EVANGELIZACIÓN PARA EL SIGLO XXI 4

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EVANGELIZACIÓN PARA EL SIGLO XXI 4
La finalidad de la evangelización
Mt. 28:19
I. ¿CUÁL ES NUESTRO OBJETIVO EN LA EVANGELIZACIÓN?
A. Nuestro objetivo final debe coincidir con el objetivo final de Dios en la evangelización
1. La formación de un pueblo para Su Nombre (un pueblo que le adore, que le ame, que declare sus poderosas obras y manifieste Su carácter en la vida diaria) (Éx. 19:5-6; Tit. 2:14; 1 P. 2:9-10; Ap. 5:9-10)
2. Con el fin de que «la tierra sea llena del conocimiento del Señor como las aguas cubren la mar» (Is. 11:9)
3. Para que los reinos de este mundo puedan llegar a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo (Ap. 11:15),
4. Que Dios a través de Cristo, pueda reconciliar consigo mismo todas las -cosas en la tierra y en los cielos (Col. 1:18-20; Ef. 1:17-23) para que Dios pueda ser todo en todos (1 Co. 15:28).
B. Nuestro objetivo inmediato, es el de dar a conocer a Dios en Jesucristo, no sólo para lograr «conversiones» sino para hacer discípulos (Mt. 25:18–20), integrándolos en la comunidad del pueblo de Dios para que le adoren y testifiquen de su nombre, contribuyendo así al objetivo final de Dios.
C. Nuestra tarea evangelística no termina hasta que no hayamos comunicado toda la enseñanza de Jesucristo (Mt. 28:20) y todo el consejo de Dios (Hch. 20:27); hasta que la persona en cuestión no esté firmemente integrada en una comunidad de creyentes; y hasta que esta persona no esté viviendo activa y poderosamente como discípulo de Jesucristo e hijo de Dios.
II. ¿HACER CREYENTES O HACER DISCÍPULOS?
A. El Nuevo Testamento no hace distinción entre «ser creyente» y «ser discípulo»
1. En el afán de los números caemos en la trampa de presentar sólo el lado «positivo» del Evangelio (todo lo que Dios nos ofrece en Cristo) y omitimos el costo del discipulado.
2. Hay quienes creen que «ser creyente» es solo cuestión de creer en Cristo.
3. La idea bíblica de «creer» es mucho más dinámica.
4. La verdadera fe salvífica se va robusteciendo con el tiempo; el verdadero creyente se fortalece en fe a lo largo de su vida, y es esta fe madura y continua la que también le justifica, no sólo la fe ejercida en el momento de creer (Ro. 4:20-22).
B. El «creer» no está separado del discipulado
1. La profesión es importante, pero ha de ir acompañada de una verdadera fe interior (Ro. 10:8-11)
2. La fe bíblica se relaciona estrechamente con el discipulado.
3. El discipulado es un compromiso cotidiano, que no acaba nunca, mientras aún hay algo que aprender.
4. El discipulado y la fe, es un concepto dinámico, vital, que abarca todas las áreas de la vida en todos sus momentos y edades.
5. El discípulo es una persona dispuesta de ser enseñada, corregida, reprendida.
C. Argumentos que defienden que la conversión y la decisión de ser discípulos de Jesucristo se relacionan estrechamente.
1. Cristo no hizo una distinción entre sus discípulos y la multitud en lo que concierne al precio del discipulado.
2. Las exigencias a sus discípulos y a la multitud son iguales (Mt. 16:24; Lc. 14:25-27).
3. Las afirmaciones «duras» de Jesús en los evangelios son dirigidas a los discípulos, a todos los que querían seguirle (Lc. 14:25-27).
4. La iglesia primitiva no veía ninguna contradicción entre la salvación sólo por la fe y el discipulado.
D. Argumento: histórico
1. El mandato que Cristo dio a sus discípulos era el de «hacer discípulos» (Mt. 28:19); este mandato es sinónimo al otro que encontramos en (Mr. 16:15) «predicad el evangelio», se ve porque en los dos casos Cristo especifica quienes son los que deben recibir el bautismo (en Mateo, los discípulos; en Marcos, los que creen).
2. El creer como el ser discípulo son pre-requisitos de un mismo bautismo; es decir, «ser discípulos» es sinónimo de «creer el evangelio». El bautismo es sólo para discípulos.
3. El «ser discípulo» es la respuesta lógica a la predicación apostólica (Hch. 14:21).
4. En Hechos los discípulos son llamados creyentes y los creyentes discípulos. En la iglesia primitiva no se hacía ninguna distinción entre «creer» y «ser discípulo». Ser lo uno presuponía ser lo otro.
