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Libre Albedrio

TITULO: RESPONSABILIDAD POR LIBRE ALBEDRIO
INTRODUCCION.
El autor de las crónicas de Narnia, C.S Lewis era creyente, él tenía un amigo también escritor llamado Tolkien.
Hay una famosa frase de J.R.R Tolkien en su libro el señor de los anillos que dice lo siguiente:
"Un Anillo para gobernarlos a todos, un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas".
El anillo único de Tolkien siempre lo he comparado con el pecado, es algo que atrae a todos los hombres pero que al mismo tiempo los destruye, los vuelve cada vez más malvados, los corrompe, los ata, y finalmente acaban en las tinieblas.
El pecado nos lleva finalmente al infierno, un lugar muy real. Dios algún día juzgará al mundo y los que no hayan sido lavados y justificados con la sangre de Jesús serán condenados.
No es cosa liviana tomarnos nuestras vidas de cualquier manera, hay mucho en juego. Cuidado porque el pecado es como el anillo único es altamente destructivo y atractivo al mismo tiempo, pero el final es la muerte y las tinieblas.
Dios es un Dios bueno, sí, pero también es totalmente justo y no puede pasar por inocente al culpable, además es Santo. Gracias a que proveyó una solución por medio de Jesucristo, y es su sacrificio en esa Cruz la que nos puede librar del fuego eterno.
Así dice el Señor en su palabra en Romanos 3:23. “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”.
Si alguien te dice que no ha pecado es mentiroso. Y el pecado lo que hace es separarnos de Dios y de su gloria, de su presencia y finalmente de la vida eterna junto a él.
Hoy en día esta sociedad cree que puede vivir de espaldas a Dios y que no pase nada. La gran mentira del Diablo es hacerles creer que no hay Dios, que no hay pecado, que son libres cuando no se dan cuenta de que son esclavos, son gobernados por el pecado, el pecado les gobierna a ellos y los hace esclavos. Queridos hermanos y amigos a veces pensamos que podemos burlar a Dios, el no tendrá por inocente al culpable.
Jua 8:31Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
Jua 8:32y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Jua 8:33Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ¿Seréis libres?
Jua 8:34Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
También dice la palabra de Dios que
Stg 4:17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Como creyentes a veces podemos andar por la vida sin temor al pecado, sin temor de Dios.
Pecado: El principal término neo testamentario es hamartia. Se emplea en griego clásico en el sentido de errar el blanco o tomar un camino equivocado. Es el término neo testamentario general para el pecado, como violación de la ley divina
Pero, ¿Por qué pecamos? ¿Qué es lo que nos lleva a pecar?
EL DIABLO.
1Pe 5:8Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar;
Tenemos un enemigo que siempre está trabajando, este no coge vacaciones.
Tenemos que velar, está buscando hacerte caer y destruirte, separarte así de tu comunión con Dios.
La palabra de Dios nos dice que el Diablo es el príncipe de este mundo, pero ya ha sido juzgado y algún día será echado al lago de fuego. Él quiere llevarse a todos los que pueda con él. Porque odia al ser humano.
Bien es cierto que tenemos un enemigo, el Diablo que quiere destruirnos y tentó o probó la integridad de Jesús en el desierto.
Hendriksen destaca lo siguiente:
Para los hombres en general, incluyendo los creyentes, primero está la voz tentadora o el susurro interior de Satanás, incitándolos a pecar. Pero también está el deseo interno (“concupiscencia”) que estimula al tentado a prestar oídos a las insinuaciones del diablo. Así, el hombre, siendo “de su propia concupiscencia atraído y seducido” (Stg. 1:14), peca.
