EL CRISTIANO CON TODA LA ARMADURA DE DIOS
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EFESIOS 6:13-20
EFESIOS 6:13-20
10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
I. La Armadura Para el Día Malo
I. La Armadura Para el Día Malo
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Los dos verbos que Pablo usa con respecto a la colocación de la armadura están en imperativo: “Vestíos” y “tomad”. Dada la magnitud del conflicto, la fuerza del enemigo, y los tesoros celestiales que estamos protegiendo es una orden que el creyente no puede desobedecer. Hay cierta urgencia en las palabras de Pablo, está haciendo un llamado a que el ejercito de Dios se aliste ahora mismo, -!Es ya, que levantaran la armadura y se la pondrán! - dice el apóstol.
Nuevamente notamos que la armadura es de Dios pero el creyente debe ponérsela toda y darle el debido uso. Y esta es la razón de ponérsela que da el apóstol: “para que podáis resistir en el día malo”.
Todos tenemos días malos en la vida. Aún los más bellos y radiantes paisajes se ven obstaculizados por la sombra de alguna nube gris. Nuestro mundo es un mundo malo, nosotros no vivimos en el Edén, nuestro vecindario están muy lejos de serlo; nuestros trabajos no son tan buenos como deberían; y nuestras familias sufren por las huellas del pecado; los días de nuestra juventud están ligadas a la necedad (Pr 22:15); y a y la vejez, el escritor de ecleciastes la llamó “los días malos...” en los que el hombre dice: “...no tengo en ellos placer” Ec 12:1. Los días de nuestro calendarios no son precisamente buenos. Pablo acaba de indicarle a los efesos que deben provechar bien el tiempo porque “los días son malos” (Ef. 5:16).
Pero Pablo no está haciendo referencia a esos días que tienen “aquí y allá” unas cuantas pincelada de mal, sino a un día en particular. Él nos manda a ponernos toda la armadura de Dios para que podamos resistir “...el día malo”. Hay un día especialmente malo donde la maldad es mucho más densa de lo habitual y donde su ataque es impetuoso y violento como la de una fiera salvaje que deja perplejas a sus victimas. Es ese día donde la tragedia y su desgracia nos rodean repentinamente y el diablo, y todo su ejercito, parecen asaltar con furia intensa nuestro propio campamento ¿Cuando ocurrirá esto? no lo sabemos, pero ocurrirá y para ese momento Pablo quiere que el creyente este preparado.
Si para entonces el creyente tiene la armadura puesta podrá elevar el canto del Salmista: “¿Por qué he de temer en los días de adversidad cuando la iniquidad de mis enemigos me rodee” Sal 49:5. Pero sino lo tiene puesta, le tocará entonar el salmo de los hijos de Coré: “Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; Y no sales con nuestros ejércitos. Nos hiciste retroceder delante del enemigo, Y nos saquean para sí los que nos aborrecen” Sal 44:9–10.
Así que, sí queremos resistir el día malo, es imperativo colocarnos toda la armadura de Dios.
Pero hay algo importante aquí, solemos considerar el término resistir como soportar o aguantar y, aunque en efecto, implica la actitud de aguantar, soportar y sufrir la idea que Pablo intenta trasmitir aquí no es la pasividad. Él no está diciendo: “Soldado vestidos y guardaos en la torre hasta que el enemigo tome la iniciativa, y solo entonces, resistan y sufran”. Como bien dijo William Hendriksen, el cristiano no es un muro de ladrillos que espera sin remedio los ataca del ariete. El término según lo usa Pablo indica “ponerse en contra” , “expresar oposición” o “ser hostil hacia el enemigo”.
Entonces, la idea de Pablo al llamar al creyente a resistir es que se vista y pelee, que se defienda y ataque. Cuando Gedeón iba a la batalla contra Madián, reunió al pueblo y les dijo: «Cualquiera que tenga miedo y tiemble, que regrese...» Jue 7:3. Pero ante el combate inminente el grito de guerra del apóstol es otro: “Estad, pues, firmes”, “pónganse de pie”, al frente dispuestos a enfrentar la batalla con valentía. Esa debe ser la actitud del creyente.
II. La Armadura del Creyente
II. La Armadura del Creyente
Ahora Pablo indica cual es el equipamiento con que el creyente cuenta: (1) la verdad, (2) la justicia, (3) el evangelio de la paz, (4) La fe, (5) la salvación, y (6) la Palabra de Dios.
A. El cinturón del verdad
A. El cinturón del verdad
“ceñidos vuestros lomos con la verdad.”
