Obedecer a Dios siempre trae Bendición
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Dichosos más bien —contestó Jesús— los que oyen
la palabra de Dios y la obedecen.
Lucas 11:28 NVI
Las peticiones simples del Señor a menudo sirven como peldaños para las bendiciones más maravillosas de la vida. Pedro nos ilustra lo que puede suceder cuando decimos sí a Dios.
En el capítulo 5 del evangelio de Lucas leemos:
'Cierto día, mientras Jesús predicaba en la orilla del mar de Galilea, grandes multitudes se abalanzaban sobre él para escuchar la palabra de Dios. Jesús notó dos barcas vacías en la orilla porque los pescadores las habían dejado mientras lavaban sus redes. Al subir a una de las barcas, Jesús le pidió a Simón, el dueño de la barca, que la empujara al agua. Luego se sentó en la barca y desde allí enseñaba a las multitudes.'
Lucas 5:1-3 NTV
El Señor quería usar el bote de Pedro como una plataforma flotante para dirigirse a la multitud, por lo que le pidió al futuro apóstol que empujara la embarcación un poco lejos de la orilla (v. 3), lo cual no en sí una solicitud particularmente notable.
Aquí Pedro estaba comenzando su caminar con el Maestro, y Jesús no le pide (como lo habría de hacer al final de su ministerio en esta tierra) que apacentara a sus ovejas. Jesús simplemente le pide que le preste su barca y que lo aleje un poco de la playa. Algo muy sencillo. Algo nada religioso, nada ministerial.
Sin embargo, la respuesta de obediencia de Pedro a esta simple petición allanó el camino para asombrosas bendiciones futuras. De su ejemplo, aprendemos cuán esencial es obedecer a Dios incluso en los asuntos más pequeños.
La ruidosa multitud recibió la primera bendición a partir de la sencilla obediencia de Pedro; la gente ahora podía escuchar claramente las palabras de Jesús. Al concluir su sermón, el Señor Jesús le dijo a Pedro: "Lánzate a las profundidades y suelta tus redes para pescar" (v. 4), una segunda oportunidad u ocasión para decir sí o no. Pero esta vez, Pedro debió haberse sentido tentado a declinar. Después de todo, había trabajado toda la noche para pescar, pero había regresado con las manos vacías. ¿Y ahora este joven maestro, un carpintero, por cierto, no un pescador, le estaba diciendo que volviera a pescar?
Jesús le estaba mandando a pescar en un lugar y a una hora que no ofrecían mayores expectativas, esto es, en aguas profundas y a plena luz del día. Hay que tener presente que Jesús había hablado a la gente en la playa en dos oportunidades, presumiblemente en forma extensa cada vez (vv. 1 y 3). Por lo tanto, a esta hora bien puede haber sido el mediodía.
En conformidad con esto, cuando Simón recibe esta orden, surgen y se ponen en conflicto la fe y la duda, la confianza y la desconfianza. Su experiencia como pescador le hace dudar y sugiere que no debe obedecer a Jesús. Su conciencia iluminada por la fe le indica que debe obedecer.
La fe vence, si bien el escepticismo no desaparece del todo. Y como leímos al principio: dichosos, bienaventurados, bendecidos, son los que oyen la Palabra y la obedecen.
Todos conocemos la historia, y la respuesta de Pedro demuestra el inicio de una vida de fe en Jesús como su Señor. Él le respondió:
'Maestro, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo dices, echarélas redes nuevamente.'
Es obvio que esto no lo iba a hacer solo, sino con la ayuda de sus compañeros de trabajo, de modo que la traducción bien podría ser: “Haré que sean echadas las redes”.
El que pronto iba a convertirse en discípulo de Jesús escogió obedecer al Señor y dejarle a Dios las consecuencias.
Pero notemos lo que sucedió como resultado del segundo acto de obediencia de Pedro: Jesús demostró su poder y su soberanía, y en un día en que Pedro y sus compañeros de trabajo debieron contar como una pérdida total, atrajeron no uno, sino dos cargas de peces desbordantes (v. 7). Decir sí a la petición del Señor resultó en un milagro que transformó no solo la vida del pescador, sino también de todos los que estaban a su alrededor.
Consideremos tres razones por las cuales la obediencia es crítica para tener una vida cristiana exitosa:
1. Obedecer a Dios en asuntos pequeños es un paso esencial para las mayores bendiciones de Dios.
Supongamos que Pedro hubiera dicho: "Mira, estoy ocupado limpiando mis redes en este momento. No puedo ayudarte porque voy a pescar de nuevo esta noche ". O podría haber dicho: "¿Por qué no pides usar ese otro bote, allá?" o "Ya he estado pescando hoy; sería una pérdida de tiempo volver a hacerlo otra vez ". Si Pedro hubiera dicho algo más que sí, se habría perdido la mejor experiencia de pesca de su vida. Pero debido a la obediencia de Pedro, el Señor hizo un milagro que nunca olvidaría.
