La ilógica transformación
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¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica.Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Necesitamos cambiar nuestra perspectiva. Hay una supuesta sabiduría, la de este mundo, que aplicamos por lo general sin cuestionar, que suena normal y efectiva, pero va contra los valores y la voluntad de Dios.
Es tiempo de cambiar.
Seamos ilógicos.
Cambiemos para vivir de acuerdo a la obra de Dios en nuestras vidas.
¿Pueden cambiar las personas? ¿Los seres humanos pueden llegar a experimentar un cambio radical en sus vidas?
Para empezar, ¿las personas necesitamos cambiar?
Sí, lo necesitamos. En este mundo hay mucha injusticia, engaño, violencia y egoísmo, y todo eso es lo que los seres humanos producimos constantemente. Así que sí, necesitamos cambiar.
Pero, ¿realmente se puede cambiar? Hay quienes opinan que no, que las personas no cambiar realmente. Consideran que algunos aparentan cambiar, pero que eso no sucede realmente.
Los cristianos sostenemos que el cambio sí es posible, que al creer en Jesús las personas cambiamos, somos transformados para parecernos más a Él en lugar de seguir viviendo conforme a los defectos y debilidades de nuestra naturaleza caída.
Ahora, ¿en qué consiste este cambio? ¿En que nos transformamos los que creemos en Jesús? ¿En qué nos convertimos?
Prestemos atención a estas palabras:
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
»No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido. Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos. Porque les digo a ustedes, que no van a entrar en el reino de los cielos a menos que su justicia supere a la de los fariseos y de los maestros de la ley.
»No malinterpreten la razón por la cual he venido. No vine para abolir la ley de Moisés o los escritos de los profetas. Al contrario, vine para cumplir sus propósitos. Les digo la verdad, hasta que desaparezcan el cielo y la tierra, no desaparecerá ni el más mínimo detalle de la ley de Dios hasta que su propósito se cumpla. Entonces, si no hacen caso al más insignificante mandamiento y les enseñan a los demás a hacer lo mismo, serán llamados los más insignificantes en el reino del cielo; pero el que obedece las leyes de Dios y las enseña será llamado grande en el reino del cielo.
»Les advierto: a menos que su justicia supere a la de los maestros de la ley religiosa y a la de los fariseos, nunca entrarán en el reino del cielo.
»No piensen que he venido para poner fin a la ley o a los profetas; no he venido para poner fin, sino para cumplir.
»Porque en verdad les digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley hasta que toda se cumpla.
»Cualquiera, pues, que anule uno solo de estos mandamientos, aun de los más pequeños, y así lo enseñe a otros, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los guarde y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.
»Porque les digo a ustedes que si su justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.
Jesús es el personaje más malinterpretado de la historia. ¿Qué vino a hacer Jesús?
Vino a darnos vida eterna.
Vino a salvarnos.
Vino a proveer el perdón de nuestros pecados para que nos reconciliáramos con Dios.
¿Eso implica que seamos transformados?
Sí. Para llegar a ser hijos de Dios tenemos que pasar por el nuevo nacimiento, lo que implica una transformación. Morimos a nuestra antigua naturaleza y pasamos a vivir en la nueva naturaleza, conforme a la obra del Espíritu Santo de Dios en nuestra vida.
Lo que este pasaje nos ayuda a reconocer es una de las maneras en que se malinterpreta la razón por la que vino Jesús. El Maestro vino para operar lo que de ninguna manera hubiera sido posible lograr utilizando nuestros recursos humanos.
Pero hay algunos que interpretarían que vino a “cambiar las cosas, a abrogar la Ley”. Y hasta utilizan la Biblia para respaldar su posición.
Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
En especial esta última frase, con la que termina el versículo 14, es escuchada muchas veces cuando diferentes cristianos la repiten, anunciando lo quie han interpretado o lo que les han enseñado al respecto. “¿Por qué habríamos de considerar como válidos los mandatos y enseñanzas del Antiguo Testamento si ya no vivimos de acuerdo con la Ley?”, sería su pregunta.
Pero, justamente, este pasaje no dice que la revelación del Antiguo Testamento ya no se nos aplica. Al contrario, nos exhorta a no dejar que el pecado (que nos es dado a conocer por medio de la Ley) reine en nuestras vidas.
Así que a veces las personas pueden malinterpretar la razón por la que Jesús vino. No, Jesús no vino a abrogar la Ley.
No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.
