Luz en la oscuridad
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Hay ocasiones en las que todo parece salir mal, muy mal. Es posible que hayas pasado por temporadas en las que te cuesta sonreír, cantar o bailar. ¿Cómo hacerlo si la tristeza parece teñirlo todo de dolor y oscuridad?
A veces podemos encontrar personas, maestros, motivadores, que van a querer asegurarnos que “todo va a estar bien”. Pero hay momentos en los que ese tipo de mensajes no hacen ninguna diferencia. Miramos nuestra realidad, las cosas que han sucedido, la situación que enfrentamos, y no se nos ocurre que nada esté bien. Simplemente, lo que nos pasa nos duele demasiado. ¿Has enfrentado situaciones así?
Como te digo, hay motivadores que no enfrentarían la realidad de que uno enfrenta momentos de oscuridad en la vida, pero la Palabra de Dios sí lo hace. La Biblia nos presenta la verdadera condición de los días que experimentamos en esta vida. Y, por cierto, hay días en los que parece no salir el sol.
Eso le sucedió al pueblo de Israel en muchas ocasiones, y la Biblia no lo oculta al relatar su historia. Podría parecer irónico, porque se nos podría ocurrir que justamente el pueblo escogido por Dios entre todas las naciones estaría excento de las tribulaciones que afectarían a otros. ¿O no? ¿No está Dios con ellos? ¿No son amados por Dios?
Tal vez allí esté justamente nuestra confusión. Pensamos que el amor de Dios implica ser cubiertos por un escudo contra todo lo malo, pase lo que pase y hagamos lo que hagamos. Pero lo cierto es que muchas veces somos nosotros mismos los que nos salimos de debajo de la potente cobertura del amor de Dios. Cuando escogemos hacer las cosas a nuestra manera, en especial cuando sabemos que Dios quiere otra cosa, nos exponemos a las consecuencias de nuestras acciones. Dios nos ama, pero para disfrutar de su amor tenemos que permanecer conectados con Él, siguiendo su dirección, obedeciéndole.
Es allí donde muchas veces el pueblo de Dios, Israel, falló. Fueron amados por Dios, escogidos por Él, experimentaron la revelación de Dios de una manera otros pueblos no conocieron. Fueron usados por Dios para el desarrollo de su plan y para traer al Hijo. Pero también se alejaron de Dios dándole la espalda y actuando en desobediencia, quebrantando el pacto que habían hecho con Él. Y eso tuvo sus consecuencias.
Esas consecuencias se pueden observar en palabras como estas.
Yo soy el hombre que ha visto aflicción bajo el látigo de su enojo.
Me guió y me llevó en tinieblas, y no en luz;
Ciertamente contra mí volvió y revolvió su mano todo el día.
Hizo envejecer mi carne y mi piel; quebrantó mis huesos;
Edificó baluartes contra mí, y me rodeó de amargura y de trabajo.
Me dejó en oscuridad, como los ya muertos de mucho tiempo.
Me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho más pesadas mis cadenas;
Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración;
Cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos.
Fue para mí como oso que acecha, como león en escondrijos;
Torció mis caminos, y me despedazó; me dejó desolado.
Entesó su arco, y me puso como blanco para la saeta.
Hizo entrar en mis entrañas las saetas de su aljaba.
Fui escarnio a todo mi pueblo, burla de ellos todos los días;
Me llenó de amarguras, me embriagó de ajenjos.
Mis dientes quebró con cascajo, me cubrió de ceniza;
Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien,
Y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová.
Yo soy el que ha visto las aflicciones
que provienen de la vara del enojo del Señor.
Me llevó a las tinieblas,
y dejó fuera toda luz.
Volvió su mano contra mí
una y otra vez, todo el día.
Hizo que mi piel y mi carne envejecieran;
quebró mis huesos.
Me sitió y me rodeó
de angustia y aflicción.
Me enterró en un lugar oscuro,
como a los que habían muerto hace tiempo.
Me cercó con un muro, y no puedo escapar;
me ató con pesadas cadenas.
Y a pesar de que lloro y grito,
cerró sus oídos a mis oraciones.
Impidió mi paso con un muro de piedra;
hizo mis caminos tortuosos.
Se escondió como un oso o un león,
esperando atacarme.
