Crecer no es un mito

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crecimiento de la Iglesia

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Introducción

¿Cuántos creyentes habrá que están como adormecidos en sus iglesias, que si les desafiáramos a poner en acción sus talentos, despertarían de su letargo y serían siervos útiles para el Señor?
Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios. Colosenses 2:19
Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 1 Corintios 3:6-7
EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA Y UNA VERDAD ESPIRITUAL
Una de las verdades más claras del Nuevo Testamento respecto a la mayordomía del crecimiento y la multiplicación de la vida eclesiástica es que: A Dios no le gusta la higuera sin higos (Mateo 21:19-21), ni la red sin pescados (Lucas 5:4-6), ni la tierra sin frutos (Mateo 13:8-9), ni dinero sin ganancia (Mateo 25:27).
EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA Y EL PRINCIPIO NO ESTORBES
La sencillez del principio
Lo único que deben hacer pastor, líderes y miembros de una iglesia para crecer es: No estorbar.
La única razón por la que la iglesia, diseñada por Dios para crecimiento, no crezca, es que el pastor, los líderes y/o los miembros, están haciendo algo para estorbar.
La naturaleza de Dios es dar, bendecir y hacer fructificar; la naturaleza de la Iglesia es crecer integralmente; la naturaleza del pecado (errar al blanco) es estorbar.
Aplicar el principio “No Estorbes” no es un asunto circunstancial, es una decisión. Se
requiere valor, convicción, sabiduría y pasión.
El no crecimiento es una enfermedad de la iglesia que se origina en el pastor. Las
enfermedades (Síndromes) de las Iglesias son ideas, dinámicas, posturas y estilos que
siendo contrarios a su ADN, se repiten año tras año y se heredan de un líder a otro y de
una comunidad a las nuevas que nacen de ella.
Por ejemplo:
• El Síndrome de la Teología del Fracaso. Convicciones que autentifican el no
crecimiento.
• El síndrome de las estatuas de marfil. La pasión por la perpetuidad de un modelo anacrónico y la pérdida de la pasión esencial de la transformación.
• El síndrome del espejo. La centralización en la comodidad parroquial y la negación de la misión esencial.
• El síndrome de la superficialidad. La tolerancia de la inconversión.
• El sindrome de la farándula apostata.
• El sindrome de la moda del humanismo.
Debemos regresar a las valores del Nuevo Testamento y predicar las demandas del discipulado.
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El ADN de la Iglesia debe estar en la vida del Pastor y sus miembros.
• El crecimiento de la Iglesia no depende de lo que hacen los miembros, sino de lo que son los miembros, o de lo que están llegando a ser.
• El crecimiento de la Iglesia no depende de lo que hace el Pastor, sino de “quién es
el Pastor” y de lo que está llegando a ser.
• El instrumento para penetrar en este mundo multicultural es una vida transformada que comparte vida.
• El instrumento para penetrar en una cultura determinada para plantar Iglesias que crecen es una comunidad creativa, flexible, dinámica, poderosa, que proclame la verdad con palabras, con símbolos, con ejemplos y con hechos, y que esté dispuesta
a plantar una nueva Iglesia, incluso distinta a sí misma, es decir, una comunidad
con el ADN del Nuevo Testamento.
Nota: distinta en su personalidad, aunque semejante en su identidad.
El crecimiento de la Iglesia no es algo que los seres humanos podamos hacer, lo hace
Dios, pero nosotros sí lo podemos estorbar. Así que: sólo hay un principio transcultural y
transhistórico para el crecimiento de la iglesia es:
NO ESTORBES.
Hay muchas razones para pensarla y muchas para no hacerlo, una sola para intentarlo: Es la voluntad de Dios.
Principio de la máxima expectativa[1]
Las leyes de la expectativa afirman que las respuestas o reacciones del pueblo no sobrepasarán el nivel de expectativas de sus líderes. Si planeamos poco, escasa será la respuesta. Si pedimos poco recibiremos poco. Todo gira siempre entre la «máxima expectativa» y la «mínima expectativa».
