Manos a la obra
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Éxodo 35 — 39
El catecismo de Heidelberg, uno documento escrito cerca de 1563 con el propósito de enseñar doctrina bíblica por medio de preguntas y respuestas, inicia con la siguiente pregunta:
¿Cuál es tu único consuelo en la vida y en la muerte?
R/ Que yo en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, quien con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados y me ha librado de todo el poder del diablo. Además, Él me preserva de tal forma que, sin la voluntad de mi Padre celestial, no puede caer ni un cabello de mi cabeza: sí, todas las cosas deben servir para mi salvación. Por lo tanto, mediante Su Espíritu Santo, también me asegura que tengo vida eterna y me prepara y dispone de corazón para que viva para Él, de aquí en adelante.
Y la siguiente pregunta se relaciona directamente con la primera:
¿Cuántas cosas necesitas saber para qué, gozando de este consuelo, puedas vivir y morir felizmente?
R/: Tres: la primera, cuán grandes son mis pecados y mi miseria; la segunda, cómo puedo ser librado de todos mis pecados y de mi miseria; la tercera, cómo debo expresar mi gratitud a Dios por tal liberación.
Sin duda, si buscamos un buen resumen de lo que significa el verdadero sentido de la vida cristiana, aquí hay uno pertinente, profundo y bíblico.
Nos acercamos al final de este maravilloso libro de éxodo y una de las cosas que hemos podido ver a lo largo de la narrativa es que el pueblo es un pueblo pescador y rebelde, que Dios es un Dios misericordioso que es lento para la ira y se relaciona con ellos, y que al conocer a ese Dios, no se espera otra cosa de ese pueblo sino que viva y sirva al Señor.
Israel ha pasado de la risa al llanto y del llanto a la risa, como quien transita por una montaña rusa a gran velocidad. Lloraron en la esclavitud y rieron en la liberación, lloraron al adorar a un Dios falso y ver al Dios verdadero dar la espalda, pero ahora ríen al ver de nuevo a Dios entrando en una relación de pacto con ellos.
Los planes de construcción de la casa donde Dios iba a habitar con su pueblo se retoman, el bache parece superado y es momento de poner manos a la obra.
Es aquí donde estamos ahora. El pueblo perdonado que desea servir y habitar con el Señor.
Hoy abordaremos una porción amplia, pero trataremos de verla como una unidad que está comunicando un mensaje claro en relación con el contexto de todo el libro y este es justamente el argumento que quiero proponerles:
El pueblo con el que Dios entra en una relación de pacto, no Solorio s llamado a obedecer sino a servir con gratitud.
El pueblo sirviendo con su tiempo (35:1-3)
El Pueblo sirviendo con sus recursos (35:4-9)
El pueblo sirviendo con sus talentos (35:10-19)
El pueblo sirviendo con sus manos en la obra (35:20-39:1-42)
El pueblo sirviendo con su tiempo (35:1-3)
Una vez más el Señor vuelve a insistir en lo importante que es que el pueblo mantuviera su compromiso con guardar el Día del Señor, recordemos que es lo que se les había dado como distintivo (Éxodo 31) único, algo que haría que fueran distintos al resto de las naciones.
La instrucción es clara: ni siquiera algo tan importante como trabajar en la obra que Dios les había encomendado debía ser un pretexto para olvidarse del día en que el Señor debía ser adorado. Como bien se ha dicho en otras ocasiones: No podemos amar más la obra del Señor que al Señor de la obra.
Efectivamente, es posible que nos ocupemos tanto en cosas que incluso consideramos piadosas, nos involucramos tanto en tantas actividades, que nos olvidamos de cultivar una relación genuina con el Señor.
Tener un tiempo consagrado para la adoración siempre ha sido el distintivo del pueblo de Dios.
Mientras el mundo vive para ser esclavos de su tiempo, los hijos de Dios deben usar su tiempo para servir y adorar al Señor.
Mis amados, debemos considerar que tanta insistencia del Señor en este tema no debe ser tenida en poco o como una regla arcaica. Nuestro tiempo pertenece al Señor y no debe haber nada que sea más importante que consagrarlo a la adoración a su Nombre.
El día del Señor no se negocia. No es algo en lo que debamos hacer concesiones.
Pero el pueblo no solo estaba siendo llamado a servir con su tiempo, o con su calendario, sin comprometer el día del Señor, sino también con sus recursos, lo cual nos lleva al siguiente encabezado:
El Pueblo sirviendo con sus recursos (4-9)
Una de las instrucciones que Dios le dio a Moisés en el monte Sinaí acerca de la construcción del tabernáculo, era que debía hacerse con recursos o aportes del mismo pueblo (25:1-8). Si bien es cierto que el pueblo no tenía medios de producción como los que en la época hicieron poderosas a otras naciones, estas contaban con lo que habían sacado de Egipto y también con lo que se lograba intercambiar con otros pueblos nómadas en el camino del desierto (especialmente telas y especias).