Me arrastró fuera del camino, me descuartizó
y me dejó indefenso y destruido.
Tensó su arco
y me hizo el blanco de sus flechas.
Disparó sus flechas
a lo profundo de mi corazón.
Mi propio pueblo se ríe de mí;
todo el día repiten sus canciones burlonas.
Él me llenó de amargura
y me dio a beber una copa amarga de dolor.
Me hizo masticar piedras;
me revolcó en el polvo.
Me arrebató la paz
y ya no recuerdo qué es la prosperidad.
Yo exclamo: «¡Mi esplendor ha desaparecido!
¡Se perdió todo lo que yo esperaba del Señor!».
Jeremías era un siervo de Dios, y al parecer no en vano se le llama “el profeta llorón”. Creo que en estas palabras podemos percibir sus lágrimas, su dolor, su tristeza. Nunca hubiera deseado ver a su nación y a su ciudad en una situación tan dramática como la que tocó experimentar.
Observa que el profeta habla de lo que sucede, pero en todo momento le atribuye a Dios el control de aquellos acontecimientos. Cuando Jeremías habla de “el látigo de su enojo” se refiere al enojo de Dios, y lo mismo se aplica a lo que sigue diciendo.
¿Escuchas su clamor cuando dice “Aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración”?
¡Wow! ¿Está escrito esto en la Biblia? ¿Estamos leyendo las palabras de uno de los profetas de Dios quejándose del peso de la obra de Dios en su contra?
Jeremías hablaba, sí, por sí mismo, pero también en nombre de su pueblo, Israel. El pueblo de Dios había elegido mal su manera de comportarse, le había dado la espalda a Dios y había quebrantado vergonzosamente su pacto, por lo que ahora estaba recibiendo las consecuencias. Y vaya que eran dolorosas…
Algo nos tiene que quedar muy claro: a ninguno de nosotros nos conviene tener a Dios como nuestro enemigo. ¿Te queda claro eso? ¡No te expongas a tener a Dios como tu enemigo, porque la ira de Dios es implacable!
Eso me hace pensar tanto...
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
¿Te das cuenta cuántas personas caben dentro de esta descripción, que se exponen a ser objeto de la ira de Dios.
Pero, ¿y tú? ¿Alguna vez has sido dejado en la oscuridad? ¿Has sentido que eras el blanco de los ataques, los golpes, el castigo?
Eso duele.
Esto se aplica a tus momentos difíciles, sea lo que sea que los motiva. Tú también has sentido que la paz se alejaba de tu alma. También te sentiste despedazado, destrozado, quebrantado.
¿Cómo supera uno semejante sentimiento de abatimiento y desolación?
¿Has llegado a decir “Perecieron mis fuerzas y mi esperanza en Jehová”? Puede suceder.
Pero NO ES EL FIN.
Esa es la buena noticia.
Espera un momento.
No te apresures a rendirte.
Recibe el abrazo de los que también las hemos pasado o las estamos pasando como tú.
Unámonos.
Animémonos.
PORQUE TODAVÍA NO TERMINÓ LA BATALLA.
¿Qué tiene que hacer uno cuando se siente aplastado por las circunstancias y la tristeza y el dolor le ahogan el alma?
¿Cómo podemos procesar esos momentos en los que solo vemos oscuridad, en los que Dios parece lejano y da la impresión de que no está respondiendo a nuestras oraciones?
No puedo parar de darle gracias a Dios por su Palabra, llena de testimonios y exhortaciones que nos animan a seguir adelante, no porque nada malo nos va a suceder sino porque aún en medio de las peores situaciones hay esperanza en el Señor.
Jeremías describió su desolación, el dolor que le quebrantaba el corazón, la depresión que amenazaba su alma al enfrentar las duras circuntancias que le tocó vivir, personalmente y como parte de su nación alejada de Dios. ¿Cómo enfrentó él su dolor? ¿Encontró salida para su triste situación? ¿Pudo conservar su fe a través del quebrantamiento?
Sí, ese es el punto. Y la manera en que lo hizo nos deja un ejemplo que tiene la capacidad de alentarnos y nos sirve de ejemplo para que nosotros también salgamos adelante.
Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel;
Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí;
Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré.
Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.
Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.
Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.
Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso;
Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza;
Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas.
