Día 4 - MI OBJETIVO DE VIDA: ¿Qué quiero? (IV)
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Apocalipsis 2:2–5 (RVR60)
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras...
¿Qué es lo que más le cuesta a un cristiano? Piénsalo un momento, pero piénsalo bien. ¿Qué es lo más difícil de la vida cristiana? ¿Ayunar? ¿Diezmar? ¿Evangelizar? ¿Entender algunas partes de la Biblia? ¿Perdonar a alguien que te ha herido? ¿Amar a tus enemigos? No. Ninguna de estas es la respuesta correcta. La cosa más difícil de la vida cristiana es tener un encuentro cara a cara con Jesús.
Lo que ningún ser humano jamás podrá lograr es lo que todo ser humano más necesita: ver a Dios, sentirlo, tocarlo, tener un vínculo real con Él. Si quieres decirlo de otra forma, la parte más difícil de la vida cristiana es disfrutar a Dios; es decir, llegar a conocerlo, llegar a atesorarlo, llegar a amarlo con todo tu ser (Mateo 22:37-38).
Hay millones de personas en el mundo que creen en Dios. Hay incontables hombres y mujeres que aceptan como verdadero el mensaje del evangelio. El problema es que el cristianismo verdadero no es aceptar una idea, no es creer un mensaje, no es estar convencido de una serie de doctrinas; el cristianismo verdadero es haber conocido íntimamente a una Persona. No es creer algo; es haber tenido un encuentro con Alguien.
¿Sabes qué es un cristiano verdadero? Una persona que ha tenido ese encuentro cara a cara con Jesús y desea prolongarlo. Como escribió John Flavel en 1668: “La mayor dificultad en la conversión es ganar el corazón para Dios, y la mayor dificultad después de la conversión es mantener el corazón con Dios”.1 Pero ¿cómo se describe ese encuentro con Jesús? ¿De qué se trata? ¿Es una experiencia mística? ¿Una visión? ¿Algún tipo de éxtasis? ¿Una emoción muy fuerte? No. No es necesariamente ninguna de estas cosas. Aunque en ocasiones puede incluir alguna de ellas, tener un encuentro genuino con Dios es algo mucho más profundo que esto. Es llegar a tener una percepción real, sentida y genuina del valor de Dios. En palabras de Jesús es “encontrar un tesoro” o “una perla preciosa” (Mateo 13:44,45); es sentir que has encontrado el mejor de los tesoros y la mejor de las perlas preciosas.
El apóstol Pedro lo expresaría de esta forma. Él diría que tu fe es “más preciosa que el oro que perece”. ¿Por qué? Porque “ustedes aman a Jesucristo a pesar de que nunca lo han visto. Aunque ahora no lo ven, confían en él y se gozan con una alegría gloriosa e indescriptible” (1 Pedro 1:8 NTV). ¿Entiendes el texto? No hace falta “ver” a Jesús para amarlo (Juan 20:29). No es necesario tener un encuentro físico con él para “gozarse con una alegría gloriosa e indescriptible”. La cuestión no es verlo con los ojos; la cuestión es ver a través de la fe lo que él ha hecho por nosotros y que eso nos conmueva.
¿Cómo sé si he tenido un encuentro genuino con él? Pedro acaba de decirlo. La pregunta que debo hacerme es muy simple. ¿Produce mi fe una nueva clase de gozo “glorioso e indescriptible”? En otras palabras, ¿siento que al haber encontrado a Cristo he encontrado un tesoro? ¿Una perla preciosa? ¿Ahora puedes verlo? Un cristiano verdadero no solo cree en Jesús, un cristiano verdadero está enamorado de él.
Déjame hacerte la pregunta opuesta a la que hice al comienzo. ¿Cuál es la cosa más fácil de la vida cristiana? ¿Qué es lo más sencillo para cualquier creyente del mundo? El verso 4 nos da la respuesta. Perder mi primer amor. Dejar de disfrutar a Dios. Dejar de verlo, dejar de percibirlo atractivo, dejar de adorarlo.
Apocalipsis es muy claro. Es posible “hacer obras”, “fatigarse”, “perseverar”, “mantener una sana doctrina” e incluso “sufrir por Cristo” sin amar a Cristo. ¿De qué se trata la vida cristiana? De aprender a perpetuar la experiencia que tuviste el día de tu conversión (el día que encontraste un tesoro; el día más feliz de tu vida). ¿De qué trata este libro? De ayudarte a cumplir este objetivo. La única pregunta que me queda por hacerte es: Tú, ¿qué quieres?
Para orar y meditar a lo largo del día:
¿Creo en Cristo o estoy enamorado de él?