.560).
Las bodas que aparecen registradas en los documentos Ugarit del ANE, especialmente en los cananeos, no reflejan la realidad de cómo se llevaban a cabo las ceremonias nupciales, sus costumbres y otras tradiciones, pues las que aparecen registradas en éstos documentos son las de los reyes, faraones o la nobleza, de acuerdo a Hamilton, V. P (1992). Los documentos Ugariticos registran matrimonios también entre dioses y diosas, basado en Hamilton, V. P (1992): “particular interés es el matrimonio entre el dios cananeo de la luna Yarih y la diosa mesopotámica de la luna Nikkal. El propósito de la boda es claramente la fertilidad. Así pues, incluso las narraciones mitológicas de Ugarit reflejan presumiblemente una provincia sociológica común de procedimientos y costumbres matrimoniales”, (p.561).
Así mismo en documentos sumerios y acadios hay relatos de bodas entre dioses; “los documentos jurídicos mesopotámicos tratan asuntos matrimoniales. No tratan el matrimonio de forma abstracta, filosófica o teológica. Son reglas, simples y llanas, que definen lo permisible y lo no permisible con respecto a temas como el divorcio, la dote, el precio del matrimonio y las segundas nupcias. Basten algunos ejemplos del Código de Hammurabi”, (Hamilton, V. P., 1992, p.561). Varios de estos relatos de los documentos del ANE tienen paralelismos con relatos de bodas o uniones del pentateuco.

Antiguo Testamento:

La narrativa bíblica nos muestra que no hay una ley o mandato que especifique que los padres son los que deben elegir esposa u esposo a sus hijos. Por ende, el pueblo de Israel fue adoptando esta costumbre de elegir para sus hijos la pareja como lo hacía otros pueblos del ANE, (Hamilton, V. P., 1992, p.562). Y es interesante leer lo que dice Pr 19:14 : “Casa y riqueza son herencia de los padres, Pero la mujer prudente viene del Señor”. Finalmente una buena esposa no venía de la elección de los padres, si no del Señor.
Otro forma en que se daban los matrimonios en el AT es: “La endogamia es la costumbre de casarse únicamente dentro del propio grupo, como un clan, una tribu, etc. La exogamia es la costumbre de casarse fuera del propio clan, tribu, etc. El Antiguo Testamento refleja ambos sistemas. A veces los dos tipos de matrimonio coexisten, pero la mayoría de las veces uno de ellos excluye prácticamente al otro”, (Hamilton, V. P., 1992, p.563). Y mayoritariamente se da el matrimonio endogámico, en el periodo de los patriarcas. Incluso Moisés los prescribió en Num 36:6 “6 “Esto es lo que el Señor ha ordenado tocante a las hijas de Zelofehad: ‘Cásense con el que bien les parezca; pero deben casarse dentro de la familia de la tribu de su padre”.
También se aprecia el fenómeno de la poligamia y la monogamia en este periodo de tiempo. “De hecho, el AT está repleto de ejemplos de matrimonios polígamos. Para ser más precisos, relata casos de poliginia (un marido, más de una mujer), pero ningún caso de poliandria (una mujer, más de un marido)”. El mismo autor señala que “Se han citado varias leyes (IDB 3: 281) como apoyo al matrimonio monógamo: Éxodo 20:17; 21:5; Levítico 18:8, 11, 14, 15, 16, 20; 20:10; 21:13; Números 5:12; Deuteronomio 5:21; 22:22. La literatura sapiencial también proporciona copiosos textos en apoyo de la monogamia: Prov 12:4; 18:22; 19:13; 21:9; Eccl 9:9; Job 31:1, 9-12; Sir 26:1-4, (Hamilton, V. P., 1992, p.565).
