DÍA 66: Una mirada a mi corazón (II)

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“El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándoos a lo bueno”.
Romanos 12:9
Este pasaje nos muestra un mandamiento y dos formas de llevar a cabo ese mandamiento. Hay exhortación a amar, pero a amar de una forma muy definida (sin hipocresía); y, luego, hay dos maneras muy llamativas de cómo lograrlo. (Analizaremos estas dos formas los próximos dos días).
Por ahora, déjame hacerte una pregunta: ¿A ti te gustaría que te llamen hipócrita? Pues eso es lo que Pablo implícitamente está haciendo con los romanos, pero también contigo y conmigo. Para él, no es suficiente con mostrar amor; es necesario que ese amor nazca de una motivación que busca amar y no amarse.
Considéralo por un momento: ¿Cómo piensas que es tú amor? ¿Tienes tú un amor hipócrita?
En el año 2019 estuve en un orfanato en Sudán del Sur, el país más pobre del mundo. Un día, cuando estaba capacitando a un grupo de fundadores de iglesias, llegó al lugar donde estábamos un gran camión militar de origen chino, repleto de comida, juguetes y varios artefactos de enorme utilidad para regalar a los niños y a los responsables del orfanato. Mientras yo enseñaba, podía ver desde la ventana cómo los soldados chinos bajaban poco a poco todo lo que habían traído y jugaban brevemente con los niños. Entonces detuve la clase, le pedí a mis estudiantes que observaran lo que estaba sucediendo y les pregunté: —¿Qué pensáis? ¿Estos hombres están mostrando amor a los niños? La respuesta de todos fue la lógica; —sí. Luego volví a hacerlos pensar preguntándoles: —¿De qué origen son estos soldados? —Chinos —respondieron ellos. —¿De qué religión son? — ¿Religión?” —preguntaron. —¡De ninguna! ¡Todos ellos son ateos! Una vez más volví a insistir con mis preguntas: —¿Por qué pensáis que hacen esto? Si para ellos no hay un Dios y los seres humanos no somos más que un conjunto de átomos y moléculas o, cuanto mucho, una manada de simios evolucionados; ¿cuáles podrían ser sus motivaciones para mostrar amor?
Las respuestas fueron muchas y variadas, pero podría resumirlas y agruparlas en dos categorías. Por un lado, “porque se sienten bien al hacerlo” (es decir, porque experimentan un placer interno al amar). Por el otro, “porque se sienten mal si no ayudan a los demás” (es decir, porque experimentan una falta de placer si no lo hacen). En otras palabras, estos hombres muestran amor porque quieren “sentirse bien” consigo mismo (y usan a los niños para eso) o porque no quieren “sentirse mal” consigo mismo (y usan a los niños para librarse de su culpa). ¿Puedes verlo? Sus múltiples motivaciones son diametralmente opuestas pero igualmente autocentradas. Ambos extremos (y todas las posibles respuestas que encuentres en el medio) tienen algo en común; realizan un acto de amor pero se aman a sí mismos al hacerlo. Esto es lo que el apóstol llamaría un amor hipócrita.
Pablo está convencido que esta dinámica interna es tan real y diaria para un grupo de soldados ateos, como lo es para ti y para mí. “El amor sea sin hipocresía…” dice el apóstol. ¿El amor de quién? ¿De los soldados chinos? ¡No! De un grupo de cristianos romanos redimidos; ¡su amor, mi amor, tu amor!
Pocos piensan tener un amor hipócrita aunque, paradójicamente, sólo aquellos que ven que su amor es hipócrita, son capaces de ser libres de este y comenzar a amar sin hipocresía. ¿Cómo? Mañana lo veremos en detalle, pero, si lo miras con detenimiento, el texto lo dice claramente: “odiando lo malo” y “entregándote a lo bueno”.
Para orar y meditar a lo largo del día:
Amar para sentirme bien conmigo mismo o amar para no sentirme mal conmigo mismo siguen siendo formas de amarme a mí mismo. Ni el egoísmo ni la culpa son buenos motivadores para amar.
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