El Bautismo de Jesús RC. Sproull

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Seguimos ahora con nuestro estudio de la obra de Cristo. En nuestra última sesión, vimos de forma breve la visita del niño Jesús a Jerusalén a los doce años, en la que asombró a los doctores de la ley con Su entendimiento, Sus preguntas y su perspectiva en cuanto a las cosas de Dios. Vamos a pasar ahora a la entrada a la vida pública de Jesús al inicio de Su ministerio terrenal y lo referente a Su bautismo en el río Jordán por Juan el Bautista. Antes de ver el bautismo de Jesús, quiero dedicar unos minutos para hablar sobre el carácter radical de este ritual que se inició en las convocatorias de Juan el Bautista.
Lo que es tan radical al respecto es que, en primer lugar, la voz profética en Israel había estado en silencio durante 400 años. Y tenemos una tendencia a ver hacia atrás en el pasado y observar algunas partes y pensar que había un milagro detrás de cada arbusto y que un profeta aparecía cada dos viernes allí en Israel. Pero los profetas que habían sido enviados por Dios en los días del Antiguo Testamento y que hablaban la Palabra de Dios con sus bocas, tenían un papel muy elevado e importante en la vida de su pueblo, pero esa voz de profecía cesó con Malaquías y pasaron 400 años y no hubo ni pío por parte de Dios. No hubo más revelación especial que Dios le diera a Su pueblo.
Cuatro siglos, eso es mucho tiempo. Si retrocedemos a partir de ahora, llegamos por los 1610, antes de que los peregrinos llegaran a las costas de Estados Unidos. Mucha historia transcurre a lo largo de cuatro siglos. Pero ahora, después de 400 años de silencio, de repente sale del desierto este hombre que viene del lugar de encuentro tradicional entre Dios y Sus profetas, el desierto mismo, vistiendo el tipo de ropa que los judíos asociaron con el ascetismo de ciertos profetas en el Antiguo Testamento. Y, por supuesto, habla como alguien que tiene la autoridad de Dios.
En los primeros días de la iglesia cristiana en el primer siglo, Juan el Bautista despertó más interés entre la gente local en Israel, de lo que Jesús logró, por la simple razón de que su voz era la restauración de la voz de la profecía. Pero lo más radical de su apariencia no era cómo se veía o cómo se vestía o incluso que era un profeta que venía después de 400 años, sino que lo más importante fue lo que hizo. Él llama al pueblo de Israel al río Jordán para ser bautizado.
Tenemos que entender que el bautismo de Juan no es idéntico al bautismo que Jesús introduce en la iglesia del nuevo pacto. Hay ciertos vínculos entre ellos. Pero más bien, el bautismo de Juan tiene que estar más asociado con el proceso del Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, los judíos tenían un ritual llamado bautismo proselitista que estaba restringido solo para aquellos gentiles que se estaban convirtiendo al judaísmo. Y en las categorías del pacto del Antiguo Testamento, los gentiles eran extraños a ese pacto.  Estaban fuera de la comunidad del pacto de Israel y eran considerados por naturaleza como inmundos, impuros, contaminados.
Entonces, si un gentil quería convertirse al judaísmo, tenía que pasar por ciertos procedimientos, uno de los cuales era este procedimiento del bautismo proselitista. Tenían que pasar por un ritual de limpieza a fin de convertirse en miembros dentro de la comunidad del pacto de Israel. Ahora, de repente, aparece Juan y en lugar de llamar a los gentiles a este acto de limpieza, está haciendo lo impensable. Él está llamando a los judíos a ser sometidos al ritual proselitista de la limpieza. Y esto, por supuesto, ofendió mucho a los fariseos y a los líderes religiosos que salieron de Jerusalén para ver lo que Juan estaba haciendo. Y dijeron: «¿Qué estás haciendo? Somos hijos de Abraham. No necesitamos estar sujetos a este tipo de cosas».