Porque el Señor no desecha para siempre;
Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias;
Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.
Desmenuzar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,
Torcer el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo,
Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba.
¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?
¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado.
Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová;
Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos;
Recordar mi sufrimiento y no tener hogar
es tan amargo que no encuentro palabras.
Siempre tengo presente este terrible tiempo
mientras me lamento por mi pérdida.
No obstante, aún me atrevo a tener esperanza
cuando recuerdo lo siguiente:
¡el fiel amor del Señor nunca se acaba!
Sus misericordias jamás terminan.
Grande es su fidelidad;
sus misericordias son nuevas cada mañana.
Me digo: «El Señor es mi herencia,
por lo tanto, ¡esperaré en él!».
El Señor es bueno con los que dependen de él,
con aquellos que lo buscan.
Por eso es bueno esperar en silencio
la salvación que proviene del Señor.
Y es bueno que todos se sometan desde temprana edad
al yugo de su disciplina:
que se queden solos en silencio
bajo las exigencias del Señor.
Que se postren rostro en tierra
pues quizá por fin haya esperanza.
Que vuelvan la otra mejilla a aquellos que los golpean
y que acepten los insultos de sus enemigos.
Pues el Señor no abandona
a nadie para siempre.
Aunque trae dolor, también muestra compasión
debido a la grandeza de su amor inagotable.
Pues él no se complace en herir a la gente
o en causarles dolor.
Si la gente pisotea
a todos los prisioneros de la tierra,
si privan a otros de sus derechos,
desafiando al Altísimo,
si tuercen la justicia en los tribunales,
¿acaso no ve el Señor todas estas cosas?
¿Quién puede ordenar que algo suceda
sin permiso del Señor?
¿No envía el Altísimo
tanto calamidad como bien?
Entonces, ¿por qué nosotros, simples humanos,
habríamos de quejarnos cuando somos castigados por nuestros pecados?
En cambio, probemos y examinemos nuestros caminos
y volvamos al Señor.
Levantemos nuestro corazón y nuestras manos
al Dios del cielo y digamos:
1) Ora
1) Ora
Para empezar, no dejes de orar. Al contrario, aun cuando todo parezca mal, aun cuando te encuentres ante el silencio de Dios en alguna situación, vuelve a orar. Es lo que hizo Jeremías.
Acuérdate de mi aflicción y de mi abatimiento, del ajenjo y de la hiel;
Hasta ahora, en este capítulo, Jeremías venía quejándose, lamentando su triste situación y la de su nación, y confesó estar perdiendo la esperanza. En un giro inesperado de su discurso, se dirige a Dios.
Es lo que tú y yo también debemos hacer. Sí, con nuestras lágrimas, con nuestra tristeza, aunque no salga de nuestros labios la mejor alabanza ni una catarata de gratitud, vuelve a orar.
¿Qué le pide Jeremías a Dios? Que lo recuerde, que tenga presente mi aflicción y mi abatimiento, el ajenjo y la hiel.
A veces, cuando nos comunicamos con otras personas procuramos expresar solo lo mejor, escondiendo de su mirada nuestros malos sentimientos o los malos momentos que estamos atravesando. Pero no necesitamos hacer eso cuando nos dirigimos a Dios. Ante Él podemos llegar así como somos y así como estamos, con nuestro quebrantamiento. Jeremías le habla directamente a Dios de su amargura (el ajenjo y la hiel). ¿No deberíamos tú y yo hacer lo mismo?
¡Habla con Dios!
2) Utiliza tus recursos interiores, como tu memoria.
2) Utiliza tus recursos interiores, como tu memoria.
Sí, podemos estar en la ruina, pero absolutamente nadie nos puede privar de nuestros pensamientos, nuestros recuerdos, lo que fluye por nuestro corazón.
Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí;
Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré.
Jeremías reaccionó con obstinación. Aunque todo estuviera mal, aunque su alma estuviera abatida y estuviera afligido, nadie le iba a impedir recordar. Y justamente por eso le dedicaría a Dios su pensamiento.
Para eso nos es tan útil la Palabra de Dios. ¡Cuántas veces nos hace bien volver a recurrir a la Biblia cuando la tristeza nos embarga! En la Palabra encontramos el ánimo y la seguridad que nuestro corazón muchas veces pierde.
