Por qué deberíamos hablar más abiertamente de nuestras finanzas
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Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos. Ahora pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre.
Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.
Las finanzas se sienten como un asunto privado. Sin embargo, afectan tanto a nuestras vidas y revelan tanto sobre nuestros corazones que me pregunto si deberíamos hablar más abiertamente sobre ellas. ¿Cuáles son las razones para hablar en nuestras iglesias con más transparencia de las finanzas? ¿Cómo podemos hacerlo?
Incluso los que se meten de cabeza en temas delicados rara vez profundizan en este. Puede que nuestros corazones sean un libro abierto, pero el historial de nuestras tarjetas de crédito no lo es. Por muy cercana que sea una relación, resulta incómodo revelar detalles sobre nuestras finanzas.
La única forma de superar esta incomodidad es recordarnos por qué es importante y estar dispuestos a abrirnos primero. Estas son tres razones por las que la transparencia es sabia.
1. Las finanzas son una causa común de conflictos matrimoniales
1. Las finanzas son una causa común de conflictos matrimoniales
El dinero es un punto de tensión entre las parejas casadas, independientemente del nivel de ingresos, y a menudo figura como una de las principales causas de divorcio. Para atender a las parejas que experimentan tensiones o desacuerdos financieros, nuestra iglesia debe ser un lugar donde se hable del tema abiertamente y en detalle.
Si retenemos los detalles, es difícil dar y recibir consejo como deberíamos, incluso podemos agravar los problemas. ¿Cómo podemos ofrecer sabiduría y ayuda sin comprender los detalles y la dinámica? Hay un enemigo al que le encantaría amargar los matrimonios tentándonos a mantener nuestros desacuerdos en privado. Podemos fortalecer nuestra unidad hablando con regularidad de asuntos de dinero y compartiendo francamente con amigos y líderes de confianza cuando lleguemos a un punto de desacuerdo.
Estas son preguntas que deberíamos plantearnos regularmente para fortalecer nuestros matrimonios:
¿Tomas decisiones financieras importantes sin el apoyo de tu cónyuge?
¿Ha expresado tu cónyuge su preocupación porque seas frívolo o tacaño con el dinero? ¿Has escuchado con humildad su punto de vista?
¿Están orando juntos sobre cómo administrar mejor el dinero que Dios les ha confiado?
¿Hay que reconstruir la confianza que se ha roto? ¿Cómo puedes reconstruirla de forma proactiva?
2. Enseñar responsabilidad financiera es un acto de amor
2. Enseñar responsabilidad financiera es un acto de amor
Las deudas agobian a muchos. A veces es inevitable, por lo que no debemos hacer juicios prematuros. Dicho esto, la deuda también es atribuible a menudo al descontento, que lleva a hábitos de gasto impíos; o a la falta de discernimiento, que lleva a hábitos imprudentes. Las consecuencias hunden a innumerables cristianos en la crisis.
Si hablamos libremente de finanzas, podemos ayudarnos mutuamente a evitar desastres financieros. Buscar humildemente la opinión de personas más sabias reducirá los errores comunes. Además, si un hermano o hermana no está ejerciendo una mayordomía piadosa, le será de gran ayuda y le evitará problemas en el futuro.
Las Escrituras no dicen explícitamente cuánto debemos gastar en una casa, ropa o una carrera. No detalla cuál debe ser nuestro presupuesto para compras o vacaciones. No dice cuánto debemos ahorrar. Pero sí proporciona principios para aplicar.
Todos hemos sido llamados al contentamiento y al autocontrol, por lo que deberíamos ayudarnos unos a otros a luchar contra los insaciables ídolos de la riqueza y el materialismo. Todos estamos llamados a la generosidad, por lo que deberíamos animarnos unos a otros a considerar si nuestras decisiones fomentan o inhiben la generosidad. La mayordomía es un acto de discipulado y ayudarnos unos a otros a practicarla es una expresión de amor.
Estas son preguntas que deberíamos discutir regularmente para cultivar una mayordomía piadosa:
¿Estás gastando dinero que no tienes? Si es así, ¿por qué? ¿Tienes un plan claro para devolverlo?
¿Cómo procuras crecer en contentamiento de forma proactiva?
¿Tus hábitos de gasto indican que te preocupa más tu hogar terrenal o el eterno?
¿Tomas decisiones con visión corta o tienes en cuenta cómo afectarán a tu futuro?
3. La generosidad disminuye el atractivo de la avaricia
3. La generosidad disminuye el atractivo de la avaricia
Todo pecado es común al hombre, y la avaricia y el materialismo no son excepciones. Una forma crucial de combatir estas tentaciones es animarnos unos a otros a la generosidad.
En las Escrituras abundan los ejemplos:
Job era conocido y respetado por su generosidad con los necesitados.
Pablo habló a la iglesia de Corinto de la generosidad de los macedonios para que celebraran la gracia de Dios y se animaran a dar con alegría.
Jesús llamó la atención de los discípulos sobre la viuda pobre que dio los ahorros de toda su vida en la ofrenda del templo.
Zaqueo, en un acto público de arrepentimiento, declaró que daría la mitad de sus ingresos a los pobres.
Aunque nunca debemos hacer alarde de nuestras ofrendas para ser vistos por los demás, sí debemos hablar de ello para que la iglesia sea santificada.
Si revelamos con humildad cómo Dios nos ha llevado a modificar nuestros presupuestos y estilos de vida para dar prioridad a la generosidad, animaremos a otros a reevaluar sus propios hábitos y objetivos. Si compartimos con entusiasmo los ministerios que apoyamos, inspiraremos a otros a considerar cómo pueden invertir también en la obra del reino. La razón para hablar de dar no es jactarse, sino estimular. Al ayudarnos unos a otros a practicar la generosidad, seremos bendecidos por un gozo más profundo que el que la avaricia podría proporcionar. Dios no solo ama a los dadores alegres, sino que los crea.
Estas son preguntas que deberíamos plantearnos regularmente para luchar contra la codicia y despertar la generosidad:
¿Cómo has priorizado vivir con generosidad en esta etapa de la vida?
¿Cómo te sientes más tentado a ser egoísta con tu dinero y tus posesiones? ¿Cómo combates esas tentaciones?
¿Te impide el miedo al futuro dar ahora?
¿Cultivas la compasión por los pobres y la pasión por las iniciativas del evangelio?
No cabe duda de que abordar estas preguntas resultará incómodo al principio. Pero estas conversaciones no serán normales hasta que las hagamos normales. Toma la iniciativa, ábrete en el grupo pequeño o toma un café con alguien de la iglesia, luego comparte con humildad, pregunta con gracia y confía en que Dios obrará a través de la incomodidad para producir el fruto de la santidad.
Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.