Ursulo

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Ursulo

Hace un año y 10 días estaba en este mismo lugar, celebrando el cumpleaños número 76 de mi mamá. Compartimos en familia, una comilona y una cabeza horneada. Festejamos, mi tío trajo un mariachi, mucha familia reunida alegre, ruidosa, contenta.
10 días, exactamente hace un año, regresamos a este lugar para su funeral. De eso hace 365 días. ¿Qué rápido pasa el tiempo? Somos como neblina, así de rápido es nuestra vida, por eso es bueno que cada día o cada oportunidad aprovechar la oportunidad para estar, abrazar a la familia.
Es el ciclo de la vida. Nacer, crecer, morir.
Es esta urgencia, este no saber cuándo nos tocará a nosotros lo que me hace compartir lo que compartiré el día de hoy. Lo hago desde un corazón que les ama y desde alguien que se sabe imperfecto, pecador y que ha encontrado en la misericordia de Dios, la fuente para cada día acercarme más y más a Dios.
Cada día nos enteramos de guerras, terremotos, inundaciones, enfermedades, por todos lados hay dolor y sufrimiento. Se sufre a todas las edades, por diferentes cosas ¡pero se sufre! El niño cuando no le compran lo que quiere ¡sufre! el joven cuando la novia lo corta ¡sufre! el adulto cuando no hay trabajo ¡sufre! el casado ¡sufre!
Cuando una enfermedad nos llega ¡se sufre! Cuando no podemos dar a la familia lo que desearíamos ¡se sufre! Cuando alguien querido muere ¡se sufre!
Ahora bien, todos de alguna forma sabemos que en algún momento de la vida ¡vamos a sufrir! Algunos es hasta que se empieza a sufrir que empezamos a cuidar la alimentación, el ejercicio. Otros hacen lo que les digan para salir de la enfermedad o del problema. ¿Por qué en esos momentos se hacen cosas desesperadas? ¡porque ya no hay nada que perder!
Quiero compartir lo que hacen 4 personas que tienen todo en contra: son leprosos y no tienen comida. Los leprosos en esa época, vivían afuera de la ciudad, para que no contagiaran a la población. Algunos llevaban campanillas para anunciar que se acercaba alguien inmundo, otros tenían que gritar que eran inmundos.
Hay hambre en Israel, están rodeados por el ejército Sirio, la comida se ha acabado, han llegado al extremo de comer hasta sus caballos, burros, todo tipo de animales.
Sin embargo, tiempo después, el rey de Aram reunió a todo su ejército y sitió a Samaria. Como consecuencia, hubo mucha hambre en la ciudad. Estuvo sitiada por tanto tiempo que la cabeza de un burro se vendía por casi ochenta piezas de plata, y doscientos mililitros de estiércol de paloma se vendía por cinco piezas de plata.” (2º Reyes 6:24–25, NTV)
Y de pronto un profeta les dice que en 24 horas habrá comida para todos ¡la gente no le cree! porque están rodeados, sus soldados están desnutridos ¡no van a poder derrotar a los Asirios!
Eliseo le respondió: —¡Escucha el mensaje del Señor! Esto dice el Señor: “Mañana, a esta hora, en los mercados de Samaria, tres kilos de harina selecta costarán apenas una pieza de plata y seis kilos de grano de cebada costarán apenas una pieza de plata”. El funcionario que atendía al rey le dijo al hombre de Dios: —¡Eso sería imposible aunque el Señor abriera las ventanas del cielo! Pero Eliseo le respondió: —¡Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada de eso!” (2º Reyes 7:1–2, NTV)
Y aquí entran en escena los 4 leprosos que les dije:
Sucedió que había cuatro hombres con lepra sentados en la entrada de las puertas de la ciudad. «¿De qué nos sirve sentarnos aquí a esperar la muerte? —se preguntaban unos a otros—. Si nos quedamos aquí, moriremos, pero con el hambre que hay en la ciudad, moriremos de hambre también allá si regresamos. Así que mejor sería ir y entregarnos al ejército arameo. Si ellos nos perdonan la vida, mucho mejor; pero si nos matan, igual habríamos muerto».” (2º Reyes 7:3–4, NTV)
Enfermos pero abusados, no le veo falla a su lógica: Si nos quedamos vamos a morir, si vamos a la ciudad nos vana matar, si vamos al campamento enemigo, nos van a matar, a menos que nos perdonen la vida. Así que ¿qué tenemos que perder? ¡de todos modos vamos a morir!