Vuelve a llenar tus pensamientos con la bondad de Dios y sus promesas. Sí, recuerda lo que Él ha hecho por ti.
El profeta está decidido. Ya sabe en qué pensará. Observa que utiliza el verbo “recapacitar”, refiriéndose a una reflexión profunda. Esa acción de recapacitar lo conduce a recuperar la esperanza, y afirma que va a esperar.
¿Te das cuenta de cuál es el ejemplo que estamos presenciando aquí y cómo lo puedes aplicar a tu vida?
Tú también puedes decidir en qué recapacitarás. También tú puedes recuperar la capacidad de esperar.
Aquel que espera está reconociendo que no todo está perdido. Todavía hay aliento de vida, todavía algo puede pasar, todavía Dios va a intervenir.
Utiliza tus recursos interiores, buscando al Señor, para enfrentar las nubes de oscuridad y tristeza que te rodean. Aunque no lo ves ni escuchas sus respuestas, Dios no se ha alejado de ti y está respondiendo.
3) Reconoce que la misericordia de Dios no se ha terminado.
3) Reconoce que la misericordia de Dios no se ha terminado.
A ver, cuando todo parece estar saliendo mal, cuando parece que Dios no responde, cuando el dolor y la frustración llenan nuestro corazón, ¿quiere eso decir que Dios ya no nos ama?
Tal vez esta sea la clave más importante para que podamos estar listos para superar nuestras pruebas.
Jeremías abre su corazón dejando salir todo su dolor, pero entonces ora y se propone reflexionar en Dios. Y entonces este pensamiento llena su alma.
Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.
Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Sí, puede ser que todo esté saliendo mal ahora, y que no veamos una salida, pero lo cierto es que si estamos todavía vivos es por la misericordia de Dios. Si todavía tenemos aliento, si todavía estamos en pie, si todavía podemos pensar y orar, es porque Dios todavía nos ama.
Necesitamos grabar a fuego estas palabras en nuestros corazones.
¿Sabes qué? Todavía no somos ceniza. Todavía no hemos sido consumidos. Todavía tenemos aliento en nuestra nariz. Todavía no se terminó nuestro tiempo.
Y, ¿sabes por qué? Porque el amor de Dios no se terminó. LA MISERICORDIA DE JEHOVÁ NO HA DECAIDO.
Sí, vuelve a leerlo, a escucharlo, a recibirlo: Dios no ha dejado de amarte. Puedes volver a refugiarte en su amor.
Ni siquiera en los peores momentos, cuando no vemos como seguir, la misericordia de Dios se ha apartado. Hoy mismo, en esta misma mañana, la misericordia de Dios se ha renovado sobre nosotros.
4) Decide esperar que Dios haga su obra, aunque no entiendas.
4) Decide esperar que Dios haga su obra, aunque no entiendas.
No, definitivamente, no nos gusta esperar. ¿Cuándo queremos las soluciones? ¡Ahora! ¡Ayer!
Si pudiéramos elegir, preferiríamos no esperar y que todo esté resuelto justo ahora.
Eso implica que ignoramos los inmensos beneficios personales que recibimos cuando esperamos, no lo que algún ser humano pueda hacer para ayudarnos sino lo que Dios hace.
Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.
Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.
Cuando no tienes lo que necesitas, quieres lo que necesitas. No quieres esperar.
Pero justamente esperar es la decisión que puedes tomar, en especial cuando se trata de esperar a Dios.
Jeremías podía mirar alrededor, ver toda la destrucción, la violencia, la muerte, la pobreza, y decir “No tengo nada”.
Podía decir “No tengo nada”, y sin embargo decide decir “Tengo lo mejor”. ¿Por qué? Porque se da cuenta de que lo tiene a Dios.
Puede ser que no tenga nada, pero si tengo a Dios lo tengo todo.
Mi porción es Jehová, dijo mi alma, por tanto, en él esperaré.
¿Y tú? ¿Tienes tan poco que solamente lo tienes a Dios? ¡Entonces lo tienes todo!
Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.
¿Quieres ser objeto de la bondad de Dios? Cuéntate entre los que le esperan, entre aquellos cuya alma le busca.
¿Esperas a Dios? ¡Espéralo! ¡Él no va a fallar!
