Levítico - Clase 8
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El canto de Moisés
Entonces Moisés y los israelitas cantaron este cántico al Señor, y dijeron: «Canto al Señor porque ha triunfado gloriosamente; Al caballo y a su jinete ha arrojado al mar. »Mi fortaleza y mi canción es el Señor, Y ha sido para mí salvación; Este es mi Dios, y lo glorificaré, El Dios de mi padre, y lo ensalzaré. »El Señor es fuerte guerrero; El Señor es Su nombre. »Los carros de Faraón y su ejército arrojó al mar, Y los mejores de sus oficiales se ahogaron en el Mar Rojo. »Los abismos los cubren; Descendieron a las profundidades como una piedra. »Tu diestra, oh Señor, es majestuosa en poder; Tu diestra, oh Señor, destroza al enemigo. »En la grandeza de Tu excelencia derribas a los que se levantan contra Ti; Envías Tu furor, y los consumes como paja. »Al soplo de Tu aliento se amontonaron las aguas, Se juntaron las corrientes como en un montón; Se cuajaron los abismos en el corazón del mar. »El enemigo dijo: “Perseguiré, alcanzaré, repartiré el despojo; Se cumplirá mi deseo contra ellos; Sacaré mi espada, los destruirá mi mano”. »Soplaste con Tu viento, los cubrió el mar; Se hundieron como plomo en las aguas poderosas. »¿Quién como Tú entre los dioses, oh Señor? ¿Quién como Tú, majestuoso en santidad, Temible en las alabanzas, haciendo maravillas? »Extendiste Tu diestra, Los tragó la tierra. »En Tu misericordia has guiado al pueblo que has redimido; Con Tu poder los has guiado a Tu santa morada. »Lo han oído los pueblos y tiemblan; El pavor se ha apoderado de los habitantes de Filistea. “Entonces se turbaron los príncipes de Edom; Los valientes (los jefes) de Moab se sobrecogieron de temblor; Se acobardaron todos los habitantes de Canaán. »Terror y espanto cae sobre ellos; Por la grandeza de Tu brazo quedan inmóviles, como piedra, Hasta que Tu pueblo pasa, oh Señor, Hasta que pasa el pueblo que Tú has comprado. »Tú los traerás y los plantarás en el monte de Tu heredad, El lugar que has hecho para Tu morada, oh Señor, El santuario, oh Señor, que Tus manos han establecido. »El Señor reinará para siempre».
Este cántico resume la historia de Israel y la teología de las escrituras. Es además la bisagra que conecta las dos divisiones del libro.
La primera mitad del cántico celebra la victoria de Jehová a través del mar (vv. 1-11). La segunda mitad profetiza como Dios pastoreará a su pueblo y los guiará a su santa morada para plantarlos allí (vv. 13-17), y concluye con una descripción del reino eterno de Dios (v. 18).
El triple énfasis en el monte de Dios como fin último del viaje de Israel nos permite ver que éste es el objetivo hacia el que se dirige la liturgia establecida por Dios. Comenzando por las profundidades del mar y terminando en las alturas del santuario de la montaña, el canto atraviesa la arquitectura cósmica, a través del patrón cosmico que vimos en Genesis 1 que presenta la montaña de YHWH como la meta de la redención de Israel.
Hay comentaristas que proponen este titulo para el cántico: "La Canción del Monte". El monte al que hace referencia es la descripción de la realidad celestial prefigurara en Eden y en cada monte histórico / Sinaí, Moriha, Calvario, Sión.
Sabemos que señala a este monte por las palabras usadas en:
»Tú los traerás y los plantarás en el monte de Tu heredad, El lugar que has hecho para Tu morada, oh Señor, El santuario, oh Señor, que Tus manos han establecido.
Moisés sabe claramente que hay un santuario que Dios ha establecido desde el principio, un santuario en el que Dios se entronizo. Es a este santuario al que será conducido el pueblo de Dios finalmente.