El cinturón militar era una pieza clave en la vestimenta de un soldado, el que estuviera bien ajustado determinaba el buen funcionamiento del resto de su armadura (coraza de justicia y la espada). Un cinturón flojo produciría una movilidad insegura y el soldado se verían impedido y enredado en sus maniobras militares. En cambio, un cinturón bien ceñido ajustaba todo el cuerpo, generaba energía y tensión muscular, un saldado ceñido, era un soldado listo. De la misma manera el creyente debe estar ceñido con la verdad.
La vida del creyente es un vida sujetada con la verdad ¿Pero de qué verdad está hablando Pablo? se está refiriendo a los que algunos han llamado “verdad subjetiva” o veracidad. La veracidad es la virtud del creyente que siendo la Palabra de Dios (verdad objetiva) su máxima autoridad se somete a ella y trabaja en aplicarla fielmente a todas las áreas de su vida. Estar ceñidos con la verdad, es un llamado a estar sometidos al poder vivificante y transformador de la verdad. Es el alma de hombre que reflexiva y humilde vive de manera sincera y trasparente y desecha toda hipocresía y engaño. Un soldado cristiano está ceñido con la verdad cuando sus afectos, pensamientos y disposiciones están sujetados por la verdad.
Alguno ejemplo negativo son bastante útiles para ilustrar el punto:
Vea ese hombre que luce como un verdadero evangélico y muestra una efervescencia espiritual sin par, hay algo por dentro que no nada ben, hay una lepra debajo de sus vestiduras que lo carcome como a Naamán. Su corazón no es sincero, no es trasparente. No anda en la verdad porque sus intenciones y sus acciones no coinciden. Es cierto, que asiste al culto público y canta pero en “el culto privado” la historia es otra. A solas con Dios es fríos como las nevadas del Monte Hermón. “La cámara secreta” desde hace mucho dejo de ser secreta, y las brazas que mantenían vivo el fuego del altar hace tiempo se volvieron cenizas.
Cuando el Señor lo invita al compañerismo amoroso él no responde como Samuel “Heme aquí; ¿para qué me llamaste?” 1 Sam 3:4, sino como Cain “grande es mi castigo para ser soportado” Gen 4:13. Su corazón para con los hombres tampoco es bueno, no es sincero como el amigo fiel, sino que es como el hombre egoísta del proverbio que dice: “come y bebe, pero su corazón no está contigo”. Pr. 23:6-7. Y en cuanto al estado de su propia alma se auto engaña, es cierto, que lee la palabra, la canta, la escucha, la escribe, la discute, inclusive la enseña pero no la practica. No hizo caso a las advertencias de Santiago, y se engañó a sí mismo (Santiago 1:22-23).
Tal hombre, no está ceñido con la verdad, está ceñido con el engaño y la hipocresía, y es cuestión de tiempo que su propio cinturón estrangule sus entrañas, o que se afloje demasiado y su túnica se enrede entre los espinos que suelen crecer a los bordes del camino.
Por el contrario, el creyente ceñido con la verdad ha bañado todo su carácter con la virtud de la sinceridad y, en consecuencia, los efectos se dejan ver por todas partes, es un creyente genuino y auténtico.
Mattew Henry comenta:
“Dios desea la verdad, es decir, la sinceridad, en el interior. Ésta es la fuerza de nuestros lomos; y ciñe todas las demás piezas de nuestra armadura, y por eso se menciona de primero. No conozco ninguna religión sin sinceridad”
B. La coraza de Justicia
B. La coraza de Justicia
“y vestidos con la coraza de justicia”
Lo segundo que el apóstol menciona es la coraza, la palabra que este usa es thórax (de donde proviene nuestro término tórax) y se puede traducir como cota, pectoral o peto. La coraza de un soldado iba desde el cuello hasta más abajo de la cintura y su función era cubrir el pecho del soldado para protegerlo de alguna herida mortal.
Entonces, la coraza de justicia viene a ser lo que reviste y protege del corazón, el lugar donde residen nuestras preferencias morales. Jesús dijo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. Mt 15:19.
La idea es que el corazón del hombre (el lugar donde residen sus preferencias morales) debe ser revestido y protegido con la justicia de Dios, no solo de los ataques de afuera, sino de su propia tendencia malvada a endurecerse y a entregarse a toda clase de lascivias (Ef. 4:19). Esta Justicia a la que Pablo hace mención aquí no es la Justificación que el creyente recibe por la fe, sino la rectitud.
