El Bautismo - Una expresión externa de una experiencia interna
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37 Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «Hermanos, ¿qué haremos?».
38 Entonces Pedro les dijo: «Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo.
39 »Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame»
40 Y Pedro, con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba diciendo: «Sean salvos de esta perversa generación»
41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas.
42 Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
Introducción
Introducción
Hoy es un día muy especial porque vamos a celebrar una de esas cosas que nos identifican como iglesia local, como la iglesia de Cristo. Una de esas cosas que nos dan identidad como el Pueblo de Dios. Una de esas cosas que son un indicador de que una iglesia local está viva, que está creciendo y que está obedeciendo y llevando a acabo la misión que el Señor Jesús les dio cuando dijo:
Mateo 28:18–20 (NBLA)
18 ...«Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.
19 »Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
20 enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
El Evangelio de Marcos también registra el mandato de Jesús de la siguiente forma:
Marcos 16:15–16 (NBLA)
15 ...«Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura.
16 »El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado.
Hoy vamos a celebrar bautismos. Pero antes quiero que tengamos un tiempo como iglesia para meditar en este tema de la conversión y el bautismo.
Un solo requisito
Un solo requisito
Aunque Marcos dice El que crea y sea bautizado será salvo, nosotros no creemos que eso signifique que hayan dos requisitos para ser salvo, o dos etapas, o dos pasos: creer y ser bautizado.
El ladrón en la cruz no tuvo tiempo de ser bautizado y el Señor le dijo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso.
Nosotros creemos que el creer y ser bautizado son dos aspectos de una misma experiencia.
Creer es un acto interno; un acto del corazón y ser bautizado es la evidencia externa de ese acto interno.
Ciertamente nadie puede conocer las intenciones del corazón, pero sí podemos hacer expresiones externas que demuestren lo que sentimos.
No sé si esta es la mejor ilustración pero pienso que esto es como cuando un hombre y una mujer se casan. La boda o más bien los votos son simplemente una expresión pública de una decision que ya se ha tomado en el corazón.
Tanto el hombre como la mujer ya se aman y ya han resuelto en sus corazones vivir juntos para siempre y la boda es un acto que testifica las desiciones que ya se tomaron en el corazón.
Por lo tanto el bautismo es una expresión pública de una experiencia interna.
Nadie puede decir: yo me convertí a Cristo, pero aún no he tomado la decisión de bautizarme.
Como tampoco nadie puede decir: yo me convertí a Cristo, pero aún no he tomado la decisión de tomar la Cena del Señor.
Ambas son expresiones que no hacen ningún tipo de sentido bíblico ni lógico.
Porque una cosa está atada a la otra.
Usando la misma ilustración esto sería como un hombre que diga: Me encanta esta mujer, estoy enamorado de ella, quiero vivir con ella para siempre, quiero que sea la madre de mis hijos, pero todavía no he decidido casarme con ella.
Estas son expresiones que no hacen ningún sentido.
Por eso, aunque respetamos a nuestros hermanos evangélicos que lo practican, nosotros no practicamos el bautismo de infantes. Porque, de nuevo, creemos que es un acto externo de una experiencia interna.
Una ordenanza
Una ordenanza
La segunda parte del punto número 9 de la declaración de fe de la Alianza Cristiana y Misionera dice lo siguiente. En esto creemos:
La iglesia local es un cuerpo de creyentes en Cristo que se reúne para la adoración de Dios, para edificación a través de la Palabra de Dios, para la oración, el compañerismo, la proclamación del evangelio, y la celebración de las ordenanzas del bautismo y la Santa Cena.29 (27Efesios 1:22-23; 28Mateo 28:19-20; 29Hechos 2:41-47)
Como Alianza creemos que el Señor Jesús le ordenó a sus discípulos y por ende a la iglesia, celebrar públicamente dos actos principales: la Santa Cena y bautismos.
O sea, que si Él lo ordenó, le honramos a Él, le obedecemos y le amamos cuando los practicamos.