Estos son interrogantes para los líderes de las iglesias:
a) ¿Cuánto podemos esperar de los miembros de la iglesia?
b) ¿Es lógico que la iglesia subsista con el «mínimo»?
c) ¿No será conveniente que la iglesia proyecte sus metas de expectativas al nivel de la capacidad de sus miembros?[2]
Principio de participación
La ley de la participación afirma que el nivel de dedicación de los miembros no sobrepasará el correspondiente nivel de su participación. Las personas quieren participar y, en la mayoría de los casos, su dedicación dependerá de su participación.[3]
Principio de pertenencia
El formar parte de la iglesia del Señor es una experiencia de pertenencia. La iglesia pertenece a Cristo. Los creyentes pertenecen a Cristo, los unos a los otros y a la tarea de la iglesia. Significa que Cristo es «mío», pero significa mucho más. También significa que «yo» pertenezco a Cristo y a su iglesia. Significa que tengo el derecho de participar en la vida de la iglesia y la responsabilidad de ser usado en los ministerios de la misma.
El pertenecer presenta muchas responsabilidades de grupo. No destruye las libertades individuales, sino que magnifica la responsabilidad de grupo. El individuo es una parte del grupo al cual pertenece. Esto significa que pertenece a la iglesia y a su ministerio total, su presupuesto y su tarea mundial.[4]
Principio de integridad
La integridad de la iglesia abarca más que hablar la verdad. También abarca fidelidad en su misión. La integridad requiere que la programación de actividades, la dirección de los esfuerzos del liderazgoy la administración del dinero estén de acuerdo con la tarea de la iglesia dada por Cristo. El principio de integridad asume la responsabilidad de total fidelidad a la congregación a fin de que lo que se promete cuando se recibe el dinero sea cumplido en el uso de los fondos. La integridad de la iglesia reclama fidelidad a Cristo y a su propósito para con la iglesia.[5]
Trabajo en equipo.
a. La bendición de trabajar en equipo
Ante las muchas necesidades del pueblo de Dios en el desierto, Moisés se dio cuenta de que solo no podía y exclamó a Dios: «¡Es una carga demasiado pesada para mí!» El Señor le mostró que debía escoger a otros líderes. Le dijo a Moisés: «compartiré con ellos el Espíritu que está sobre ti, para que te ayuden a llevar la carga … Así no tendrás que llevarla tú solo» (Números 11:14–17).
Siglos después, Jesús eligió a su equipo, lo preparó y lo envió a sanar y a predicar (Lucas 9:1, 2). Al escribir acerca de la esencia de la iglesia, el apóstol Pablo explicó que la iglesia es un solo cuerpo con muchos miembros, y que cada uno ejerce una función diferente, de acuerdo con los dones que ha recibido (Romanos 12:4–6). Somos parte de ese cuerpo. Pero además, no nos ha dejado solos, nos ha dado a su Espíritu Santo (Juan 14:18, 26) y nos ha puesto en su familia.[6]
Necesitamos el uno del otro[7]
Es imposible pensar en la iglesia sin pensar en plural. La Biblia utiliza palabras como «cuerpo», «familia» y «edificio» para enfatizar que hay muchos miembros con diferentes dones y funciones, pero unidos en Cristo. Dios ha diseñado su iglesia para que trabaje junta. Nos necesitamos en la vida personal y en el ministerio. La tarea de la educación y los otros ministerios en la fe es demasiado grande para uno solo; se requiere un equipo. Además, todos se enriquecen al poder unirse.[8]
«Muchas veces los líderes y pastores están muy cargados por tener que hacer muchas cosas a la vez. Esta carga se aliviaría si se formaran equipos para diferentes proyectos: un campamento, un festival, actividades deportivas, tíos de oración, etcétera.» Las capacidades, los dones y las posibilidades de funcionar están, pero a veces los creyentes no saben que existe una necesidad y que ellos podrían sumarse para suplirla. El coordinador podría formar pequeños equipos para que colaboren en esas ocasiones especiales.»