A menudo, las mayores bendiciones de Dios vienen como resultado de nuestra voluntad de hacer algo que parece muy insignificante. Entonces preguntemos: “¿Dios me ha estado desafiando a hacer algo aparentemente sin importancia que aún no he hecho un esfuerzo para lograr? ¿Hay algo que yo haya racionalizado al decir: "Es demasiado simple", "No quiero" o "Tengo que orar por eso primero"?
Seamos como Pedro, quien a pesar de su cansancio, de su ocupación, de su fracaso en esa jornada de trabajo, estuvo dispuesto a obedecer a Jesús, y al hacerlo encontró la verdadera fuente de bendición para su vida.
2. Nuestra obediencia siempre beneficia a los demás.
Piensa en cuántas personas fueron bendecidas por la obediencia de Pedro. Al principio, no solo la multitud no podía ver al Señor y escuchar su lección, sino que Jesús mismo también se benefició: la predicación desde el bote le permitió sentarse cómodamente mientras hablaba (v. 3).
Después, por supuesto, los amigos de Pedro tuvieron un día muy rentable: tuvieron una pesca tan abundante en ambos barcos que comenzaron a hundirse. Más importante aún, tuvieron la oportunidad de presenciar algo sobrenatural.
Dios a menudo recompensa a los demás, en particular a los más cercanos a nosotros, como resultado de nuestra obediencia. Por ejemplo, cuando padre decide obedecer a Dios, la familia entera cosecha la bendición del Padre, quien derrama sus bendiciones en la vida de su esposa e hijos. Y esto no es cuestión de edad o posición en la familia. Del mismo modo, la obediencia de un niño bendecirá a sus padres. Yo recuerdo como padres aceptaban al Señor, porque sus hijos les habían pedido que los llevaran a OANSA, que era un programa infantil en una iglesia donde nos congregábamos en Guadalajara.
Como líderes de grupo pequeño tenemos una gran bendición que también es una gran responsabilidad, tenemos bajo nuestro cuidado a un grupo de personas. Que Dios nos ayude a obedecerle, para que nuestra disciplina sea de bendición a otras personas.
3. Cuando obedecemos a Dios, nunca estaremos decepcionados.
Seguramente, Pedro asumió que las instrucciones de pesca de Jesús serían una pérdida de tiempo. Pero cuando cumplió con la simple solicitud del Maestro, el Señor Jesús provocó un milagro que lo asombró. Jesús convirtió un bote vacío en dos barcas llenas en abundancia al grado de que hasta se podrían hundir.
Nosotros, como Pedro, debemos reconocer que obedecer a Dios es siempre el curso de acción más sabio. También puede tomar nuestras barcas vacías de la vida, y convertirlas en algo espléndido, en bendición hasta que sobreabunde, y no solo eso, sino que hasta podemos bendecir a los demás.
El domingo pasado cantábamos “bendíceme y seré bendición, hazme tus manos y tus pies, ven úsame”. Hazme Señor tu voz, ayúdame a obedecerte para que pueda dar de gracia lo que de gracia he recibido.
Quizás dudes en obedecer porque temes las consecuencias. Recuerda que el mismo Dios soberano y omnipotente es el que hace latir tu corazón y que además mantiene a los planetas en órbita, ese ese mismo Dios que capaz de manejar los resultados de tu obediencia.
Al igual que Pedro, cuando Dios nos llama a hacer algo, y sabemos sin lugar a dudas que es Su voluntad, entonces debemos obedecer, basados solamente en que sabemos Quien es el que nos lo está pidiendo.
Ahora bien, no quiero decir que obedecer necesariamente tendrá como resultado el resultado que deseamos. Pero incluso cuando nuestras expectativas no se alinean con los propósitos de Dios, sus caminos nunca terminan en decepción. Por el contrario, cuando Él bendice nuestra obediencia, el resultado siempre será más satisfactorio al final.
Como escribe el apóstol Pablo a los efesios, el nos bendeciría de maneras que inclusive ni imaginamos.
Y al igual que con Pedro y sus compañeros en ese día, cuando Jesús bendice porque lo obedecemos, llenará nuestras barcas hasta niveles inimaginables. Este es un ejemplo de la generosidad profusa de nuestro Señor. Cuando da, da sin restricción. “El da y da y sigue dando”. Véanse Mt. 14:20, 21; 15:37, 38; además, C.N.T. sobre Jn. 1:16.
Cierro con lo que Pablo escribe a los corintios:
'Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.'
1 Corintios 15:58 NVI
1. Obedezcamos a Dios hasta en las cuestiones más sencillas.
2. Obedecer a Dios permitirá que personas a nuestro alrededor sean bendecidas.
3. Cuando obedecemos a Dios, nunca seremos decepcionados, y el habrá de bendecirnos mucho más de lo que imaginamos.