Los versículos 20-29 muestran cómo el pueblo fue movido en su generosidad. Cada quien traía voluntariamente y movido por el espíritu, lo que podía según su capacidad. Nada de esto era obligado, porque salía de corazones verdaderamente agradecidos. En efecto, la ofrenda que es obligada o manipulada no es del agrado del Señor.
Los recursos no eran abundantes pero tampoco escasos. Dios involucra al pueblo directamente en la construcción del proyecto de vivienda para que Él habitara con ellos y era para el pueblo un gozo participar de esa obra, tanto así que en el capítulo 36 se nos dice lo siguiente:
Y dijeron a Moisés: El pueblo trae más de lo que se necesita para la obra de construcción que el Señor nos ha ordenado que se haga. Entonces Moisés dio una orden, y se pasó una proclama por todo el campamento, y dijo: «Ningún hombre ni mujer haga más trabajo para las contribuciones del santuario». Así el pueblo dejó de traer más. Porque el material que tenían era abundante, y más que suficiente para hacer toda la obra.
Éxodo 36:65-7 NBLA
Pero, ¿qué era lo que estaba impulsando al pueblo a esta generosidad tan abundante? Bueno, parece claro; ellos tienen ahora un mayor sentido de gratitud al considerarse indignos por violar el pacto, pero luego perdonados y alcanzados por la misericordia.
Cuando entendemos la obra del Señor en nosotros al salvarnos cuando no lo merecíamos, eso repercute en generosidad, en un deseo por contribuir a Su obra.
Esto es realmente una tremenda gracia. Dios es dueño del oro y la Plata. La verdad es que Él no necesita nada de nosotros; pero él ve nuestros pobres esfuerzos impulsados por la gratitud, como una respuesta a su gracia.
Dios podía construir todo con su dedo; pero decidió que el pueblo se involucrara con sus recursos, a mi modo de ver por dos razones:
así estaban reconociendo que todo lo que ellos tenían pertenecía al Señor (todo es tuyo y de lo recibido de tu mano de eso te damos. 1 Crónicas 29:14).
El Señor les estaba mostrando que había algo más importante que el dinero y sus posesiones y era su presencia en medio de ellos.
Dios nos da hoy el privilegio de participar de su obra y esos dos motivos son perfectamente vigentes. Dios no necesita de nuestras ofrendas, pero ellas son la oportunidad de adorar y servir. De blindar nuestro corazón al Dios de las riquezas.
Somos susceptibles a poner nuestro corazón en las cosas de esta tierra, a apegarnos a lo que perece, pero cuando practicamos la generosidad le estamos restando poder a esa influencia.
El dar para Señor no debe ser una carga para nosotros. Es una respuesta a la gracia y es atesorar el privilegio de participar con el Señor a través de Su obra.
Tal vez estés pensando que hoy Dios no tiene un tabernáculo o alguna tienda; pero la verdad es que la obra del Señor es entendida como todo lo que se hace en el ámbito de iglesia local para el avance del Reino.
Pablo recoge esta idea en una nota de gratitud a los hermanos de Filipo:
Filipenses 4:14–19 (NBLA): 14 Sin embargo, han hecho bien en compartir conmigo en mi aflicción.
15 Ustedes mismos también saben, filipenses, que al comienzo de la predicación del evangelio, después que partí de Macedonia, ninguna iglesia compartió conmigo en cuestión de dar y recibir, sino solamente ustedes.
16 Porque aun a Tesalónica enviaron dádivas más de una vez para mis necesidades.
17 No es que busque la dádiva en sí, sino que busco fruto que aumente en su cuenta.
18 Pero lo he recibido todo y tengo abundancia. Estoy bien abastecido, habiendo recibido de Epafrodito lo que han enviado: fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios.
19 Y mi Dios proveerá a todas sus necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Noten como Pablo relaciona el ayudarlo a Él en la obra de hacer el ministerio como algo que era presentado al Señor como ofrenda fragante, sacrificio aceptable, agradable a Dios.
Pero no solo eso, también vemos cómo el Señor promete ocuparse de las necesidades de aquellos que se ocupan de Su obra. Y no conforme a lo que nosotros esperamos, sino a sus gloriosas riquezas en Cristo, lo cual no necesariamente es dinero de vuelta.
También Pablo menciona que estas ofrendas en un creyente son contadas como un fruto o un saldo a favor que Ninfa en nuestra cuenta.
Yo sé que este es un tema que ha sido muy distorsionado; pero no por eso debemos dejar de ver lo que la Biblia claramente enseña con relación al dar o contribuir para la obra del Señor.
Ahora bien; una cosa llamativa es que esto era algo transparente y claro a los ojos del pueblo. No era algo que Moisés administraba a su antojo, sino algo que se administraba con transparencia.
Creo que este es un principio que debe gobernar nuestras iglesias y es una de las razones por las cuales ha habido tan mala reputación del evangelio; porque muchos hambrientos de dinero usan el discurso de la fe para enriquecerse.
Lo cierto es que, la iglesia no es la empresa de un hombre o su familia, las ofrendas no son su patrimonio y las ovejas no son sus sirvientes.
