ESCUELA DOMINICAL
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Samuel, profeta del Antiguo Testamento
Samuel, profeta del Antiguo Testamento
Hijo de Elcana y de Ana, Samuel nació en respuesta a las oraciones de su madre (1 Sam. 1).
Desde niño quedó bajo el cuidado de Elí, sumo sacerdote del tabernáculo de Silo (1 Sam. 2:11; 3:1).
El Señor llamó a Samuel como profeta (1 Sam. 3). Después de la muerte de Elí, llegó a ser el gran profeta y juez de Israel, quien restauró la ley, el orden y la adoración religiosa en la tierra (1 Sam. 4:15–18; 7:3–17).
PRIMER LIBRO DE SAMUEL
En los capítulos del 1 al 3, se relata que Jehová maldijo y castigó a la familia de Elí y en cambio llamó a Samuel como sumo sacerdote y juez.
En los capítulos del 4 al 6, se relata la forma en que el arca del pacto cayó en manos de los filisteos.
En los capítulos 7 y 8, se encuentran las amonestaciones de Samuel en cuanto a tener dioses falsos y un rey inicuo.
En los capítulos del 9 al 15, se describen la coronación y el reinado de Saúl.
En los capítulos del 16 al 31, se relata la historia de David y cómo obtuvo el poder: Samuel ungió a David, que había matado a Goliat. Saúl odiaba a David, pero David rehusó matar a Saúl aunque tuvo la oportunidad de hacerlo.
Saul, el primer rey de Israel
Saul, el primer rey de Israel
Saúl empezó muy bien, sólo para ver que sus posteriores acciones de desobediencia arruinaron lo que podría haber sido un gobierno brillante, que honrara a Dios, sobre la nación de Israel. ¿Cómo alguien que estaba tan cercano a Dios al comienzo, podría quedar fuera de control y del favor con Dios? Para entender cómo se enredaron las cosas en la vida de Saúl, necesitamos saber algo sobre él mismo. ¿Quién fue el rey Saúl, y qué podemos aprender de su vida?
Saúl era el hijo de Cis, de la tribu de Benjamín. Saúl provenía de una familia acomodada (1 Samuel 9:1) y era alto, moreno y hermoso en apariencia.
La escritura dice que "entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo" (1 Samuel 9:2).
Él era el elegido de Dios para dirigir la dispersa nación de Israel, un conjunto de tribus que no tenían un líder central aparte de Dios y tampoco tenían un gobierno formal. En los momentos de dificultad, se levantaban los líderes, pero nunca consolidaron la fuerza de las doce tribus en una sola nación.
Aunque la petición del pueblo para tener un rey no fue agradable a Samuel, Dios lo permitió. El pueblo había rechazado a Dios como rey, lo había abandonado y servido a otros dioses (1 Samuel 8:6-8). Dios le dijo a Samuel que ungiera un rey, así como el pueblo había pedido, pero también que les advirtiera y mostrara "cómo les tratará el rey que reinaría sobre ellos" (1 Samuel 8:9). Por lo tanto, la tarea de Samuel fue la de ungir a un rey entre el pueblo. Saúl fue el primer rey que se ungió secretamente de todas las tribus de Israel (1 Samuel 10:1), antes de ser escogido públicamente al azar (1 Samuel 10:17-24).
El reinado de Saúl sobre Israel comenzó pacíficamente alrededor del año 1010 a.C., pero la paz no duró. Uno de los eventos más famosos en la vida de Saúl, fue el enfrentamiento con los filisteos en el valle de Ela. Aquí Goliat provocó a los israelitas por 40 días, hasta que un joven pastor llamado David lo mató (1 Samuel 17).
Aparte de ese incidente de temor e incertidumbre, Saúl fue un líder militar competente. Él era tan bueno que su gobierno se consolidó con su victoria en Jabes de Galaad. Como parte del triunfo, nuevamente fue proclamado rey en Gilgal (1 Samuel 11:1-15). Continuó dirigiendo la nación a través de varias victorias militares en la medida que su popularidad alcanzaba la cumbre.
