Cómo amar a tu esposa: Cómo resolver las diferencias

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El deseo y mandato de Dios es claro, sin embargo en algunas ocasiones los matrimonios se pueden olvidar de este mandato y corren el riesgo de perder la frescura y el amor dentro de su relación conyugal. ‌ Por esa razón debemos recordar el diseño original como hijos de Dios y procurar el amor con nuestra esposa.

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Cómo amar a tu esposa: Cómo resolver las diferencias
Martes 26 de Septiembre 2023 - Iglesia Senda Antigua & Transmisión Cesar, Cristian & Willy de la Cruz
LECCIÓN 03
ORACIÓN
“Háblanos Tus Palabras Cristo. Enséñanos a este hora. Tú, oh Señor, que puedes lograr cualquier cosa con facilidad, te suplicamos que seas Tú el Maestro en esta Iglesia siempre y que Tus Palabras penetren nuestros corazones hasta lo más profundo y que veamos con claridad Tu voluntad, Tu plan, Tu deseo, Tu gran misericordia para con nosotros Señor. Gracias Cristo. Amén.”
CÓMO RESOLVER LAS DIFERENCIAS
Es muy normal si en un hogar surgen diferencias, disgustos o desacuerdos.
Según la Biblia, airarnos no necesariamente implica que pequemos.
Efesios 4:26-27 dice:
“26Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
27ni deis lugar al diablo.”
La forma en que manejamos estos conflictos determina si pecamos o no, y si llegará a ser un gran problema dentro de nuestro matrimonio.
A continuación quiero que escudriñemos algunas sugerencias que quiero darles acerca de cómo resolver las diferencias.
1- Resolver los conflictos que surjan
Jesús dice que debemos buscar resolver los conflictos que surgen en el hogar.
Mateo 18:15 dice:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.”
Nuestro cónyuge es un hermano en Cristo, así que podemos conversar con él la situación y tratar de arreglarla.
Sin embargo creo que es prudente buscar el tiempo del Señor para hacerlo.
Habrá ocasiones en que lo mejor será ignorar, perdonar o pasar por alto una transgresión sin platicarlo previamente.
El apóstol Pedro dice que el amor cubre multitud de pecados.
Si tratamos de arreglar cada diferencia que surge cada día, constantemente habrán disgustos en el hogar.
Lo que si debemos cuidar es que ni el rencor ni la amargura entren a nuestro corazón.
Si no tenemos la gracia para pasar por alto alguna cosa, entonces busquemos el momento más adecuado para tratarla.
2- No pensar mal del cónyuge
El segundo paso, después de tomar la decisión de platicar un asunto, es tener la seguridad que en nuestro corazón no le estamos atribuyendo el cónyuge motivos falsos, o imaginando cosas que no son.
El profeta Zacarías lo expresó de la siguiente forma en Zacarías 8:17:
“Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice Jehová.”
No debemos pensar así: “¡Yo sé por qué él hace esto: Se está vengando porque quemé la tortilla anoche!”.
No debemos dudar del corazón de la otra persona.
Si lo hacemos, realmente estamos manifestando lo que existe en nuestro corazón.
Pensamos mal de alguien porque eso es lo que nosotros haríamos.
Bien dice el Apóstol Pablo que todas las cosas son puras para el puro, más para los corrompidos incrédulos nada les es puro.
Tito 1:15 dice:
“Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.”
3- Volver nuestro corazón al Señor inmediatamente
Este paso tal vez es el más difícil, y se pasa por alto.
En el momento de un conflicto, cuando sube el fuego del enojo o la ira, en ese segundo estamos en una encrucijada.
En ese instante podemos volver nuestro corazón hacia Dios Y pedirle ayuda, o endurecernos y perder Su gracia.
En lugar de pensar: “¡Ella no va a decirme eso!”, debemos clamar: “¡Ayúdanos Señor!, ¡Danos gracia para agradarte en este problema!”.
Lo que va a salvarnos no es nuestra dedicación, ni nuestra fuerza, ni nuestra habilidad; es la gracia de Dios que puede hacerlo.
Un solo paso quedemos hacia el Señor y recibiremos Su gracia.
Un solo paso quedemos para endurecernos y nuestro corazón se endurecerá más.
El Señor decide qué hacer según nuestra reacción.
Las angustias y conflictos nos hacen madurar, crecer, y ensanchar espiritualmente (Salmo 4:1 dice: “Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; Ten misericordia de mí, y oye mi oración.”), o bien nos destruyen.
Proverbios 27:17 dice:
“Hierro con hierro se aguza; Y así el hombre aguza el rostro de su amigo.”
En la casa existen por lo menos dos hierros (los dos cónyuges).
Cada uno está trabajando en el otro.
El cónyuge aguza el rostro de su pareja, es decir, produce cambios en su vida.
Debemos estar agradecidos que exista nuestro cónyuge en la casa, quien no siempre esté de acuerdo con nosotros.
Proverbios 27:6 dice:
“Fieles son las heridas del que ama; Pero importunos los besos del que aborrece.”
Las heridas que recibimos de nuestro cónyuge son de alguien que nos ama.
Si respondemos agradando al Señor, esas heridas serán una bendición para nosotros, aunque en el momento no lo veamos.
4- Debemos pedir perdón
Cuando ocurre con disgusto entre parejas, ninguno de los dos tiene la razón.
Aunque uno de los dos tenga el mejor argumento o razonamiento lógico, si hubo un pleito es porque ambos tuvieron una actitud equivocada.
El que actúa como Cristo lo hace tiene la razón, y Él no pierde los estribos, ni grita, ni critica.
Él responde con mansedumbre y misericordia.
Al pedir perdón, debemos hacerlo con un espíritu de arrepentimiento y una actitud correcta, no fingidamente.
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