Ahora veremos la figura del matrimonio entre los profetas del AT, pues a ellos que se le atribuye la idea de que Yahvé es el esposo del pueblo de Israel, al ser elegido por Él para un pacto eterno, trayendo por medio de sí, redención a toda la humanidad como cumplimiento de la promesa hecha a Abraham, y también expresada siglos antes en el proto-evangelio de que por medio de la mujer vendría la simiente que traería salvación. En palabras de Hamilton, V. P. (1992): “Sin embargo, la Torá ya insinúa este tipo de relación entre Dios y su pueblo. Por ejemplo, el mandamiento que insta a rendir culto anicónico a la deidad encuentra su motivación en la afirmación de que Yahvé es un Dios "celoso" (Éx 20,5). El adjetivo "celoso" en hebreo es qannāʾ (véase también Éxodo 34:14). El sustantivo relacionado qinʾâ y el verbo qinnēʾ describen la agitación de un marido sospechoso de la infidelidad de su mujer (Nm 5,14.30; cf. Prov 6, para este sustantivo qinʾâ utilizado para describir los sentimientos apasionados de un marido respecto a su mujer” (p. 566). Incluso a través del profeta Oseas (Os 2:16) se busca precisar la relación correcta que el esposo debe tener con su esposa, al definir una relación entre iguales, donde la esposa debía llamar a su marido como “mi esposo”, y ya no llamarlo más como “mi señor”; pues sabido que ya después del pacto Mosaico, la relación entre esposos, era considerada una relación de subyugación por parte del marido a la mujer, y esto ponía a la mujer en un estado de vulnerabilidad, al ser tratada como un propiedad o posesión del marido, (Hamilton, V. P. 1992, p.566).
La misma figura metafórica del matrimonio donde Yahvé es el esposo y el pueblo de Israel, la esposa, es usada por otros profetas como Jeremías, Isaías, Ezequiel, Amós y Miqueas. De parte de los profetas, se ve una fuerte declaración de que el pueblo de Israel, es una esposa infiel que se ha prostituido con sus amantes, que ha abandonado a Dios, y vemos la imagen de Dios como un esposo celoso que busca confirmar su Pacto, para hacer volver a su esposa (Ez 16:8).
Por otra parte, en la literatura sapiencial (Salmos, proverbios, eclesiastes) “afirman repetidamente la felicidad y el deleite del amor recíproco de un hombre y una mujer en el matrimonio. El escritor de Eclesiastés veta la vida solitaria con su famoso "dos son mejor que uno" (4:9), y luego describe la vida de reciprocidad que estos dos pueden compartir (4:10-12). Aunque estos cuatro versículos pueden estar describiendo simplemente el valor de un amigo, sugieren que el matrimonio en su esencia es una amistad, no una jerarquía entre soberano y siervo”, (Hamilton, V. P. 1992, p.567). Ver también por ejemplo, Prov 5:18-20; 6:29; 12:4; 18:22; 19:14; 30:19; 31:10-31, donde el autor de proverbios afirman lo mismo. Del mismo modo Hamilton, V. P. (1992) agrega que: “para ayudar al varón a encontrar a la esposa adecuada, Proverbios enumera una muestra de rasgos encomiables que una mujer así debe ejemplificar (31:10-31). No proporciona una lista paralela para ayudar a la mujer a encontrar un «marido virtuoso». Al mismo tiempo, la lista de dones que posee esta esposa ideal difícilmente son los tradicionales de cocinar, limpiar y concebir. Es, además de una madre devota y una esposa cariñosa, una mujer de negocios, una agente inmobiliaria, una agricultora, una filántropa, una artesana, una vendedora, una compradora y una administradora”, (p.567).
Del mismo modo en el AT es el matrimonio por ley de Levirato, la cual la podemos leer en Deut 25:5-10, donde básicamente el cuñado debe tomar como esposa la mujer de su hermano muerte, para darle descendencia y preservar el nombre del mismo en Israel. Curiosamente en literatura Ugaritica también existía esta ley de Levirato, donde el fin principal es dar un hijo varón que pueda llevar el nombre del difunto (Hittites Lawas no. 30 y 193). Es de aclara que esta ley solo se debía llevar en el momento en que los dos hermanos vivían juntos y el casado muere. A demás, esta ley también permitía la procreación de hijos por parte de la mujer en un marco licito, al igual que velar por las necesidades de la viuda. Caso contrario, por mandato divino, le era prohibido al cuñado ver la desnudez de la esposa de su hermano, como lo afirma Lev 18:16.