Cuando no tienes nada que perder, cuando te das cuenta que no hay nada que puedes hacer para salir de donde estás, es ahí dónde Dios está listo para aparecer. Cuando finalmente nos damos cuenta que no podemos cambiar el futuro, no podemos hacer nada para sanar, es ahí cuando Dios está listo. Benditos los pobres en espíritu. Cuando reconocemos que no hay algo que podamos hacer.
Así que, al ponerse el sol, salieron hacia el campamento de los arameos; pero cuando se aproximaron al límite del campamento, ¡no había nadie! Pues el Señor había hecho que el ejército arameo escuchara el traqueteo de carros de guerra a toda velocidad, el galope de caballos y los sonidos de un gran ejército que se acercaba. Por eso se gritaron unos a otros: «¡El rey de Israel ha contratado a los hititas y a los egipcios para que nos ataquen!». Así que se llenaron de pánico y huyeron en la oscuridad de la noche; abandonaron sus carpas, sus caballos, sus burros y todo lo demás, y corrieron para salvar la vida.” (2º Reyes 7:5–7, NTV)
Y de pronto estos hombres enfermos, abandonados, despreciados, dispuestos a ser esclavos o a morir ¡ahora son los más afortunados! El que no pudieran entrar a la ciudad, los puso en la única posición posible para recibir esta bendición de parte de Dios.
En cierta manera ¡todos somos leprosos! pero a algunos nos cuesta reconocerlo. Tenemos una enfermedad del alma, del espíritu y mientras no lo reconozcamos, no podemos ver la única alternativa frente a nosotros.
Un hombre se llama Jacob, le roba la bendición a su hermano mayor Esaú y escapa de su casa. Años después Dios le dice que regrese a ver a su hermano, pero no quiere. Una noche Dios le pregunta ¿cuál es tu nombre? ¿quién eres? Claro que Dios sabe quién es, era Jacob que no se reconocía quién era él.
La última vez que alguien le preguntó su nombre fue su papá y él mintió, dijo que era Esaú; ahora Dios le pregunta ¿cuál es tu nombre? y ahora sí dice su nombre: Jacob, porque su nombre significa: el que ocupa el lugar de otro, ladrón, mentiroso. Ahora se reconoce como lo que es, entonces Dios le dice; ahora que sabes quién eres, estás listo para ser quien YO quiero que seas. Y le cambia el nombre a Israel.
Volvamos con los leprosos. Dios asusta a los Sirios y escapan sin levantar el campamento. Los muchachos llegan y lo encuentra vacío, comida, ropa, tesoros para ellos solitos.
Cuando los leprosos llegaron al límite del campamento, fueron de carpa en carpa, comieron y bebieron vino, sacaron plata, oro y ropa, y escondieron todo.” (2º Reyes 7:8, NTV)
Se están dando la gran vida, comen hasta reventar, guardan un poco de oro aquí, plata allá, hasta que uno les echa a perder la fiesta: Nuestra gente está muriendo de hambre ¿nos vamos a comer todo? creo que debemos compartir esta noticia con ellos, es un día de buenas nuevas ¡mira lo que ha hecho Dios!
Finalmente se dijeron entre ellos: «Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, ¡y nosotros no lo hemos dicho a nadie! Si esperamos hasta la mañana, seguro que nos ocurre alguna calamidad. ¡Vamos, regresemos al palacio y contémosle a la gente!».” (2º Reyes 7:9, NTV)
Y regresan a compartir la noticia. Imagina a 4 leprosos, sus cuerpos con pedazos de carne colgando, quizá sin nariz, llegan al palacio a dar la buena noticia ¡sabemos dónde hay comida!
La gente no sabe qué pensar porque ¡no hay forma que ellos hayan derrotado al ejército! Dios se asegura que la Gloria sea para ÉL.