Si el dinero que se aporta en una congregación es para el uso de las cosas del Señor, no debería haber misterio acerca de su destino o uso.
Pablo mismo se cuidó mucho de eso. En 2 Corintios 8. Él habla de cómo enviaron hermanos testigos para contar las ofrendas que se recogían, y como estas debían ser distribuidas entre los pobres de Jerusalén, y todo esto para no ser acusado de deshonestidad; pues era importante no solo hacer las cosas correctamente delante de Dios sino también delante de los hombres. (2 Cor 8:21).
Y es una pena que se tenga que ser tan cuidadosos, pero el dinero tiene el poder de corromper aún el alma más noble.
Tiempo y recursos; dos de los principales activos de un individuo estaban por pura gratitud al servicio del Señor; pero había más, el talento humano sería también otra forma en la que el pueblo del pacto estaba involucrado en servir al Señor, lo cual nos lleva al tercer y último encabezado:
El pueblo sirviendo con sus talentos (10-19)
Ya algunos nombres habían sido apartados: Bezalel y Aholiab, pero ellos no fueron los únicos. Incluso; muchos hombres y mujeres con habilidades fueron movidos a trabajar de acuerdo con los talentos o habilidades de cada uno.
Otros fueron enseñados:
»También le ha puesto en su corazón [de Bezalel]el don de enseñar, tanto a él como a Aholiab, hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan.
Éxodo 35:34 NBLA
Quiero que imagines la escena:
Grupos de personas llevando ofrendas, otros recolectando, otros trabajando en la madera, en el metal, en las telas y hacia un lado grupos de personas siendo enseñadas por otros para poder servir. ¿No te parece asombroso?
Nadie era protagonista, todos aportaban según su capacidad o habilidad.
Hermanos, muchas veces pensamos que todo lo que se puede dar para el Señor es dinero y aunque la realidad es que eso para algunos es difícil, eso no impiden que se involucren y sirvan en áreas según su capacidad.
1 Corintios 12 describe la iglesia como un cuerpo en el que cada persona cumple una función.
Quiero pensar que mientras el tabernáculo se construía, no había nadie sin tareas asignadas o sin ocupación; todos estaban en función de lo mismo: construir la casa del Señor.
Curioso es que no se reportan durante ese periodo quejas contra Dios o murmuraciones contra el pueblo y la razón es que las manos que están ocupadas distraen la mente ociosa.
Es posible que algunos por razón de tiempo no puedan involucrarse en algunas áreas de servicio, pero pueden contribuir con generosidad. Otros tal vez no pueden por alguna limitación, pero están orando por los que sí se involucran. Siempre hay tareas para hacer. La biblia no miente: la mies es mucha y los obreros pocos. Siempre hay espacio para un obrero más en la viña del Señor.
Este pueblo del pacto estaba sirviendo con tiempo, recursos y talentos, pero sobre todo, estaba sirviendo con un corazón dispuesto por haber entendido que Dios les había dado misericordia.
Mis amados; el evangelio nos impulsa al servicio, porque nos recuerda que somos pecadores, que Dios nos ha rescatado de la muerte y nos impulsa a vivir con gratitud y disposición gozosa.
Puede ser que en ocasiones enfréntenos desánimo, que no queramos involucrarnos o mantenernos al margen; pero el evangelio cambia todo y nos da lo necesario para servir al Señor con sencillez y alegría de corazón.
Los capítulos siguientes muestran todo lo que este pueblo hacía. Las manos en la obra. Construyeron todo lo que el Señor les había ordenado y es así como se lee al final de la sección:
“Los israelitas hicieron toda la obra conforme a todo lo que el Señor había ordenado a Moisés. Y Moisés examinó toda la obra, y vio que la habían llevado a cabo. Tal como el Señor había ordenado, así la habían hecho. Y Moisés los bendijo.”
Éxodo 39:42-43 NBLA
Todo había sido hecho tal como el Señor lo había pedido. La excelencia es el resultado del trabajo impulsado por el gozo y la gratitud.
He aquí la razón por la que nuestro servicio debe ser impulsado por las motivaciones correctas, porque es lo que va a garantizar que sea agradable al Señor, después de todo, servimos a Dios y no a los hombres.
Amigo que estás aquí; la vida cristiana, como lo puedes ver, no es algo en lo que unos pocos tiene cierta virtud y otros solo escuchan y obedece; no. Se trata de cómo al ser conscientes del perdón que recibimos y lo indignos que somos, ahora vivimos con gratitud. No te estoy haciendo un llamado a que seas un integrante más de esta, más de seguidores pasivos, sino a que según el Señor te capacite, tengas el privilegio también de participar en Su obra, en lo cual hay mucho gozo.
Tu tiempo, tus recursos y tus talentos, ponlos al servicio del Señor y ya no más al servicio de tus deseos pecaminosos o peor aún, los deseos de otro. Ven y vive para el Señor que te creo y que te dio todo lo que tienes, pero que puede darte más que eso: la vida eterna.