Pero ¿por qué tenía Juan este ministerio? Recuerden que, en el Antiguo Testamento, los profetas, en particular Isaías, hablaron sobre la venida del Mesías. Pero antes de que el Mesías llegara, habría un precursor, uno que vendría y prepararía el camino para el Mesías. Y Juan es aquel que es ungido por Dios para ser el que está clamando como una voz en el desierto: «Preparen el camino del Señor, Hagan derechas Sus sendas». Así que, en esta misión preparatoria, a la que Juan es enviado y para la cual es consagrado por Dios, ahora está llamando a toda la nación de Israel a someterse al bautismo.
¿Por qué? ¿Cuál fue su mensaje? Él entra en escena y su mensaje es simplemente este: arrepiéntanse. ¿Por qué? Porque el reino de Dios está cerca. El reino de Dios, que los judíos esperaban en las profecías del Antiguo Testamento, estaba en un futuro nebuloso, distante y lejano. No habían recibido un marco de tiempo específico para esperar la venida del reino y la venida del Mesías. Y lo que Juan está diciendo es: «El tiempo está cerca. El reino de Dios está a punto de abrirse paso». Entonces utiliza algunas metáforas y algunas imágenes para describir la urgencia del momento, cuando dice: «El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles».
Usa esa imagen del leñador que sale y va a cortar un árbol y empieza con la corteza exterior y hace mella en la corteza y luego tiene que seguir atravesando cada vez más y más profundo en el árbol y llegar a la raíz del árbol antes de que el árbol se desplome. La imagen de Juan es esta. No es que el leñador esté en el cobertizo afilando su hacha y pensando en cortar el árbol, ni acaba de dar uno o dos golpes al árbol quitando la corteza exterior. No.  El hacha ha llegado hasta el final, cortando toda la pulpa y la carne de la madera, hasta el mismo centro y núcleo, de modo que con un solo golpe más, en un segundo más, el árbol se caerá.
La otra imagen que utiliza es la del bieldo, cuando el agricultor dice: «Es hora de cosechar». Y cosechaban el trigo y separaban el trigo de la paja.  Tenían esta gran pila de trigo y todo estaba lleno de paja. No se ponían de rodillas y manos y sacaban un pedacito de trigo y un pedacito de paja. Les tomaría una eternidad cosechar. Pero debido a que la paja era más ligera que el trigo, los agricultores usaban el bieldo y tomaban este gran bieldo y lo ponían en el montón de trigo y paja y tan solo lo tiraban al aire y la más mínima brisa de viento se llevaría la paja y el trigo más pesado caería al suelo. Y la separación entre el trigo y la paja se habría realizado de manera eficiente.
Juan dice: «Así de urgente es esto. Su bieldo está en Su mano». Está listo para poner ese bieldo en ese trigo y en esa paja. Ese momento crítico de separación, es ahora. Está a punto de suceder y el problema contigo, Israel, es que el Rey está a punto de aparecer, el Mesías está en el umbral y tú no estás listo. Estás impuro. Así que por la ley de Dios expresada a través de la boca del profeta Juan el Bautista, se está imponiendo una nueva regulación al pueblo de Israel, que ellos, así como los gentiles, deben ser limpiados para prepararse para la venida del Rey.
Permítanme leer un poco del ministerio de Juan en el Evangelio según Juan. «Este es el testimonio de Juan». Esto es Juan, capítulo 1. «Cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas de Jerusalén a preguntarle: “¿Quién eres tú?»”. Y él confesó y no negó, pero confesó: “Yo no soy el Cristo”». Ellos dijeron: «“¿Entonces, qué?” […], “¿Eres Elías?” […] “No […]”. “¿Eres el Profeta?”. “No”». «Entonces le preguntaron: “¿Quién eres? Ya que tenemos que dar la respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?”». Escuchen su respuesta: Este es el que soy. «Yo soy la voz del que clama en el desierto: “Enderecen el camino del Señor».