Ahora bien, ¿por qué le llamamos ordenanzas y no sacramentos?
No le llamamos sacramentos porque ninguno de los dos actos logran o completan algo. Sino que son un testimonio público de nuestra fe.
Cuando celebramos la Cena del Señor lo hacemos porque la noche en que fue entregado, Jesús tomó pan y lo partió y luego tomó la copa y le ordenó a sus discípulos: hagan esto, cuantas veces lo hagan, en memoria de mí. Háganlo para recordarme. Háganlo para recordar lo que hice por ustedes. Háganlo para proclamar mi muerte y para proclamar mi regreso.
Cuando celebramos la Cena del Señor no ocurre nada místico en nosotros sino que simplemente estamos dando un testimonio, tanto al mundo como a nosotros mismos, de lo que el Señor ya hizo por nosotros.
Y lo mismo ocurre con el bautismo. Es un testimonio externo y público de algo que ya ha ocurrido dentro de nosotros.
Esto no significa que una persona no pueda tener una experiencia sobrenatural en el momento de su bautismo. Dios hace como quiere. Pero no podemos afirmar que tiene que haber una señal sobrenatural para que el bautismo sea genuino.
Un significado lógico
Un significado lógico
Y como nuestro Dios es un Dios de significado, todo lo que hace y todo lo que Él nos ha ordenado que hagamos tiene un sentido lógico.
Por ejemplo, ¿por qué Él decidió que el bautismo fuese esa expresión externa de la experiencia interna de salvación?
¿O por qué decidió que una cena fuese una expresión externa de nuestra fe en Él?
Todo tiene un sentido.
Cuando comemos el pan que le da vida a nuestro cuerpo físico recordamos que la obra redentora de Cristo; o sea, su muerte y resurrección, lo convirtió a Él en el Pan de Vida. Ese Pan que nos da vida espiritual y eterna.
Y cuando tomamos la copa recordamos su sangre derramada. Y recordamos que sangre derramada implica muerte. Entonces recordamos que su muerte fue el sacrificio perfecto; de una vez y para siempre, que aplacó la ira de Dios a causa de nuestros pecados.
De esa misma forma el bautismo tiene un sentido lógico.
La palabra bautismo o ser bautizado viene de la palabra griega baptizo que significa ser sumergido en agua o ser lavado.
Tiene el sentido de estar inmerso; sumergido en agua momentáneamente como un rito de purificación, ceremonial y de iniciación.
Donde por primera vez vemos este concepto en el Nuevo Testamento es en la historia de Juan El Bautista o Juan El Bautizador.
Juan fue el cumplimiento de la profecía de Isaías que decía:
Marcos 1:2–3 (NBLA)
...«He aquí, Yo envío Mi mensajero delante de Ti, El cual preparará Tu camino.
»Voz del que clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor, Hagan derechas Sus sendas”».
Dice la historia que Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados.
Juan predicaba diciendo:
Marcos 1:7–8 (NBLA)
...«Tras mí viene Uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de inclinarme y desatar la correa de Sus sandalias.
»Yo los bauticé a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo»
Hay una gran diferencia entre el bautismo de Juan y el bautismo de los apóstoles.
El bautismo de Juan era solo un llamado al arrepentimiento. A volverse a Dios. Un llamado a un pueblo que se había olvidado de Dios y de Su Ley. Pero era un bautismo incompleto o parcial. Porque aun Cristo no había realizado su obra redentora y el Espíritu Santo no había sido enviado al mundo.
El bautismo de Juan reflejaba los ritos de purificación de la Ley de Moisés. Ritos que había que realizar constantemente.
De ahí viene uno de nuestros símbolos que es el lavacro. Símbolo que representa que Cristo es Nuestro Santificador. El lavacro era un recipiente que estaba ubicado en los atrios del tabernáculo. Y allí los sacerdotes se lavaban para purificarse antes de entrar al lugar santo o realizar los sacrificios.