El Maestro lo señala con toda claridad. Y justamente aquí está la primera exhortación directa y clara para todos nosotros: no se nos ocurra pensar que todo lo que fue revelado en el Antiguo Testamento simplemente “ha expirado” o “ya no se aplica”. Jesús enseña que sí, se aplica, aunque ahora no la tengamos que aplicar de la manera en que lo intentaron hacer en otro tiempo personas y grupos como el de los fariseos.
Jesús no vino a cancelar el cumplimiento de la Ley, sino a cumplir. En esta dispensación, mientras el cielo y la tierra no han dado lugar al nuevo cielo y la nueva tierra, la ley se sigue cumpliendo.
Debemos evitar, de todas maneras, incumplir las enseñanzas de la Ley y enseñar a otros a hacerlo.
De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
Además, la enseñanza de Jesús deja claro que no se trata de que ahora cada uno pueda hacer lo que se le antoje, sino que somos llamados a manifestar un comportamiento todavía mejor que el de aquellos que pretendieron cumplir la Ley y eran vistos como “personas correctas”.
Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
¿Qué tipo de vida tienes?
¿Cómo es tu comportamiento comparado con el de otros?
¿Hay en tu vida rastros del cumplimiento de la Ley de Dios?
Los que entran en el Reino de los cielos son personas en las que Dios obra para que manifiesten un estilo de vida diferente, más parecido al propósito original de Dios para lo hombres y mujeres que creó.
¿De qué manera se manifiesta la transformación que Jesús opera en aquellos que creen en Él?
¿Cuáles son las marcas, las señales, las evidencias de la obra de Dios en aquellos que creen en Jesús?
No se trata de experiencias especiales que uno tenga en el culto, mientras estamos adorando a Dios. Sí, esas cosas pueden ocurrir, y gracias a Dios por la obra de su Espíritu, pero las señales de lo que Dios hace en las vidas de sus hijos no se limitan a los momentos de adoración comunitaria.
Jesús puso varios ejemplos, y este es uno de ellos.
Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.
Ustedes han oído que se dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Y cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al fuego del infierno.
»Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda.
»Si tu adversario te va a denunciar, llega a un acuerdo con él lo más pronto posible. Hazlo mientras vayan de camino al juzgado, no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te echen en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo.
»Han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No asesines. Si cometes asesinato quedarás sujeto a juicio”. Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno.
»Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios.
»Cuando vayas camino al juicio con tu adversario, resuelvan rápidamente las diferencias. De no ser así, el que te acusa podría entregarte al juez, quien te entregará a un oficial y te meterán en la cárcel. Si eso sucede, te aseguro que no te pondrán en libertad hasta que hayas pagado el último centavo.
»Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte”.
»Pero Yo les digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Insensato” a su hermano, será culpable ante la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será merecedor del infierno de fuego.
»Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti,
deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
»Ponte de acuerdo pronto con tu adversario mientras vas con él por el camino, no sea que tu adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel.
»En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
¿Puede el enojo llegar a ser un problema en nuestras vidas? Los enojos de los seres humanos dejan resultados en vidas, familias, comunidades y países.
Pero observa la manera en que Jesús hace referencia a la Ley y la compara con lo que se espera que suceda en las vidas de los que creen en Él. Recordemos que cuando Jesús comunicó estas enseñanzas se estaba dirigiendo a sus seguidores, los que creyeron en Él.
El Maestro sabe perfectamente cómo se produce el proceso de nuestras emociones. Leo estas palabras y sé que es como si el Señor me estuviera mirando en ciertos momentos incómodos de mi vida.
Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.
Entiende bien la comparación que Jesús está haciendo. En la Ley (en los Diez Mandamientos) dice “No matarás” (Éxodo 20:13). Lo sabías, ¿verdad? Sí, todos lo sabíamos.
Todos sabemos que no está bien matar a otros, y estamos de acuerdo con las leyes que castigan duramente a los homicidas.
Pero Jesús, en lugar de decir que la Ley ya no se aplica, enseña que el requisito para los hijos de Dios es aún mayor.
Es probable que no hayas matado a nadie (espero que no). Pero, ¿te has enojado? ¿Alguna vez le dijiste “cosas feas” a alguna persona por la manera en que ha actuado?
Considera lo que te espera si has hecho algo de eso:
...culpable de juicio
...culpable ante el concilio
...quedará expuesto al infierno de fuego.
¿Estoy leyendo bien?
¿Es esto lo que enseñó el Autor de la salvación?
¡Sí!
Por favor, que estas palabras de nuestro Salvador nos ayuden a entender el desastre espiritual al que nos conduce el pecado.
Algunos considerarían que los autores de ciertos “homicidios especialmente agravados” merecerían la pena de muerte. Pero, ¿el que se enoja y le dice algo feo al conductor del auto que se le cruzó delante en la autopista? ¿Al infierno?
