Conversión de Lidia.

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Introducción:

La obra de evangelización y de plantación de Iglesias no es nuestra, es de Dios. NO debemos hacer la obra de Dios como si dependiera de nosotros, sin embargo, Dios quiere utilizarnos y que estemos dispuestos a ser guiados por él.
Hechos de los Apóstoles 16:6–15 RVR60
6 Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;7 y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.8 Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.9 Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.10 Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio. 11 Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;12 y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.

Desarrollo:

I. Llamado a Macedonia.

Hechos de los Apóstoles 16:6–10 “6 Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;7 y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.8 Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.9 Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.10 Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.”
Vemos que Dios guía a los misioneros a ir a Macedonia, esta ciudad hasta el día de hoy existe y se encuentra al norte de Grecia y en la Biblia se menciona para dar a conocer lo que hoy llamamos Europa. Por lo tanto en este segundo viaje misionero de Pablo él predicará la Palabra en Europa.
En esta parte tenemos la guía del Espíritu en el trabajo misionero. Esta guía se manifiesta de dos maneras:
Impidiendo el trabajo en algún lugar.
Guiando o abriendo puertas en otros lugares.
Esto nos enseña en primer lugar que Dios se reserva el derecho donde y cuando obrar. En Asia y Bitinia Dios no quizo obrar (al menos en ese momento), sin embargo si quizo obrar en Macedonia. La Palabra nos enseña que Dios siempre actúa de a cuerdo a su voluntad y tiene misericordia del que quiere tener misericordia.
Esto nos lleva a pensar en nosotros al hacer la obra de Dios. Debemos entender que la obra de Dios no es nuestra y que al hacerla debemos someternos a su voluntad. Es necesario someterse a la voluntad y guía del Señor al predicar el evangelio, al plantar Iglesia. Muchos trabajos evangelísticos o misioneros fracasan porque no era la voluntad del Señor.
Por otra parte, entendiendo que la obra Dios la hace según su voluntad, él decide usar a Pablo y sus compañeros para hacerla. Estos eran los hombres que Dios había llamado, en los cuales Dios había puesto el deseo de obedecer a Dios.
Si hacer la obra de Dios sin someternos a la voluntad de Dios es malo e infructuoso también lo es la actitud pasiva que nos se dispone a ser usado por Dios.

II. Conversión de Lidia.

Hechos de los Apóstoles 16:11–15 “11 Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;12 y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.”
En esta parte vemos la conversión de la primera persona en Europa: Lidia. Lo más probable es que era una gentil prosélita del judaísmo. Ella oyó el evangelio cuando Pablo y sus compañeros llegaron a Filipos y fueron fuera de lac iudad a orar. Esta ciudad es la actual ciudad de Kaballa, en grecia.
Vemos en este relato el testimonio de la obra de Dios en esta mujer. Nos enseña mucho acerca de lo que está involucrado en la conversión de una persona:

1. Dios había preparado el corazón de Lidia.

Dice la Palabra que esta mujer “adoraba a Dios” era una gentil que había llegado a interesarse en el Dios de los judíos. Esto se enfatiza por el hecho de que estaba en el lugar donde los judíos hacían la oración. Esto no se nos dice para que pensemos que Lidia tenía algún mérito sino mas bien para saber que Dios ya estaba obrando en su corazón, Dios le había puesto el deseo de buscar al Dios verdadero. Esto lo vemos también en Cornelio, que a pesar que había sido un pagado él adoraba al Dios de los Judíos.
Esto es importante porque nos enseña que la obra de Dios en una persona no comienza cuando se le predica, sino antes, Dios obra en el corazón de la persona poniendo una preocupación por Dios, un malestar por su vida y luego un deseo de oír la verdad del evangelio. Esto es de ánimo para aquellos que se lamentan porque sus familiares no quieren escuchar la Palabra. Debemos entender que aunque ellos no escuchen la Palabra ahora Dios puede obrar ahora en sus corazones para que ellos quieran escucharla. Por esto debemos orar incansablemente.

2. Dios abrió el corazón de ella.

Dice el v. 14b “y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía”
Esto nos da a entender, primeramente, que Pablo había estado hablando el evangelio con los que estaban reunidos orando en el río.
Ahora bien, cuando Dios dice que abrió el corazón de ella quiere decir que Dios obró en ella mientras Pablo exponía el evangelio para que esas palabra que estaba escuchando no quedaran solo en el intelecto, sino que llegaran hasta lo profundo de su ser, a su corazón. Solo la Palabra de Dios es capaz de hacer esto como dice Hebreos 4:12 “12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”
Por otra parte Dios abrió su corazón para que estuviera atenta y nada e distrajese de la gran verdad que estaba escuchando. Cuando Dios obra no hay estorbos. El Mensaje del evangelio fue recibido por Lidia completo, sin distracciones a tal punto que toda su vida cambió para siempre.
¿Porqué fue necesario que Dios abriera el corazon de Lidia?
Porque la Palabra de Dios dice que los hombres tienen el entendimiento entenebrecido y no pueden recibir el evangelio. Como dice 2 Corintios 4:4–6 “4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios. 5 Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. 6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.”
Aun la predicación del evangelio de be ir acompañado del poder de Dios, si no está esa obra de Dios nada sucederá en los que escuchan. Por ese debemos buscar el poder de Dios en oración y apartarnos de todo lo que sea de tropiezo para la obra de Dios.
También debemos tomar en cuenta, una vez mas, que así como de nada sirve predicar sin el poder de Dios, Dios no obrará si su evangelio no es predicado. Dios quiere que salgamos de la pasividad y prediquemos este glorioso evangelio que como dijo Pablo: Romanos 1:16 “16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.”

3. Hubo un resultado en su vida manifestado en su hospitalidad y amor por os creyentes.

Hechos de los Apóstoles 16:15 “15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.”
El resultado de esta obra de Dios acompañada de la predicación fue que Lidia experimentó un cambio en su vida. Cambio que se demostró de dos maneras.
Se identificó públicamente con Cristo por medio del bautismo. No tuvo temor ni titubeó de identificarse públicamente como una seguidora de Cristo. Cuando se cree en Cristo verdaderamente uno no duda en confezarlo.
Llegó a tener un verdadero amor por Cristo y por los hijos de Dios. Esto se manifestó en que abrió su casa para hospedar a los misioneros. Inmediatamente puso todo lo que tenía al servicio de Dios y de los hermanos. Además de eso toda su familia conoció al Señor y quizá muchos más de modo que a lo mejor se formó una congregación. El v. 40 dice que Pablo, cuando salió de la cárcel de Filipos, regresó a la casa de Lidia y “habiendo visto a los hermanos los consolaron, y se fueron”
Este es el resultado de la obra de Dios, un verdadero deseo de seguir a Cristo y un verdadero amor por los hermanos, amor que no se queda en las palabras, que no es pasivo solo esperando recibir algo de los demás, sino un amor activo que da lo que tiene para servir a otros.

Conclusión:

Todo esto nos enseña dos cosas:
La obra es de Dios, debemos someternos a su guía recordando que estamos para hacer la voluntad de él y no la nuestra.
Dios obra con poder en las personas, eso es lo que debemos buscar y esperar del Señor.
Este sometimiento a Dios y el descansar en su poder no nos debe llevar a la pasividad si no todo lo contrario, debe llevarnos a entregarnos con confianza a servirle y disponernos a ser usados por él.
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