GUERRA EN EL CAMPAMENTO DE LOS SANTOS

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EFESIOS 6:10-20

10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
INTRODUCCIÓN
El pueblo de Dios es un pueblo de guerra, el Señor en Deuteronomio dio indicaciones para la guerra, el pueblo no debía atemorizarse ante un ejercito más numero que ellos, ante los caballos y carros. Antes de la batalla el sacerdote debía hablar al pueblo y decirle: «Oye, Israel, hoy os acercáis a la batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón; no temáis ni os alarméis, ni os aterroricéis delante de ellos,  porque el SEÑOR vuestro Dios es el que va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros». Dt 20:3–4.
El sentido de conflicto no se puede pasar por alto está a lo largo de toda el Nuevo Testamento: Pablo le dijo a los gálatas que el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu contra la carne (Gál 5:17), él mismo vio que la ley de los miembros de su cuerpo hacía guerra contra la ley de su mente (Rom 7:23). Pedro escribió a los creyente que se abstuvieran de las pasiones carnales que le hacen la guerra [strateuontai] al alma (1 Pe 2:11). Por su parte el escritor de Hebreos dijo: “porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre” Heb 12:4. Y nuestro Señor Jesús dijo: “Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.” Marcos 14:38, y hasta enseñó a sus discípulos a orar: “ no nos metas en tentación...” Mat 6:13. El creyente tiene una guerra interna nada pequeña con su propio pecado. En un sentido su enemigo número uno es él mismo, su viejo hombre.
Pero también libra una guerra en el exterior como lo vemos en este pasaje de efesios y en muchos otros. Pablo escribió a los corintos: “Estad alerta, permaneced firmes en la fe, portaos varonilmente, sed fuertes (1 Cor 16:13). A los filipenses les mandó a estar firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio, sin amedrentarse por los adversario (Fil 1:27-28). A los de Tesalonicenses les elogia por su perseverancia y fe en medio de la persecución y aflicciones que soportaban (2 Tes 1:4). En su primera carta a Timoteo le escribió: “Pelea la buena batalla de fe”, y en la segunda le insta “Sufre penalidades como buen soldado de Cristo Jesús...” 2 Ti 2:3-4. Pedro pidió a los hermanos que no se sorprendiera del “fuego de la prueba” que había llegado a ellos (1 Pe 4:12), que fueran sobrios y estuviera alertas porque el su adversario el diablo anda al asecho como un león rugiente buscando a quien devorar (1 Ped 5:8). El Señor Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo.” Jn 16:33 (LBLA) e incluso enseñó a sus discípulos a orar: “Líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén” Mat 6:13. Hay un combate a muerte dentro del creyente y fuera de él.

I. La Fortaleza y seguridad del Cristiano ante el inminente conflicto

10 Por lo demás, hermanos míos, “fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios...”.
Me parece que Pablo escoge cuidadosamente cada Palabra de esta sección y el orden en el que las dice. En su mente está el tremendo desafío que los creyentes tienen por delante, es una guerra sin tregua de proporciones cósmicas, cualquier persona que escuche o lea atentamente lo que está por decir quedará sin aliento, le embargará un sentido de terror y derrota único. Es por eso que comienza consolándoles y animándoles al reconocer cual es la garantía en medio de este terrible conflicto.

A. Primero, la fuerza controladora del Señor

“Fortaleceos en el Señor y en el poder de sus fuerzas”
Un ejercito halla su fortaleza en su armas, en su carros, en sus estrategias y tecnología, incluso, en la fuerzas y resolución de sus soldados. Pero el cristiano enfilado en el ejercito de Dios es distinto, él haya su fortaleza en el Señor, Su castillo, Su torre fuerte, Su Libertador, La roca de su Salvación, El guardián de su pueblo. Al igual que el salmista ora:
“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie. Sal 20:7–8.
Junto a David confiesa que el Señor es:
“Quien adiestra mis manos para la batalla,
Y mis dedos para la guerra;
Misericordia mía y mi castillo,
Fortaleza mía y mi libertador,
Escudo mío, en quien he confiado” Sal 144:1–2.
El cristiano está convencido de que las palabras que Jehová le dijo a Zorobabel son ciertas:
“No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” Zac 4:6.
Pablo insta a los creyentes a que se fortalezcan en el Señor [Amo del universo], y “en el poder de sus fuerzas”. El verbo fortaleceos está en vos pasiva, eso significa que Dios es quien hará la obra de fortalecerlos y ellos serán los receptores, el apóstol les está diciendo: “sean fortalecidos” . El Señor y el poder de sus fuerzas sera la fuente de su fortaleza. Existen varios términos en gr. que se pueden traducir como “poder” (Rom 1:16), pero Pablo usa krátos que hace referencia al poder que controla, dirige y gobierna. De hecho, el personaje que personificaba el poder, el dominio y la fuerza. De hecho, en la mitología griega se llamó Kratos.
Los creyentes de Éfeso saben que Jesucristo es el amo y soberano del universo. Al comiendo de la carta Pablo les escribe que el mismo oraba para que sus corazones fueran iluminados con esta verdad:
“[para que sepáis] cuál es la extraordinaria grandeza de su poder [dimameos] para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza [Kratous] de su poder [ischyos], el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no solo en este siglo sino también en el venidero. Y todo sometió bajo sus pies, y a Él lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,  la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo. Ef. 1:19-23.
La gran noticia es que los creyentes serán fortalecidos por la fuerza poderosa de Su Señor.

