DÍA 358: Déjate encontrar (I)
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“Y viendo de lejos una higuera con hojas, [Jesús] fue a ver si quizá pudiera hallar algo en ella; cuando llegó a ella, no encontró más que hojas, […] Llegaron a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo”. Marcos 11:13-15
Siempre me he preguntado qué tenía que ver la higuera que Jesús encontró camino a Jerusalén con la reprimenda que dio a su pueblo en el templo. ¿Por qué será que estos acontecimientos aparecen uno al lado del otro en la Biblia?
Según el Comentario Bíblico Africano, Jesús está trazando un paralelismo entre este árbol y la nación de Israel (Miqueas 7:1; Jeremías 8:13). Una higuera con hojas debería tener también frutos; sin embargo, ésta en particular no los tenía. Lo mismo sucedía con la nación de Israel, también debería tener fruto espiritual pero no lo tenía. De esta forma, la higuera simboliza la hipocresía de Israel cuya adoración no era real ni genuina.
Necesitamos tener en cuenta el contexto histórico. La semana de la Pascua era el momento en el que todos los creyentes viajaban a Jerusalén para ofrecer sacrificios. Si los animales que traían por alguna razón no eran adecuados, allí mismo en la puerta del templo podían comprar los animales apropiados para realizar sus holocaustos. En el templo había comerciantes judíos que vendían animales y se aprovechaban de estos visitantes para sacar beneficios económicos, cambiando las distintas divisas por monedas del templo. El resultado de este tipo de prácticas era un enardecido y ruidoso intercambio en lugar de una adoración sincera.
Jesús juzgó la higuera de igual modo que juzgó el corazón de los israelitas. La multitud no estaba adorando en verdad y con devoción a Dios; antes bien, estaban distraídos con sus propios asuntos, descuidando los intereses de Dios. El ojo atento de Jesús detecta una higuera sin fruto y la utiliza para ilustrar un problema mayor: el descuido de Israel respecto a la verdadera adoración.
Intenta imaginarte los típicos y pintorescos puestos de venta que rodean el distrito histórico del centro de cualquier ciudad. Desde el frente, los edificios se ven prístinos y bien cuidados, sin embargo, basta con dar una vuelta detrás de cualquiera de estos para descubrir lo que ocultan: un montón de cajas viejas y basura. Las ciudades turísticas en las islas de Grecia lo ilustran vívidamente. Ahora bien, ¿es tu vida un precioso “escaparate” mientras que tu corazón está lejos de Dios, tal y como describe la escena de Marcos 11? ¿Estás adorando al Rey con sinceridad y verdad? Mostrar una buena imagen, pero tener el corazón vacío, no es un fenómeno que se daba solo en los tiempos de Jesús. Michael Oh nos recuerda que un día Jim Downing le dijo: “No te engañes a ti mismo pensando que puedes dar fruto sin pureza”. Isaías expresa el dolor que siente el corazón de Dios: “Este pueblo se me acerca con sus palabras y me honra con sus labios, pero aleja de mí su corazón, y su veneración hacia mí es solo una tradición aprendida de memoria” (Isaías 29:13).
Hoy en día nuestra lucha no es diferente.
¿Vivimos una doble vida, presentando una imagen y ocultando otra?
¿Estamos inmersos en nuestros propios asuntos, incluso en los asuntos de la obra de Dios, en detrimento del amor a Dios?
¿Ofrecemos manos dispuestas, pero corazones vacíos?
Piensa en la higuera que encontró Jesús. Estaba llena de hojas que certificaban su capacidad de dar fruto, y sin embargo no poseía ninguno. Como dijo el pastor John Arellano, todos llevamos una enorme bolsa llena de “nada” delante de Dios; pero ese no es nuestro problema. Nuestro problema es que intentamos presentarnos delante de Dios según nuestros propios méritos (Deuteronomio 8:17-18).
¿La mejor de las noticias? Si admitimos la existencia de este falso escaparate, Jesús nos llenará de su amor y nos permitirá dar fruto en verdadera adoración a él. El gran Rey de Israel, Jesús, que en aquel entonces entró en Jerusalén, examina hoy nuestros corazones y nos da todo lo que necesitamos para seguirlo. Déjate encontrar.
Para orar y meditar a lo largo del día:
¿Qué áreas de mi vida no están dando fruto? ¿De qué formas no estoy siendo auténtico y finjo compromiso? Padre, hállame y lléname. Lléname de tu amor y de tu gracia para que pueda dar fruto genuino.