Geraldine Slebos de Bongarrá.
Trabajar en equipo trae muchos beneficios
Un equipo en la iglesia, al que se le ha dado autoridad y responsabilidad, puede lograr muchas metas. Del mismo modo, no se debe trabajar independientemente, ya que podría generar equipos desconectados de la realidad de la congregación.
Cuando en la iglesia se trabaja en equipo, con seguridad permite que crezca y se profundice el amor fraternal. Y más aún, la palabra dice que los demás creerán por el amor activo que ven entre nosotros (Juan 13:35).[9]
La convivencia y el trabajo diario en el equipo no es fácil. Existe la posibilidad de tener diferencias con los otros, ya sea por la personalidad de cada uno, o por la perspectiva que cada uno tenga de la tarea por cumplir. Muchas veces, el camino más fácil es esforzarse en hacerlo todo solo y, de esta forma, evitar todo tipo de conflicto, roce o dificultad. Sin embargo, las diferencias y los conflictos dan al grupo la oportunidad de aprender y crecer. Son las dificultades las que nos obligan a comunicarnos más intensamente, a pensar, a re-evaluar y, por ende, a avanzar.
Otros beneficios del trabajo en equipo:
A) Da más fuerza (Eclesiastés 4:9, 10, 12).
B) Se aprende más (Proverbios 27:17).
C) Se produce más.
D) Hay continuidad en el trabajo.
E) Se aprovecha el talento colectivo producido en la interacción.
F) Aumenta la cooperación.
G) Despierta la conciencia de pertenencia.
H) Alinea y dirige las energías individuales.
I) El compromiso compartido une a las personas.
J) Se comparten ideas, valores, problemas y metas, que inciden sobre los resultados.
K) Aumenta la cohesión, el compromiso grupal y la motivación individual.[10]
[1] Aldo Broda, Administración: Principios gerenciales para líderes cristianos (Miami, FL: Editorial Unilit, 2001), 148. [2] Aldo Broda, Administración: Principios gerenciales para líderes cristianos (Miami, FL: Editorial Unilit, 2001), 148–149. [3] Aldo Broda, Administración: Principios gerenciales para líderes cristianos (Miami, FL: Editorial Unilit, 2001), 149. [4] Aldo Broda, Administración: Principios gerenciales para líderes cristianos(Miami, FL: Editorial Unilit, 2001), 150. [5] Aldo Broda, Administración: Principios gerenciales para líderes cristianos (Miami, FL: Editorial Unilit, 2001), 151. [6] Jessica Ibarbalz y Karen Gustafson, Potencie la educación cristiana en su iglesia: Nuevas estrategias para lograr un ministerio de enseñanza vivo y dinámico, 1a ed. (Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza, 2008), 118. [7] Jessica Ibarbalz y Karen Gustafson, Potencie la educación cristiana en su iglesia: Nuevas estrategias para lograr un ministerio de enseñanza vivo y dinámico, 1a ed. (Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza, 2008), 118. [8] Jessica Ibarbalz y Karen Gustafson, Potencie la educación cristiana en su iglesia: Nuevas estrategias para lograr un ministerio de enseñanza vivo y dinámico, 1a ed. (Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza, 2008), 118. [9] Jessica Ibarbalz y Karen Gustafson, Potencie la educación cristiana en su iglesia: Nuevas estrategias para lograr un ministerio de enseñanza vivo y dinámico, 1a ed. (Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza, 2008), 119. [10] Jessica Ibarbalz y Karen Gustafson, Potencie la educación cristiana en su iglesia: Nuevas estrategias para lograr un ministerio de enseñanza vivo y dinámico, 1a ed. (Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Alianza, 2008), 119–120.
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