El Gozo del ministerio

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Introducción

Adoniram Judson fue el primer misionero extranjero enviado desde América. A principios del siglo XIX, él y su primera esposa viajaron a la India y, poco después, a Burma, donde trabajó por casi cuatro décadas. Después de catorce años, tenía un puñado de convertidos y había logrado escribir una gramática del burmés. Durante ese tiempo padeció un terrible cautiverio que duró año y medio, y perdió a su esposa e hijos por enfermedad. Al igual que Pablo, anhelaba estar con el Señor, y como él, pensaba que su servicio a Cristo revestía una importancia infinita frente a sus aspiraciones personales. Por tanto, oró para que Dios le permitiera vivir lo suficiente para traducir la Biblia entera al burmés y fundar allí una iglesia con al menos cien creyentes. El Señor le concedió su petición, y también le permitió compilar diccionarios bilingues de burmés e inglés, los cuales se convirtieron en herramientas de gran valor para los obreros cristianos que le siguieron, tanto extranjeros como burmeses. El escribió: “Si no hubiera tenido la certeza de que cada prueba era dispuesta por un amor y una misericordia infinitos, no habria podido superar mis innumerables padecimientos”.
Cita bíblica:
Filipenses 1:19–26 RVR60
Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros.

I. A PESAR DE LA MUERTE, CON TAL QUE SEA GLORIFICADO

El gozo de Pablo nunca era determinado por las circunstancias a su alrededor. En esta sección se nos presenta que su gozo estaba en que aunque él estaba preso, la palabra no lo estaba (2 Ti. 2:9). Para muchos no hay gozo en la vida por tanto solo piensan en la muerte, para otros hay gozo en la vida por tanto no piensan en la muerte, ambas posturas son equivocas. Pero la pregunta es ¿Qué mantenía al apóstol con gozo?
Confianza en la voluntad del Señor
“Esto resultará en mi liberación” ¿Estaba Pablo anhelando una liberación de la cárcel o a qué se refiere? Entendiendo lo que posteriormente dirá, estamos seguros de que su confianza no era una liberación física, sino en que próntamente todo su ser sería liberado de todas estas presiones y trabajos por el pecado.
Confianza en las oraciones de los santos
“Observe que el apóstol no esperaba que el bien viniera de cualquier otro lugar sino de la oración” El gozo de Pablo dentro del ministerio se fortalecía debido a que sabía que estaba acompañado por las oraciones de los hermanos (Ro. 15:30; 1 Ts. 5:25; 2 Ts. 3:1). Es no sentirse solo en la labor que está realizando.
Confianza en la provisión del Espíritu
La confianza para el gozo ministerial también estaba en la ayuda del Espíritu Santo. El Espíritu Santo provee dirección cuando los creyentes no saben qué decir (Mt. 19:19-20). El Espíritu ayuda a los creyentes a orar (Ro. 8:26). El Espíritu es la fuente de poder (Ef. 3:20). El Espíritu produce fruto espiritual (Gá 5:22-23).
Confianza en la esperanza de Cristo
La pasión de Pablo no es ni vivir ni morir, sino ver a Cristo engrandecido pase lo que pase. Establecer un anhelo o esperanza no surge de la noche a la mañana. En la vida de Pablo, la esperanza y anhelo son fruto del conocimiento del Dios vivo y Verdadero. Su seguridad de conocerlo y vivirlo le traían confianza de que no sufriría vergüenza. Esto es el no omitir sus responsabilidades.
Confianza en el plan de Dios
Si en el plan de Dios estaba de que Pablo muriera, él sabía muy bien que debía así entenderlo. Vivir es Cristo, mientras el Señor le diera vida él se dedicaría a seguir sirviéndole, sino moría, entonces pasaría a un lugar en el que lo adoraría en completa perfección.
La vida entera del apóstol estaba rendida a su Señor y Salvador Jesucristo. El confiaba, amaba, servia, testificaba, y en todo se consagraba y dependía de El. Su única esperanza, su único propósito, la sola razón para vivir era Cristo. El viajó por Cristo, predicó por Cristo, y fue perseguido y encarcelado por Cristo. Al final, moriría por Cristo. Pero incluso la muerte, por la prodigiosa gracia de Dios, era en definitiva ganancia eterna para Pablo.

II. A PESAR DE ESTAR EN LA CARNE, CON TAL QUE SEA PROVECHO PARA LA IGLESIA (22-26)

La vida era buena, pero morir siempre es mucho mejor. No se trata de estar estreche por lo bueno y malo, sino por lo bueno y lo mejor. Porque sabe que si vivir resulta en beneficio de la obra, es entonces bueno estar con vida. Por eso vivir es Cristo, porque si hay salud física entonces se puede servir al Señor. Tener vida es bueno.
Lo que lo ponía en dilema era saber que estar con el Señor es muchísimo mejor que estar en vida. La esperanza de Pablo es estar en la presencia de Cristo. Lo uno es mejor, lo otro es necesario por causa de todos sus hermanos y para beneficio de ellos.

Aplicación

Ninguna circunstancia, de la gravedad que fuera, podía robarle el gozo a Pablo. Nada podía menoscabar su entusiasmo por el ministerio. Nada podía impedirle crecer “en la obra del Señor siempre, porque sabia que su trabajo en el Señor no era en vano. (1 Co. 15:58)”
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