Comunicación

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Rápido y Lento

Gracias por sus oraciones en esta semana. Tuve dengue, con fiebre y no es lo mismo tenerlo a los 20’s que a los 50’s. Cuando fui al laboratorio me preguntan la edad, digo 53, piden mes, día, año, dirección. Me piden que revise los datos y aparece 54, me volteo y digo ¡53! pero al revisar pues no es así ¡ya tengo 54!
El cuerpo resiente el paso de los años; a veces platicando con amigos de la edad, dice uno: me empezó a doler la espalda ¿qué estabas haciendo? y responde ¡nada! así, de pronto. Me levanté y estaba cansado. Como que ser adulto es cuando vivir duele. Cuando escuchas a los de 40 quejarse, los ves y piensas ¡está rejoven! no sé que se queja. Veo jóvenes a los de 40.
El cuerpo dio su lucha , finalmente libramos el dengue. Pero pelear representó un desgaste para el cuerpo. Pero, algo que observé en estos días, es que estamos hechos para relacionarnos, gracias por cada uno que llamó, oró, envió mensaje, Magdiel, Laurita, Norita, Zulma bueno, a todos, especialmente a la pastora, que estuvo atenta, pendiente, la mejor doctora, enfermera, que podría tener.
Y al meditar, que somos nosotros la extensión del Cuerpo de Cristo, que estamos para cuidar unos de los otros, para amarnos, me vino al pensamiento el verso que el Señor Jesús dice en una oración:
Te pido que todos sean uno, así como tú y yo somos uno, es decir, como tú estás en mí, Padre, y yo estoy en ti. Y que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 17:21, NTV)
Yo estoy en ellos, y tú estás en mí. Que gocen de una unidad tan perfecta que el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas tanto como me amas a mí.” (Juan 17:23, NTV)
Si fuimos creados para este tipo de relación, nuestro Señor nos dio ejemplo, la pregunta es ¿por qué es tan complicado tener buenas relaciones?
Tenemos todo para poder tener buenas relaciones, pero es el área en que quizá más batallamos ¿por qué? Si lo pensamos espiritualmente, es porque es el área que recibe más ataques.
En las guerras un objetivo primario del enemigo son las comunicaciones, derribar las torres, interceptar los mensajes. los medios de comunicación. Es estratégico. De igual forma, un ataque a las relaciones siempre se dará por medio de la comunicación en las relaciones.
Por eso quiero compartir de este tema. Si seremos un frente Unido contra las fuerzas espirituales, debemos empezar a fortalecer esta área con nuestra pareja, familia, hijos, amigos, etc. De esto hablare por unas cuantas semanas.
En ocasiones tú mismo echas a perder la comunicación, ¿te ha pasado que ni bien dices algo y te arrepientes? De pronto al contestar ¿te das cuenta que lo que echó a perder, fue el tono, la forma más que el contenido?
Otras ocasiones es cuando te niegas a escuchar. Sobre todo en el conflicto, cierras tus oídos y le sigue cerrar el corazón, después las manos para hacer un puño.
Ahora bien, lo interesante es que en toda discusión las 2 partes quiere lo mismo, quiere que la otra parte sea rápida para escuchar y lenta para hablar. Y los 2 quieren que la otra parte empiece.
No están de acuerdo, discuten y los 2 dicen ¡pero escucha! En una discusión no te puedo escuchar, hasta saber que tú me has escuchado, tú no puedes escuchar, hasta saber que te han escuchado ¿cierto? ¡sí, así somos la mayoría!
Leeremos algo que escribió Santiago, hermano menor de Jesús. Como hermano, no creyó en ÉL hasta después que resucitó. Es entendible porque crecieron juntos, lo vio caerse del árbol, ir al baño, moquear y de pronto se entera que anda diciendo que es el Mesías, Hijo de Dios ¡claro que no le cree!
Después lo ve ser crucificado y al tercer día lo ve resucitado, desayuna con ÉL. ¡Eso lo convenció! Después de verlo resucitado, Santiago surge como líder de la iglesia. Tuvo un final trágico.