B. Vestíos con toda la armadura de Dios.

“ Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.”
La orden es está: Colóquense toda la armadura, no una parte, sino toda. “La Lorica Segmentata” como se le conoce a la armadura que usaron los soldados romanos, significó una verdadera obra maestra de ingeniería en las guerras de las legiones romanas, aún así, no pudo evitar la decadencia y finalmente la caída del imperio (476 d.C). Pero la armadura que tiene el creyente a su disposición es especial porque es la armadura de Dios. Es decir, (1) Le pertenece a Dios y es un don para su pueblo. (2) Ha sido confeccionada por Dios mismo. Por lo tanto, el cristiano puede sentirse seguro de usarla, es perfecta, es santa, es gloriosa, es poderosa. Cuando a David le tocó enfrentar al gigante Goliat prefirió ir al combate sin la armadura que Saúl le había puesto porque no sabía usarla, y aún así venció al filisteo incircunciso (1 Sam 17:38-39). Pero el creyente no puede prescindir de la armadura de Dios sin incurrir en un verdadera desgracia.
Mientras seguimos avanzado en nuestro texto imagine por un momento la magnitud del conflicto espiritual al que se enfrenta cada creyente, que necesita fortalecerse en el poder gobernante del Señor Cósmico (Jesucristo) y revestirse con una armadura confeccionada por Dios mismo. Además, piense en la inminente victoria que saboreara el cristiano al final de la era al contar con sendos equipamiento y poder. Estoy plenamente consciente de que algunos pueden argumentar que la batalla no es tan grande como parece. Que trasladar este conflicto a nuestro días es innecesario porque Pablo está haciendo uso de todo este lenguaje dada la cultura supersticiosas a la que los efesios estaban expuestos con todo el tema de los espíritus y su actividad demoníaca en Éfeso. Aunque ciertamente, los efesios eran bastante supersticiosos y tenían una demonología bastante particular para Pablo el asunto de la guerra espiritual es en realidad un conflicto universal, un asunto cardinal para cada creyente. A los hermanos en Roma les ordenó que desecharan las obras de las tinieblas y se vistieran con las armas de Luz (Rom 13:12). Y a los Tesalonicenses les dijo: “seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por yelmo la esperanza de la salvación.” 1 Tes 5:8. De hecho, a los hermanos de Corinto les dice que las armas que el usaba "...no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” 2 Co 10:4.

II. La razón: La realidad de su conflicto

11...para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Esta es la razón de la ordenanza de Pablo: “...para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” La expresión de Pablo, es una afirmación. Sus palabras aseguran la realidad del conflicto, no deja espacio para la duda, el diablo asechará. Solemos considerar la realidad de la iglesia desde diferentes perspectiva como p.ej. la esposa del cordero, la casa de Dios, el cuerpo de Cristo, como una nación santa, el pueblo adquirido por Dios, el rebaño del Señor, etc., pero también debemos considerarla como un ejercito designado para destruir las ciudadelas de Satanás en este mundo.
Además Pablo señala (a) cuál es la actitud que el creyente debe tener, (b) quién es su enemigo, (c) cuál es su plan, (d) donde se libra y (e) cómo se libra la batalla.
a. La actitud del creyente es estar “firmes”. Término que indica tanto resistir como enfrentar con valentía. No puede haber un ápice de cobardía en el creyente. El espíritu que lo acobija es de poder, de amor y dominio propio (2 Tim 1:7).
b. El enemigo no es de “sangre y carne”. Pablo les dice que no es contra hombres como nosotros a los que podemos desafiar en igualdad de condiciones y en donde los filos de espada, los músculos y el coraje tienen su parte. Y no es que la iglesia de Éfeso no tuviera enemigos humanos para aquel entonces, Pablo mismo se enfrentó a Demetrio y todos los artífices “plateros de Diana” hombres poderosos y temibles (Hech 19:24), se enfrentó cara a cara con los judios hostiles de Asia (Hch 21:27-36) Y a hombres que eran como fieras salvajes en Éfeso (1 Co 15:32). También estaba Alejandro el Caldero quien le causó mucho daño y pretendía dañar la iglesia (2 Tim 4:14-16). Todos estos seguían siendo enemigos de la iglesia pero aún así para el apóstol la lucha no era contra ellos, ellos son solo los instrumentos. Por encima de sus cabezas se yergue un conflicto real con enemigos de mayor envergadura y capacidad, una batalla oculta al ojo humano pero verdaderamente destructiva y peligrosa.