Sin embargo, a diferencia del bautismo de Juan, el bautismo de los apóstoles era un bautismo de una vez y para siempre. Un bautismo permanente.
Sumergidos en Él
Sumergidos en Él
Juan decía: Yo los bautizo para que se purifiquen de sus pecados. Sin embargo, por ahí viene uno que los bautizará con el Espíritu Santo.
En otras palabras, por ahí viene uno que transformará el significado de este acto; de este acto de purificación. Yo los bautizo para que estén ceremonialmente puros, según la Ley. Pero por ahí viene uno que los bautizará para que estén puros para siempre. Un bautismo permanente. Por ahí viene uno que los bautizará en sí mismo.
El apóstol Pablo le dice a los romanos:
Romanos 6:3 (NBLA)
¿...no saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?
El bautismo de Jesús no es temporero sino permanente. Hemos sido bautizados en Él.
Es como si Cristo fuese un rio o un lago y todo el que cree en Él es sumergido en ese lago para siempre.
Pablo también le dice a los gálatas:
Porque todos los que fueron bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido.
Por eso es que el bautismo y la conversión son inseparables. Representan una misma cosa. Apuntan a una misma realidad.
Y así definimos la conversión y el bautismo:
Cristo pone fe en nuestro corazón. Él es el iniciador. Nuestros ojos espirituales son abiertos. Experimentamos convicción de pecado. Nos damos cuenta que estamos perdidos y que necesitamos un salvador. Entonces miramos a la cruz y a la tumba vacía. Vemos a Cristo y nos damos cuenta que solo Él puede salvarnos. Entonces, respondemos a su amor sumergiéndonos en Él, con to' y tenis.
Cristo es la verdadera agua que nos limpia y nos purifica de todo nuestro pecado y de toda nuestra maldad, de una vez y para siempre. Nuestros pecados pasados, presentes y futuros. Él es el agua que nos hace blancos como la nieve. Él es el agua que nos lava para estar preparados para el día que nos presentemos delante del Rey de Justicia.
Y esto es precisamente lo que representa el bautismo en las aguas. Nos sumergimos en las aguas para decirle al mundo ya nos hemos sumergido en Él.
Emergemos a una Nueva Vida
Emergemos a una Nueva Vida
Pero ciertamente no nos quedamos sumergidos en la aguas del bautismo. Eso no sería muy conveniente.
Pablo también le dice a los gálatas:
»Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Hay otra gloriosa verdad que representa el bautismo en las aguas. Y es que cuando soy sumergido en el agua lo que le estoy diciendo al mundo es que al venir a Cristo yo he muerto.
He muerto a mi pecado. He muerto a mi antigua manera de vivir. He muerto a mis pasiones y a mis deseos. He muerto a pretender ser el señor de mi propia vida. He muerto a los ídolos. He muerto a mi voluntad.
Y cuando emerjo; cuando subo de las aguas, le digo al mundo que con mi conversión he experimentado mi primera resurrección. La resurrección del alma y del espíritu.
Pablo le dice a los corintios:
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas.
Cuando emerjo de las aguas le estoy diciendo al mundo, ya no soy el mismo de ayer; ya no soy la misma de ayer. Mi vida ha dado un giro de 180 grados. Ahora tengo un nuevo Señor. Ahora soy una nueva criatura. He nacido de nuevo.
Ya no pienso igual, ya no actúo igual, ya no hablo igual, ya no trato a los demás igual, ya no veo al mundo igual.
Un ejemplo de una conversión genuina
Un ejemplo de una conversión genuina
La historia de Hechos cuenta que el día de Pentecostés; aquel día cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre la iglesia, permanentemente; el día que se cumplió la promesa de Jesús a sus discípulos cuando les dijo: Yo me voy pero no los dejaré solos. Les enviaré al Consolador, Pedro, lleno de ese mismo Espíritu comenzó a predicarle a toda la multitud que había sido testigo de la manifestación del derramamiento del Espíritu Santo sobre los creyentes.