Sin embargo, una serie de errores muy graves, comenzando con ofrecer un holocausto no autorizado (1 Samuel 13:9-14), dieron el inicio a la caída del reinado de Saúl.
La caída vertiginosa de Saúl continuó cuando no pudo eliminar a todos los amalecitas y sus animales como Dios lo había ordenado (1 Samuel 15:3). Haciendo caso omiso de una orden directa de Dios, él decidió perdonar la vida del rey Agag junto con parte de los mejores animales. Él trató de encubrir su trasgresión mintiéndole a Samuel y, en el fondo, mintiéndole a Dios (1 Samuel 15). Esta desobediencia fue la gota que colmó el vaso, y Dios apartaría Su espíritu de Saúl (1 Samuel 16:14). La ruptura entre Dios y Saúl es posiblemente uno de los más tristes sucesos en las escrituras.
Aunque a Saúl se le permitiría servir como rey el resto de su vida, él estaba afectado por un espíritu malo que lo atormentaba y le provocaba olas de locura (1 Samuel 16:14-23). Los últimos años de Saúl fueron profundamente trágicos ya que soportó períodos de profunda depresión maníaca. Sin embargo, un jovencito que trajeron a la corte del rey llamado David, se convirtió en la influencia que aliviaba al atribulado rey, tocando música que temporalmente restauró la cordura del rey. El rey acogió a David como uno de los suyos, pero todo esto cambió cuando David se convirtió en un buen líder militar por sí mismo. De hecho, un canto popular del día era "Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles" (1 Samuel 18:7). Cuando Saulo comprendió que Dios estaba con David, el rey quiso matar a David en cada oportunidad. David logró evadir los innumerables intentos contra su vida con la ayuda de Jonatán y Mical, los hijos del rey.
Los últimos años de la vida del rey Saúl trajeron un decline general en su servicio a la nación y en su destino a nivel personal. Invirtió mucho tiempo, vigor y un gran precio, tratando de matar a David, en lugar de consolidar los logros de sus anteriores victorias, y debido a esto, los filisteos detectaron una oportunidad para una gran victoria sobre Israel. Después de la muerte de Samuel, el ejército filisteo se juntó en contra de Israel. Saúl estaba aterrorizado y trató de preguntarle al Señor, pero no le respondió ni por Urim, ni por profetas. Aunque él había expulsado a los médiums y espiritistas de la tierra, Saúl se disfrazó y le preguntó a una adivina de Endor. Le pidió que se pusiera en contacto con Samuel. Parece que Dios intervino e hizo que Samuel se apareciera a Saúl. Samuel le recordó a Saúl de su anterior profecía cuando le dijo que el reino le sería quitado. Además, le dijo a Saúl que los filisteos iban a conquistar a Israel y que él y sus hijos morirían (1 Samuel 28). Los filisteos, efectivamente, dirigieron a Israel y mataron a los hijos de Saúl, incluyendo a Jonatán. Saúl fue gravemente herido y le pidió a su escudero que lo matara, para que los filisteos no lo torturaran. Por miedo, el escudero de Saúl se negó, así que Saúl tomó su propia espada y se echó sobre ella, y su escudero también hizo lo mismo.
Hay tres lecciones que podemos aprender de la vida del rey Saúl.
1. En primer lugar, obedecer al Señor y hacer Su voluntad. Desde el principio de su reinado, Saúl tuvo la oportunidad perfecta para ser el punto de referencia mediante el cual todos los futuros reyes podían ser evaluados. Todo lo que tenía que hacer era buscar al Señor de todo corazón, obedecer Sus mandamientos y alinear su voluntad con la de Dios, para que su gobierno hubiera sido uno que honrara a Dios.
