Levitico - clase 13
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Las leyes sobre lo limpio y lo impuro (Lev. 11-15)
Las leyes sobre lo limpio y lo impuro (Lev. 11-15)
Una vez establecido el tabernáculo, mantener el espacio sagrado sin contaminar se convirtió en una prioridad luego de la muerte de los hijos de Aarón - eran necesarias las leyes sobre la impureza y la pureza.
Noten las palabras de Jehová al concluir con estas instrucciones:
Así ustedes mantendrán a los israelitas separados de sus impurezas, para que no mueran en sus impurezas por haber contaminado Mi tabernáculo que está entre ellos»
Esto fue lo que le paso a los hijos de Aarón. Como existe la terrible posibilidad de profanar la casa de Dios, él de manera específica habla con detalle sobre aquellas impurezas que contaminan el santuario y así evitar su profanación.
Recordemos que el sistema ritual mediaba entre dos ámbitos: el común y el sagrado. Pero dentro del ámbito de lo común, una persona u objeto podía ser "limpio" (ṭāhôr) o "impuro" (ṭāmē'), lo que presentaba la peligrosa posibilidad de que lo impuro entrara en contacto con lo sagrado.
Todo lo que no es santo es común. De manera que las cosas comunes se dividen en dos grupos: las limpias y las impuras.
Las cosas limpias se vuelven santas cuando se santifican. Pero los objetos impuros no pueden ser santificados.
Las cosas limpias pueden volverse impuras, si se contaminan.
Por último, los objetos santos pueden ser profanados y convertirse en comunes, incluso contaminados, y por tanto impuros....
De manera que la santificación puede elevar lo limpio a santo, mientras que la contaminación degrada lo limpio a impuro.
Lo impuro y lo santo son dos estados que nunca deben entrar en contacto .... Según el Levítico, la sangre del sacrificio es necesaria para limpiar y santificar.
El sacrificio puede deshacer los efectos del pecado y de la enfermedad humana. El pecado y la enfermedad llevan a la profanación de lo santo y a la contaminación de lo que es limpio. El sacrificio puede invertir este proceso.
Esta división del sistema ritual puede entenderse aún más si comprendemos las categorías de santo y común en relación con el estatus de las personas, los lugares, los objetos y el tiempo, mientras que limpio e impuro se refieren más bien a la condición de las personas, los lugares o los objetos.
La condición de limpio deriva su valor dentro del espectro de la cercanía a Dios. Para cruzar la frontera de lo común a lo santo. Notemos como en Levítico 15:31, la impureza de Israel planteaba un problema doble.
Así ustedes mantendrán a los israelitas separados de sus impurezas, para que no mueran en sus impurezas por haber contaminado Mi tabernáculo que está entre ellos»
Intentar acercarse a la Presencia divina estando impuro entrañaba el riesgo de muerte inmediata para el israelita. Esta consecuencia es parte integrante del mensaje general del Levítico, 'que la santidad es más poderosa que la impureza, que la vida puede vencer a la muerte'. Sea como fuere, si la impureza acumulada contraída por el tabernáculo no se remediaba ritualmente, se desencadenaría un segundo problema,
Israel se vería amenazado con la pérdida de su mayor bendición y razón de ser: Dios abandonaría su morada entre ellos. La Presencia de Dios era la fuente de la santificación de Israel; sin su limpieza, Israel cargaría entonces con su propia culpa y sufriría las amenazas del pacto.
Estar limpio significa ser apto para la Presencia de Dios, mientras que ser santo significa que uno pertenece a Dios.
Algo que es santo debe permanecer exclusivamente en el reino de Dios (espacio sagrado), viviendo sólo para su voluntad, o bien ser destruido para impedir el uso común o profano.
A través de la relación pactual con Dios, el estatus normal de Israel era limpio; el del sacerdocio era santo, teniendo al propio Dios por herencia. Los sacerdotes (santos) debían facilitar la relación entre el santo Dios y el (limpio) Israel, una relación que haría santo a Israel y, con el tiempo, también a las naciones a través de Israel.
