Día 12 - MI OBJETIVO DE VIDA: Morir para vivir (III)
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Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
Me encanta Pedro. Me siento identificado con él. Dice lo que todos quieren decir y no se animan. Pedro se adentra en nuestro dilema como ningún otro y hace la pregunta del millón de euros: “¿Qué de nosotros, que lo hemos dejado todo y te hemos seguido?” (Marcos 10:28 NVI). Te traduzco sus palabras: “¿Qué vamos a obtener todos aquellos que hemos muerto a nuestros deseos y que nos hemos negado a nosotros mismos?”. ¿No te resulta fascinante que Jesús no condene su pregunta? Él no dice: “¡Apártate de mí, Satanás! ¿Cómo te atreves a hacer semejante pregunta tan desubicada y antibíblica?” (Recuerda que Jesús no tiene ningún problema en decirle esto a Pedro cuando la situación lo merece; mira Marcos 8:33). Jesús no solo responde su pregunta positivamente, sino que además alienta el pensamiento de Pedro dándole una motivación extra para dejarlo todo: una vida “cien veces mejor”.
Quisiera desafiarte a que medites una frase un tanto provocadora: Nunca has tomado ni jamás tomarás una decisión que vaya en contra de buscar tu felicidad. Siempre, aún en el negarnos a nosotros mismos, lo hacemos porque creemos que al hacerlo ganaremos algo que nos beneficiará. Me niego a comer chocolate, porque quiero mantener mi figura. Es decir, una buena figura me hace más feliz o me causa más placer que comer chocolate. En otras palabras, lo que más quiero es verme bien y por eso elijo no comer algo que me gusta. Ahora piensa en la situación inversa. Como chocolate porque quiero disfrutarlo. Aunque estoy eligiendo exactamente lo opuesto, en un nivel más profundo, estoy eligiendo lo mismo: ¡lo que más quiero! En este caso, lo que más quiero es sentir un delicioso gusto dulce en mi boca. ¿Quiero una buena figura? Quizás sí, ¡pero no tanto como quiero el chocolate! ¿Puedes verlo? Siempre elijo lo que más quiero. Mis decisiones están dominadas por aquello que mi corazón más ama; el placer del chocolate o el placer de tener un cuerpo atractivo o buena salud. Déjame decirlo de otra forma: “Siempre, en toda situación y en todo momento, (consciente o inconscientemente) elijo aquello que a mi criterio (acertado o incorrecto) me causará el mayor bien posible”. Pedro, el resto de los discípulos y todos los cristianos de la historia no somos la excepción; elegimos perder el mundo para ganar a Cristo. Recuerda las palabras de Pablo en Filipenses 3:8: “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas […] a fin de ganar a Cristo”.
Ahora es necesario detenerse a considerar un punto importantísimo. ¿Qué me impide interpretar este pasaje como lo hace “el evangelio de la prosperidad”: ofrenda un euro y Dios te dará cien; ofrenda diez y Dios te dará mil? Si observas el texto con detenimiento, verás que Cristo lo deja muy claro. Si miras el verso 28 notarás que Jesús repite la misma frase que afirma en Marcos 8:35: “por causa de mí y del evangelio”. ¡Éste tiene que ser el motivador de tu corazón!; no las casas, los hermanos, etc. Si tú te niegas a ti mismo (dando dinero, sirviendo en un ministerio o, incluso predicando el evangelio a los perdidos) y tu motivación más profunda no es Cristo y el evangelio; entonces sigues buscando tu bien mayor en el mundo y lo que amas no es a Cristo sino sus beneficios. El ejemplo más triste de esta realidad se encuentra en Mateo 7:22,23 donde Jesús afirma: “Muchos [¡no pocos!] me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros [es decir, los “muchos” son personas que estaban convencidas de ser cristianos e, incluso, ¡estaban ministrando!]?’. Y entonces les declararé: ‘Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”’.
Como Jesús afirma en Marcos 10:28-30, no está mal desear los beneficios extra (“casas, hermanos, etc.”) pero si ese es tu motivador principal y más profundo; entonces nunca has conocido a Aquel que es tan increíble, que por él vale la pena perder tu casa, tu familia, tu tierra y aún tu propia vida.
Para orar y meditar a lo largo del día:
No solo no está mal buscar mi felicidad en Cristo, sino que Cristo mismo me dice que es “cien veces” mejor que cualquier otra clase de vida.