¿Dónde están las llaves de las puertas del cielo?
Introducción.
Este domingo, está reservado por el Calendario de la Iglesia, para mostrarnos los hechos que ocurrieron durante el Bautismo del Señor.
Un episodio que enseña claramente la Doctrina de la Trinidad y, lo que es muy importante, que Jesús, el Hijo amado del Padre, fue enviado para ofrecer su vida en nuestro lugar. Aunque también, aprendemos sobre el Santo Bautismo y lo que ocurre cuando una persona es bautizada.
Como la Palabra de Dios, tiene muchas enseñanzas, aunque sea el mismo texto, hoy deseo enfocarme en contestar una pregunta, cuya respuesta debe estar en el corazón del creyente, como el gran tesoro, el tesoro de nuestra salvación.
El pasaje de San Lucas, nos da una guía clara sobre ¿Dónde están las llaves del cielo?
1. La Llave está en la Oración
Lucas 3: 21 Y aconteció que cuando todo el pueblo era bautizado, Jesús también fue bautizado.
Cristo no fue bautizado para recibir el perdón de los pecados, porque Jesús nació sin pecado y jamás pecó ni hubo engaño en su boca. Así que su bautismo fue para “cumplir toda justicia”.
Ahora, vamos a enfocarnos en el hecho que resalta en este versículo: Lucas 3: 21… y mientras El oraba, el cielo se abrió.
Las Sagradas Escrituras están llenas de pasajes, en las que destaca la disposición de Dios de escuchar y responder todas las oraciones de su pueblo. Sus respuestas son perfectas, adecuadas, es decir, conforme a su voluntad que siempre es lo mejor para nosotros.
También aprendemos en la Biblia que la oración es por medio, en el Nombre de Jesús, quien, aunque “es Dios”, no solo oraba, sino que exhortaba a sus discípulos y a nosotros que oremos en todo tiempo y lugar.
A veces he escuchado mensajes, en los que el predicador, se enfoca en los que oran, en orar, y no a quien se ora.
También hermanos que piensan que orar es una buena obra.
Otros piensan que orar cambia los planes de Dios, pero Dios no cambia.
Nada de eso. Orar es la expresión clara de que estamos conectados, en el lenguaje de hoy, chateando con Dios Verdadero, Real y Padre Celestial. La oración nos cambia a nosotros, porque nos enseña a clamar, a obedecer, a confiar y a esperar en Dios.
Cuando oramos, Dios está viendo nuestros corazones y respondiendo de inmediato. Aunque no vemos la respuesta instantánea, aunque a veces sí, cada plegaria nuestra al Señor, es respondida con la celeridad y oportunidad de Dios.
Por la Palabra que nos ha sido dada, podemos confiar que nuestras oraciones son una llave, una línea de comunicación con Dios y que somos bendecidos con este privilegio.
2. La Llave está en el Espíritu Santo
Lucas 3: 22… el Espíritu Santo descendió sobre El.
En este tiempo podemos hablar sobre el Uso y Abuso del Nombre, Acción y Misión del Espíritu Santo.
Por un lado, veo que el Espíritu Santo es casi un amuleto de la buena suerte en la mente de algunos. También, para no ser confundidos con otras confesiones de fe, es ignorado en la actitud de otros, casi ni se menciona.
Pero también, es usado para escandalizar la predicación de la Palabra de Dios, lo hacen como sinónimo de emoción. Si hay emoción, está el Espíritu Santo, sino lo hay, tal o cual iglesia, no tiene el Espíritu Santo.
Este pasaje nos muestra la acción y Misión del Espíritu Santo, en un acto sagrado, como lo es el Bautismo.
El Espíritu de Dios, descendió no como un gallo cantando, ni saltando, sino posándose sobre Jesús.
Este versículo refleja al Padre, dando tranquilidad y paz.
Lucas 3: 22… descendió sobre El en forma corporal, como una paloma.
Cada vez que el Santo Sacramento del Bautismo es administrado ocurre este milagro. No lo podemos ver, pero está presente, porque invocamos a los mismos tres que estuvieron presentes, cuando Juan bautizó a Jesús. El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo.
El Santo Bautismo, abre para nosotros la puerta del cielo. No solo esa única vez, sino siempre, porque cada vez que pecamos, nos arrepentimos, pedimos perdón, volvemos siempre a las aguas del bautismo.
De la misma manera como Jesús fue ungido en este acto como Mesías, nosotros en el Bautismo somos ungidos como Hijos de Dios en Cristo.
Esa es la vida cristiana en todo el esplendor. Eso es posible únicamente por la acción del Espíritu Santo.
3. La Llave está en la Palabra de Dios
Ahora aprendemos, sobre la siguiente llave que abre las puertas del cielo. La llave de la Palabra de Dios.
Cielos abiertos. La Promesa de Dios cumplida en Cristo, ungido.
En aquel maravilloso evento, nada más grato que en ese momento de bendición suprema, que las personas que estaba allí, a las orillas del Jordán, escucharan la Palabra de Dios.
Lucas 3: 22… y vino una voz del cielo, que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.
Es la Palabra de Dios el centro de la adoración en la Iglesia Luterana. No es el pastor, los músicos, el templo. Es la Palabra de Dios.
Nuestro servicio comienza con la invocación, al mismo Dios Trino y Uno, presente en el Bautismo de Jesús. Seguimos con la lectura de Salmos y luego un canto de entrada, que es Palabra de Dios, expresada en acordes musicales. No es una canción de tabernas ni de un artista del mundo. Es la Biblia cantada.
En la confesión de pecados, hay Biblia presente. En la absolución o perdón, solo suena el evangelio del perdón y de la paz, que es la voz de Dios.
Las lecturas de la Palabra de Dios. La explicación de la Palabra de Dios. La Confesión de nuestra fe en la Palabra de Dios.
La Comunión, conforme al Sacramento que Cristo ordenó y, donde el milagro no está en la voz del Pastor, sino en las palabras tomadas del Evangelio.
Las ofrendas, las oraciones, la bendición de despedida.
Toda nuestra Adoración tiene a la Palabra de Dios como el foco y la base principal.
¡Cómo suena la Palabra de Dios en nuestros servicios!
Suena porque anunciamos a Cristo, el Hijo Amado del Padre. A Cristo, con quien el Padre se complace. Suena porque creemos, enseñamos y confesamos que, “No hay otro nombre bajo el cielo, en el que podamos ser salvos, sino Jesucristo”
Conclusión.
No cabe duda que en este lugar, cuando el pueblo de Dios está reunido, somos portadores de las llaves del cielo, que no están en nosotros, sino presente entre nosotros.
Está presente Dios Padre, quien dio a su Hijo por morir por nuestros pecados.
Está presente Dios Hijo, Jesucristo, por medio de quien hemos sido lavados, limpiados en las aguas del Bautismo, mediante su muerte y muerte de Cruz.
Está presente Dios Espíritu Santo, que usa los medios de gracia, que es Evangelio en Palabra de Dios y Sacramentos, llevándonos al verdad y dándonos la seguridad de la vida eterna y de la guía de Dios.
¡Somos bendecidos por estas llaves! Tres llaves, como tres personas, pero un solo Dios, Eterno y Todopoderoso, que nos ha dado su Palabra para que, en Cristo, las puertas del cielo sean abiertas para nosotros y para toda la humanidad.
¡Soli Deo Gloria! Amén.