Preservemos la definición bíblica de matrimonio
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Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
El Diccionario de la lengua española presenta esto como la primera definición de matrimonio: «unión de hombre y mujer, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses». Hasta un diccionario laico reconoce que el matrimonio tiene lugar entre un hombre y una mujer.
No obstante, su segunda definición expresa: «En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses».
Algunos pueden argumentar que los cristianos deberían adaptarse a los tiempos y adoptar esta segunda definición. Sin embargo, como la iglesia ha señalado a lo largo de la historia, redefinir el concepto de matrimonio conduce a diversas prácticas aberrantes. Pero más lamentable aún, significa rechazar el buen diseño creacional de Dios para nosotros.
El hecho es que no hay nada nuevo debajo del sol (Ec 1:9). A lo largo de la historia, la humanidad se ha desviado una y otra vez del diseño de Dios para el matrimonio.
Para poner un ejemplo, las Escrituras relatan historias relacionadas con la poligamia y ponen de relieve el desastre que deriva de ella. Esto empezó desde los días de Lamec, el primer polígamo mencionado en la Biblia (Gn 4:23). Luego leemos que Abraham tomó a Agar como concubina y Jacob se casó con dos hermanas biológicas. Además, David se casó con varias mujeres y su hijo Salomón tomó mil esposas y concubinas (1 R 11:3).
Estos relatos y muchos otros, con sus consecuencias, nos enseñan la insensatez de apartarse del camino previsto por Dios para el matrimonio. Así que en esta reflexión, quiero apuntarte a la belleza del matrimonio para animarte a preservar su definición bíblica: El matrimonio es una sagrada unión de pacto entre un hombre y una mujer, que simboliza su compromiso de dejar sus respectivas familias y unirse como una sola carne en una relación establecida por Dios para reflejar la relación de Cristo con Su iglesia.
Volvamos al principio
Volvamos al principio
Si queremos entender el plan de Dios para el matrimonio, debemos remontarnos al principio, a la creación. Génesis 1 – 2 describe el tipo de unión que Dios diseñó para los portadores de Su imagen.
Génesis 1 pinta a grandes rasgos la creación, donde descubrimos la manera en que Dios hace todas las cosas y las llama buenas. En este capítulo inicial de la Escritura, Dios crea a la humanidad a Su imagen y semejanza y le asigna una tarea común: ser fecundos y multiplicarse, para llenar la tierra, someterla y dominar sobre todos los seres vivientes (Gn 1:28). Varios teólogos llaman a esto el «mandato cultural».
Génesis 2 también cuenta el relato de la creación, pero centrado en la creación de la humanidad. En este capítulo leemos que todo en la creación es bueno, excepto por una cosa: la soledad del hombre. «Entonces el SEÑOR Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda adecuada”» (Gn 2:18).
Así que Dios presentó a Adán todos los animales para que les pusiera nombre. «Pero para Adán no se encontró una ayuda que fuera adecuada para él» (Gn 2:20b). Esto es cómico si lo pensamos. Dios hizo desfilar a los animales para que Adán reconociera que ninguno era una compañera adecuada para él. ¡Ni siquiera tu leal y encantador amigo perro!
La razón es que ninguna de esas criaturas porta la imagen de Dios. Ninguna le correspondía a Adán en semejanza. Por eso, Dios hizo que este tomara una siesta profunda y cuando despertó le presentó una sorpresa maravillosa: alguien que a diferencia de los animales ¡era igual a él! Tan grande fue la alegría de Adán al ver a esta mujer hermosa, que compuso la primera canción de amor (Gn 2:23).
El comentario final de Dios sobre este acontecimiento, Su epílogo sobre la corona de Su creación, es el siguiente: «Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24).
¿Hay algo más íntimo que la unión de «una sola carne»? Esta unión habla de solidaridad, no de singularidad: el hombre y la mujer que se unen en matrimonio viven en unidad sin perder su personalidad. Esa es la belleza de la unidad en la diversidad, que caracteriza la unión del hombre y la mujer.
Apuntemos a un matrimonio mayor
Apuntemos a un matrimonio mayor
Pablo retoma la imagen del matrimonio en Efesios 5 y habla del misterio de Cristo y Su iglesia (v. 32), tanto en la sumisión amorosa de las esposas a sus maridos como en el amor sacrificial de estos a sus esposas. De hecho, todo el pasaje y sus instrucciones para maridos y esposas deja claro que el matrimonio humano es la sombra y el matrimonio celestial es la sustancia; es decir, el matrimonio de Cristo y Su iglesia.
Para los que hemos sido llamados al matrimonio, la forma en que vivimos nuestra relación indica al mundo que nos observa lo que está por venir. Se acerca un gran matrimonio, las Bodas del Cordero. ¡Qué privilegio representar el evangelio a través de nuestras uniones de una sola carne!
Pero aún hay más: este matrimonio incluirá a todos los santos redimidos, sin importar su estado civil en la tierra. Los creyentes solteros también tienen una oportunidad única de señalar al mundo a Cristo mientras viven vidas puras y santas en la era actual. Como dice Sam Allberry: «Si el matrimonio nos muestra la forma del evangelio, la soltería nos muestra su suficiencia».
En otras palabras, la soltería declara que la realidad futura de nuestra unión eterna con nuestro Esposo es tan cierta y tan buena que podemos abrazarla. Con esta convicción, podemos declarar ante un mundo obsesionado con la intimidad sexual y romántica que estas no son la meta de nuestras vidas, sino Cristo.
¡Brillemos!
¡Brillemos!
Entonces, ¿cómo podemos preservar la definición bíblica del matrimonio? ¿Luchando en las guerras culturales? ¿Pasando a la ofensiva en las redes sociales para enfrentar a quienes no comparten nuestra definición tradicional de matrimonio? Aunque es importante que los cristianos hablemos con gracia y verdad sobre esto en la esfera pública, te propongo considerar también un enfoque diferente.
Si queremos que nuestros seres queridos aprecien una visión bíblica del matrimonio, dejemos que el amor de Cristo por Su novia sea la guía para nuestro amor mutuo entre esposo y esposa, para que sea tan atractivo que anhelen ese tipo de matrimonio que solo es posible gracias a nuestra unión con Él.
Al hacerlo, les señalaremos la sustancia, el día de la boda definitiva que esperamos ansiosamente.