El enemigo es un agente suprahumano el “diablo” quien es el dios de este mundo malvado (2 Cor 4:4), el príncipe de la potestad de aire (Ef. 2:2), el calumniador (Ef. 4:27), el tentador (Mt. 4:3-11), el homicida y padre de la mentira (Jn 8:44), un ángel caido, el primer pecador (1 Jn 3:8) el gran adversario (1 Pe 5:8), mucho más fuerte que cualquier hombre pero infinitamente menos que el Señor de la iglesia.
c. El diablo tiene un plan. El término asechanzas (gr. Metodeia) también traducido como intriga, astucia, indica que el diablo tiene un modo ordenado y sistemático de operar contra nosotros, tiene una estrategia. El procura esconder la verdad como un hábil mago que escode la carta justo a nuestros ojos, sino la puede esconder la verdad procurará mezclarla como el pillo estafador que quiere introducir algunos billetes falsos junto a unos cuantos verdadero. Sembrará la cizaña del error en los jardines del Señor para ver si los obreros inmaduros al tratar de arrancar la cizaña también desarraigan la bella flor de la verdad. Él no desiste en llevar acabo sus insidias, pondrá el cebo de la seducción en el anzuelo a ver si pesca a un ministro débil e incauto, y tenderá la red del engaño a ver si algún ave peregrina queda enredada en ella, un día atacará con furia satánica otro día vendrá persuasión seductora.
No solo tiene un también tiene una organización: principados (gr. archas), potestades (gr. euxosia), gobernadores de las tinieblas (gr. Kosmokratoras), huestes espirituales del maldad (gr. pneumátika) No son agentes humanos, aunque lo usan, no dan golpes, ni disparan armas, no hacen ruidos ni dejan huellas, pero ejercen una influencia poderosa y malvada que afecta lo más sensible del alma humana, soplan con fuerza sobre la luz interior del hombre para ver si logran apagarla, son como una terrible niebla fría que amenaza con congelar los más cálida piedad y nublar los más preciosos afectos. No dude ni por un instante que son espíritus perfeccionados y entrenados por todas las épocas en el arte de la guerra espiritual, capaces de lanzar sus feroces ataques.
Bien considera el Comentario Expositores al decir:
“La lucha necesita temple de otro tipo. Los enemigos de nuestra fe no son tocados por armas carnales. Vienen sobre nosotros sin hacer ruido ni pisadas. Asaltan la voluntad y la conciencia; nos siguen a las regiones del pensamiento espiritual, de la oración y la meditación. De ahí que las armas de nuestra guerra, como las que empuñó el apóstol (2 Co 10:2-5) "no sean carnales, sino espirituales y poderosas para con Dios". [Comentario Expositores. ]
d. El ambito es “…en las regiones celestes”. Pablo no está diciendo que las huestes de maldad habitan en la regiones celestes ni que la batalla se lleva acabo en el cielo. Sino que la batalla ocurre en ese ámbito. Es decir no son territorios geopóliticos, ni tesoros físicos lo que se está disputando, la lucha no es por el petroleo, el gas, o el agua sino por todo aquello que concierne a “las regiones celestiales”. El término celeste (gr. epouraniois) ya lo ha usado Pablo al principio de la carta cuando dijo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales (epouraniois) en Cristo” Ef 1:3. La batalla es por los ricos tesoros celestiales en Cristo. Por lo tanto, la batalla sangrienta vale la pena, la victoria es inminente, el premio extraordinario.
e. La batalla se libra cuerpo a cuerpo. Para hablar de la realidad de esta tremenda batalla espiritual, el apóstol usa la palabra “lucha” (palé en griego), la cual también puede significar conflicto. Él dice: “porque no tenemos lucha contra sangre ni carne…” esta palabra estuvo reservada por algún tiempo solo para el ámbito de las antiguas competiciones de luchas, donde dos oponentes se enfrentaban entre sí, hasta que alguno de ellos derribaba al otro. Esta batalla era cuerpo a cuerpo, intensa y sangrienta. No existía el empate sino que se luchaba hasta la muerte. Con el tiempo, el término vino a adjudicársele a las luchas espirituales que los cristianos tienen con los poderes del maligno. La propia palabra nos habla de lo intenso, desgastante y fuerte que es esta lucha, la cual no solo enfrentaron los cristianos de Éfeso, sino que enfrentan todos los cristianos de todos los tiempos. Cada centimetro de camino que avancemos en la larga caminta al cielo implicará una feroz batalla.
¿Se da cuenta de la magnitud del conflicto, de la fuerza del enemigo? se da cuenta de la no neutralidad del conflicto. Se está de un lado o del otro, nadie está en el medio.