Josefo historiador dice que el año 62 d. C. 30 años después de la resurrección de Jesús, el sumo sacerdote Ananías quiere matar a Santiago, pero no lo hace por temor a la gente; el gobernador de Judea: Festos, muere y en lo que esperan que Roma envíe un nuevo gobernador, Ananías tiene el poder religioso y político, y aprovecha esa oportunidad para acusar a Santiago de violar el templo, lo lleva al sanedrín y es condenado a morir. Lo avientan del templo y lo apedrean, es el año 62 d. C.
Después llega el nuevo gobernador: Albino. Le dicen lo que ha hecho Ananías y lo destituye del poder político y de ser sumo sacerdote. Le pide al rey Agripa que nombre un nuevo sumo sacerdote, pero Santiago ha muerto apedreado por creer que su hermano es el Salvador. A Santiago le apodaban “el justo”. Antes de ser asesinado escribe una carta a la iglesia, sobre la importancia de la comunicación y de saber escuchar.
Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar...” (Santiago 1:19, NTV)
Rápidos para escuchar, pero ¿cómo aceleras el escuchar? ¿se puede? ¿qué quiere decir? De eso hablaremos. Te aseguro que esto es lo que quieres que hagan contigo los demás: que san rápidos para escucharte. ¿Quieres que tu esposa te escuche? ¿quieres ser comprendido? Pues, entonces ¡tú debes ser rápido para escuchar!
“...lentos para hablar...” (Santiago 1:19, NTV)
Lentos para hablar. ¿Acaso hablar lento como Doris habla cetáceo? Esto quiere decir que tus palabras lleguen tarde. Si quieres decir algo, está bien, pero ¡espera! ¡no te apresures! ¡se curioso y has preguntas! Aclara el tema lo más que puedas. El asunto es que, al discutir, lo que quieres es que se calle y te permita derramar tu sabiduría, ¿para qué quiero preguntar? Porque debes ser rápido para escuchar y lento para hablar. Así que mientras más preguntes, más escuches, más aprendes y tardas más tiempo en responder, en hablar.
Si quieres que tus padres se asusten, di: padres, no veo las cosas como ustedes, pero quiero ¿dímelo otra vez! ¡se va a desmayar! Esposa, dile a tu esposo ¡sí mi amor, explícamelo otra vez para que quede claro! mientras preparo tu torta, y saco los hielos para la coca. Se va a espantar ¡nadie hace eso!
Por eso Santiago dice: has una pausa, se curioso, pregunta. Los más grandes remordimientos son porque somos rápidos para hablar y lentos para escuchar. Quizá debamos pedir perdón por haber hablado sin escuchar, por asumir que sabías todo.
Cuando no escuchamos es como decir: ¡ya lo se todo! tengo la sabiduría, experiencia, juventud, edad, madurez, se todo, tú no sabes nada. Y en ese momento ¡cierras la puerta! Y después nos preguntamos ¿por qué mis hijos, cónyuge, no me cuentan nada! Quizá, quizá los hemos alejado. Puedes imponer tu razón por encima de ellos, pero al hacerlo ¡los alejas!
Puedes ser el mejor empleado y ser despedido por no saber escuchar. Puedes tener la razón en todo y no tener ninguna relación profunda. Puedes tener el mejor consejo para sus vidas, pero no llegará porque se han alejado.
Santiago diría: eres rápido para hablar. ¿Cómo quieres que la relación mejore? ¡no escuchas! sólo hablas. Al seguir este principio, lo que dice después tiene sentido:
“… y lentos para enojarse.” (Santiago 1:19, NTV)
No enojarse es un resultado y una decisión. Al ser rápido para escuchar y lento para hablar, es más fácil protegerte del enojo ¡Todos nos hemos enojado! Cada uno a su manera, algunos gritan, otros se callan sólo se ponen colorados, otros explotan.
Santiago habla de un enojo destructivo por sacar conclusiones antes de tiempo, por suponer que sabes lo que van a decir. La fórmula para evitar esto es: +rápido para escuchar. Porque así aprendes más y te enojas menos. Más adelante veremos ¿qué tienes qué aprender y por qué?