De manera que, el propósito y la actividad de Dios en el mundo es limpiar y santificar, mientras que el propósito y la actividad de Satanás y de la naturaleza pecaminosa es profanar y contaminar. Los caminos de Dios son caminos de vida, mientras que los caminos de los corruptos conducen a la muerte.
Aquí tenemos el desglose básico de la legislación de limpieza/impureza:
Distinción entre animales limpios e inmundos (cap. 11). Suciedad dentro del cuerpo
Limpieza después del parto (cap. 12). Suciedad por la sangre del parto.
Diagnosticar enfermedades de la piel (y otras superficiales) como impuras (cap. 13). Suciedad en la superficie del cuerpo.
Limpieza de enfermedades de la piel (y de la casa) (cap. 14).
Diagnóstico y limpieza de los fluidos corporales impuros (cap. 15)
El contraste entre la vida y la muerte es el centro de las leyes de lo limpio y lo impuro.
El contraste entre la vida y la muerte es el centro de las leyes de lo limpio y lo impuro.
Entendiendo que Dios es la fuente de la vida, el espectro entre la vida y la muerte puede trazarse espacialmente, con la vida y el cosmos ordenado en un extremo, y la muerte y el caos en el otro.
Cuanto más se acerque uno a Dios, más cerca estará de la vida en abundancia.
Cuanto más se aleja uno de Dios, más profundamente se experimenta la muerte y el caos.
En ese orden de ideas:
El lugar santísimo del tabernáculo representa la fuente suprema de la vida. Allí esta la presencia de Dios
En el extremo opuesto está el desierto, que corresponde a las aguas revueltas que rodean el monte de Dios, bajo las cuales se encuentra el Seol, el reino del caos y la muerte.
Lo que está limpio puede ser llevado a la Presencia de Dios a la entrada del tabernáculo (el patio ante el altar). Pero, antes de acercarse a Él, la persona, el animal o el objeto limpios deben ser santificados, hechos santos, para pertenecer a YHWH.
A grandes rasgos, lo impuro está más cerca del extremo muerte/caos, y lo limpio está más cerca de la vida de Dios; más allá de la condición de limpio está la de santo, y luego la de santísimo, que está más cerca de YHWH, que es en sí mismo vida absoluta (santidad).
Con este mapa ritual, podemos empezar a entender por qué algunos animales, objetos o personas se clasifican como limpios o impuros. Así que:
Aunque el parto, la menstruación y las relaciones sexuales eran normales, seguían causando impureza porque cada uno de ellos implicaba la pérdida de líquidos vitales, lo que impedía a las personas rendir culto hasta que se recuperaran de dicha pérdida. A Dios, que es vida perfecta y santidad perfecta, sólo pueden acercarse los hombres limpios que gozan ellos mismos de plenitud de vida. Los impuros son los que de alguna manera tienen un aura de muerte en torno a ellos, en el sentido de que manifiestan menos que la plenitud física.
Muchos de los animales inmundos están asociados a la muerte de alguna manera, ya sea por ser depredadores carnívoros o carroñeros, por vivir en cuevas (tumbas) o, como los cerdos, por estar asociados a deidades del inframundo en el culto pagano. En esta línea, las criaturas que muestran alguna anormalidad dentro de su clase (como los peces sin escamas) se consideran más alejadas de la totalidad de un cosmos ordenado en términos de vida.
Del mismo modo, en relación con los humanos, ciertos defectos físicos impiden a un descendiente de Aarón servir como sumo sacerdote, ya que representa la creación original o restaurada y "debe ser perfecto como hombre, si ha de ser sacerdote".
Varias afecciones, como las enfermedades de la piel, hacen impuros a los israelitas porque los llevan al reino de la muerte. Cuando Miriam se volvió leprosa, Aarón rezó: "Por favor, no dejes que sea como un muerto, cuya carne está medio consumida..." (Núm. 12:12). Por tanto, el leproso declarado impuro debe guardar luto, despeinarse, rasgarse las vestiduras y exiliarse fuera del campamento de Israel (Lev. 13:45-46); en esencia, esa persona "experimentaba una muerte en vida".
Muchas de las descargas de fluidos corporales (como la sangre o el semen), junto con el vientre poco después del parto, pueden correlacionarse con la pérdida de la vida, incapacitando para estar en la Presencia de la plenitud de la vida.
