querido maestro
querido maestro.
Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra?” preguntaba Salomón al dedicar el templo (1 Reyes 8:27). ¡Buena pregunta, en verdad! La gloria de Dios había morado en el tabernáculo (Éxodo 40:34), y en el templo (1 Reyes 8:10–11); pero esa gloria se había alejado de Israel por causa de su desobediencia (Ezequiel 9:3; 10:4, 18; 11:22–23).
Entonces sucedió algo maravilloso: la gloria de Dios llegó de nuevo a su pueblo, en la persona de su Hijo, Jesucristo. Los escritores de los cuatro Evangelios nos han dado vistazos de la vida de nuestro Señor en la tierra, porque ninguna biografía completa jamás se podría escribir (Juan 21:25). Mateo escribió teniendo en mente a sus paisanos judíos, y recalcó que Jesús de Nazaret había cumplido las profecías del Antiguo Testamento. Marcos escribió para los atareados romanos. En tanto que Mateo recalcó al Rey, Marcos lo presentó como el Siervo que ministraba a los necesitados. Lucas escribió su Evangelio para los griegos, y les presentó al Hijo del hombre que simpatizaba con ellos.