Aquel decepcionado y temeroso Pedro que había negado a Jesús y que lo había abandonado, ahora era otro, ahora estaba lleno de valentía, de poder y de la autoridad de Dios.
El Pedro del día de Pentecostés es un Pedro que demostró que había experimentado una conversión.
Aquel día Pedro predicó un sermón tan glorioso que dice la historia que:
Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «Hermanos, ¿qué haremos?».
Lucas utiliza la palabra griega katanyssomai que se traduce como conmovidos profundamente.
Esta palabra tiene el sentido de ser o llegar a ser conmovido profundamente o agudamente (en las emociones y sentimientos corporales de uno).
Esta palabra significa literalmente traspasar. Otra traducción puede ser heridos en la conciencia.
En otras palabras, es como si la multitud fue traspasada con el sermón de Pedro a tal grado que tuvieron que responder.
O sea, que para que haya una verdadera conversión primero tiene que haber un proceso interno de ser conmovidos profundamente; heridos en la conciencia.
Hay un evangelista en YouTube que le dice a la gente, no puedo darte la medicina hasta que no te convenza de que estás enfermos.
Tiene que haber primero una profunda convicción de pecado. Un profundo deseo de cambiar. De no volver a ser el mismo o la misma. De no volver atrás.
Lamentablemente nuestras iglesias están llenas de personas que en algún momento respondieron a la presión o fueron manipulados con un llamado al altar pero nunca fueron conmovidos profundamente.
¿Y cómo uno le dice a esa persona: mira, yo creo que tú nunca te convertiste? ¿Yo creo que todavía tú no eres cristiano?
No es lo mismo a que yo los manipule desde acá arriba, con toda la buena intención, a que respondan a un llamado, a que ustedes escuchen el Evangelio a través de mi predicación y respondan voluntariamente como respondió la multitud cuando después de escuchar a Pedro dijeron:
Hermanos, ¿qué haremos?
Pastor, ¿qué haremos? Ancianos, ¿qué haremos?
A lo que Pedro respondió:
Arrepiéntanse y apúntense en el próximo curso de bautismos de la iglesia. Entonces, luego de 6 clases estarán listos para bautizarse.
Eso no es lo que dice: ¿verdad?
Entonces Pedro les dijo: «Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo.
Este es el verdadero proceso de conversión.
Gente que escucha el Evangelio. Que son conmovidos profundamente. Que responden en arrepentimiento. Que son bautizados en el nombre de Jesucristo. Y que como resultado reciben el don del Espíritu Santo en sus vidas.
Aquellos que conocen la historia de Felipe y el eunuco etíope saben que ocurrió exactamente lo mismo. Esta historia está más adelante en el capítulo 8 de Hechos.
Entonces Felipe, comenzando con este pasaje de la Escritura, le anunció el evangelio de Jesús.
Yendo por el camino, llegaron a un lugar donde había agua; y el eunuco dijo*: «Ahí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?»
Y Felipe le dijo: «Si usted cree con todo su corazón, puede». «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios», respondió el eunuco.
Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, y Felipe lo bautizó.
Felipe no manipuló al eunuco, simplemente le anunció el evangelio de Jesús.
Fue el eunuco el que respondió: Ahí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?
¿Y cuál fue el requisito de Felipe?
Si usted cree con todo su corazón, puede.
La bola está en la cancha del eunuco. Felipe no está en una posición de juzgar su corazón.
Nosotros como iglesia no estamos en la posición de juzgar el corazón de nadie. Muchas veces pienso que los requisitos que le ponemos a la gente son indirectamente una forma de querer juzgar sus corazones.
Felipe simplemente observó. Él hizo lo que tenía que hacer, predicar el evangelio. El Espíritu Santo hizo lo que tenía que hacer, poner convicción en el corazón. Y el eunuco hizo lo que tenía que hacer, responder:
Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Y mandó parar el carruaje; ambos descendieron al agua, y Felipe lo bautizó.