La vida del creyente se debe caracterizar por la obediencia, la santidad y la rectitud. Su corazón debe ser puro, su carácter refinado por el amor, y sus disposiciones inclinadas hacia lo que es justo y bueno. Pablo a lo largo de esta carta nos ha dejado algunas indicaciones de como debe lucir la vida de creyente que se ha vestido con la coraza de la justicia. P.ej. anda como es digno de la vocación con que fue llamado, con toda humildad y mansedumbre” Ef 4:1; no anda en la vanidad de la mente (4:18); se despoja del viejo hombre y se viste del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (4:24), desecha toda mentira y habla verdad (v.25); no se aíra pecaminosamente (v.26); no hurta, sino que trabaja con sus manos y comparte (v. 28); habla la buena palabra que edifica (v.29); no contrista el Espíritu Santo (v.30); quita de sí la amargura, la ira, el enojo, la gritería, maledicencia, y malicia; es benigno, misericordioso y perdonador. Es un imitador de Dios (5:1); anda en amor (v.2); quita de sus labios las palabras deshonestas, las truanerías, las necedades y en su lugar coloca las acciones de gracia (v.4); anda como hijo de luz en el Señor (v.8); el fruto del Espíritu que hay en él es en toda bondad, justicia y verdad (v.9); no participa de las obras infructuosas de las tinieblas sino que la reprende (v.11); anda con sabiduría (v.16); no es insensato sino entendido de la voluntad del Señor (v.17); no se embriaga con vino sino está lleno del Espíritu Santo (v.18) y es agradecido por todo (v.20).
Claro que esta lista no agota todo el sentido de la palabra Justicia o rectitud porque como bien dice McLaren: “Pablo reúne toda la suma del carácter y la conducta cristiana en una sola palabra”, pero nos da una buena base. Deje de podar su jardín y enseguida verá marchitarse la bella flor y crecer la maleza; deje de usar su hacha y pronto la verá oxidada y sin filo. Del mismo modo, deje de practicar la rectitud y pronto se verá su corazón endurecido y perezoso para las virtudes de la vida cristiana. Entonces, el creyente que ha hallado en Cristo toda su justicia, debe decididamente inclinar su corazón a todo lo que el Señor ha llamado bueno, a “todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad. Flp 4:8.
Esta es la otra parte de su armadura, una vida de rectitud.
C. Calzado del evangelio
C. Calzado del evangelio
15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
“apresto” significa “prontitud”. La prontitud era un arma valiosa en la batalla. Se dice que parte del éxito militar de Julio Cesar y de Alejandro el Grande fue la prontitud. Para ello, usaban zapatos militares que les permitía cubrir grandes distancias al menor tiempo posible, así sorprendían a sus enemigos quienes confiados de que tenían tiempo para preparar su defensa eran tomados desprevenidos y vencidos.
Pablo dice que el creyente debe estar calzado con la prontitud que produce el evangelio de la paz. Las buenas nuevas de salvación recibidas con las manos de la fe producen una paz que sobrepasa todo entendimiento. El hombre enemigo de Dios ahora está en paz con Él. Cuando el evangelio llega a la vida de una persona la fuente de toda amargura desaparece y la raíz de toda hostilidad hacia Dios se marcha. Ha sido liberado del pesado yugo del temor, y las cadenas de la muerte le fueron quitadas. La paz con Dios, con los demás hombres y consigo mismo es una posesión muy real. Tan real que aunque esta en una guerra sin tregua contra el diablo y sus insidias, contra todas las huestes del mal y los poderes del mundo, nada teme su corazón por que el esta en paz con Dios.
La paz que produce el evangelio le permite al creyente transitar con ligereza por los diferentes terrenos que enfrenta en su marcha al cielo. Cuando él está calzado de ese evangelio entonces es un soldado que marcha y pelea con ligereza. Su corazón reposa en la dulce y tranquila comunión con Cristo y su alma es acallada como la del Salmista quien en un ocasión dijo: "como un niño destetado está mi alma” Sal 131:2.
Pero cuando el evangelio y la paz que produce es descuidado y en su lugar llegar el afán y la perturbación del alma, el creyente se debilita, se agota y su marcha se vuelve lenta. Sirve de poco para la batalla. Cuando el corazón se afana y preocupa, la energía se disipa, la concentración se pierde y sobre los propósitos de Dios deja caer una niebla oscura y confusa. Así deja de ser un soldado preparado y de pies ligeros, para convertirse en uno imposibilitado y con los pies pesados como el yunque. Así que si el cristiano quiere ser pronto para pelear la batalla en cualquier terreno debe asegurarse de tener calzado sus pies con el evangelio de la paz.