Ahora dice algo de sentido común pero necesario recordar, el principio es: “Todo lo que las personas dicen o hacen, para ellos tiene sentido”. Esto no siempre es fácil de comprender. Al hablar de política algunos no entenderán porqué defiende o ataca a…, con respecto a la salud, los hijos, futbol, etc. Cuando escuchas algo diferente a lo que crees o piensas, dices ¿por qué dijo eso? porque ¡no lo entiendes! Ahora te pregunto Si tú haces esa pregunta ¿quién necesita más información? ¿quién no entiende? ¿quién tiene el problema? ¡claro! el que dijo ¡no entiendo!
Pero es más fácil criticar, que preguntar para aprender. Quizá al entenderlos te unas a ellos ¡quizá no! pero sabrás por qué dijo lo que dijo.
Todos tienen una razón para decir lo que dicen o hacen; lo peor que se puede hacer ¡y es lo que hacemos! es suponer que sabes la razón.
Rápido para escuchar, lento para hablar. Debo confesar que a veces ni bien empiezan la pregunta y yo la termino, la respondo, pongo objeciones que después aclaro. Me cuesta ser rápido para escuchar y lento para hablar, muchas veces lastimé a mis hijos por hacerlo al revés.
Cuando estás discutiendo escuchas para responder en lugar de comprender y ¡no aprendes nada! Si no aprendes, será difícil tener relaciones significativas porque todos tenemos un filtro, cada palabra que dices pasa por el filtro de la edad, educación, cultura, historia y es probable que no entiendas correctamente lo que dicen. Por eso no es bueno juzgar por algo que no entiendo. Política, La.
Si termino aquí, tendremos herramientas prácticas, pero Santiago no termina aquí, él vio a su hermano ser puesto en una cruz y resucitar. Nos dice que hay algo más importante, más grande. No se trata que sólo tengas mejores relaciones, esto no es auto ayuda ¡va más allá! Hay algo divino, pero si lo usas sólo para tu beneficio, con el tiempo lo usarás de forma egoísta, por eso Santiago dice: Hay algo más importante:
pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.” (Santiago 1:20, NVI)
Cuando te enojas y ese enojo sobrepasa, eso no produce la justicia que Dios quiere. O sea, en toda discusión hay 3 puntos de vista: el mío, el tuyo y el de Dios. Cuando quieres tener la razón, tu propósito es convencer; la otra persona quiere lo mismo, y Dios quiere que produzcan una vida justa, eso es lo que ÉL quiere.
Te enojas porque no te sales con la tuya, la otra persona igual y ninguna está produciendo la justicia que Dios quiere. Están compitiendo, hay conflicto, enojo, porque no logras convencer y quieres obligar. Y ese enojo no produce la justicia que Dios quiere. Para ti lo “justo” es que reconozcan que tú tienes la razón, pero la otra persona ¡piensa lo mismo!
¡Reconozcan que tengo razón y listo! es mi justicia. Punto. Se que tengo la razón, sólo falta que ¡ustedes lo reconozcan! Santiago dice: Eso no es la justicia de Dios, no es lo que ÉL quiere.
Siendo honestos ¡quieres tener la razón por encima de los demás! Dios quiere que obres, que produzcas Su justicia. Dos objetivos diferentes. Tú quieres convencer que tienes la razón, pero si lo haces a cualquier costo ¡ganas la pelea! pero ¿qué ganas? ¿dónde está el corazón de la otra persona? ¡no se! pero tu ve la razón. Ganaste la pelea y perdiste lo más importante: la relación.
Esta brecha es muy común en las relaciones de matrimonios ¡cuidado!