Así que prepararon dos carros de guerra con caballos, y el rey envió espías para que averiguaran qué le había sucedido al ejército arameo. Los espías recorrieron todo el camino hasta el río Jordán siguiendo un rastro de prendas y objetos tirados por los arameos cuando huyeron desesperadamente. Luego regresaron y le informaron al rey. Entonces la gente de Samaria salió corriendo y saqueó el campamento de los arameos. Así se cumplió ese día, tal como el Señor había prometido, que se venderían tres kilos de harina selecta por una pieza de plata y seis kilos de grano de cebada por una pieza de plata.” (2º Reyes 7:14–16, NTV)
Todos fueron a comer, menos el funcionario del rey que no creyó al profeta.
La aplicación que quiero hacer es esta:
Mi papá y mi mamá, nos enseñaron a confiar en Dios, nos enseñaron el Camino de la Salvación. Nos indicaron la dirección a dónde está el fiestón, la comida, el oro, la bendición. Y ahora, ellos ya están en ese banquete.
Ahora, yo soy ese leproso que ha encontrado la fuente de bendición, de paz, de Salvación y vida eterna. Y quiero hacer exactamente eso mismo que estos.
En esta vida hay sufrimiento, como la había en Jerusalén sin comida; aquí no hay forma de saciar el alma, el espíritu. No hay nada que satisfaga esa necesidad de Dios.
El corazón tiene un hueco en forma de Dios que sólo Dios puede llenar.
Cuando la vida es demasiado difícil, cuando las pruebas nos rebasan ¿a quién vas? ¿a dónde vas? ¿te vas a quedar sentado esperando que el brujo haga algo? tampoco él puede hacer nada ¡sólo Dios!
¿Te vas a quedar esperando en algo o alguien que no murió en la cruz?
Cada leproso tiene que ir en una sola dirección ¡Jesús! ÉL pagó el máximo precio por tu salvación.
Familia a quien amo con todo mi corazón; es mi anhelo, que así como en esta tierra, hemos compartido, nos hemos disfrutado como familia, nos hemos amado, nos hemos visitado. Es mi anhelo que así, juntos continuemos en la vida eterna, y la Biblia dice que hay sólo un Camino. Jesucristo.
Ese mensaje que creyó y compartió Lucía Solórzano López, hoy, a un año de su partida, nos sigue invitando a seguir a Jesús, el Único Camino, Verdad y Vida.
Esas son las buenas nuevas que este leproso que los ama, vino a compartir esta tarde.
Palabra de Dios
Oremos
Cuando llegaba el tiempo del perdón de los pecados para el pueblo de Israel, tenían dos animales para el sacrificio: un cordero y una cabra o chivo. Uno de ellos era por el perdón de los pecados, pero el otro era sobre quien el sacerdote ponía las manos y simbólicamente los pecados de todo el pueblo recaían en ese animal. Lo que es interesante es lo que sucedía después: ese animal era sacado del campamento, lo más lejos de la presencia de Dios y era sacrificado. Jesús es llevado fuera de la ciudad y ahí es sacrificado. Al llevar el pecado de todos nosotros se hizo maldito, es decir en ese momento no estuvo con Su Padre. Se quedó...sólo. Dice Juan 1:1 En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. La palabra que usa para decir: estaba con Dios, se interpreta de 3 maneras: 1- CON la multitud. 2-CON José Manuel. 3- la tercera se refiere a esa intimidad Padre e Hijo, en que se ven cara a cara, constantemente en intimidad. Cuando Jesús es puesto en el madero y llevar los pecados, en ese momento Su Padre se separa de Él porque nadie con pecado puede estar con el Padre. Mientras miles mueren si esperanza, te pregunto ¿Qué riesgo vas a tomar por ÉL? Si te sientas y no haces nada, es como morir. Por qué no sales y ves que está haciendo Dios a tu alrededor y únetele. Ese es el trabajo misionero. Casi siempre queremos que él se una a lo que estamos haciendo, cuando en realidad debemos ver que está Él haciendo y unirnos a Él. Oremos
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