5. Éste es, pues, el argumento histórico: que en la iglesia apostólica no se conocía ninguna distinción entre la fe en Jesucristo y el compromiso del discipulado; que ser «creyente» y ser «discípulo» era una misma cosa.
E. El argumento teológico: El hacer un divorcio entre «ser creyente» y «ser discípulo» es hacer violencia a los conceptos bíblicos de fe, salvación, arrepentimiento y finalmente a la persona del Señor Jesucristo.
1. La fe.
a. Somos salvos por la fe en Cristo (Hch. 16:31).
b. La fe que nos salva es la fe en una persona, una fe que lleva a una relación personal que se expresa en amor y obediencia (Jn. 14:23; 15:10).
c. Los apóstoles no sólo hablan de «creer» el evangelio (Ro. 1:16) sino también de «obedecerlo» (Ro. 10:16).
d. La fe cuyo objeto es el Señor Jesucristo se manifiesta inevitablemente en la obediencia.
e. Si no hay obediencia (no digo «obediencia perfecta», pero sí «la disposición de obedecer»), no hay fe bíblica (Stg. 2:19).
f. La fe auténtica, es una fe en Cristo mismo, se manifiesta en el discipulado.
2. La salvación.
a. El concepto bíblico de la salvación no es sólo negativo (salvos del infierno) sino también positivo (salvos para una nueva vida en Cristo).
b. ¿Para qué quiero ser salvo? No sólo para escaparme de la condenación, sino para comenzar una nueva relación con Dios, la restauración de lo que el hombre perdió en la caída.
c. Ésta es la misma esencia de la salvación: ser restaurado, transformado a la imagen de Jesucristo ( Ef. 1:4-5; Ro. 8:29; 2 Co. 3:18).
d. Una relación con Dios implica discipulado, porque el discipulado es el reconocimiento en la vida práctica del señorío de Cristo.
e. El «creyente» (que lo es de verdad) ha pasado de muerte a vida, una vida abundante en relación con el Señor (Jn. 5:24).
3. El arrepentimiento.
a. Si repudiamos la cuestión del discipulado en nuestra presentación del evangelio, el arrepentimiento, en vez de ser el rechazo de la antigua vida pecaminosa y la conversión activa hacia un nuevo estilo de vida, llega a ser solamente cierta tristeza por los pecados del pasado.
b. Juan el Bautista nos muestra que el arrepentimiento auténtico debe manifestarse en «frutos dignos de arrepentimiento» (Lc. 3:8), los cuales nos conducen a la santificación, parte esencial del discipulado (y de la salvación).
4. El Señor Jesucristo.
a. La separación entre la salvación y el discipulado presupone una división tajante en el ministerio de nuestro Señor Jesucristo, una división entre su señorío y su salvación.
b. No se puede aceptar la salvación que Cristo efectuó en la cruz sin aceptarle a Él.
c. Le acepetamos tal como es (o sea, tanto Señor como Salvador, como Pastor, como Juez, como Siervo, como Rey, etc.) o bien no le aceptamos.
d. No se puede dividir a una persona y sólo «aceptar» aquellas partes que sean de nuestro gusto.
e. Lo que sí se puede hacer es aceptar un regalo y rechazar a la persona que nos lo ofrece, y supongo (repito) que en realidad es esto último lo que quieren decir los que abogan a favor de una distinción entre «Cristo como Señor» y «Cristo como Salvador».
f. Es tan absurdo pensar que uno puede aceptar a Cristo como Salvador sin aceptarle como Señor, como pensar que uno puede recibir a aquel Espíritu Santo que es el sello de nuestra herencia, sin recibir al que nos da poder y nos santifica.
g. El señorío de Cristo era un tema fundamental de la predicación evangelística de los apóstoles (Hch. 2:32-36; 10:36-43).
h. Somos salvos por la fe, pero la fe se manifiesta inevitablemente en obras, ya que es una fe puesta en una persona, no en un credo.
i. Estas obras no nos salvan; es la fe la que nos salva; pero una ausencia de obras indica una ausencia de fe verdadera (Stg. 2:14-20).
j. El llamamiento al discípulo es parte intrínseca del evangelio desde el comienzo.
k. Quien rechaza el señorío de Cristo ha rechazado la salvación.
l. Quien acepta el señorío de Cristo ya es un discípulo.
m. Somos salvos por la fe, pero es una fe depositada en el Señor Jesucristo; es una entrega personal a Él.
n. Es imposible hacer creyentes que auténticamente lo sean sin hacer discípulos.
o. Por lo tanto, no tenemos ningún derecho a realizar una evangelización que reduzca el evangelio a la aceptación de un regalo sin hacer caso del Señor que lo regala, que deje aparte la cuestión del discipulado hasta después de la «conversión».
p. El cometido que hemos recibido es totalmente claro: hacer discípulos (Mt. 28:19).
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