Puedes quedarte con la razón ¡y nada más! porque te habrán abandonado y eso no es lo que Dios quiere. Dios no está de ningún lado. Vino a tomar el control, no quiere que tengas la razón a cualquier costo, sino que obres, que procures Su Justicia. Y eso nos lleva al Gran Mandamiento de Jesús, la guía para nuestra vida:
Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros.” (Juan 13:34, NTV)
Jesús no vino a tener la razón ¡hubieran bastado 20 min! Si hubiera venido a tener la razón ¡no habría terminado en al cruz! Pero ¡no vino a eso! Y nos dice lo mismo como seguidores: tu misión en la vida, no es tener la razón, sino hacer lo que ÉL vino a hacer: reconciliarnos con el Padre y los unos con los otros.
En otras palabras: ¡Deja de querer tener la razón siempre! Mejor procura la justicia de Dios, pero ¿cómo hago eso? Rápido para escuchar, lento para hablar. No ganas una pelea perdiendo una relación ¡ahí no gana nadie! Ahora que sabemos cuál es la meta, Santiago nos lleva un paso más allá.
Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda...” (Santiago 1:21, NVI)
Así como te quitas una prenda de vestir. Andas el saco de ¡tengo razón! quieres probar que es así y los demás están mal. ¡Quítate ese saco! La palabra inmundicia da la idea de algo sucio, inmoral. Muchas veces la violencia empieza con una palabra, una frase que sube de tono, muchas veces la violencia doméstica comienza con un: “me gustaría aclarar algo”. Con una mirada que se interpreta como un ¡tú estás mal! Después las palabras escalan, porque no puedes escuchar por estar interrumpiendo.
Nadie puede escuchar mientras habla. ¡Sólo hagan lo que yo digo porque tengo la razón! Exijo mis derechos porque tengo razón.
Santiago dice: como seguidor de Jesús, ¡sabes lo que ÉL hizo! Nos reconcilió con Dios y con los demás, eso es lo que hizo Jesús, así que tú ¡quítate ese saco!
Esa malicia, deseo de lastimar, querer tener la razón, que sepa que te vas a vengar. Cuando veas que discutes y empiezas a insistir en tener la razón, ¡alto! pregúntate ¿me estoy poniendo el saco de la razón? bueno, mejor no te lo preguntes ¡quítate ese saco! porque aunque ganes la pelea, lastimarás la relación.
... para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes...” (Santiago 1:21, NVI)
No te quedes sin saco ¡ponte el abrigo de la humildad! porque es más importante mantener la unidad que tener la razón. Procura la justicia de Dios ¡eso es humildad! El Señor Jesús te puso en primer lugar y te pide que hagas lo mismo con los demás. Si te preguntas ¿cómo lo hago? Rápido para escuchar y lento para hablar! Santiago termina así este tema:
Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida.” (Santiago 1:21, NVI)
No habla de salvación eterna, sino salvar la vida, salvar la familia, el matrimonio, la relación con tu hija, con tu hijo, te salva del remordimiento por tratar mal a tus padres, te salva del divorcio o de otro divorcio.
Esto dijo Santiago el justo, martirizado el año 62 d. C. El propósito de quitarte ese saco es más que para sólo tener buenas relaciones o que no te enojes, Dios desea algo más ¡aceptar la verdad de SU Palabra!.
Hace 2 mil años ese Logos, llegó como un bebé frágil, por 30 años experimentó la vida, dolor, desilusión, funerales, persecución. Vio a Roma invadir su mundo, su barrio, vivió la vida tal como tú y como yo. Después de 30 años, empieza a hablar con la gente, multitudes se reúnen a su alrededor, sentían que ÉL sí los entendía y habló con ellos como nadie lo había hecho.
La gente que no era como Jesús, eran quienes más se acercaban a ÉL, porque sabían que los aceptaba y después los invitaba a seguirlo y ¡eso cambió el mundo!
Esa invitación sigue vigente. Cambiaremos el mundo, una vez más, ÉL está de nuestro lado, no será fácil, y tampoco a como nosotros queremos. Por eso requiere sacrificio, pero vale la pena. Eso creyó Santiago el Justo. Quien tuvo una muerte violenta, creyendo que al abrir sus ojos, al otro lado vería a su hermano y su Salvador.
Palabra de Dios
Oremos
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