III. Armadura de Dios

13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Ante tal atmósfera de combate, conflicto y, engaño; Pablo, guiado por el Espíritu Santo insta a los cristianos de Éfeso a ponerse toda la armadura de Dios. Es significativo el hecho de que la armadura le pertenece a Dios, pero es deber del creyente ponérsela toda, Dios no lo hará por él. Tenía razón aquel hombre cuando dijo: "cuando un hombre se hace hijo de Dios, no solo hereda sus bendiciones, también hereda a sus enemigos".
Tambien es interesante el término “resistir” porque en este caso el termino implica hostilidad, oposición, revelarse en contra. Cuando Pablo explicó que condenó Gal 2:11
Gálatas 2:11 LBLA
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque era de condenar.

1. El cinturon de la verdad

14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad,

2. La coraza de Justicia

y vestidos con la coraza de justicia (14(b)).

3. El calzado del evangelio

15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.

4.El escudo de la fe

16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.

5.El Yelmo de la salvación

17 Y tomad el yelmo de la salvación,

6. La espada del Espíritu

y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
La preeminencia de la oración
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar
APlicación para el no creyente Usted puede decir, vayan Gracias a Dios no estoy en ese conflicto, no estoy conciente de nada de esa batalla en mi vida. es un esclavo de sus pasiones y está bajo el yugo de Satanás.
Tal es la fe que necesita la Iglesia, ahora como entonces, la fe de una seguridad inteligente, firme y varonil. En tal fe hay una seguridad y un vigor de acción que la fe del mero sentimiento y la impresión emocional, con su comprensión sin nervios, sus fervores frenéticos e impulsivos, no puede impartir. El lujo del agnosticismo, las languideces de la duda, las vagas simpatías y el eclecticismo vacilante que las mentes delicadas y cultas tienden a permitirse; la actitud crítica elevada, como la de algún dios intelectual sentado por encima de la lucha de credos, que otros encuentran agradable, son condiciones mentales inadecuadas para el soldado de Cristo Jesús. Debe tener conocimiento seguro, propósitos definidos y decididos, un alma ceñida de verdad.
II. Después de ceñirse los lomos, el soldado se coloca a continuación su coraza o coraza.
Ésta es la pieza principal de su armadura defensiva; protege los órganos vitales. En el cuadro dibujado en 1 Tesalonicenses 5:8, la coraza está hecha "de fe y de amor". En esta representación más detallada, la fe se convierte en el "escudo" defensivo externo, mientras que la justicia sirve para la defensa más interna, el baluarte del corazón. Pero, en verdad, la justicia cristiana se compone de fe y amor.
Este atributo debe entenderse en todo su sentido paulino. Es el estado de alguien que está bien con Dios y con la ley de Dios. Es la justicia tanto de posición como de carácter, de imputación y de impartición, que comienza con la justificación y continúa en la vida nueva y obediente del creyente. Estos nunca están separados en la verdadera doctrina de la gracia. "La justicia que es de Dios por la fe" es la principal defensa del alma contra los dardos de Satanás. Protege de golpes mortales, tanto de este lado como de aquel. ¿El enemigo trae contra mí mis viejos pecados? Puedo decir: "Dios es el que justifica; ¿quién es el que condena?" ¿Estoy tentado a presumir de mi perdón y a caer en transgresión una vez más? De esta coraza cae inútilmente la flecha de la tentación, mientras resuena: "El que hace justicia es justo. El que es nacido de Dios, no comete pecado". La plenitud del perdón por ofensas pasadas y la integridad del carácter que pertenecen a la vida justificada, están entretejidas en una malla impenetrable.
III. Ahora el soldado, después de ceñirse los lomos y protegerse el pecho, debe cuidar bien sus pies. Hay zapatos preparados para él de fabricación maravillosa.
¿Cuál es la cualidad más necesaria en el calzado del soldado? Algunos dicen que es firmeza; y traducen así la palabra griega empleada por el apóstol, que aparece sólo aquí en el Nuevo Testamento, que en ciertos pasajes de la Septuaginta parece adquirir este sentido, bajo la influencia del idioma hebreo. Pero la firmeza quedó plasmada en la faja. La expedición pertenece a los zapatos. El soldado está tan calzado que puede moverse con alerta por todo tipo de terreno.
Así, calzados con rapidez y voluntad, estaban "los hermosos pies" de aquellos que trajeron sobre el desierto y la montaña "las buenas nuevas de paz", las noticias del regreso de Israel a Sión. (Isaías 52:7-9) Con tan veloz fuerza fueron calzados los pies de nuestro apóstol, cuando "desde Jerusalén hasta Iliria" había "cumplido el evangelio de Cristo" y está "listo", como él dice, "para predicar la buena nueva también a vosotros los que estáis en Roma". (
Romanos 1:15) Esta disposición pertenecía a Sus propios pies santos, quienes "vinieron y predicaron paz a los lejanos y a los cercanos" (Efesios 2:17) cuando, por ejemplo, un viajero cansado estaba sentado junto al pozo en Sicar, Encontró refrigerio al revelarle a la mujer de Samaria la fuente de agua viva. Esta disposición es propia de sus siervos, que han oído de él el mensaje de salvación y son enviados a proclamarlo por todas partes.
El cinturón y el pectoral miran a la propia seguridad. Deben complementarse con el celo evangélico inseparable del Espíritu de Cristo. Esto es, además, una salvaguardia de la vida de la Iglesia. Von Hofmann dice admirablemente sobre este punto: "La objeción [presentada contra la interpretación anterior] de que el apóstol se dirige a los fieles en general, que no todos están llamados a predicar el evangelio, es errónea. Todo creyente debe estar preparado para testificar porque Cristo tan a menudo como se lo presenta la oportunidad, y necesita estar dispuesto a ello. El conocimiento de la paz de Cristo lo califica para transmitir su mensaje. Lo trae consigo a la lucha del mundo. Y es la conciencia de que él mismo posee tal paz y la tiene para comunicar a los demás, lo que le permite caminar con firmeza y paso seguro por el camino de la fe”. Cuando se nos pide que "permanezcamos firmes en el día malo", eso no significa que nos quedemos de brazos cruzados o que nos contentemos con mantenernos firmes. El ataque es a menudo el mejor modo de defensa. Mantenemos nuestra fe difundiéndola. Nos defendemos de nuestros adversarios convirtiéndolos al Evangelio, que respira en todas partes reconciliación y fraternidad. Nuestras Misiones Extranjeras son nuestra gran apologética moderna; y los pacificadores de Dios son sus guerreros más poderosos.
