La casa de Papá

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La parábola del padre

Lucas 15:20–32 NVI
20 Así que emprendió el viaje y se fue a su padre. »Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo: “Papá, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco que se me llame tu hijo.” 22 Pero el padre ordenó a sus siervos: “¡Pronto! Traigan la mejor ropa para vestirlo. Pónganle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan el ternero más gordo y mátenlo para celebrar un banquete. 24 Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.” Así que empezaron a hacer fiesta. 25 »Mientras tanto, el hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música del baile. 26 Entonces llamó a uno de los siervos y le preguntó qué pasaba. 27 “Ha llegado tu hermano—le respondió—, y tu papá ha matado el ternero más gordo porque ha recobrado a su hijo sano y salvo.” 28 Indignado, el hermano mayor se negó a entrar. Así que su padre salió a suplicarle que lo hiciera. 29 Pero él le contestó: “¡Fíjate cuántos años te he servido sin desobedecer jamás tus órdenes, y ni un cabrito me has dado para celebrar una fiesta con mis amigos! 30 ¡Pero ahora llega ese hijo tuyo, que ha despilfarrado tu fortuna con prostitutas, y tú mandas matar en su honor el ternero más gordo!” 31 »“Hijo mío—le dijo su padre—, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32 Pero teníamos que hacer fiesta y alegrarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.” »

El retrato del hijo menor

Conocía el amor del padre, pero lo entendió hasta que el amor del padre era todo lo que le quedaba.
Fue un mal hijo, imperfecto e imprudente.
Conoció la diversión fuera de casa, gastando los recursos por los que no había trabajado.
Se cuestionó si su padre realmente lo amaba o solo le coartaba su libertad.
El momento cumbre de esta historia no es cuando él reflexiona entre los cerdos (cualquiera entra en razón cuando le va mal) sino cuando se encuentra con su padre.
Al llegar a casa sabe que es hijo, pero no se considera digno de los privilegios de un hijo.
Está dispuesto al trabajo duro con tal de sobrevivir.
La seguridad de la casa del padre no se compara con el libertinaje del mundo.
Aprendió, de propia experiencia:
La traición de los que se dicen amigos, pero solo tienen intereses egoístas.
La validación efímera de una imagen construida a base de dinero.
Que lo básico de la vida no es lo más caro, pero sí lo más valioso.
El daño que causa la pobreza extrema, haciéndole perder su dignidad y reduciéndolo a un simple animal inmundo.
La soledad que causaba la distancia de la familia.
Que podía convertirse en un traidor, afectar la paz del hogar y herir el corazón de quienes más lo amaban.
Que había sido egoísta, engreído y estúpido, pero que su orgullo era demasiado grande como para ver en quién se estaba convirtiendo.

El retrato del hijo mayor

Conocía el amor el amor del padre, pero sentía que lo merecía porque se lo ganaba trabajando, lo pagaba cada día siendo leal.
Dirigía los negocios de la casa, administraba con prontitud y se sacrificaba.
Trabajaba horas extras, era un digno ejemplo a seguir.
Era un líder esforzado, daba el ejemplo y se encargaba de motivar a todos los jornaleros, de retribuirles su trabajo con pagos garantizados y alimentación.
No tenía tiempo para disfrutar de todo lo que producía, se ganaba lo que comía con trabajo fuerte, pero estaba demasiado ocupado como para vivir.

La iglesia de los hermanos mayores

El problema del hermano mayor no era la falta de conflictos, sino su incapacidad para permitirse sufrirlos.
Bendecidos, prosperados y en victoria.
Somos el tipo de cristiano a los que nunca les pasa nada, por eso ya no sabemos sentir.

Una sociedad que alivia el dolor

Nuestra sociedad nos enseña a aliviar el dolor, no a vivirlo.
Somos todos una sociedad de cristal, le tememos tanto al sufrimiento que huimos de él, entonces no sabemos afrontarlo.

Vivir el dolor nos capacita para tener compasión

Solo quien ha sufrido entiende al que sufre.
¿Por qué encontramos en Jesús el consuelo que necesitamos? Porque él sufrió el dolor.
La cruz de Cristo nos capacita para enfrentar el dolor.
Jesús no negó el dolor, la angustia y el sufrimiento, lo enfrentó, lo vivió y lo venció.
Mateo 26:37–39 NVI
37 Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. 38 «Es tal la angustia que me invade, que me siento morir—les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo.» 39 Yendo un poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.»
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