De la misma manera, otro suceso que podemos ver, según McWhirter, J. (2014), es el matrimonio real: “en la antigüedad las familias ricas e importantes a menudo utilizaban los matrimonios para hacer alianzas con otras familias prominentes. Esto era especialmente cierto en las familias reales. Por ejemplo, el matrimonio de David con la hija de Saúl, Mical y con Abigaíl, la viuda de un acaudalado terrateniente de la tribu de Judá, parecen pujas claras de influencia y de propiedad (1 Sam 18:17–29; 25:2–42)”, (p.507–511).

b. Nuevo testamento:

Ahora en el nuevo testamento podemos hacer una descripción de algunos eventos matrimoniales, en la narrativa de los evangelios, las cartas paulinas, las epístolas generales y demás textos del nuevo testamento. Podemos dar inicio hablando, en palabra de Collins, R. F. (1992): “Aunque tardías en sus orígenes e impregnadas de importantes motivos teológicos, las narraciones de la infancia tanto de Mateo como de Lucas anuncian el nacimiento de Jesús en el contexto de la unión matrimonial de María y José (Mt 1:18-25; Lc 2:4-6; cf. Mt 13:55). El relato lucano de la infancia refleja significativamente la importancia de la descendencia dentro del matrimonio en su descripción del nacimiento de Juan (Lucas 1:5-25, 57-58). Un análisis de historia de las tradiciones de la primera perícopa de Caná (Juan 2:1-12) [...], a saber, la asistencia de Jesús a una boda familiar en la que también estaban presentes su madre y otros parientes”, (Vol. 4, p.569), dando a entender la afirmación y relevancia del matrimonio en el contexto judío social del primer siglo.
Uno de los mandamientos al que Jesús se refirió en sus diferentes enseñanzas es el de “no cometerás adulterio” (Mar 10:17–22; Mat 19:16–22; Lc 18:18–23), con el que Dios había establecido la fidelidad monógama del matrimonio, buscando así obedecer el mandato del decálogo para cumplir el mandato dado en Génesis. Sin embargo, una de las cuestiones que enfrento Jesús fue el divorcio, pues éste era un derecho que solo el hombre tenía acceso y no la mujer. Este tema controversial surgía de la interpretación deuteronómica de Deut 24:1 donde el hombre podía dar carta de divorcio a la mujer “si sucede que no le es agradable porque ha encontrado «algo reprochable» en ella”. Esta expresión «algo reprochable», la interpretaban las dos escuelas judías de la época; la de Shammai, lo tomaba en términos de inmoralidad sexual y la escuela de Hillel lo interpretaban en un sentido amplio al punto de que si la esposa no preparaba bien la cena, se podía divorciar “licitamente”, de acuerdo a Gittin 9:10, un texto antiguo de la Mishnah y el Talmud que registran la ley oral de los judíos. Collins, R. F. (1992).
