SECRETOS DE LA ORACIÓN II
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ANTES QUE CLAMEN
ANTES QUE CLAMEN
Marcos 4:33–5:43 ((null)): comenzado a desatar sus poderes. Tuvo un inicio pequeño, imperceptible para el resto del mundo, pero fue el inicio de una nueva era y está destinado a ser la realidad más grande del mundo: echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra. La frase “las aves del cielo” era una frase rabínica que se refería a las naciones gentiles. El reino de Dios incorporará a judíos y no judíos. El reino de Dios universal está en la semilla.
Observaciones finales sobre las parábolas (4:33–34)
Aquí tenemos solo unas pocas parábolas, pero Jesús usó muchas otras semejantes en su enseñanza. Usaba el método parabólico porque se adecuaba a la capacidad de sus oyentes: hasta donde podían entender. Estaba convencido de que esa era la mejor forma de lograr que sus oyentes entendieran: No les decía nada sin emplear parábolas. Los discípulos tenían una instrucción particular, pues les explicaba todo.
Preguntas de reflexión
¿En qué medida hace usted uso de relatos, metáforas y otras figuras del lenguaje para comunicar el mensaje bíblico a sus oyentes? ¿Qué otros recursos podría usar para mejorar su comunicación?
¿Por qué es importante el uso de ilustraciones en la enseñanza acerca del reino de Dios?
El poder del Mesías: sus milagros son también parábolas (4:35–5:43)
Jesús calma la tempestad (4:35–41)
El ministerio docente de Jesús ha sido intenso y físicamente incómodo para Jesús, con muchas horas en la misma barca (4:1 y 36). El gentío ha permanecido con él, escuchándolo. El cansancio es inmenso Al anochecer, él les pide a sus discípulos: Crucemos al otro lado. En respuesta, ellos dejan a la multitud y se van con él… Repentinamente se desata una impresionante tormenta, tan fuerte que la barca… ya comenzaba a inundarse. Jesús, terriblemente cansado, duerme en la popa, así que los discípulos lo despertaron (4:37–38). A la tormenta fuera de la barca se le añade la tormenta dentro de la barca: “¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos? Se trata de personas con mucha experiencia en el mar que, por lo que ven, conocen la gravedad del peligro y se sienten sobrecogidos por el temor.
Jesús se levanta, reprende al viento y ordena al mar: ¡Silencio! ¡Cálmate! Las fuerzas de la naturaleza le obedecen, y todo queda completamente tranquilo. Las dos preguntas del Señor ponen de relieve dos actitudes humanas: el miedo y la fe. En la Biblia el antídoto contra el miedo no es el valor, sino la fe. ¿Fe en qué o en quién? Mi lectura es: ¿Todavía no tienen fe en mí? Los discípulos se aterran y se preguntan mutuamente: ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen? Es el Cristo, el Hijo de Dios, que no nos salva “de” las tormentas de la vida sino “en” las tormentas de la vida. Nuestra relación con él se establece por la fe y todo nuestro camino, como el de sus discípulos, es de fe en él. Jesús es el Señor sobre los poderes de la naturaleza, del medio ambiente y del miedo humano.
El endemoniado gadareno (5:1–20)
Esta períoca trata de un hombre absolutamente anormal: poseído por un espíritu maligno, emerge de entre los sepulcros, pues vive en ellos, es incontrolable e indomable por personas o cadenas. Es destructivo, estruendoso y autodestructivo. El cuadro es de una personalidad desquiciada. Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y se postró delante de él (5:6). Sus gestos de aproximación y las palabras que pronuncia ponen de manifiesto su disociación interior. Parece darle a Jesús una bienvenida cortés y hasta reverente. Pero enseguida vocifera: “¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?… Te ruego por Dios que no me atormentes”. En otras palabras: “Jesús ¡lárgate de aquí!” Su reacción corresponde a su desequilibrio mental. La total y absoluta normalidad de Jesús “atormenta” su anormalidad humana. Porque quiere liberarlo de ella: Es que Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre, espíritu maligno!” (5:8).
El endemoniado ha identificado a Jesús, y ahora el Señor le pide que se identifique: Me llamo Legión… porque somos muchos… Y con insistencia le suplicaba a Jesús que no los expulsara de aquella región (5:9–10). Parece que eran unos demonios “nacionalistas”, pues se trata de la región de los gerasenos. Gerasa pertenecía a Decápolis, territorio de no judíos. El Señor libera al hombre y los cerdos a solicitud de ellos, se desbarrancan y se ahogan. Para Jesús un hombre, aunque sea “anormal”, vale mucho más que otros elementos de la creación, llámense cerdos o los actuales: oro, perlas, petróleo… La normalidad de este hombre es el resultado de un encuentro con Cristo.
Los encargados de los cerdos difunden la noticia entre sus conciudadanos y la gente va a ver lo que ha pasado… Al llegar, al lado de Jesús… vieron al que había estado poseído por la legión de demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo (5:15). Otra vez, el tema del miedo. Todo parece indicar que tuvieron miedo de Jesús, así que la gente comenzó a suplicarle que se fuera. Lo expulsaron y ¿cuánto perdieron?