Citando directamente al profeta Isaías, esta es mi misión: ser el precursor, el heraldo del Mesías. «Los que habían sido enviados eran de los fariseos, y le preguntaron: “Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?”.  Juan les respondió: “Yo bautizo en agua, pero entre ustedes está Uno a quien ustedes no conocen. Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia”. Estas cosas sucedieron en Betania, al otro lado del Jordán donde Juan estaba bautizando. Y al día siguiente, Juan vio a Jesús venir hacia él», y cantó el Agnus Dei, «y dijo: Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Wow. El mayor problema que los judíos tenían con su comprensión del Mesías era este aspecto de Su oficio, el aspecto que redime el pecado, al ser un cordero sacrificial.
Pero al principio de su misión, Juan el Bautista anuncia a Jesús. Él dijo: «Aquí está. Aquí viene. El Cordero de Dios, el Cordero preparado para el matadero, que quita el pecado del mundo». «Este es Aquel de quien yo dije: “Después de mí viene un Hombre que es antes de mí porque era primero que yo”. Yo no lo conocía, pero para que Él fuera manifestado a Israel, por esto yo vine bautizando en agua. Juan también dio testimonio diciendo: “He visto al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y se posó sobre Él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas al Espíritu descender y posarse sobre Él, Este es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Y yo lo he visto y he dado testimonio que Este es el Hijo de Dios”».
Esto marca el inicio del ministerio público de Jesús.  Esto, por así decirlo, fue Su ordenación. Aunque Dios lo había enviado para ser el cumplimiento de las profecías del Mesías, Jesús durante su juventud no corría por ahí siendo el Mesías. Él no empezó esa misión sino hasta que fue bautizado. Y en Su bautismo, Él es ungido para cumplir Isaías 61, que dice: «El Espíritu de Dios está sobre mí», ¿recuerdan?, cuando Jesús dio Su primer sermón público. Ese texto de Isaías 61 fue leído en la sinagoga y Jesús como el rabino invitado, un invitado del día, Su sermón fue muy breve y directo al grano.
Simplemente anunció a la gente que estaba allí: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que han oído». Y si tenían algún entendimiento del texto de Isaías 61, que debían tenerlo, entendían lo que Él estaba diciendo.  Él estaba diciendo: «Yo soy el Mesías. Esta es mi misión, cumplir todo lo que dice ahí en Isaías, en el capítulo 61». Y así, esto marca el inicio de Su ministerio. Es en ese momento que el Espíritu de Dios desciende y lo unge. Eso es significativo. Eso significa que la obra de Cristo no es realizada por la naturaleza divina vestida ligeramente de la naturaleza humana.  Es el Jesús humano quien es ungido por el Espíritu Santo para cumplir esta misión del Mesías.
Ahora, en la versión de Mateo del bautismo de Jesús, escuchamos un pequeño pasaje que creo que es de suma importancia si queremos entender toda la relevancia de que Jesús fuera bautizado. En el Evangelio de Mateo, capítulo 3, leemos en el versículo 13: «Entonces Jesús llegó de Galilea a Juan en el Jordán para ser bautizado por él. Pero Juan trató de impedirlo». ¿No es eso interesante? Juan ha sido enviado para ser aquel que es el heraldo del Mesías. Él es el que anuncia a Jesús cuando Él viene. Y Jesús viene a Juan y le dice: «Vine a ser bautizado por ti». «No puedes hacer eso». Juan ahora quiere evitar que Él sea bautizado y dijo esto: «Yo necesito ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?». ¿Qué está pasando? Recuerden, él ya había dicho que «el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitarle las sandalias».
Y ahora Jesús baja y dice: «¿Podrías por favor bautizarme?». «No puedo hacer eso. Te he llamado el Cordero de Dios. Y el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo tiene que ser un cordero perfecto. Él tiene que ser un cordero sin pecado. No entiendes, Jesús, este ritual es para pecadores. No se aplica a ti. Sería un escándalo para ti ser bautizado por mí. Te has equivocado. Yo debería ser bautizado por ti».  Pero imagínense, la presunción de Juan el Bautista.  Él está tratando de instruir a Jesús. Es obvio que no estuvo allí ese día en la capilla o en el templo de Jerusalén y entendió la profundidad de la comprensión teológica de Jesús.