Como el desierto representa el caos, la muerte y el Seol, todo lo que huela a muerte es expulsado al desierto y alejado de la Presencia de Dios.
La necesidad de separar la vida de la muerte, lo impuro de lo sagrado, también ayuda a explicar por qué:
El sumo sacerdote nunca debe tener contacto con la muerte
Los cadáveres contaminan
No se debe cocer un cabrito en la leche de su madre.
Dependiendo de la gravedad de la impureza, el remedio ritual puede consistir simplemente en lavarse y esperar hasta la noche o puede requerir ofrendas de purificación, que la persona permanezca impura durante siete días o incluso que sea desterrada del campamento de Israel.
La impureza, pues, "parece haber proyectado la sombra de la muerte sobre sus portadores". Puesto que las impurezas mayores no sólo contaminan, sino que ponen en peligro, la expiación (kipper) es apropiada, ya que la persona impura no sólo necesita ser limpiada, sino también rescatada del reino de la muerte.
Mientras que contraer la impureza era un movimiento de la vida hacia la muerte, los rituales de purificación se entendían como un movimiento de la muerte hacia la vida, que normalmente implicaba símbolos de vida (sangre y agua).
En la medida en que la obediencia a la ley de YHWH era en sí misma el camino de la vida, la llamada a distinguir entre la vida y la muerte fluía desde y hacia la relación del pacto de Israel
»Mira, yo he puesto hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal.
»Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra ustedes de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios, escuchando Su voz y allegándote a Él; porque eso es tu vida y la largura de tus días, para que habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob».
La santidad de Dios y la contaminación del pecado
La santidad de Dios y la contaminación del pecado
Entonces Moisés dijo a Aarón: «Esto es lo que el Señor dijo: “Como santo seré tratado por los que se acercan a Mí, Y en presencia de todo el pueblo seré honrado”». Y Aarón guardó silencio.
La muerte de Nadab y Abiú, que ponen entre paréntesis las leyes de lo limpio y lo impuro, se enmarcan en el contexto de la santidad de Dios.
Por un lado, aunque las faltas morales graves hacen impuro, la impureza ritual de la que se habla en Levítico 11-15 no puede equipararse al pecado de forma simplista.
Las situaciones que hacen que uno quede impuro temporalmente, como el contacto con un cadáver, las relaciones sexuales, el parto o una enfermedad de la piel, no se consideran ofensas morales contra Dios.
Y aunque a veces el remedio pasa por una ofrenda de purificación (también llamada "ofrenda por el pecado"), el texto es bastante claro a la hora de distinguir los rituales de impureza de los capítulos 11-15 de la ofrenda de purificación por los pecados detallada en los capítulos 4 y 5 (4:20, 26, 31, 35; 5:6, 10).
En las leyes de limpieza/impureza de Levítico 11-15, uno encuentra en su lugar 'Así que el sacerdote hará expiación por ella y quedará limpia' (12:8)(14:31), demostrando que el estatus de impuro no es uno que necesariamente exija el perdón del pecado.
El Día de la Expiación limpia tanto del pecado como de la impureza, y el Pentateuco describe regularmente los actos inmorales y las iniquidades -asesinato, adulterio, idolatría- como impuros. Los profetas también hacen esta correlación.
»Lávense, límpiense, Quiten la maldad de sus obras de delante de Mis ojos. Cesen de hacer el mal.
De manera que el principal propósito de las leyes de limpieza/impureza es enseñar a Israel a abstenerse de la suciedad del pecado, pues la impureza vino al mundo a causa del pecado. Esta limpieza de corazón se convierte en una promesa divina y un objeto de esperanza para Israel:
’Entonces los rociaré con agua limpia y quedarán limpios; de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos los limpiaré.
Así que, aunque en Levítico 11-15 la impureza no se equipara directa o inmediatamente con actos pecaminosos concretos, sí se trata como si fuera, en general o en última instancia, el resultado del pecado: la impureza representa la contaminación del pecado.
Por tanto, el contacto con un cadáver produce impureza, no porque dicho contacto sea en sí mismo un pecado, sino porque la muerte y la mortalidad son el resultado del pecado.