Jesús, como maestro, enseño su oposición al divorcio. Vemos en Mateo 19:7–8 “7 Ellos Le dijeron*: «Entonces, ¿por qué mandó Moisés darle carta de divorcio y repudiarla?». 8 Él les contestó*: «Por la dureza de su corazón Moisés les permitió a ustedes divorciarse de sus mujeres; pero no ha sido así desde el principio.” Afirmo lo dicho por Dios en Génesis 2:24 allí en el v. 5 del mismo capítulo 19 (Mat 19:5); también dijo que no debería haber divorcio, incluso cuando suceda adulterio por la otra parte, pues “no fue así desde el principio” (Mat 19:8), ya que esa unión es hecha ante Dios, y el hombre no debería separarla (Mat 19:6). En concomitancia con las demás enseñanzas de Cristo, el adulterio incluso debería tratarse por la vía del perdón, para buscar la sanación y eventual restauración por las dos partes. Ésto fue enseñado como un imperativo por parte del creyente, en el deber que tiene de perdonar a quien le ha ofendido, pues una falta seria es vivir la traición de un adulterio y no perdonar a nuestro projimo como Dios nos ha perdonado (Mat 6:12-15; 18:23-30; Col 3:13). Claramente no se desconoce el proceso de restauración que toma perdonar, pero si dicho acción va acompañada del auxilio del Espíritu Santo, la comunión con el Hijo y el Padre mediante la oración, la Palabra y consejería bíblica por medio de hermanos sabios, es posible perdonar, sanar y restaurar ese matrimonio. No significa esto que cada matrimonio en adulterio deba ser perdonado impositivamente, si no que se debe examinar cada caso en su trasfondo real para dirigir sabiamente el proceso, que busque tanto la restauración del matrimonio, como el cuidado integral de las partes para así, al cumplir la voluntad de Dios (no separarse) se glorifique Su Nombre.
Ahora bien, aunque Jesús enseño todo lo descrito en el párrafo anterior, no cambio la ley que permitía la carta de divorcio en caso de adulterio, como lo vemos en pasajes de Mat 5:32; 19:9. No es que Jesús aprobará directamente esta excepción, si no que fue consecuente con la ley mosaica, aunque dijo que esto fue permitido solo por la dureza de corazón del pueblo (Mat 19:8).
La exigencia del discipulado de seguir a Jesús de manera ineludible va a traer conflictos en el matrimonio, como el mismo Señor lo afirmo en Lucas 18:29–30 “29 Entonces Él les contestó: «En verdad les digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres o hijos por la causa del reino de Dios, 30 que no reciba muchas veces más en este tiempo, y en el siglo venidero, la vida eterna»”. Y también Luc 14:26 vemos esta idea. Esto nos enseña que la obediencia a Jesús y Su Palabra, debe estar por encima al amor que puedo tener por mi esposa y familia.
También podemos ver algunas enseñanzas del apóstol Pablo sobre el matrimonio condensadas en “en 1 Tes 4:3-8 y 1 Cor 7:1-40. Sus cartas indican, no obstante, que la mayoría de los dirigentes eclesiásticos [o líderes como Pedro (Mat 8:14)] de su época estaban casados (1 Cor 9:5)”, Collins, R. F. (1992, Vol. 4, p. 570). Ciertamente no hay una prohibición de que para servir al Señor, es mejor el celibato, pues tanto Pedro, como Zebedeo (Mat 20:20) eran hombres casados y estuvieron sirviendo al Señor en matrimonio. Igualmente Coolins, R. F. (1992) dice que: “la respuesta de Pablo (1 Co 7:2-5) a la pregunta de los corintios reitera esencialmente los puntos de vista que había expuesto en 1 Ts 4:3-8. Para evitar la inmoralidad (cf. 1 Ts 4:3), cada persona debe tener su propio cónyuge (vv 3-4)”, (Vol. 4, p. 571). Del mismo modo Collins, R. F. (1992) señala que “una novedad, sin embargo, es la opinión de Pablo de que el matrimonio es un carisma, un don especial de Dios (v. 1 Cor 7:7)”, dando a entender que el matrimonio es un regalo que Dios da al hombre para llevar parte de su propósito diseñado por Dios en este mundo.
En consonancia con Collins, R. F. (1992) se puede ver que Pablo en algunos momentos: “se muestra reacio a recomendar el matrimonio para todos. Cuatro veces expresa la opinión de que es preferible que los cristianos no se casen (vv 1 Cor 7:8, 25-35, 36-38, 39) y ofrece su estado civil actual como un desiderátum. Su opinión dominante, sin duda motivada por sus puntos de vista escatológicos, es que uno debe permanecer en el estado en el que ha sido llamado: los casados deben permanecer casados; los solteros deben permanecer solteros (vv 1 Cor 7:12, 17, 24, 29). En resumen, las reflexiones de Pablo son una mezcla de tradición, reflexión teológica, sabiduría popular y pragmatismo. Desea que tanto los casados como los solteros permanezcan en el estado en el que han sido llamados y que vivan en consecuencia, (Vo. 4, p. 571).