Salomón en la dedicación del templo reconoce la correlación la realidad celestial y la copia terrenal del templo que él edificó:
»Y escucha la súplica de Tu siervo y de Tu pueblo Israel cuando oren hacia este lugar; escucha Tú en el lugar de Tu morada, en los cielos; escucha y perdona.
entonces escucha Tú desde los cielos, el lugar de Tu morada, su oración y su súplica y hazles justicia.
El monte de Dios, es su morada celestial representada y experimentada a través de las diversas montañas de la historia de Israel.
El propio lenguaje de ser "plantado" evoca imágenes del Edén, donde los justos son comparados a árboles plantados en la casa de Dios (Salmos 1; 52:8; 92:12-13).
La esperanza -y la promesa divina- expresada en Éxodo 15:17 está anclada tras el velo celestial, penetrando más allá de los querubines del Edén hacia una vida de alegría y fiesta en la casa de Dios.
Entre las aguas del Nilo (Éxodo 2) y del mar (Éxodo 14), aguas de muerte en ambos contextos, Egipto está impregnado del simbolismo del Seol, la morada acuática de la muerte.
En otras partes de la Escritura, tanto Egipto como el faraón son comparados con los monstruos del mar del caos, Rahab y el dragón o Tannin y Leviatán
O sea, a Egipto, cuya ayuda es vana y vacía. Por tanto lo he llamado Rahab el destruido.
Despierta, despierta, vístete de poder, oh brazo del Señor. Despierta como en los días de antaño, en las generaciones pasadas. ¿No eres Tú el que despedazó a Rahab, El que traspasó al dragón? ¿No eres Tú el que secó el mar, Las aguas del gran abismo; El que transformó en camino las profundidades del mar Para que pasaran los redimidos? Los rescatados del Señor volverán, Entrarán en Sión con gritos de júbilo, Con alegría eterna sobre sus cabezas. Gozo y alegría alcanzarán, Y huirán la tristeza y el gemido.
Tú aplastaste a Egipto como a uno herido de muerte; Esparciste a Tus enemigos con Tu brazo poderoso.
»Habla y di: “Así dice el Señor Dios: ‘Yo estoy contra ti, Faraón, rey de Egipto, El gran monstruo que yace en medio de sus ríos, Que ha dicho: “Mío es el Nilo, Yo mismo me lo hice”.
«Hijo de hombre, eleva una elegía por Faraón, rey de Egipto, y dile: “Parecías un leoncillo de las naciones Pero eras como el monstruo de los mares; Prorrumpías en tus ríos, Enturbiabas las aguas con tus pies Y ensuciabas sus ríos”».
Israel en ese orden de ideas, fue liberado de la cámara de la muerte, de las profundidades del mar (y del monstruo marino que encarna ese reino) y luego transportado a la morada de Dios en su montaña sagrada.
Israel salió de la muerte a la vida, esto fue lo contrario a los ocurrido en Génesis 1-7.
Israel ahora esta como Adán y Noé antes, fue puesto en el monte santo de Dios, a las puertas de Edén, representadas en el tabernáculo.
Ahora veamos como Israel es llevado al monte de Dios: Éxodo 15:22-24:18
Ahora veamos como Israel es llevado al monte de Dios: Éxodo 15:22-24:18
Sinaí, es la montaña de Dios en el desierto. Israel llega a este monte en Éxodo 19 y permanece allí hasta el final del Éxodo, también a lo largo de todo el libro del Levítico y hasta la partida narrada en Números 10.
El Sinaí es un monte sagrado, porque la gloria inaccesible, la Presencia ardiente de Dios, ha descendido sobre su cima. El cielo y la tierra se juntan aquí. Vemos muchas advertencias al pueblo para que tengan cuidado y Dios divide el monte en tres partes.
cima, 19:20; 24:12, 16-18;
sección media, 19:24; 24:1-2, 9-15;
base, 19:12, 17)
Israel debe respetar estos límites; de esta manera Dios les muestra su necesidad de consagración (19:10-11, 14-15, 22) y la necesidad de un mediador (19:3).