El exendemoniado le rogaba [a Jesús] que le permitiera acompañarlo (5:18). Sublime deseo: estar con su liberador y garantizar así su liberación. Jesús no se lo permite, pero le da como misión su familia: diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión (5:19). El hombre obedece y en diez ciudades gentiles proclama lo mucho que Jesús había hecho por él. Y toda la gente se quedó asombrada (5:20). El hombre a los pies de Cristo, vestido y en su sano juicio puede despistarnos de la verdadera normalidad de este hombre: la que se manifiesta cuando obedece la misión que Jesús le encomienda. Jesús domina los poderes del mal y hace de los liberados agentes de su reino. La persona normal no es solamente la persona sana, sino la persona que toma conciencia de su misión superior en la vida.
La hija agonizante y la mujer con hemorragia (5:21–43)
La narración es vívida: la barca, el viaje, una gran multitud que lo circunda y Jesús tiene que quedarse en la orilla. ¡Muchos detalles! Emerge un hombre, Jairo, dirigente de la sinagoga. Al ver a Jesús, se arrojó a sus pies (5:22)… Es un padre de familia con una espada en su alma: “Mi hijita se está muriendo. Ven y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva (5:23). Van juntos y la multitud aprieta a Jesús.
Jairo no es el único que necesita ayuda. También la necesita una mujer anónima e impura ceremonialmente, que hacía doce años padecía de hemorragias. Los médicos no han podido hacer nada por ella: iba de mal en peor (5:26), y financieramente está en bancarrota. Ella no ve a Jesús como Jairo: solo oye hablar de él. Tampoco hace ostensible su presencia como el dirigente hizo la suya: se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto (5:27). Jairo parece movido por la emoción; ella, por la razón: Pensaba (5:28). Pero los dos tienen en común su fe en Jesús. Ella queda sana de inmediato y es consciente de su sanidad… Jairo todavía debe caminar y esperar…
Jesús también fue consciente que de él había salido poder… ¿Quién me ha tocado la ropa? Los discípulos se incomodan. “¡Qué te pasa, Señor! Desde hace rato te están apretando y vienes con esa pregunta”. La indagadora mirada del Señor se pasea por la multitud. Sus miradas se encuentran, y la fervorosa ladrona se acercó temblando de miedo y, arrojándose a sus pies, le confesó toda la verdad (5:33). Jairo, arrodillado, le suplica a Jesús y le manda cómo proceder. La mujer arrodillada tiembla, confiesa, agradece… Y escucha del Señor su nueva identidad: ¡Hija…! El resultado de su fe yo leo: tu fe en mí te ha sanado… Vete en paz y queda sana de tu aflicción (5:34).
La aflicción de Jairo se intensifica con las noticias que llegan de casa. Y antes de que pueda decir palabra. Sin hacer caso de la noticia, Jesús le dijo al jefe de la sinagoga: “No tengas miedo; cree nada más” (5:36). Es claro dónde debe estar depositada esa fe. Nuevamente miedo y fe. ¿Por qué tanta insistencia en este sentimiento de inquietud ante el peligro, sea éste provocado por la naturaleza, por nuestras ansiedades, por las anormalidades, por las enfermedades o por la muerte? ¿Qué significa la fe en esos contextos?
Jesús quiere estar acompañado solo por Pedro, Jacobo y Juan, considerados su círculo íntimo entre los Doce, “los elegidos entre los elegidos”. Llegan a casa de Jairo las lamentaciones de los profesionales del llanto y se hacen sentir. Jesús pregunta: “¿Por qué tanto alboroto y llanto?” Y afirma: “La niña no está muerta sino dormida” (5:39). El lamento de la muerte se transforma en burla de Jesús por parte de la gente.
Jesús sigue dirigiendo la acción: echa fuera a todos, toma a los padres de la niña y junto con sus tres discípulos entra a la habitación donde se encuentra la niña. Al desagrado por la impertinencia de los encargados de las endechas le suceden las tiernas palabras del Señor, preservadas en arameo: Talita cum: (que significa: Niña, a ti te digo, ¡levántate!), (5:41). La niña se levanta y comienza a andar. Morir a los doce años o sufrir por doce años son tragedias humanas que causan pánico, pero Jesús es el Señor del pánico. Ante este hecho todos se llenaron de asombro (5:42). Una vez más, Jesús da órdenes estrictas de que no se haga publicidad de lo acontecido.
Aunque Jesús le ha dado vida a la niña, no le da de comer. No hace aquello que le corresponde a la responsabilidad humana: a los padres, les mandó que le dieran de comer (5:43).
Las tres historias —la curación del endemoniado, la curación de la mujer y la resucitación de la hija de Jairo—muestran tres aspectos fundamentales del señorío de Jesús: él es Señor sobre la enfermedad y la muerte, pero también de las divisiones sociales. Su reino no se limita a la forma en que la sociedad excluye a algunos e incluye otros. El endemoniado era literalmente un paria, y vivía fuera de las murallas de la ciudad; la mujer era una paria dentro de la ciudad, y carecía del amor de quienes la rodeaban; Jairo era un líder y un hombre de estatus dentro de la comunidad, pero la muerte le arrebató a su hija. El poder sanador de Jesús rompe las barreras y su gracia es para todos: beneficia tanto a los marginados como a los líderes.