¿Busca a Dios tu alma? ¡Búscale! Que si hay alguna ansiedad en tu interior, que esa sea la ansiedad por experimentar la presencia, el cuidado y la gracia de Dios.
Todo puede estar mal, pero Dios es bueno.
5) Guarda silencio y sé humilde.
5) Guarda silencio y sé humilde.
Por lo general sabemos responder con bastante rapidez. En cuanto nos dicen algo o cuando hacen algo, ya sea a nuestro favor o en nuestra contra, respondemos con rapidez.
Jeremías sabía que ya había abierto su boca, y parece que ahora está reconociendo que se apresuró a hablar.
Hay ocasiones en las que es mejor callarse, guardar silencio y simplemente esperar.
No siempre hay que reaccionar con palabras y acciones. A veces hay que inclinar la cabeza y sencillamente esperar.
Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.
Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.
Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso;
Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza;
Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas.
Por favor, anota esto en alguna parte. Escríbelo con tu propia mano, y propónle a tu corazón que lo recuerde siempre:
Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
Jeremías está procurando enseñarnos que no está mal inclinarnos delante de Dios y sujetarnos a lo que Él ha permitido que nos suceda, sea lo que sea.
Aquí estoy, Señor. Haz lo que quieras conmigo.
Sin argumentos. Sin discusiones. Sin opiniones de qué es lo que mejor merecemos.
Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud. Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso.
Esos somos tú y yo inclinándonos delante de Dios para reconocer que su plan es mejor que el nuestro, aunque no entendamos por qué permite lo que nos sucede.
Ya cállate. Ya deja de argumentar las razones por las que las circunstancias tendrían que ser diferentes. Deja que Dios sea Dios.
Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.
Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía.
Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.
No te alteres con motivo del que prospera en su camino,
Por el hombre que hace maldades.
Deja la ira, y desecha el enojo;
No te excites en manera alguna a hacer lo malo.
Porque los malignos serán destruidos,
Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.
Suéltalo ya. No finjas que puedes controlar lo que sucede. Déjalo ir. Entrega tu camino en las manos de Dios, quien sí puede controlarlo todo. Guarda silencio ante Jehová y espera en él. No te alteres...
¿Te han herido o te están hiriendo? ¿Crees que Dios no lo sabe? ¿Te parece que Dios justo miró hacia otro lado y no va a hacer justicia? ¡Ni lo pienses! ¡Dios sigue estando de tu lado! Y, ¡cuidado con quién te toca!
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
No se trata que dejes que abusen de ti, sino de que te sujetes a la obra que Dios está haciendo en tu vida.
6) Espera, porque las dificultades que Dios permite no duran para siempre.
6) Espera, porque las dificultades que Dios permite no duran para siempre.
Ya queremos que termine el tiempo de dificultad. Consideramos que ya ha sido suficiente, que ya es hora de que se acaben los problemas.
No desesperes, por favor. La ayuda viene en camino.
Porque el Señor no desecha para siempre;
Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias;
Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.
Sí, a veces suena como si la dificultad fuera para siempre. Pero aquí la Palabra del Señor te declara la verdad: tu tribulación tiene fecha de vecimiento.
Que conste que Jeremías estaba anunciando esto desde el fondo de su propia aflicción y sufrimiento, no en su momento de éxito y relax.
Sí, puede ser que Dios te aflija, pero necesitas entender que cualquier cosa que Él permita sobre tu vida va a ser para tu bien, y la dificultad no será permanente.
¿Te afligió Dios? Por algo es. Tienes algo que aprender. Pero ten claro que Él no procura destruirte, ni le divierte tu dolor.
Así de grandes como han sido tus problemas será la misericordia de Dios cuando sea derramada sobre ti.
A Dios le importas. Vuelve a leer: ...se compadece según la multitud de sus misericordias.
7) Confía en que Dios hará justicia.
7) Confía en que Dios hará justicia.
Hay ocasiones en las que uno mira alrededor y parecen ir ganando los malos. Nuestro sentido de justicia se rebela contra semejante situación.
¿Van ganando los malos en tu vida? ¿Parece que la maldad está obteniendo la ventaja?
Espera, una vez más, ¡espera! No te apresures a sacar conclusiones. Dios no ha perdido detalle de lo que está ocurriendo.