A orillas del monte nuevamente surge la pregunta de la liturgia a las puertas de Sión:
¿Quién subirá al monte de YHWH?
Y esa pregunta se responde en términos inequívocos: Sólo Moisés- puede subir al monte de Dios. Como mediador, Moisés es descrito constantemente como el único capaz de ascender. Éxodo 19 contrasta a Israel, que "acampó ante la montaña" con Moisés, que "ascendió a Dios" (v. 3).
Más adelante leemos:
El Señor descendió a la cumbre del monte Sinaí. Entonces el Señor llamó a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió.
El pueblo se mantuvo a distancia, mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios.
El pueblo no es capaz de subir al monte Sinaí". Su incapacidad para ascender a la Presencia divina pone de relieve quien sí puede hacerlo.
En Éxodo 24 se describe la consumación del pacto en el primer servicio de adoración de la iglesia del A.T. aquí leemos como Aarón, Nadab y Abiú, junto con los setenta ancianos de Israel, estaban en la montaña, y Dios llama Moisesque suba a la cumbre del monte. Sólo Moisés puede acercarse a YHWH, pero los ancianos, Aarón y sus hijos no deben hacerlo, y el pueblo no debe ascender tampoco.
Entonces, desde el punto medio de la montaña, después de que los ancianos, Aarón y sus hijos vieran, por así decirlo, los pies de Dios a través del pavimento claro como el zafiro (presumiblemente, mirando hacia arriba a través o dentro de la nube de gloria en la cima), Dios llama a Moisés: "Sube a mí en la montaña y quédate allí" (v. 12), y leemos: "Moisés subió a la montaña de Dios" (v. 13b). Cada vez más alto, la narración le sigue: "Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte" (v. 15). Luego, en una escena de profundo asombro, leemos:
Y la gloria del Señor reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días. Al séptimo día, Dios llamó a Moisés de en medio de la nube. A los ojos de los israelitas la apariencia de la gloria del Señor era como un fuego consumidor sobre la cumbre del monte. Moisés entró en medio de la nube, y subió al monte. Moisés estuvo en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
Aquí encontramos el conocido patrón 6 + 1 de la creación. Moisés, como Adán en la montaña de Dios, entra en el fuego de la gloria de YHWH en el séptimo día.
Con razón, Éxodo 24 ha sido descrito como un "regreso al Edén". Durante cuarenta días y cuarenta noches, Moisés permanece en el fuego sin consumirse, un anticipo del destino de Israel, representado por primera vez en la zarza ardiente (Éxodo 3; cf. Isaías 4:5-6; Zacarías 2:5).
A la luz de esta escena, resulta apropiada la pregunta que hace Isaías
Aterrados están los pecadores en Sión, El temblor se ha apoderado de los impíos. ¿Quién de nosotros habitará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?
Como mediador entre Dios e Israel, Moisés puede subir mientras que el pueblo no puede, y puede bajar mientras que Dios no puede (por la misma razón por la que el pueblo no puede subir, no sea que el santo YHWH lo consuma).
El monte Sinaí se convierte así en el símbolo para acercarse a Dios en adoración, en el escenario de esta mediación: Moisés asciende para representar al pueblo ante Dios; Moisés desciende para representar a Dios ante el pueblo.
Los ascensos y descensos de Moisés en Exodo 24 - 25 nos lleva al corazón teológico de la narración: la necesidad de un mediador.
El paralelo más cercano a Moisés en el Pentateuco son los ángeles que suben y bajan de la montaña escalonada en la visión de Jacob en Bet-el, la Casa de Dios (Gn. 28:12-13).
En el capítulo 19 Moisés está presentando principalmente a Dios a Israel
En el capítulo 24 está presentando a Israel a Dios en la ceremonia de ratificación del pacto que serviría desde entonces como paradigma del servicio de adoración de Israel.