Sin embargo, como muchos otros, Saúl escogió un camino diferente y se desvió de Dios. Encontramos un ejemplo perfecto de su desobediencia en el incidente donde Dios le ordenó matar a todos los amalecitas, pero Saúl le perdonó la vida al rey y guardó parte del botín de la guerra. Amán el agagueo, que más adelante trataría de matar a los judíos (ver Ester), era un descendiente del rey a quién Saúl le perdonó la vida.
Saúl agravó sus problemas cuando le mintió a Samuel respecto al incidente. Afirmó que los soldados habían guardado lo mejor de los animales para sacrificarlos a Dios (1 Samuel 15). Este hecho, además de muchos otros en el transcurso de su reinado, dejaron bien claro que no se podía confiar en él para ser un instrumento de la voluntad de Dios.
2. La segunda lección que aprendemos, es no abusar del poder que se nos ha dado. No hay duda de que el rey Saúl abusó del poder que Dios le había confiado. A menudo el orgullo se cuela en nuestros corazones cuando las personas nos están sirviendo y honrando. Con el tiempo, el recibir "un trato de estrellas", puede hacernos creer que en realidad somos especiales y dignos de elogio. Cuando esto sucede, nos olvidamos de que Dios es el único que realmente está en control y que sólo Él gobierna sobre todo. Dios pudo haber elegido a Saúl porque él era humilde, pero con el tiempo esa humildad se reemplazó por un orgullo egoísta y destructivo que acabó con su gobierno.
3. Otra lección para nosotros, es dirigir de la manera que Dios quiere que lo hagamos. Primera Pedro 5:2-10, es la guía definitiva para conducir al pueblo que Dios ha puesto a nuestro cargo.
"Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria. Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca".
David, el rey conforme al corazón de Dios
David, el rey conforme al corazón de Dios
En el Antiguo Testamento, fue rey de Israel.
David era hijo de Isaí, de la tribu de Judá. Fue un joven valiente que mató un león, un oso y al gigante filisteo Goliat (1 Sam. 17).
David fue escogido y ungido para ser el rey de Israel. Igual que Saúl, siendo adulto fue culpable de graves delitos; pero a diferencia de este, fue capaz de sentir verdadera contrición y, por lo tanto, logró el perdón de sus pecados.
Su vida se divide en cuatro etapas:
(1) en Belén, donde era pastor (1 Sam. 16–17);
(2) en la corte del rey Saúl (1 Sam. 18:1–19:18);
(3) la de fugitivo (1 Sam. 19:18–31:13; 2 Sam. 1);
(4) como rey de Judá en Hebrón (2 Sam. 2–4),
y posteriormente rey de todo Israel (2 Sam. 5–24; 1 Rey. 1:1–2:11).
El pecado de adulterio que David cometió con Betsabé llevó sobre él una serie de desgracias que menoscabaron los últimos veinte años de su vida. La nación en general prosperó durante su reinado, pero David sufrió las consecuencias de sus pecados. Tuvo continuos problemas familiares que, en el caso de sus hijos Absalón y Adonías, terminaron en completa rebelión. Estos acontecimientos fueron el cumplimiento de la declaración del profeta Natán a David, por causa de su pecado (2 Samuel 12: 7–13).
A pesar de estos desastres, el reinado de David fue el más sobresaliente de la historia israelita, pues (1) unió a las tribus en una sola nación, (2) adquirió posesión absoluta del país, (3) se basó en la religión verdadera para gobernar al pueblo, por lo que la voluntad de Dios era la ley de Israel. Por estas razones, en épocas posteriores al reinado de David se le consideró la edad de oro de la nación y el símbolo de la época más gloriosa que el pueblo esperaba: la de la venida del Mesías (Isa. 16:5; Jer. 23:5; Ezeq. 37:24–28).
La vida de David ilustra la necesidad de que todas las personas perseveren en la rectitud hasta el fin. Cuando era joven, David se caracterizó por ser un hombre “conforme al corazón” de Jehová (1 Sam. 13:14); siendo ya un hombre, habló por el Espíritu y recibió muchas revelaciones. Pero pagó un alto precio por su desobediencia a los mandamientos de Dios.