Por otra parte notamos que Pablo y Pedro en sus epístolas hablan acerca del matrimonio desde unas exhortaciones puntuales que debían seguir en el hogar. “Los códigos para el comportamiento de maridos, esposas, hijos y esclavos están expresados en Efe 5:21–6:9; Col 3:18–4:1 y 1 Ped 2:18–3:7. Estos códigos reflejan las prácticas contemporáneas en la sociedad grecorromana, en la cual todos los miembros de la familia estaban subordinados al hombre cabeza del hogar. A fin de que las familias cristianas se sujeten a la norma social, entonces, una esposa debía sujetarse a la autoridad de su marido (Efe 5:22; Col 3:18; 1 Ped 3:1). Los maridos, sin embargo, son advertidos de no abusar de esa autoridad (Efe 5:25; Col 3:19; 1 Ped 3:7). Ellos tienen que tratar a sus esposas con amor y consideración. El código en Efesios enfatiza estas órdenes con una ilustración: Cristo ama y cuida a la iglesia (Efe 5:25–27, 29). Él es la cabeza de la iglesia, y la iglesia se somete a su autoridad (Efe 5:23–24)”. McWhirter, J. (2014).
Y finalmente citando nuevamente a Collins, R. F. (1992), en: “las Epístolas Pastorales hablan del matrimonio de otra manera. Se espera que tanto los supervisores como los siervos sean hombres de una sola esposa (1 Tim 3:2, 12). El significado de esta expectativa es incierto. ¿Se espera que los supervisores y los diáconos sean castos dentro del matrimonio, que estén casados monógamamente (es decir, con una esposa a la vez), o que sólo se casen una vez en su vida? En su contexto, la frase "de una sola mujer" expresa no sólo una cualificación moral que se espera que se haga realidad en la vida de los líderes de la Iglesia; también expresa una condición necesaria para el establecimiento de un hogar personal cuya conducta proporcione una experiencia de gestión doméstica para aquellos llamados a la gestión de una iglesia doméstica”. (Vo. 4, p. 572).

c. Primeros siglos hasta la Era Moderna:

Ahora bien, a lo largo del inicio del cristianismo primitivo, más especialmente en el periodo conocido como el patrístico, que involucra los primeros 6 siglos del cristianismo, encontramos varios menciones, alusiones y tópicos en diferentes autores conocidos como los padres apostólicos (ante-nicenos) y los padres de la iglesia (post-nicenos). Por efectos de la extensión del presente artículo solo haré mención de manera breve a la cita de algunos pocos de ellos, y al final de este punto, dejaré las fuentes precisas de cada padre a consultar si se requiere.
Empezamos por ejemplo con Ignacio, obispo de las iglesias de Antioquía. Para finales del primer siglo y empezando el II, vemos que en su carta a Policarpo, habla acerca de evitar la jactancia de los cristianos, y sobre el matrimonio expresa lo siguiente: “De la misma manera encargo a mis hermanos en el nombre de Jesucristo que amen a sus esposas, como el Señor amó a la Iglesia (Ef. 5:25, 29)” y añade luego que si alguien optaba por no casarse, que no se jactara de ello. Y finalmente exhorta a que “es apropiado que todos los hombres y mujeres, también, cuando se casan, se unan con el consentimiento del obispo, para que el matrimonio sea según el Señor y no según concupiscencia. Que todas las cosas se hagan para honra de Dios”. Ropero, A., ed. (2004, p.222). Desde inicio del segundo siglo, ya se insta a que los creyentes se casen bajo la guía de un obispo de la iglesia, para que de esa manera se honre a Dios.