El papel de mediador de Moisés alcanza su máxima expresión en el capítulo 33 del Éxodo, cuando Moisés intercede por los israelitas que acaban de cometer idolatría fabricando y adorando un becerro de oro.
Entonces el Señor habló a Moisés: «Desciende pronto, porque tu pueblo, que sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. »Bien pronto se han desviado del camino que Yo les mandé. Se han hecho un becerro de fundición y lo han adorado, le han ofrecido sacrificios y han dicho: “Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto”».
Al igual que la generación del diluvio, Israel se había 'corrompido', desviándose del camino que Jehová había trazado para ellos en la tierra (Gn. 6:12). Así como Dios había destruido a la generación del diluvio y vuelto a empezar con Noé,Ahora sugiere que destruirá a Israel y volverá a empezar con Moisés
»Ahora pues, déjame, para que se encienda Mi ira contra ellos y los consuma. Pero de ti Yo haré una gran nación»
Es importante notar como la apostasía del becerro de oro se da en Éxodo 32, es decir en medio del relato del tabernáculo. Dios había dado a Moises instrucciones para su construcción en Éxodo 25-31 y la construcción del tabernáculo la tenemos en Éxodo 35-40. Esto resalta la atrocidad del pecado de Israel, ellos estaban siendo convidados a entrar en el reposo de Dios. De hecho las instrucciones de Dios para Moises terminan con las introducciones sobre el día de reposo. Noten la estructura:
a. instrucciones para el tabernáculo (caps. 25-31)
b. Legislación sobre el sábado (31:12-18)
c. idolatría del becerro de oro (32:1-24)
b. Legislación sobre el sábado (35:1-3)
a. construcción del tabernáculo (caps. 35-40)
El pacto Mosaico se asemeja a una relación matrimonial en otras partes de la Escritura (cf. Isa. 54:5; Jer. 3:20; Ez. 16; Os. 2), con el cortejo de YHWH a Israel en el desierto. Tomando prestada esa analogía, es como si la narración cobrara impulso al pasar del cortejo a los esponsales en la ceremonia de ratificación de la alianza de Éxodo 24; luego, en el umbral de la consumación, Israel comete adulterio en la noche nupcial:
La crisis que crea la idolatría de Israel, dió paso al foco central, del relato, a saber: la intercesión de Moisés como mediador entre Dios e Israel
Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: «Ustedes han cometido un gran pecado, y ahora yo voy a subir al Señor. Quizá pueda hacer expiación por su pecado». Entonces volvió Moisés al Señor y dijo: «¡Ay!, este pueblo ha cometido un gran pecado: se ha hecho un dios de oro. »Pero ahora, si es Tu voluntad, perdona su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito»
Moisés se ofrece en lugar de Israel. La expresión "borrar", fue el término utilizado para referirse a la intención de Dios de borrar a la humanidad de la faz de la tierra en el relato del diluvio (Gn 6:7). El está pidiendo a Dios que perdone a Israel borrándolo a él.
Aquí se manifiesta la naturaleza esencial de la intercesión: este profundo gesto de expiación desvela el significado interno del papel de Moisés como mediador. La intercesión mediadora no es una mera oración en el sentido de "hacer peticiones", sino una súplica que es también un acto de entrega, que brota del autosacrificio.
La respuesta de YHWH:
»Sube a una tierra que mana leche y miel. Pues Yo no subiré en medio de ti, oh Israel, no sea que te destruya en el camino, porque eres un pueblo terco»
Nos lleva al corazón de las promesas de Dios a los patriarcas, así como al centro de la teología bíblica.
Noten como Dios esta garantizando la entrada en la tierra, pero Moisés se niega
Entonces Moisés le dijo: «Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas salir de aquí.
¿Qué es la tierra si está privada de la Presencia de Dios, si no se convierte en un nuevo Edén en el que Israel pueda disfrutar de la vida en comunión con Dios?