Los generales cuidaban los calzados militares de sus soldado porque los caminos eran largos y los terrenos peligrosos. Un soldado no sería muy útil si sus pies se enfermaban a causa de un calzado en mal estado. Que el Creyente cuide también el evangelio de la paz que ha creído, que lo revise continuamente y lo predique a su propio corazón, no sea que cuando lleguen los caminos pedregosos con sus afanes y angustias el sea hallado con pies enfermos e inútiles.
d. El escudo de la fe
d. El escudo de la fe
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Con los dardos de fuego del Maligno, Pablo puede tener en mente las jabalinas mojadas en brea y que se lanzadas con furia hacia el soldado. Sin duda un arma muy sofisticada. Estás flechas podían herir de muerte y también prender en fuego al soldado. Eran arrojadas de cualquier parte y en cantidades incontables, y el soldado de manera inesperada podía verse bajo una lluvia de fuego mortal. Pablo, compara los ataques del maligno con estas flechas ardiente.
Se dice que algunas de las jabalinas de los soldados eran huecas y tenían un deposito de algún material inflamable para aumentar la probabilidad de quemar vivo al soldado. El creyente también puede ser quemado con los “dardos de fuegos del Maligno”. Santiago dice que nuestra pequeña lengua, es un fuego, encendido por el infierno que contamina nuestro cuerpo, inflama el curso de nuestra vida, y es capaz de incendiar un bosque entero (stg 3:2-6). Nuestro corazón alberga material inflamable. Sí el dardo encendido no es apagado por el escudo y hace contacto con el corazón el creyente estará bajo la llama de la angustia, de la ansiedad, de la duda, o de la lascivia, de la vanidad, del celo, de la envidia, de la ira, del amor al dinero, y de cuanto mal corrompen al alma.
“el escudo de la fe”. Existían varios tipos de escudo, uno pequeño ajustado al brazo, que se usaba para cubrir partes pequeñas de cuerpo, y un escudo grande en el que el soldado podría cubrirse todo. Al parecer este es el escudo al que Pablo hace referencia por el termino que usa para escudo (thyreos). El que usaban los soldados romanos era el “Scutum” recubierto de alguna clase de tela o piel de animal. Se usaba como protección contra las flechas que arrojaban los enemigos. Algunas flechas eran sumergidas en brea y encendidas con fuego pero cuando estas flechas golpeaban el escudos se apagaban.
Entonces la idea es esta, solo aquel que ha quitado la mirada de sí mismo para mirar a Cristo estará cubierto de senda arremetida. Aquí la fe es más que solo confiar en Cristo para la salvación del alma, y para el resto de la cosas poner la confianza en uno mismo o en algo más. La fe salvifica, en un sentido amplio, es la confianza puesta en la persona de Jesús para todo lo que concierne a la vida eterna del hombre (salvación) y eso incluye el tiempo presente (preservación). Es confiar en Dios para el destino eterno del alma y también para el desayuno de mañana. El escudo de la fe ha sido usado por el pueblo de Dios siempre. Fue la fe la que llevó a los padres de Moisés, ante el edicto de faraón, a que lo escondieran por tres meses; fue la fe que hizo que Moisés prefiriera ser maltratado con el pueblo de Dios que gozar de los placeres temporales del pecado; que considerara con mayor riqueza los oprobios de Cristo que los tesoros de Egipto; fue la fe la que lo llevó a enfrentar al Faraón, a salir de Egipto y mantenerse firme como viendo al invisible; fue la fe la que lo hizo que pasara junto al pueblo el Mar Rojo como por tierra seca; fue por la fe que los muros de Jericó cayeron; fue por la fe que hombres conquistaron reinos, hicieron justicia, obtuvieron promesas, cerraron boca de leones, apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, y siendo debiles se hicieron fuertes y poderosos en guerra.
Cuando dejamos de ver a Cristo para todas la cosas estamos abriendo un hueco al escudo de la fe, cualquier dardo encendido podrá entrar y quemarnos por completo. Pero el creyente que ponga toda su confianza en Cristo podrá decir como el salmista: El SEÑOR es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el cuerno de mi salvación, mi altura inexpugnable. Invoco al SEÑOR, que es digno de ser alabado, y soy salvo de mis enemigos. Sal 18:2-3.
e. El Yelmo de la Salvación
e. El Yelmo de la Salvación
17 Y tomad el yelmo de la salvación,
Así como la coraza protegía el corazón, el yelmo protegía la cabeza del soldado. Hemos leído hasta ahora: “tomad (gr. analambano, levantar) toda la armadura de Dios” (v.13), y “tomad (gr. analambano, levantar) el escudo de la fe” (v. 16) y ahora leemos “tomad el yelmo de la salvación” (v.17), en este caso el término para tomad es diferente. El termino es dechomai y significa recibir en las manos o aceptar. Cuando Pablo dice: “Tomad el yelmo de la salvación”, está diciendo que la salvación debe recibirse como un regalo y cubrir todo nuestro esquema de pensamientos para protegerlo, que debemos guardar nuestra mente con las verdades de la salvación y ocuparla con todo lo concerniente a ella. De hecho, esa fue la instrucción que el apóstol dio a los hermanos filipenses: "ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor” Flp 2:12. El término ocupaos implica una comprensión y un entendimiento aceptable de la obra salvífica.