IV. Con el cuerpo ceñido y cercado y los pies calzados con el calzado evangélico, el soldado extiende su mano izquierda para "tomar el escudo", mientras su mano derecha agarra primero el yelmo que se coloca en la cabeza, y luego la espada. que se le ofrece en la palabra de Dios.
El escudo al que se refiere no es el pequeño escudo redondo, ni el objetivo, del hombre armado con luz; sino la puerta a modo de escudo, de cuatro pies por dos y medio y redondeada a la forma del cuerpo, que portaban el hoplita griego y el legionario romano. Unidos, estos grandes escudos formaban un muro, detrás del cual un cuerpo de tropas podía esconderse de la lluvia de misiles enemigos. Tal es el oficio de la fe en los conflictos de la vida: es la principal defensa del soldado, el baluarte común de la Iglesia. Al igual que el muro exterior de la ciudad, la fe lleva la peor parte y el ataque de toda hostilidad. En este escudo de la fe se atrapan los dardos de Satanás, se les rompe la punta y se apaga su fuego. Estos escudos militares estaban hechos de madera, recubiertos por fuera con cuero grueso, que no sólo amortiguaba el impacto del misil, sino que protegía el marco del escudo de los "dardos con punta de fuego" que se usaban en la artillería de los antiguos. . Estas flechas llameantes, armadas con un combustible ligero y de rápida combustión, si no lograban atravesar el escudo del guerrero, caían extinguidas en un momento a sus pies.
San Pablo difícilmente puede referirse con sus "dardos de fuego" a incitaciones a la pasión en nosotros mismos, tentaciones inflamatorias que buscan despertar los fuegos internos de la ira o la lujuria. Porque estos misiles son "dardos apuntados por el Maligno". El fuego pertenece al enemigo que dispara el dardo. Significa el odio maligno con el que Satanás lanza calumnias y amenazas contra el pueblo de Dios a través de sus instrumentos humanos. Una fe audaz protege y apaga este fuego incluso a distancia, de modo que el alma nunca sienta su calor. La confianza del corazón no se conmueve y los cánticos de alabanza de la Iglesia no se perturban, mientras la persecución arde y los enemigos de Cristo rechinan los dientes contra ella. Ese escudo para él fue la fe de Esteban el protomártir.
"Oí la difamación de muchos; había terror por todas partes. Pero confié en ti, oh Jehová: dije: ¡Tú eres mi Dios!"
"Tomar el escudo de la fe", ¿no es, como el salmista, enfrentar las injurias y amenazas, las alardes de la incredulidad y del poder mundano, las flechas envenenadas de los engañosos y las amargas palabras de reproche injusto, con la quietud de la fe? ¿contraafirmación? "¿Quién nos separará del amor de Cristo?" dice el apóstol en medio de la tribulación. "Testigo es Dios, a quien sirvo en el evangelio de su Hijo", responde cuando se cuestiona su fidelidad. Ningún rayo de malicia, ninguna flecha de miedo puede atravesar el alma que sostiene tal escudo.
V. En este punto (Efesios 6:17), cuando la oración que comienza en Efesios 6:14 se ha extendido hasta tal punto, y la cláusula relativa de Efesios 6:16 b hace una pausa y un remolino en la corriente de pensamiento, el escritor hace una pausa. por un momento. Retoma la exhortación en una forma ligeramente modificada y con énfasis creciente, pasando del participio al verbo finito: "Y tomad el yelmo de la salvación". La palabra tomar, en el original, difiere de la retoma de Ef_6:13 y Ef_6:16. Significa aceptar algo ofrecido de la mano de otro. Entonces los tesalonicenses "aceptaron la palabra" que les trajo San Pablo (1 Tesalonicenses 1:6) y Tito "aceptó el consuelo" que le dieron los corintios (2 Co. 8:17), en cada caso un regalo de bienvenida. La mano de Dios está extendida para otorgar a Su guerrero escogido el casco de la salvación y la espada de Su palabra, para completar su equipo para el campo peligroso. Aceptamos estos dones con devota gratitud, sabiendo de qué fuente provienen y dónde se formaron los brazos celestiales.
El "casco de la salvación" lo usa el Señor mismo, como lo describe el profeta que acude en auxilio de su pueblo. Este casco (Isaías 59:17), en la cabeza de Jehová, es la cresta y la insignia de su campeón Divino. Dado al guerrero humano, se convierte en el signo de su protección por parte de Dios. El apóstol no la llama "la esperanza de la salvación", como lo hace en 1 Tes 5:8, pensando en la seguridad de victoria del creyente en la última lucha. Tampoco es el sentido y la seguridad de la salvación pasada lo que aquí protege al soldado cristiano. La presencia de su Salvador y Dios constituye en sí misma su máxima salvaguardia.
"Oh Jehová mi Señor, fuerza de mi salvación, Tú cubriste mi cabeza en el día de la batalla".
La cabeza del guerrero, que se elevaba por encima de su escudo, estaba frecuentemente abierta al ataque. La flecha podría pasar por encima del borde del escudo e infligir un golpe mortal. Nuestra fe, en el mejor de los casos, tiene sus deficiencias y sus límites; pero la salvación de Dios va más allá de nuestra máxima confianza en Él. Su presencia envolvente es la corona de nuestra salvación, su amor su brillante cresta.
Así, el equipamiento del soldado de Cristo está completo; y está vestido con toda la armadura de luz. Sus lomos ceñidos con la verdad, su pecho revestido de justicia, sus pies calzados con celo, su cabeza coronada con seguridad, mientras el escudo omnicomprensivo de la fe está extendido a su alrededor, él avanza para luchar contra los poderes de las tinieblas, "fuerte en el Señor, y en la fuerza de su fuerza."
VI. Sólo falta que "la espada del Espíritu" sea puesta en su mano derecha, mientras sus labios están abiertos en continua oración al Dios de su fortaleza.