Precisamente aquí la correlación entre santidad y vida/santidad es crítica. La imperfección física, las alteraciones, las deformidades y las enfermedades, aunque no se consideren pecaminosas en sí mismas, no dejan de reflejar el daño y la contaminación de la tierra por el pecado y, por tanto, requieren una limpieza ritual.
El diluvio, por ejemplo, no sólo sirvió para juzgar a los pecadores, sino también para limpiar (al menos figuradamente) el cosmos de la contaminación del pecado.
Es por esta misma razón que un espacio sagrado, el tabernáculo, tuvo que ser construido y consagrado para que YHWH pudiera morar en medio de Israel. Y esto, una vez más, es el núcleo del drama del Levítico: se ha creado una burbuja sagrada dentro de un mar de inmundicia;
¿cómo puede ahora entrar en esta esfera cualquier israelita, cuando hasta sus pulmones están contaminados? ¿Y cómo puede mantenerse limpia esta esfera continuamente?
Es importante comprender, además, que aunque para Israel la condición de limpio era el estado normal, esta condición nunca debía darse por sentada (como un derecho étnico o de otro tipo). Más bien, era el resultado directo de su relación de alianza con YHWH: la limpieza era el resultado de la redención y consagración divinas de Israel.
La impureza ritual servía no sólo para dar testimonio de la contaminación generalizada del pecado, sino también, por contraste, de la santidad infinita del Dios de Israel y, por tanto, de la necesidad de limpieza como requisito previo para entrar en su Presencia.
Fundamentalmente, una persona declarada impura es aquella a la que 'no se le permitía aparecer en la Presencia de Yahvé, participar en el servicio divino'.
Los seres humanos, en virtud de ser parte de este mundo caído y maldito por el pecado, son 'impuros' o 'contaminados' y no son automáticamente elegibles para acercarse a Dios'; en otras palabras, la condición normal de la humanidad (pecadora y caída) es la impureza.
¿Quién subirá al monte de YHWH?
Israel y las naciones
Lo que se ha mencionado en relación con la incapacidad básica de la humanidad para la Presencia divina también sería cierto en el caso de Israel si el pacto de gracia que Dios estableció con ellos.
Dentro del pacto que fue precedido por la sangre y el agua de la redención (en la Pascua) y la sangre de la consagración (rociada en el Sinaí) Israel fue limpio, fue santificado para ser un pueblo santo para Dios, mientras que las naciones permanecieron impuras
Cuando Dios separó a Israel de las naciones, se propuso separar a Israel de la pecaminosidad de las naciones - la contaminación de la idolatría. El propósito de Dios al santificarlos, era que ellos siendo un pueblo santo, una nación de sacerdotes, pudieran ser mediadores entre el santo Dios y las naciones impuras.
Israel no fue separado de las naciones para ser JUDIOS, sino para ser limpios, santificados y santos
”No se contaminen con ninguna de estas cosas, porque por todas estas cosas se han contaminado las naciones que voy a echar de delante de ustedes.
Esta era la idea de las leyes dietéticas:
”Además, no anden en las costumbres de la nación que Yo echaré de delante de ustedes; porque ellos hicieron todas estas cosas, Yo los aborrecí. ”Por eso les he dicho: ‘Ustedes poseerán su tierra, y Yo mismo se la daré para que la posean, una tierra que mana leche y miel’. Yo soy el Señor su Dios, que los he apartado de los pueblos. ”Ustedes harán una distinción entre el animal limpio y el inmundo, entre el ave limpia y la inmunda; no hagan sus almas abominables por causa de animal o de ave o de cosa alguna que se arrastra sobre la tierra, los cuales Yo he apartado de ustedes por inmundos. ”Sean ustedes santos, porque Yo, el Señor, soy santo, y los he apartado de los pueblos para que sean Míos.
Dios separó a Israel de entre los pueblos, para ser santos. Cada comida le recordaba a Israel su vocación “eran un pueblo santo”.
Israel había sido elegido por Dios y purificado, y así poseía, con su morada en medio de ellos, la plenitud de la vida; los gentiles seguían exiliados de la Presencia divina, impuros y en el reino de la muerte.