Sí, eso es lo que enseñó nuestro Señor.
La transformación que Jesús hace en las vidas de los que le reciben genuinamente en sus vidas los conduce a procesar su enojo de otra manera, con la intervención y la gracia del Espíritu Santo.
Jesús nos llama a otro tipo de comportamiento.
Nos enseña que no sirven de nada nuestros esfuerzos religiosos por honrarlo si no cambiamos genuinamente.
Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Es más importante que arregles tu situación relacional que la presentación de tu ofrenda, porque no honrarás a Dios con ella si tu corazón está sucio.
Reconcíliate.
Esa es la enseñanza.
Muchas veces nosotros postergamos la reconociliación, pero Jesús la enfatiza y le da importancia.
Haz algo con respecto a tus relaciones. Busca solucionar los problemas con los demás.
Honra a Dios no solamente con las canciones que le cantas en el culto, sino con la manera en que te relacionas con los demás.
Ponte de acuerdo con tu adversario, y hazlo pronto.
Esta enseñanza es tremendamente severa.
Los que creemos en Jesús somos llamados a vivir vidas poderosamente transformadas, conforme a la obra de su Espíritu Santo.
Esta transformación se pone de manifiesto de maneras tremendamente prácticas, cotidianas, específicas.
Hay cosas que nosotros sabemos que no están bien, pero a las que no les damos demasiada importancia.
Considera este segundo ejemplo que pone el Señor.
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio.Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.
Ustedes han oído que se dijo: “No cometas adulterio.” Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtatela y arrójala. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo, y no que todo él vaya al infierno.
»Han oído el mandamiento que dice: “No cometas adulterio”. Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer, ya ha cometido adulterio con ella en el corazón. Por lo tanto, si tu ojo —incluso tu ojo bueno— te hace caer en pasiones sexuales, sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano —incluso tu mano más fuerte— te hace pecar, córtala y tírala. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
»Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
»Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón.
»Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
»Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno.
¡Qué bendición que el Señor nos haya creado con ojos! ¡Es una bendición tan grande poder ver todo lo que hay a nuestro alrededor!
Pero, ¿te has dado cuenta de que muchas cosas que son buenas en sí muchas veces podemos utilizarlas mal, para nuestro propio perjuicio y el de los demás?
Eso sucede también con nuestros ojos, con nuestras manos, con nuestras actitudes.
Una vez más, el Señor hace una comparación entre el mandamiento de la Ley y el juicio de Dios contra el pecado.
¿Dice en la Biblia que “No cometerás adulterio”? Sí, está entre los Diez Mandamientos (Éxodo 20:14).
Hoy en día, por lo general las leyes humanas no castigan la infidelidad matrimonial como un delito penado con multas, cárcel u otras penas. Sin embargo, todos sabemos que es una cuestión seria. Los que han establecido una relación basada en promesas mutuas entre dos personas que se aman y se proponen compartir su existencia, no deben relacionarse romántica o sexualmente con otras personas. Eso es el adulterio. Y todos los sabemos.
Los judíos de la época de Jesús lo sabían perfectamente. Es más, la Palabra nos cuenta que en cierta ocasión le llevaron una mujer que fue sorprendida en adulterio, exponiéndola ante todos en la comunidad para cumplir la Ley apedreándola (Juan 8:1-11). Sin embargo, muchos de nosotros cuestionamos la actitud de aquellos religiosos que trajeron solo a la mujer, siendo que hacen falta dos para que haya adulterio. De la misma manera, muchas veces las mujeres son consideradas sucias, corruptas, culpables ante ciertas acciones de inmoralidad, mietras que los hombres, pobres, parece como si no pudiéramos evitarlo.
Jesús deja las cosas todavía más claras.
Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
El Salvador le llama adulterio a algo que nosotros le llamamos, ¿cómo? ¿Curiosidad? ¿Travesura? ¿Indiscreción?
Jesús anuncia que el adulterio se produce mucho antes que nadie se toque, antes que nadie se quite la ropa.
¿Cuál sería la solución?
¡Quítate el ojo que te lleva a caer! ¿No es mejor estar sin un miembro antes que experimentar una pérdida total, la condenación total? ¡Claro que sí!
Si aplicáramos literalmente esta enseñanza, nuestras iglesias estarían compuestas de ciegos y mancos, mayormente (y Jesús lo sabía).
Creo que nos queda claro que el Maestro no nos está diciendo que nos dediquemos a cortar ojos y manos, sino a que cambiemos en cuanto a nuestro manejo de la lujuria.