La "palabra limpiadora" de Efesios 5:26, por cuya virtud pasamos por la puerta del bautismo al rebaño de Cristo, ahora se convierte en la palabra que protege y golpea, para ser utilizada en conflicto con nuestros enemigos espirituales. Del Mesías se dijo, en lenguaje citado por el apóstol contra el Anticristo: (2 Tesalonicenses 2:8) "Con la vara de su boca herirá la tierra, y con el aliento de sus labios matará a los impíos". (Isaías 11:4) De manera similar, en Oseas, el Señor cuenta cómo "cortó" a los infieles "por sus profetas, y los mató con las palabras de su boca". (Oseas 6:5) De tales dichos del Antiguo Testamento se deriva la idea de la espada de la palabra Divina. Lo encontramos nuevamente en Heb_6:12: "La palabra de Dios, viva y eficaz, más cortante que toda espada de dos filos"; y en la "espada aguda de dos filos", que Juan en el Apocalipsis vio "salir de la boca del Hijo del Hombre": pertenece a Aquel cuyo nombre es "la palabra de Dios", y con ella " Él herirá a las naciones."
Esta espada de la palabra inspirada que Pablo mismo blandió con efecto sobrenatural, como cuando reprendió al hechicero Elimas, o cuando defendió su evangelio contra los judaizantes de Galacia y Corinto. En su mano era igual de
"La espada de Miguel. Del arsenal de Dios, templada de modo que ni lo afilado ni lo sólido puedan resistir ese filo".
¡Con qué agudas reprensiones, qué agudos argumentos, qué ironía de doble filo y qué diestro manejo de la espada golpeó este poderoso combatiente a los enemigos de la cruz de Cristo! En tiempos de conflicto nunca pueden faltar en la Iglesia tales líderes, hombres que usen armas de guerra no carnales, sino poderosas para "derribar fortalezas", para "derribar toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y hacer cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo." En su lucha contra las gigantescas concupiscencias y tiranías del mundo, el Israel de Dios debe estar armado con este poder elevado y relámpago, con la espada de fuego del Espíritu. No menos en los conflictos internos y secretos de la vida religiosa, la espada de la palabra es el arma decisiva. El Hijo del Hombre lo puso a prueba en Su combate en el desierto. El mismo Satanás buscó arrebatar este instrumento a sus propósitos. Con textos piadosos en la boca se dirigió a nuestro Señor, como un ángel de luz, deseoso de engañarlo con la misma Escritura que Él mismo se hizo inspirar. hasta que, con la última frase de la cita, Jesús desenmascaró al tentador y lo expulsó del campo, diciendo: "¡Aléjate de mí, Satanás!"
VII. Hemos examinado al soldado cristiano con su arnés puesto. De pies a cabeza está revestido de armas sobrenaturales. No falta ninguna arma de defensa ni de ataque que el combate espiritual necesita. Parece que nada falta; sin embargo, todo falta, si esto es todo. Nuestro texto comenzaba: "Sed fuertes en el Señor". Es la oración que Vincula al creyente con la fuerza de Dios.
¿De qué sirve la espada de Miguel, si la mano que la sostiene está floja y apática? ¿Cuál es la panoplia de Dios, si detrás de ella late un corazón cobarde? No es más que un soldado en apariencia que porta armas sin el coraje y la fuerza para usarlas. La vida que debe animar esa figura armada, golpear con gran resolución bajo el cofre, darle valor al brazo cuando levanta el fuerte escudo y empuñar la espada afilada, poner los pies veloces en movimiento en sus diligencias evangélicas, soldar a la Iglesia. unidos en un ejército del Dios vivo, proviene de la inspiración del Espíritu de Dios recibida en respuesta a la oración creyente. Por eso el apóstol añade: "Con toda oración y súplica orando en todo tiempo en el Espíritu".
Aquí no hay repeticiones innecesarias. "Oración" es la palabra universal para dirigirse reverentemente a Dios; y "súplica", la súplica de ayuda que "en cada ocasión", en cada momento de la batalla, en cada emergencia de la vida, nos encontramos en necesidad. Y la oración cristiana es siempre "en el Espíritu", es decir, ofrecida en la gracia y el poder del Espíritu Santo, que es el elemento de la vida del creyente en Cristo, que ayuda en nuestras debilidades y, virtualmente, intercede por nosotros. (Romanos 8:26-27) Cuando el apóstol continúa, "velando [o manteniéndose despiertos]", nos recuerda, como quizás él mismo estaba pensando, la advertencia de nuestro Señor a los discípulos que dormían en Getsemaní: "Velad y orad, no sea que entráis en tentación." La "perseverancia" que requiere en esta atención despierta a la oración es la persistencia decidida del suplicante, que no se dejará intimidar por la oposición ni se cansará por la demora.
La palabra "súplica" se retoma al final de Efesios 6:18, con el fin de conseguir las oraciones de los lectores para el servicio de la Iglesia en general: "con atenta atención a ello, en toda la perseverancia y súplica por todos los santos. " La oración por nosotros mismos debe ampliarse hasta convertirse en una intercesión católica por todos los siervos de nuestro Maestro, por todos los hijos de la familia de la fe. Por los lazos de la oración estamos unidos, una gran multitud de santos en toda la tierra, desconocidos de rostro o nombre para nuestros semejantes, pero uno en el amor de Cristo y en nuestro llamado celestial, y todos involucrados en el mismo conflicto peligroso. .
"Todos los santos", dijo San Pablo, (Efesios 1:15) estaban interesados en la fe de los creyentes asiáticos; fueron llamados "con todos los santos" a participar en la comprensión de los inmensos designios del reino de Dios. (Efesios 3:18) Los peligros y tentaciones de la Iglesia son igualmente de gran alcance; tienen un origen y un carácter común en todas las comunidades cristianas. Que nuestras oraciones, al menos, sean católicas. En el trono de la gracia, olvidemos nuestras divisiones sectarias. Teniendo acceso en un solo Espíritu al Padre, realicemos en su presencia nuestra comunión con todos sus hijos.
La oración y el cinturón
Lo primero que Pablo menciona es el cinturón, nuestras propias prácticas modernas de vestir nos indican que no hay nada más inútil que un cinturón flojo. El cinturón de un soldado debía quedar bien ajustado o de lo contrario era inútil y peligroso. El soldado debía meter su ropa por dentro del cinturón porque al estar bien ceñida al cuerpo le permitía tener mayor movilidad en el momento de la lucha.
Tal vez, con esto en mente es que Pablo escribe: <<Ceñidos vuestros lomos con la verdad>>. La NVI lo traduce así: <<ceñidos con el cinturón de la verdad>> La oración viene hacer esa fuerza invisible que ajusta toda nuestra vida con el cinturón de la verdad además, la hace de la verdad algo útil y real para nosotros.