El creyente que guarda su mente con la vedad de la salvación podrá seguir adelante aun que el enemigo ruja como fiera, las puertas del infierno se habrán y lluvia de fuegos arrecien contra él.
Pablo dijo a los Tesalonicenses algo parecido: “Pero puesto que nosotros somos del día, seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por yelmo la esperanza de la salvación.” 1 Ts 5:8. En este caso, Pablo se enfoca en la esperanza de la salvación futura. El creyente debe considerar todos los aspectos de la salvación (Pasado, presente y futuro) y con esa seguridad arremeter ante los ataques del enemigo.
f. La espada del Espíritu
f. La espada del Espíritu
y [tomad] la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
El termino que usa Pablo para espada señala el arma con la que el soldado peleaba cuerpo a cuerpo, se dice que esta espada era corta y con dos filos. Pablo dice, “[tomad] la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios" Dentro de la armadura de Dios, esta es la única arma ofensiva, y es suministrada por el Espíritu de Dios. El término para Palabra que usa el apóstol es gr. rhema, este término hace énfasis en la Palabra hablada por Dios. No es la Palabra hablada por hombres la que tiene el poder para hacer una ofensiva efectiva en el territorio enemigo, sino la Palabra de Dios, hablada por Dios, la cual dijo el escritor de Hebreos: "…es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.” He 4:12. Es la misma espada que vio Juan en la visión en Patmo cuando vio a uno como “Hjo de Hombre” de cuya boca salía una espada de dos filo (Ap. 1:16) y con la cual hiere a las naciones (Ap. 19:15).
Note que aunque el verbo tomad (recibir o aceptar) está tácito es la misma idea del yelmo de la salvación. Tanto la Salvación como la Palabra deben ser recibidas por el creyente. No es la Palabra aislada a la que Pablo hace referencia sino la Palabra recibida por el creyente e instaurada en el corazón, la cual lo controla y dirige.
III. La preeminencia de la oración
III. La preeminencia de la oración
Pero de qué sirve una coraza cuando el corazón del soldado es cobarde o de qué un yelmo con una bella cresta cuando la mente d el soldado está distraída y divaría; Qué sentido tiene un escudo grande si el brazo que lo sostiene es débil y tembloroso; y para qué la espada cuando la mano del soldado ha perdido la destreza? no sirve de mucho, por fuera parece un soldado pero por dentro está desprovisto del corazón de un guerrero, con la armadura parece un valiente hombre de lucha pero en realidad es un gatito encerrado en un cofre. El hombre que va a la guerra no solo debe ser un soldado por fuera también lo debe ser por dentro. Por lo tanto, que mientras el creyente está vistiendo todo esta armadura sus labios jamás se cierren, sino que se mantenga en oración y suplica ferviente. Sin oración, es poco la utilidad que puede generar toda la armadura. Por tanto Pablo dice:
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; 19 y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, 20 por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.
Para Pablo este espíritu de oración es en todo tiempo (hora, lugar, y ocasión). Es ferviente y guiado por el Espíritu Santo. Además implica vigilancia, como la de un vigía que vigilaba la ciudad mientras ella dormía. El termino que usa Pablo es agrypnéō y se puede traducir como: sin dormir, mantenerse aletar o despierto y su empleo metafórico nos puede sugerir estar vigilante o velando.
Pedo además implica perseverancia, Pablo usa la palabra griega proskartérēsis que literalmente significa una fuerte perseverancia que prevalece al interactuar con Dios. El término viene a su vez de Proskartereo que implica anhelar, perseverar, atender, constancia, diligencia, asistir asiduamente a todos los ejercicios, soportar y estar firmes.En tal sentido, el término perseverancia nos presenta la oración como una disciplina que va a requerir un gran esfuerzo y compromiso de parte del creyente.
Además es católica, porque toda la cristiandad debe ser afectada por la oración del creyente. Y esto incluía al propio Pablo quien pide oraciones por el ministerio de la Palabra.