Probablemente Felipe no volvió a ver a este hombre nunca más en su vida. No sabemos su historia, de ese momento en adelante. Pero Lucas nos dice algo que puede ser una confirmación de la conversión de este hombre.
Lucas dice que este hombre continuó su camino gozoso.
El gozo es la señal. El gozo es la señal de que algo ha ocurrido dentro de nosotros. El gozo es la señal de que algo ha cambiado. El gozo es la señal de que ha ocurrido una resurrección; un nuevo nacimiento; una nueva vida. El gozo es la señal que hemos entrado en una nueva dimensión; en una nueva realidad.
Cuando piensas en tu conversión, sea que haya sido en un instante o sea que haya sido un proceso, ¿puedes identificar el gozo como una señal?
No sabemos qué pasó con el eunuco. Él regresó a su tierra. No sabemos quién lo discipuló.
Pero sí sabemos lo que pasó con los 3,000 que se convirtieron y fueron bautizados el día de Pentecostés.
Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas.
Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
Se dedicaban continuamente a las enseñanza de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.
La iniciación
La iniciación
¿Cuándo vino el discipulado? ¿Antes o después?
Muchas veces le damos clases de bautismo a la gente, las bautizamos y ya.
Les decimos: Ya tú eres cristianos. Resuélvete como puedas. Lee la biblia, ora y ayuna y todo va a estar bien.
¿Qué pasará después con los que vamos a bautizar hoy? ¿Qué vamos a ser con ellos?
¡Y por favor, no me diga: vamos a darles una clase de discipulado!
¿Qué vamos a hacer con ellos? ¿Quién se va a comprometer a invertir su vida en ellos? ¿Quién va a invertir tiempo en ellos para enseñarles, para amarles, para caminar junto a ellos, para tener comunión con ellos, para partir el pan juntos, para orar juntos? ¿A quién ellos van a seguir para imitarlo y así descubrir de forma práctica que es esto de vivir la vida cristiana?
Amados, la conversión y el bautismo son la iniciación a la vida cristiana, no la culminación de la vida cristiana. Aquí es donde inicia el camino. Aquí comienza la ruta. Aquí comienza la carrera. Y esta carrera no fue diseñada para correrla solo. No se puede. Es imposible.
¿Quién va a correr junto a aquellos que la inician hoy?
Este es Mi Hijo amado
Este es Mi Hijo amado
Finalmente, cuando practicamos el bautismo, no solo obedecemos y honramos a Dios, sino que también estamos imitando a nuestro Señor Jesucristo.
Y no solo le estamos imitando sino que recibimos su misma identidad.
Mateo cuenta la historia del bautismo de Jesús.
Entonces Jesús llegó* de Galilea al Jordán, a donde estaba Juan, para ser bautizado por él.
Pero Juan trató de impedirlo, diciendo: «Yo necesito ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?»
Jesús le respondió: «Permítelo ahora; porque es conveniente que así cumplamos toda justicia». Entonces Juan consintió*.
Después de ser bautizado, Jesús salió del agua inmediatamente; y los cielos se abrieron en ese momento y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre Él.
Y se oyó una voz de los cielos que decía: «Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido»
Este es Mi Hijo amado en quien me he complacido.
El bautismo de Jesús fue la iniciación de su ministerio en la tierra. Ministerio que culminaría con su muerte y resurrección.
Y Su ministerio produciría muchos hijos e hijas. Su ministerio lo convertiría en el primogénito de muchos hermanos y hermanas.
Por lo tanto, Su ministerio produciría que el Padre hiciera la misma expresión que hizo acerca de Él, una y otra vez.
Este es mi hijo amado en quien me he complacido. Esta es mi hija amada en quien me he complacido.
Cristo hizo que el Padre nos mirara con compasión y con amor. Cristo hizo que el Padre nos recibiera y nos aceptara. Cristo hizo que el Padre nos adoptara como hijos legítimos. Cristo que el Padre compartiera su herencia con nosotros.