Hoy solemos decir que los sentimientos se encuentran ubicados en el pecho, justo en el corazón, pero para el pensamiento de aquella época, era el abdomen el lugar donde residían los sentimientos del hombre (en las entrañas los sentimientos positivos como el amor, y en las vísceras los sentimientos negativos como el odio).
Por lo tanto, me aventuro a decir que ceñirse con la verdad puede hacer referencia a ajustar nuestras emociones y sentimientos a la revelación plena de Cristo, quien es la verdad y eso desde luego ocurre en la oración. El cristiano no se mueve por emociones sino por convicciones, todos sus sentimientos deben estar comprometidos en creerle a Cristo.
Cristo genera y demanda un compromiso continuo y la fuerza para cumplir con ello lo hallamos en la oración. Sin la oración, el cinturón está flojo y la verdad se convierte en solo palabras sin ningún poder trascendental para nosotros. Todo cristiano debe orar para someter sus emociones, sentimientos y aun temperamentos a la verdad. Sin la oración, la verdad difícilmente podrá ceñir nuestras vidas.
La coraza de Justicia y la oración
Lo segundo que el apóstol menciona es la coraza, la palabra que este usa es <<thórax>> de donde proviene nuestro término tórax, también se puede traducir como cota, pectoral o peto. La coraza de un soldado iba desde el cuello hasta más abajo de la cintura y su trabajo principal era cubrir el pecho del soldado para protegerlo.
Pablo dice: <<vestidos con la coraza de justicia>> se creía que el lugar de residencia del alma y corazón era el pecho. Entonces, la coraza de justicia viene a ser imagen de la protección del centro de la voluntad humana (el corazón) el lugar donde residen nuestras preferencias morales. Jesús dijo: <<Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias>>. Mt 15:19.
Vestirnos con la coraza de Justicia puede consistir en abandonar nuestras preferencias personales y asumir las preferencias morales de Dios, con el fin de que hagamos lo que Dios prefiere. La oración, como veremos más adelante, es el acto a través del cual ocurre un intercambio sobrenatural de los deseos humanos por los deseos divinos, por medio de la oración, los deseos humanos son abandonados y los diseños de Dios son asumidos como propios. El apóstol Juan escribió: <<Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye>>. 1 jn 5:14.
La palabra voluntad usada por el apóstol viene de la raíz griega thélō que significa desear. Expresado de otro manera, podemos afirmar que si oramos conforme a los deseos preferidos de Dios él nos oye.
El calzado y la oración
El soldado llevaba sandalias bien ajustadas para poder correr con prontitud de un lugar a otro, además, en las suelas de sus sandalias tenía tachuelas para darle un mejor agarre y firmeza, aun en los terrenos más rocosos, las pendientes más pronunciadas y, los desniveles más fuertes.
Por su parte Pablo dice: <<Calzado los pies con el apresto del evangelio de la paz>> todo cristiano debe estar preparado para compartir el evangelio de la paz, pues, Como está escrito: <<¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!>> Ro 10:15
La oración viene hacerle a la predicación del evangelio, lo mismo que las tachuelas le hacían a las sandalias del soldado, le da agarre, firmeza e ímpetu para una proclamación con valentía del evangelio de Cristo. Es en la oración donde se halla no solo el valor sino el denuedo para predicar en cualquier circunstancia, ya sea a tiempo o fuera de tiempo, en los montes más altos o abismos más profundos, en los bosques o desiertos, en los valles o apriscos; en fin, donde quiera que la causa de Cristo lo amerite.
En la oración el cristiano es revestido de poder, para que al momento de predicar, sus palabras se conviertan en armas destructoras de fortalezas, en una voz profética que enmudezca los argumentos y llame a la vida a los que están muertos. Sin oración, las palabras solo son eso, palabras.
Sabiendo de este poder que yacía en la oración, Pablo pidió a los efesios que oraran por él <<a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio>> Ef 6:19
A los de colosa les pidió:
<<Intercedan por nosotros a fin de que Dios nos abra las puertas para proclamar la palabra, el misterio de Cristo por el cual estoy preso>>. Col 4:3
Finalmente, el término <<apresto>>, que usa el apóstol, literalmente significa preparación y podría referirse a la disposición que debe tener todo cristiano de compartir el evangelio de la paz, esta disposición suele cultivarse en los jardines de la oración.
El escudo y la oración
Los soldados romanos poseían un escudo, generalmente compuesto por dos piezas de maderas unidas entre sí con hierro, este escudo era recubierto de alguna clase de tela o piel de animal. Era largo y se usaba como protección contra las flechas que arrojaban los enemigos. Algunas flechas eran sumergidas en brea y encendidas con fuego, para protegerse de este tipo de dardos. Los soldados mojaban sus escudos con abundante agua y así lograban neutralizar los dardos ardientes del enemigo.
Pablo dice que la fe es el escudo del creyente <<tomad el escudo de la fe…>> era bien sabido por el apóstol que se requiere de una fe viva para poder apagar los dardos del enemigo que atacan a lo largo de la vida cristiana. En este punto, debo decir que la oración es el ejercicio más pleno de la fe. La oración se puede considerar como el acto a través del cual reconocemos que nuestra necesidad no puede ser suplida por ninguna fuerza humana sino solamente por una intervención divina y eso es fe.
La fe genuina busca su total expresión en la oración, Juan Calvino dijo:
<<Pero después de que hayamos aprendido por fe a saber que todo lo que fuera necesario o deficiente en nosotros se provee en Dios y en nuestro Señor Jesucristo, en quien ha placido al Padre que toda la plenitud debe morar, que podemos por lo tanto, sacar como desde una fuente inagotable, queda en nosotros buscar y, en oración, implorar de Él lo que hemos aprendido a ser en Él Conocer a Dios como el soberano que dispone de todo lo bueno, que nos invita a presentarle nuestras peticiones, y aun así no acercarnos a Él ni pedirle, más que sernos de utilidad es como si enterados de un tesoro le permitiéramos permanecer enterrado en la tierra. Por lo tanto, el apóstol para demostrar que una fe que no va acompañada con oración al Señor no puede ser genuina, indica que este es el orden: Como la fe brota del evangelio, así por la fe nuestros corazones, están dispuestos a clamar el nombre de Dios (Romanos 10:14)>>.[1]
