Esperando al Rey redentor (P. 2)
La simiente esperada es un Rey victorioso descendiente de Judá con dominio sobre toda nación.
Introducción:
Israel esperaba un Rey:
Habría de ser una tribu de fuerza y coraje, con cualidades para el mando y la conquista: Cachorro de león, Judá (v. 9). El león es el rey de las fieras; cuando agarra una presa, no hay quien le resista. Con esto se predice que la tribu de Judá llegaría a ser muy temible y que no sólo obtendría grandes victorias, sino que disfrutaría quieta y pacíficamente de lo conseguido mediante dichas victorias—que harían la guerra, no por la guerra misma, sino por causa de la paz—. Judá es comparado, no a un león rampante, siempre apresando, siempre matando, siempre despedazando, sino a un león agachado, satisfecho de su poder y de su éxito, sin crear peligros a los demás; esto es ser verdaderamente grande.
Los hermanos de Judá lo alaban porque con dignidad y valor ha sabido someter a sus enemigos. Un ejemplo de esa valentía esta ilustrada en Números 10:14. De su simiente saldrán los reyes de Israel y Jesucristo el Rey de reyes y Señor de señores. Su control durará hasta que venga Siloh. Según esta expresión podría traducirse: "Hasta que venga aquel a quien pertenece el cetro"; además, la palabra "Siloh" también quiere decir "descanso y paz". Eso nos permite otra posibilidad de traducción: "Hasta que venga aquel a que trae descanso y paz." Sin duda, lo mejor es juntar ambas traducciones para decir: "Hasta que venga aquel a quien pertenece el cetro, pues él trae descanso y paz."
La tribu de Judá gozaría de prosperidad; su rico territorio les ofrecería a sus habitantes todo lo necesario para vivir. Normalmente no se ata un asno al tronco de una vid por temor a que lo desarraigue de un tirón. Sin embargo, los viñedos de Judá iban a ser tantos, que no se pensaría dos veces en usar una vid como poste para amarrar. Su cosecha iba a ser tan abundante que, si quisiera, podría lavar sus ropas en el vino. Sus ojos brillarían con el jugo de las uvas.