Luego tenemos también el escrito del Pastor de Hermas, que es: “el primitivo documento cristiano Hermas, o Pastor de Hermas, era conocido por los primeros Padres de la Iglesia. El canon muratoriano, una lista de libros canónicos de alrededor del siglo III, dice que Hermas fue escrito por el hermano de Pío, obispo de Roma, hacia 140-154. A pesar de muchas especulaciones, el autor sigue siendo desconocido. Fue escrito en Roma e involucra a la iglesia romana”, Snyder, G. F. (1992, Vol. 3, p.148). Allí podemos leer una alusión directa sobre el tema de la castidad y el divorcio en el matrimonio de la obra de Ropero, A., ed. (2004). Lo mejor de Los Padres Apostólicos (p. 358) que expresa: “Te encargo”, me dijo, “que guardes la castidad, y no permitas que entre en tu corazón ningún pensamiento con referencia a la mujer de otro, o referente a fornicación, u otros actos malos semejantes; porque al hacerlo cometes un gran pecado. Pero recuerda siempre a tu propia esposa, y no irás descaminado nunca”. Aquí el Pastor de Hermas habla de combatir los malos deseos, e insta a la iglesia de Roma a que puedan estar en castidad, evitando codiciar a la mujer de otro, y anima de manera especial a recordar primero siempre a nuestra propia esposa. Al hacer esto nos guardaremos del pecado de adulterio en nuestro corazón. Luego en esa misma página habla ahora sobre una pregunta que le hacen sobre sorprender a la esposa de uno en adulterio. Cito:
“Y yo le dije: “Señor, si un hombre que tiene una esposa que confía en el Señor la descubre en adulterio, ¿comete pecado el marido que vive con ella?”
“En tanto que esté en la ignorancia”, me dijo, “no peca; pero si el marido sabe que ella peca, y la esposa no se arrepiente, sino que continúa en la fornicación, y el marido vive con ella, él se hace responsable del pecado de ella y es un cómplice en su adulterio”. Y le dije: “¿Qué es, pues, lo que ha de hacer el marido si la esposa sigue en este caso?”
“Que se divorcie de ella”, dijo él, “y que el marido viva solo; pero si después de divorciarse de su esposa se casa con otra, él también comete adulterio”.
“Así pues, Señor”, le dije, “si después que la esposa es divorciada se arrepiente y desea regresar a su propio marido, ¿no ha de ser recibida?”
“Sin duda ha de serlo”, me dijo; “si el marido no la recibe, peca y acarrea gran pecado sobre sí; es más, el que ha pecado y se arrepiente debe ser recibido, pero no varias veces, porque sólo hay un arrepentimiento para los siervos de Dios. Por amor a su arrepentimiento, pues, el marido no debe casarse con otra. Ésta es la manera de obrar que se manda al esposo y a la esposa. No sólo”, dijo él, “es adulterio si un hombre contamina su carne, sino que todo el que hace cosas como los paganos comete adulterio”. Ropero, A., ed. (2004). Lo mejor de Los Padres Apostólicos (pp. 358-359).
Vemos que el pastor de Hermas trata el tema del adulterio y posible divorcio de una manera concreta al afirmar que si el marido engañado descubre a su esposa siendo infiel, y ella no se arrepiente, es responsable del pecado de ella, y en caso de la esposa persistir debe divorciarse de ella, quedándose solo para no cometer adulterio. Lo cual da a entender la aplicación del mandato de Jesús en Mateo 5 de que el hombre que se divorcia es mejor quedarse solo para cometer adulterio. Luego apela a que si la esposa si se arrepiente, el marido debe recibirla y por amor a su arrepentimiento no debe casarse con otra.