Recordemos la ciudad de Caín, la torre de Babel, la elección de Lot, el superficial contentamiento de Esaú, todos ellos ejemplos de búsqueda de satisfacción al este de la espada flamígera.
Dios esta poniendo a prueba a Moisés. Pero Moisés no abandonó ni los tesoros de Egipto, ni el reposo de Madián simplemente para establecer otra nación lejos de Dios. Para Moisés mejor era la Presencia de Dios en el desierto, que su ausencia en la tierra.
La tierra de Canaán, no es el núcleo de las promesas patriarcales, sino la vida en la ciudad de Dios.
porque esperaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
El tema principal de Éxodo 33 y de la labor mediadora de Moisés deja en primer plano: la Presencia de Dios, en particular su Presencia en medio de Israel.
Israel hizo un becerro de oro para simbolizar la Presencia de Dios, Pero Israel se ve ahora amenazado con la pérdida del símbolo divinamente ordenado de su Presencia, que era el tabernáculo.
¿Se construirá el tabernáculo después de su idolatría? Aquí, pues, encontramos el punto dramático culminante del libro, el punto focal de su tensión y resolución narrativas.
Vemos que sin la mediación de Moisés, no hay tabernáculo; no hay un nuevo cosmos lleno de la gloria de YHWH. Y así Moisés lucha con YHWH en un intercambio que se centra en su Presencia en medio de Israel:
«Mi presencia irá contigo, y Yo te daré descanso», le contestó el Señor. Entonces Moisés le dijo: «Si Tu presencia no va con nosotros, no nos hagas salir de aquí. »¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante Tus ojos, yo y Tu pueblo? ¿No es acaso en que Tú vayas con nosotros, para que nosotros, yo y Tu pueblo, nos distingamos de todos los demás pueblos que están sobre la superficie de la tierra?» Y el Señor respondió a Moisés: «También haré esto que has hablado, por cuanto has hallado gracia ante Mis ojos y te he conocido por tu nombre». Entonces Moisés dijo: «Te ruego que me muestres Tu gloria» Y el Señor respondió: «Yo haré pasar toda Mi bondad delante de ti, y proclamaré el nombre del Señor delante de ti. Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión». Y añadió: «No puedes ver Mi rostro; porque nadie me puede ver, y vivir»
La mediación de Moisés se resuelve en el capítulo 34 no sólo con su descenso del monte Sinaí con un nuevo juego de tablas, renovado el pacto, sino también con la observación un tanto misteriosa de que su rostro se había vuelto radiante por la Presencia de Dios.
Su rostro resplandecía de tal manera que incluso Aarón, y todo Israel con él, tenían miedo de acercarse a él. Moisés, por lo tanto, velaba su rostro cuando no se dirigía al pueblo con las palabras de Dios, descubriéndolo cada vez que entraba en la Presencia de YHWH.
Moisés fue transfigurado por su amistad cara a cara con YHWH, un anticipo de la realidad significada por los doce panes de la Presencia que toman el sol a la luz del candelabro mĕnôrâ. Sin embargo, la gloria reflejada de Dios debe estar velada para Israel, el conocimiento y la experiencia de Dios por parte de Israel -revelados a través de la mediación de Moisés- son, en consecuencia, limitados
Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, de tal manera que los israelitas no podían fijar la vista en el rostro de Moisés por causa de la gloria de su rostro, la cual se desvanecía, ¿cómo no será aún con más gloria el ministerio del Espíritu? Porque si el ministerio de condenación tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de justicia. Pues en verdad, lo que tenía gloria, en este caso no tiene gloria por razón de la gloria que lo sobrepasa. Porque si lo que se desvanece fue con gloria, mucho más es con gloria lo que permanece. Teniendo, por tanto, tal esperanza, hablamos con mucha franqueza. Y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los israelitas no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecerse. Pero el entendimiento de ellos se endureció. Porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el mismo velo permanece sin alzarse, pues solo en Cristo es quitado. Y hasta el día de hoy, cada vez que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones. Pero cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.