QUE TE PERDONE DIOS
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QUE TE PERDONE DIOS
QUE TE PERDONE DIOS
PERDÓN. Hay siete palabras en las Escrituras que denotan la idea de perdón: tres en hebreo y cuatro en el griego. En el AT hebreo son: kāp̄ar, «cubrir»; nāśāʾ, «llevar»—«quitar» (la culpa); y sālaḥ, «perdonar». Nāśāʾ se usa tanto para el perdón divino como para el humano. Las otras dos, kāp̄ar y sālaḥ, se usan solamente para el perdón divino. En el NT griego, las palabras que tienen el sentido de perdón son apolouein, charidseszai, afesis, y paresis. Apoluein se encuentra numerosas veces como «repudiar», por ejemplo, a una esposa (Mt. 5:31); pero solamente una vez para significar perdón (Lc. 6:37). Paresis también aparece solamente una vez (Ro. 3:25), y sugiere la idea de «pasar por alto», pero sin ninguna indicación de indiferencia. Charidseszai lo usan solamente Lucas y Pablo, y sólo el último en el sentido de «perdonar pecados» (2 Co. 2:7; Ef. 4:32; Col. 2:13; 3:13, etc.). Expresa en forma especial la gracia del perdón divino.
En el NT la palabra más común para expresar el perdón es afesis. Da la idea de «enviar lejos» o «dejar ir». El sustantivo aparece quince veces. El verbo con el mismo sentido se usa unas cuarenta veces.
Ningún libro de religión, salvo la Biblia, enseña que Dios perdona completamente el pecado. En ella leemos: «Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia» (Os. 14:4); «Dios os perdonó a vosotros en Cristo» (echarisato, «perdonó mostrando su gracia», Ef. 4:32); y «Nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones» (Heb. 10:17). La iniciativa de este perdón también es de Dios, especialmente en el uso que Pablo hace de charidseszai (2 Co. 12:13; Col. 2:13). Es un perdón pronto y de buen grado como lo muestra la parábola del hijo pródigo o del «Padre de gracia» (Lc. 15:11–32).
Sólo hay un pecado por el cual el Padre no promete perdón: la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mr. 3:28; Mt. 12:32). El contexto sugiere que esto consiste en el pecado de atribuir a los espíritus inmundos la obra del Espíritu Santo, pero muchos intérpretes (incluso San Agustín) entienden que incluye una deliberada persistencia en ese mal. Otros consideran que se trata del espíritu no perdonador (véase Mt. 18:34–35). Podría ser el «pecado de muerte» de 1 Jn. 5:16 (véase Westcott; cf. Heb. 6:4–6).
No debe haber limitaciones de ningún tipo al perdón de un semejante. En Lc. 17:4 debe ser «siete veces en un día», y hasta «setenta veces siete» en Mt. 18:22; ambas expresiones que significan sin límites. Debe ser una actitud de la mente aun antes que la parte ofensora pida perdón, como se sobreentiende en las palabras de Jesús «si no perdonáis de todo corazón cada uno de vosotros a su hermano» (Mt. 18:35).
Para que el hombre reciba el perdón es necesario el arrepentimiento (Lc. 17:3–4). Para que el santo Dios otorgue el perdón, es requisito indispensable el derramamiento de sangre (Heb. 9:22) hasta que no haya quedado vida (Lv. 17:11)—en el fondo, el derramamiento de la sangre de Cristo de una vez para siempre (Heb. 9:26) y su resurrección (Ro. 4:25).
1. Entrégale tu dolor a Dios y permite que él te transforme
1. Entrégale tu dolor a Dios y permite que él te transforme
Perdonar no es aceptar o excusar el mal que te ha hecho otra persona. ¡De ninguna manera! Perdonamos para ser libres del rencor. Decidimos seguir adelante sin permitir que otra persona tenga poder sobre nuestras acciones o emociones.
Cuando perdonamos, entregamos a Dios todo nuestro dolor, seguros de que él se encargará de hacer justicia en su momento. Le permitimos a Dios que nos transforme, que nos llene de su Espíritu Santo y seguimos adelante confiando en su bondad.
Nunca digas: «¡Me vengaré de ese daño!» Confía en el Señor, y él actuará por ti.