Es interesante esta reflexión de Hendriksen porque el Diablo utiliza nuestros deseos internos pecaminosos para tentarnos y hacernos caer en el pecado y así llega la muerte espiritual que nos aleja de Dios. Porque el pecado lo que produce en nuestra relación con Dios es separarnos de él, ya que Dios es totalmente santo y no puede cohabitar con el pecado. Esto no significa que el Diablo sea el culpable, la responsabilidad es totalmente nuestra. También sabemos que el Diablo no es omnipotente, pero por observar nuestros hábitos y acciones puede intuir que cosas nos pueden hacer caer.
Recordemos que el Diablo es padre de mentira y nos quiere hacer creer que las cosas pecaminosas son atractivas y nos harán bien, cosa que es totalmente falsa.
Pero no solo tenemos los demonios como enemigos y muchas veces tendemos a echar la culpa al Diablo de todo.
Contar chiste.
EL MUNDO.
1Jn 2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
1Jn 2:16Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
1Jn 2:17Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Estamos rodeados de las cosas de este mundo y este mundo no debe ser nuestro anhelo, no es nuestro hogar. Este mundo ofrece el pecado constantemente envuelto en papel de regalo, con un lacito y todo. Bien bonito para que parezca bueno.
El príncipe de este mundo es el Diablo.
LA CARNE.
Tenemos un tercer enemigo a parte del Diablo y este mundo que es nuestra propia carne.
Stg 1:13Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
Stg 1:14sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Stg 1:15Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Desde que peco Adán en el huerto del Edén tenemos esa raíz en nuestra naturaleza.
Tentación: La idea de poner a prueba, ya sea con buena o mala intención.
Instigación o estímulo que induce el deseo de algo.
Concupiscencia: anhelo exagerado de satisfacer deseos terrenales, alejados de lo espiritual o de lo profundo. Puede entenderse la concupiscencia como una tendencia al pecado.
Muchas veces pensamos: ahora tengo una nueva naturaleza en Cristo, soy nueva criatura y es verdad, pero eso no quiere decir que ya no tengamos que luchar más contra nuestros deseos desordenados que son contrarios a Dios.
Hasta que partamos con el señor tendremos que batallar contra nuestra carne.
Primeramente, debemos tener clara una idea. El hombre es responsable por sus pecados. No hay que inculpar a Dios, ni a otro. La tentación viene de su propia concupiscencia, que es un deseo fuerte y engañoso. Todo hombre cuando es tentado, lo es de sus propias concupiscencias. Además, cada uno tiene sus propias concupiscencias peculiares y personales. Cada uno ha de luchar con estas concupiscencias para no ceder al pecado. Estas concupiscencias tienen su naturaleza en nuestros hábitos y temperamento, así que podemos y debemos tratar con ellos para evitar caer en pecado.
¿Qué malos hábitos dan pie o lugar a que se engorden mis concupiscencias?
Temperamento: Carácter o manera de ser de una persona.
Puedo decir yo es que así, así seguiré nunca cambiaré, o puedo decir Dios mío ayúdame a cambiar para no ser vencido por mi temperamento. Si no lo hacemos mi tendencia personal a pecar estará a la vuelta de la esquina esperando el momento para atacarme.
Barclay nos da su opinión acerca de la responsabilidad propia hacia el pecado:
Desde el principio del tiempo, el instinto del hombre ha sido echarle las culpas de su pecado a otro. El antiguo autor que escribió la historia del primer pecado en el Jardín del Edén era un psicólogo estupendo con un conocimiento profundo del corazón humano. Cuando Dios enfrentó a Adán con su primer pecado, la respuesta de Adán fue: «La mujer que me diste para que estuviera conmigo me dio del árbol, y por eso lo comí». Y cuando Dios enfrentó a la mujer con su acción, Le contestó: «Fue la serpiente la que me engañó para que comiera». Adán dijo: «Yo no tengo la culpa. Fue Eva». Y Eva dijo: «Yo no tengo la culpa. Fue la serpiente» (Génesis 3:12s).
Los humanos siempre hemos sido expertos en el arte de la evasión. Les echamos las culpas a las circunstancias, a los demás, hasta a nuestro propio temperamento, por el pecado del que somos culpables.
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