Pero Jesús no tiene tiempo para un seminario de teología en ese momento. Y esto fue lo que le respondió. Le dice a Juan: «Deja ahora» o «Permítelo ahora; porque es conveniente que así cumplamos toda justicia». «No tengo tiempo para explicar todo lo que implica esto, Juan, pero confía en mí. Hagámoslo como te digo. Tú solo hazlo». ¿Por qué? «Porque es conveniente que así cumplamos toda justicia». No creo que haya ningún texto más importante en todo el Nuevo Testamento que defina la obra de Jesús que este: que Jesús fue enviado para cumplir toda justicia. Y lo que eso significaba para el judío era obedecer cada jota y tilde de la ley porque ahora Jesús no está actuando en Su bautismo por Sí mismo, sino por Su pueblo. Y si a Su pueblo se le exige que guarde los Diez Mandamientos, Él guarda los Diez Mandamientos.
Si ahora se requiere que Su pueblo se someta a este ritual bautismal, Él se somete en nombre de ellos, porque la redención que es lograda por Cristo no se limita a Su muerte en la cruz. Hemos visto que, en la obra de redención, Dios no envió a Jesús a la tierra el Viernes Santo y le dijo: «Muere por los pecados de tu pueblo y eso será suficiente». No, Jesús no solo tuvo que morir por nuestros pecados, sino que tuvo que vivir por nuestra justicia. Si todo lo que Jesús hizo fue morir por tus pecados, eso eliminaría toda tu culpa y eso te dejaría sin pecado ante los ojos de Dios, pero no serías justo. Serías inocente pero no justo, porque no has hecho nada para obedecer la ley de Dios, que es lo que requiere la justicia.
Así que tenemos una doctrina en teología que se refiere a la obediencia activa de Jesús, a diferencia de la obediencia pasiva. Y esta doctrina está en gran disputa en este momento, particularmente entre los pensadores dispensacionales, lo que encuentro en extremo, en extremo inquietante. La obediencia pasiva de Cristo se refiere a Su disposición a someterse al dolor que le inflige el Padre, en la cruz, en la expiación. Él recibe allí de forma pasiva la maldición de Dios. La obediencia activa se refiere a toda Su vida de obediencia a la ley de Dios; por lo cual, Él califica para ser el Salvador. Él califica para ser el Cordero sin mancha. Él califica para la canción, «Digno es el Cordero que fue inmolado». A través de Su justicia total, Él cumple con las demandas de la ley.
Y si recuerdas el pacto con Moisés, todo el que cumple la ley recibe la bendición. Aquellos que desobedecen la ley reciben la maldición. ¿Qué hace Jesús? Él obedece la ley a la perfección, recibe la bendición y no la maldición. Pero hay una doble imputación que veremos más adelante en la cruz, donde mi pecado se transfiere a Su cuenta. Mi pecado es llevado y puesto sobre Él en la cruz.  Pero en nuestra redención, Su justicia se nos imputa, justicia que Él no tendría si no viviera esa vida de perfecta obediencia. Así que lo que les estoy diciendo es que Su vida de obediencia perfecta es tan necesaria para nuestra salvación, como Su expiación perfecta en la cruz porque hay doble imputación: mi pecado en Él, Su justicia en mí.
Así que eso es lo que dice la Escritura cuando dice: «Jesús es nuestra justicia». Incluso Juan el Bautista no entendía eso todavía. Lo entiende ahora.  Pero para cumplir toda la ley, Jesús tuvo que someterse a este bautismo. Inmediatamente después de eso, el Espíritu que acaba de ungirlo, lo conduce al desierto para ser tentado por Satanás. Y si Dios quiere, veremos eso en la próxima sesión.
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