Así como los escudos de los soldados eran mojados para apagar los dardos con fuego del enemigo, la fe del creyente, que es su escudo, debe ser sumergida en las profundas aguas de la oración. ¿Qué es la fe sin oración? No es más que otra doctrina dentro de una compleja ortodoxia muerta. ¿Y qué es la oración sin fe? un rito desagradable a los ojos de Dios.
El yelmo y la oración
El yelmo protegía la cabeza del soldado, éste poseía dos correas de cuero con las que se fijaba en la cabeza y así aseguraba que no se cayese. La cabeza es la unidad de gobierno del resto del cuerpo. Creemos que la mente tiene su lugar de residencia ahí, las grandes batallas se libran precisamente en el campo de la mente. Por lo tanto, la disposición mental y la concentración debían ser muy importantes para el desempeño del soldado en la guerra.
Cuando Pablo dice: <<Tomad el yelmo de la salvación>>,está diciendo que la salvación debe cubrir todo nuestro esquema de pensamientos y protegerlo, que debemos guardar nuestra mente con las verdades de la salvación y ocuparla con todo lo concerniente a ella. La salvación, tal cual como se nos presenta en la Biblia, posee un lado lógico y evidente y es tarea del cristiano conocerla.
Pablo les escribió a los filipenses: <<ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor<< Flp 2:12.El término ocupaosimplica una comprensión y un entendimiento aceptable de la obra salvífica.
Es lógico que la salvación deba comprenderse para disfrutarse. No obstante, la compresión de las verdades de la salvación no produce nada por sí sola, al igual que la fe, solo sería un grupo de doctrinas dentro de una ortodoxia muerta. Es la oración la que hace la salvación disfrutable y profundamente estimable. David en el salmo 51 oró: <<Vuélveme el gozo de tu salvación>> (v12). Al parecer se puede ser salvo y aun así no disfrutarlo.
El Espíritu Santo usa la Palabra y las oraciones para la obra salvífica en la mente y corazón del creyente. Ante la duda y confusión con las que ataca el enemigo, el creyente permanece tranquilo en los pastos de la oración. Por medio del Espíritu ora <<Abba Padre>> y eso lo hace descansar en la segura membresía de la familia de Dios. Pero sin oración, difícilmente la salvación puede ser algo disfrutable y estimable.
La espada y la oración
La espada era el arma con la que el soldado peleaba cuerpo a cuerpo, se dice que esta espada era por lo general corta y con dos filos. Es obvio y algo muy necesario que los soldados dedicasen suficiente tiempo y energía en afilar sus espadas. Una espada sin filo es como un revolver sin balas, inútil.
Pablo dice, <<toma la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios>>. Dentro de la armadura de Dios, esta es la única arma ofensiva, y es suministrada por el Espíritu de Dios. El término para Palabra que usa el apóstol no eslogos como en Hebreos 4:12 sino <<rhema>>,este término hace énfasis en la palabra hablada por el Espíritu, puede entenderse como la palabra viva y dinámica de Cristo aplicada en la mente del creyente ante una necesidad específica, nunca fuera del marco de la Escritura, sino la Escritura misma. La tentación de Jesús en el desierto nos puede brindar una excelente ilustración, ante cada tentación de Satanás, Jesús respondió con una porción de la Escritura precisa para demoler las artimañas del tentador.
La oración y la palabra como ha de suponerse tienen una conexión vital, <<Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho>> Jn 15:7. En la oración, el creyente le habla a Dios y en la Palabra Dios le habla al creyente. En la oración el creyente se entrega a Dios en la Palabra y Dios se da al creyente.
En la Palabra aprendemos lo que Dios ha dicho que tenemos que hacer, pero en la oración confirmamos que es Dios quien lo ha dicho. La Palabra nos invita a obedecer, pero en la oración somos influenciados por Dios para obedecerla. No son los mandamientos los que nos llevan a querer la rectitud, sino el compañerismo vivo con Cristo cultivado en la oración. No son las promesas que se dibujan en la Palabra sino la presencia personal de Aquel que las ha prometido, y esta presencia es más disfrutable en la apacible cámara de la oración. Así es como se entreteje esta vital relación entre la Palabra y la oración. Ni quisiera dar a entender que primero debe venir la oración y luego la palabra, más bien, pretendo resaltar la necesidad de un balance entre ambas. Porque la Palabra sin oración es solo una colección de máximas, mientras que la oración sin la Palabra en el mejor de los casos, no pasa de ser una experiencia emocional mística, y en el peor de ellos un monólogo con el cojín.
Como vemos, la oración tiene preeminencia ante el resto de las actividades y prácticas cristianas, descuidar la oración es descuidar la fe. E.M. Bound en su libro El Arsenal de la Oración ha dicho:
Los apóstoles invertían sus fuerzas para que los cristianos honraran a Dios por medio de la pureza y las constancias de sus vidas exteriores. Tenían que reproducir el carácter de Jesucristo. Tenían que perfeccionar la imagen de Jesús en ellos, absorber su temperamento y reflejar su modo de vida a través del temperamento y la conducta. Tenían que aceptar el desafío <<imiten a Dios como hijos muy amados>> (Ef 5:1) debían obedecer <<manténgase santos porque yo soy santo>> (Lv11:44). En consecuencia, aún los hombres comunes tenían que predicar con la conducta y el carácter, así como el predicador tenía que predicarles con su boca y actitud.
Para elevar los seguidores de Cristo a estas exaltadas alturas de la experiencia cristiana, eran auténticos en todo el ministerio de la Palabra de Dios, en el ministerio de la oración, en el santo celo consumidor, en la exhortación ardiente, en la reprensión y en la reprobación. Añadiendo a todas estas cosas, santificándolas, fortaleciéndolas, y haciéndolas saludables a todas ellas, centraban y ejercitaban constantemente la fuerza de la oración más poderosa. Oraban intensamente de noche y de día, es decir, orando sin medida, con profunda sinceridad, superabundantemente, más allá de toda medida, excediéndose en abundancia.”
[1] Oración El ejercicio continuo de la Fe
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