Desmenuzar bajo los pies a todos los encarcelados de la tierra,
Torcer el derecho del hombre delante de la presencia del Altísimo,
Trastornar al hombre en su causa, el Señor no lo aprueba.
Es algo que nos pasa a muchos, y considero que en especial nos sucede a los hijos de Dios como herederos de su ADN: no podemos tolerar la injusticia, nos pone en rebeldía.
En este mundo hay mucha injusticia, y no es extraño que a veces nosotros mismos seamos alcanzados por ella.
Pero tengamos en cuenta al que está mirando todo lo que sucede.
¿No te gusta la injusticia? Si a ti y a mí nos desagrada, imagina lo que siente el Autor de toda justicia, nuestro Creador.
...el Señor no lo aprueba.
Es muy posible que Dios sea testigo y no apruebe cosas que te han sucedido. Sí, las ha permitido hasta ahora, pero llega el momento en que el Juez de toda la tierra hará justicia.
Puedes esperar confiado en el que hace justicia.
8) Considera que nada de lo que sucede es ignorado por Dios.
8) Considera que nada de lo que sucede es ignorado por Dios.
Sí, en ocasiones puede parecer que Dios está mirando hacia otro lado. Uno se puede preguntar cómo permite que suceda esto o aquello. Lo que sucede es que muchas veces nosotros no comprendemos el alcance de sus planes, cuál es su intención al permitir que aquello ocurra.
Pero Dios no ha perdido el control. Al enemigo de nuestras almas le gusta desacreditar a Dios, alimentar el concepto de que Dios es débil o ignorante. Pero no es así, de ninguna manera.
¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?
¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?
Definitivamente, Dios no está mirando hacia otra parte. Dios sabe lo que está sucediendo.
Sí, a veces a nosotros nos parece malo lo que ocurre, pero Dios sabe lo que está haciendo.
¿Te parecía bueno o agradable que te pincharan con una aguja cuando eras niño? Sin embargo tus padres, los enfermeros y médicos a tu alrededor sabían que aquello era por tu bien. Lo mismo sucede con lo que nos ocurre hoy en día. Dios sabe por qué está haciendo lo que está haciendo.
Cuando ocurren las “cosas malas” Dios no deja de saberlo ni controlarlo. Él tiene autoridad sobre todas las cosas.
Confía. Dios no procura hacerte daño sino bendecirte.
Acércate a Él con humildad.
9) Laméntate por tu pecado.
9) Laméntate por tu pecado.
¿Cuáles son las cosas por las que te lamentas?
Lamentamos cuando perdemos algo, cuando se nos ha pasado una oportunidad, cuando procurábamos hacer algo y no salió bien, cuando nos quedamos solos, nos enfermamos…
La Palabra del Señor nos propone una sana alternativa.
¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado.
Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová;
Levantemos nuestros corazones y manos a Dios en los cielos;
Aquí tienes algo de lo que sí lamentarte: laméntate por tus pecados. Rasga tus vestiduras, llévate la mano a la cabeza, llora y que tu corazón se quebrante por tus pecados.
Sí, siéntete mal por lo que has hecho mal.
El llamado aquí es a analizar cuidadosamente nuestras vidas, para encontrar lo que hemos hecho mal y para cambiar el curso de nuestras vidas, para encontrarnos con Dios.
Adora a Dios.
1) Ora
1) Ora
2) Utiliza tus recursos interiores, como tu memoria.
2) Utiliza tus recursos interiores, como tu memoria.
3) Reconoce que la misericordia de Dios no se ha terminado.
3) Reconoce que la misericordia de Dios no se ha terminado.
4) Decide esperar que Dios haga su obra, aunque no entiendas.
4) Decide esperar que Dios haga su obra, aunque no entiendas.
5) Guarda silencio y sé humilde.
5) Guarda silencio y sé humilde.
6) Espera, porque las dificultades que Dios permite no duran para siempre.
6) Espera, porque las dificultades que Dios permite no duran para siempre.
7) Confía en que Dios hará justicia.
7) Confía en que Dios hará justicia.
8) Considera que nada de lo que sucede es ignorado por Dios.
8) Considera que nada de lo que sucede es ignorado por Dios.
9) Laméntate por tu pecado.
9) Laméntate por tu pecado.