Seguimos con la carta a Diogneto, que es un escrito de finales del siglo II. Es “un breve tratado apologético escrito en griego a finales del siglo II al pagano Diogneto”, Major Contributors and Editors. (2014). A demás, “Diogneto fue preceptor del emperador Marco Aurelio”. Grant, R. M. (1992, Vol. 2, p. 201). “La Carta de Diogneto ofrece un comentario moral sobre la insensatez de la idolatría y sobre el carácter y el comportamiento cristianos en el mundo”. Major Contributors and Editors. (2014). En su sección 5 sobre la descripción de los cristianos, el autor desconocido dice los cristianos “Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desembarazan de su descendencia. Celebran las comidas en común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne”. Ropero, A., ed. (2004). Lo mejor de Los Padres Apostólicos (p. 292), dando a entender que los cristianos tienen su propia esposa, descartando de facto la posibilidad de la poligamia, y afirma también que para ese siglo los cristianos se casaban engendrando hijos en familias sin abandonarlos.
Existen más citas de estos padres, que por cuestión de tiempo no tocaré una a una, si no que las voy a citar para que puedan ser de consulta posterior para quienes deseen profundizar en ellas:
Aug., De bono coniug. 8.8
Chrysos., Theod. laps. 2.3
Clem. Al., Misc. 4.20
Const. Apost. 6.28
Cyr. Hier., Cat. Lect. 4.25
St. Caesarius of Arles: Sermons, vols. I–III (1–238)
Conferences 3.21.10
Jerome, Letter 48.2, 66:3, 69:4, 79:10
Jn. Damasc., De Fide Orth. 4.24
Demóstenes: Dem., 30 21
Diógenes Laercio: D. L., Vit. D. L., Vit. Phil. 3.2
Homero: Hom., Il. 5.429
Josefo: Ant 6.210; Ant 14.467; Ant 20.141
Luego de estos primeros siglos tenemos la época mediaval, y

3. ¿Es el matrimonio civil igual de válido al matrimonio ante un ministro de la iglesia que bendice la unión delante de Dios?

Bibliografía:

Clendenen, R. R. with Kelly Brent R. (2003). Marriage. En C. Brand, C. Draper, A. England, S. Bond, E. R. Clendenen, & T. C. Butler (Eds.), Holman Illustrated Bible Dictionary (p. 1082). Holman Bible Publishers.
Collins, R. F. (1992). Marriage: New Testament. En D. N. Freedman (Ed.), The Anchor Yale Bible Dictionary (Vol. 4, p. 569). Doubleday.
Grant, R. M. (1992). Diognetus, Epistle to. En D. N. Freedman (Ed.), The Anchor Yale Bible Dictionary (Vol. 2, p. 201). Doubleday.
Hamilton, V. P. (1992). Marriage: Old Testament and Ancient Near East. En D. N. Freedman (Ed.), The Anchor Yale Bible Dictionary (Vol. 4, p. 560-6). Doubleday.
Los estándares de Westminster y la forma de gobierno de Westminster (A. R. Alvarado, trad.; p. 92). (2010). CLIR; Sola Scriptura.
Major Contributors and Editors. (2014). Diognetus, Letter to. En J. D. Barry & L. Wentz (Eds.), Diccionario Bíblico Lexham. Lexham Press.
McWhirter, J. (2014). Matrimonio. En J. D. Barry & L. Wentz (Eds.), Diccionario Bíblico Lexham. Lexham Press.
Ropero, A., ed. (2004). Lo mejor de Los Padres Apostólicos (p. 222, 292). Editorial CLIE.
Ropero, A. (2013). MATRIMONIO. En A. Ropero Berzosa (Ed.), Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia (2a Edición, pp. 1639-1640). Editorial CLIE.
Snyder, G. F. (1992). Hermas’ the Shepherd. En D. N. Freedman (Ed.), The Anchor Yale Bible Dictionary (Vol. 3, p. 148). Doubleday.
Warren P. (Pagán), J. (2018). Matrimonio. En M. Ward, J. Parks, B. Ellis, & T. Hains (Eds.), Sumario Teológico Lexham. Lexham Press.
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