Por tanto, cuando la expiación de Jesús y el don del Espíritu produjeron la verdadera purificación tanto para el judío como para el gentil por medio de la fe, las leyes alimentarias, que servían para simbolizar y fomentar la distinción entre ellos, quedaron abolidas (véase Hechos 10-11).
Limpio e impuro en el sistema ritual
Limpio e impuro en el sistema ritual
Sólo lo que está limpio puede llegar a ser santo.
De su propio rebaño (limpio), por ejemplo, el israelita escogía una oveja para apartarla (hacerla santa) para el sacrificio.
Un cananeo o moabita, por lo tanto, no podía pertenecer a Dios sin antes ser limpio dentro de la relación del pacto de Israel con YHWH. Igualmente significativo, era la voluntad de Dios que todo Israel llegara a ser santo.
Habiendo llevado a Israel de la condición de impuro, entre las naciones, a la de limpio en relación consigo mismo, Dios se proponía santificar a su pueblo para que fuera su posesión más preciada. Este objetivo había sido expresado por Dios durante la revelación inicial en el Sinaí
“Ustedes han visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo los he tomado sobre alas de águilas y los he traído a Mí. ”Ahora pues, si en verdad escuchan Mi voz y guardan Mi pacto, serán Mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque Mía es toda la tierra. ”Ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa”. Estas son las palabras que dirás a los israelitas»
Una comunión más profunda con Dios, por tanto, era el objetivo de la santidad, y las leyes de limpieza/impureza se situaban en el contexto de la búsqueda de la santidad.
”Porque Yo soy el Señor su Dios. Por tanto, conságrense y sean santos, porque Yo soy santo. No se contaminen, pues, con ningún animal que se arrastra sobre la tierra. ”Porque Yo soy el Señor, que los he hecho subir de la tierra de Egipto para ser su Dios; serán, pues, santos porque Yo soy santo”».
La impureza ritual, que le impedía a uno adorar en el tabernáculo, era un recordatorio de que toda la vida estaba orientada en torno a la realidad y la naturaleza de YO SOY EL QUE SOY, la fuente de la vida, la integridad y la santidad, y que el pecado y su contaminación, si no se expiaban y limpiaban, conducirían finalmente a la muerte, al exilio permanente lejos de su Presencia
Así como Adán y Eva experimentaron una muerte en vida cuando fueron expulsados del Edén, todo hombre que fuera diagnosticado como impuro sufría un destino similar".
La analogía entre el exilio de Israel de la tierra y el de Adán del jardín ha sido reconocida desde hace mucho tiempo en la antigua interpretación rabínica y es un lugar común en la erudición actual.
Lo que quizá no se haya reconocido tanto es cómo la legislación sobre lo limpio y lo impuro puede haber representado ese drama de forma ritual y periódica en la vida de Israel.
El pecado puede no dejar su marca en el rostro del pecador, pero es seguro que marcará el rostro del santuario... el pecador puede no tener cicatrices por su maldad, pero el santuario lleva las cicatrices y, con su destrucción, él también encontrará su perdición.
Las impurezas de Israel causan la contaminación del tabernáculo, ¿no podría invertirse la dirección, causando la santificación de Israel? Esto es precisamente lo que encontraremos al considerar la santidad en la próxima clase, que Dios a través del santuario (y el sábado) se propone hacer santo a Israel. El vínculo, pues, es una vía de doble sentido, que debe coordinarse con el movimiento general del espectro limpio-impuro.
¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo, como Dios dijo: «Habitaré en ellos, y andaré entre ellos; Y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo.
Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia de Dios. Están edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien todo el edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor. En Cristo también ustedes son juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.
Y viniendo a Él, como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también ustedes, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Pues esto se encuentra en la Escritura: «Yo, pongo en Sión una piedra escogida, una preciosa piedra angular, Y el que crea en Él no será avergonzado». Este precioso valor es, pues, para ustedes los que creen; pero para los que no creen, «La piedra que desecharon los constructores, Esa, en piedra angular se ha convertido,” y, «Piedra de tropiezo y roca de escándalo». Pues ellos tropiezan porque son desobedientes a la palabra, y para ello estaban también destinados. Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; no habían recibido misericordia, pero ahora han recibido misericordia.