En Cristo Jesús tenemos el poder, por obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, para resistir la tentación, muchísimo antes que se llegue a acciones de adulterio.
Jesús sí que vino a revolucionar los conceptos, las ideas, y a proponer un estilo de vida totalmente contrario a lo que las personas solemos considerar normal.
En Cristo Jesús, Dios te llama a vivir a otro nivel, a su nivel, conforme a su plan para su creación.
Otro caso de lo que los humanos consideramos normal.
También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
»Se ha dicho: “El que repudia a su esposa debe darle un certificado de divorcio.” Pero yo les digo que, excepto en caso de infidelidad conyugal, todo el que se divorcia de su esposa la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la divorciada comete adulterio también.
»Han oído la ley que dice: “Un hombre puede divorciarse de su esposa con sólo darle por escrito un aviso de divorcio”. Pero yo digo que un hombre que se divorcia de su esposa, a menos que ella le haya sido infiel, hace que ella cometa adulterio; y el que se casa con una divorciada también comete adulterio.
»También se dijo: “Cualquiera que repudie a su mujer, que le dé carta de divorcio”.
»Pero Yo les digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con una mujer divorciada, comete adulterio.
Casi todos consideran que el divorcio es normal. “Nada es para siempre”, es el concepto generalizado, agregando que ya no vivimos creyendo en las fábulas antiguas que hablaban de relaciones en las que sus protagonistas eran “felices para siempre”.
Sin embargo Jesús nos anuncia que el pecado nos alcanza en aquello que las personas consideran normal. Los primeros oyentes citarían incluso la Biblia para afirmar que Dios les respaldaba en la ruptura de sus relaciones.
Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Pero si la aborreciere este último, y le escribiere carta de divorcio, y se la entregare en su mano, y la despidiere de su casa; o si hubiere muerto el postrer hombre que la tomó por mujer, no podrá su primer marido, que la despidió, volverla a tomar para que sea su mujer, después que fue envilecida; porque es abominación delante de Jehová, y no has de pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad.
No seas normal conforme a lo que el mundo enseña.
Recibe y acepta el llamado de Dios a vivir conforme a la obra que su Espíritu hace en los que creen en Jesús.
Creo que todos tenemos claro que debemos ser cuidadosos con lo que decimos. Nuestras palabras pueden meternos en problemas.
Cuando hablamos, queremos que nuestros oyentes nos crean, aunque lo que decimos pueda parecer inverosímil.
¿Cómo expresamos nuestra buena intención de que nos crean?
Muchas veces lo hacemos prometiendo y jurando.
Esta era una práctica muy común en tiempos de Jesús, y una vez más, sus oyentes podían citar la Biblia como respaldo para sus acciones.
Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello.Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
»También han oído que se dijo a sus antepasados: “No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor.” Pero yo les digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno.
»También han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No rompas tus juramentos; debes cumplir con los juramentos que le haces al Señor”. Pero yo digo: ¡no hagas juramentos! No digas: “¡Por el cielo!”, porque el cielo es el trono de Dios. Y no digas: “¡Por la tierra!”, porque la tierra es donde descansa sus pies. Tampoco digas: “¡Por Jerusalén!”, porque Jerusalén es la ciudad del gran Rey. Ni siquiera digas: “¡Por mi cabeza!”, porque no puedes hacer que ninguno de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno.
»También han oído que se dijo a los antepasados: “No jurarás falsamente, sino que cumplirás tus juramentos al Señor”.
»Pero Yo les digo: no juren de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios;
ni por la tierra, porque es el estrado de Sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.
»Ni jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo cabello.
»Antes bien, sea el hablar de ustedes: “Sí, sí” o “No, no”; porque lo que es más de esto, procede del mal.
La gente consideraba que lo que estaba mal era jurar y no cumplir. Jesús cita aquí Levítico 19:12 y Deuteronomio 23:21, que era lo que aquellos conocedores de la Palabra citarían. De acuerdo a esto, lo que está mal es no cumplir con aquello por lo que uno había jurado.
Jesús aumenta la exigencia.
De ninguna manera llegues a ofrecer como garantía nada de lo que tienes, ni a las personas a las que amas, ni nada, porque tú no tienes control de nada.
¿Cómo hacemos para que los demás crean lo que les decimos o lo que les prometemos?
Acostúmbrate a decir la verdad siempre, y asegúrate de que los que te rodean se acostumbren a que siempre dices la verdad.
Que tu “sí” sea siempre “sí”, sin atenuantes, sin excusas, sin excepciones.
Hazte confiable por lo que haces, sin necesidad de tener que respaldar tus palabras con un juramento.