-- Proverbios 20:22
El pecado siempre trae consecuencias y la persona que nos ha hecho daño tendrá que vivir con las consecuencias de su error. Muchas veces tenemos que decidir apartarnos de esa persona para evitar que nos siga causando dolor. Perdonar no nos obliga a ser amigos o a mantener una relación cercana con la otra persona.
El prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias.
--Proverbios 22:3
Incluso luego de decidir perdonar debemos actuar con prudencia. Debemos orar por la otra persona y pedirle a Dios sabiduría para saber si es el momento de buscar una reconciliación o si es mejor esperar. Muchas veces lo más sabio es esperar hasta que Dios haga su obra transformadora en la otra persona.
2. Toma la iniciativa: sigue el ejemplo de Jesús
2. Toma la iniciativa: sigue el ejemplo de Jesús
Pensamos que no es posible perdonar hasta que nos pidan perdón. Eso no es cierto, podemos hacerlo, aunque el otro no se disculpe. Podemos elegir dar el primer paso(Mateo 5:23-26). Esto quiere decir que escogemos liberarnos del enojo y de la amargura por nuestro bien y en obediencia a Dios. La verdad es que sería terrible si el perdón dependiera del arrepentimiento de la otra persona: hay personas que mueren sin disculparse ni reconocer sus errores.
Dios nos dio el mejor ejemplo. Él tomó la iniciativa al enviar a Jesús aun antes de que nosotros pidiéramos perdón por nuestros pecados. Lo ofendíamos con nuestras acciones y palabras, pero él extendió su mano llena de perdón y esperó pacientemente por nuestro arrepentimiento. De la misma forma nosotros podemos decidir perdonar aun antes de que la otra persona se arrepienta. No podemos controlar lo que hacen los demás, pero sí nuestras acciones y reacciones. ¡Decidamos seguir el ejemplo de nuestro Padre!
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!
-- Efesios 2:4-5
¿Has recibido el perdón de Dios?
3. Permite que Dios te libere de la amargura y del rencor
3. Permite que Dios te libere de la amargura y del rencor
Seguro que has oído la frase "perdonar y olvidar". Quiere decir que si perdonamos de verdad, olvidamos la ofensa. Esto nos hace sentir culpables porque si somos sinceros, aun después de perdonar, recordamos lo que pasó. Esto es así porque Dios nos ha dado la memoria que sirve, por ejemplo, para protegernos de caer de nuevo en errores pasados o en situaciones peligrosas. Los recuerdos nos ayudan a saber de qué situaciones huir.
Lo que sí sucede cuando nuestro perdón es genuino es que permitimos que Dios sane nuestro corazón y que quite todo dolor, rencor o amargura producto de la ofensa. El deseo de venganza no controla nuestros pensamientos. Aunque sintamos tristeza por lo que sucedió, no hay rencor. Hemos entregado la situación a Dios y seguimos adelante confiando en su justicia, firmes en nuestra fe.
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4. Mantente fuerte en el Señor y lleno del Espíritu Santo
4. Mantente fuerte en el Señor y lleno del Espíritu Santo
Todo lo contrario: perdonar muestra el carácter de Cristo, que él reina en nuestros corazones. Mostramos que la otra persona y sus actitudes no nos controlan. Pedimos a Jesús que nos ayude a ser más como él y vivimos de acuerdo con su voluntad. Algo que vemos en la Biblia (por ejemplo, en la oración del Padre nuestro) es que Dios nos manda a perdonar y a amar a nuestros enemigos si queremos recibir su perdón. Así que perdonamos por obediencia a Dios en lugar de ceder a nuestras emociones.
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.
-- Colosenses 3:12-13
Cuando perdonamos en lugar de buscar venganza, mostramos que el Espíritu de Dios mora en nosotros. Es con su poder y su amor que vencemos el odio y el rencor.
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.
-- 2 Timoteo 1:7
Apocalipsis 2:1–5 (RVR60): 2
1Escribe al ángel de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:
2Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; 3y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. 4Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. 5Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Mateo 18:15–35 (RVR60): Cómo se debe perdonar al hermano
15Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. 18De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. 19Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
21Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Los dos deudores
23Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. 24Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. 25A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. 26Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 27El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. 28Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. 29Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. 30Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. 32Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. 33¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. 35Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.