La Promesa Cumplida - Nacimiento e Infancia de Jesús
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La parte de la Biblia que nos narra la historia de Jesús es el Nuevo Testamento. Y los libros del Nuevo Testamento que nos relatan la vida de Nuestro Señor Jesucristo se llaman Evangelios. En los Evangelios se relata cómo todo lo que había sido profetizado en el Antiguo Testamento se ha cumplido en Jesucristo. Por tanto, los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras, en cuanto son el principal testimonio de la vida y la doctrina del Verbo Encarnado, Nuestro Salvador.
Jesucristo es el Salvador, el Mesías esperado por siglos. Jesucristo es el Hijo de Dios (Segunda Persona de la Santísima Trinidad), que se ha hecho hombre para manifestarse a nosotros, para redimirnos y para enseñarnos el camino de la salvación.
Textos de la Sagrada Escritura
Anunciación: Basado en Lk 1:26-38
Un ángel le anuncia a María la Encarnación del Hijo de Dios.
María era de la familia de David, pobre de bienes, pero rica en virtudes; era la virgen más pura y más santa que jamás vivió sobre la tierra. Un día se le presentó el Arcángel Gabriel y la saludó de parte de Dios, anunciándole que iba a tener un hijo y que ese hijo sería el Hijo de Dios, quien es su único y verdadero Padre; sería Rey como David, de quien descendía como Hombre.
María estaba casada con San José, pero ambos habían ya decidido vivir como hermanos y no como esposos; por eso la Virgen no sabía cómo iba a ser madre si ella había ya prometido a Dios permanecer virgen. Pero el Ángel le explicó que iba a suceder de modo milagroso: por obra del Espíritu Santo.
Ella aceptó ser Madre de Dios, entonces la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo carne (hombre) en sus entrañas purísimas.
María respondió al ángel: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Y se realizó en aquel momento el gran misterio de la Encarnación.
El Hijo de Dios se hizo hombre, asumiendo una naturaleza humana (tomando un cuerpo y un alma, igual que nosotros), en el seno purísimo de María Virgen, por obra del Espíritu Santo.
En Jesús hay una sola Persona Divina. Pero hay dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana.
La Visitación: Basado en Lk 1: 39-56
Como el Arcángel Gabriel, en su anuncio, le dijo a María que su prima Isabel, que era anciana, estaba esperando un hijo, María inmediatamente fue a visitar a Isabel para ayudarla en sus trabajos hasta que naciera su hijo. Notemos la caridad de la Virgen que rápidamente va a ayudar a quien sabe que está necesitando un favor. El hijo que esperaba Isabel, sería San Juan Bautista, el precursor de Jesús. Al llegar a casa de su prima el Espíritu Santo llenó de gracia al niño que esperaba Isabel y éste saltó de alegría en el vientre de su madre. El Espíritu Santo también iluminó a Isabel haciéndole conocer que su prima, María, estaba esperando un hijo y que ese hijo era Dios. María cantó un himno de alegría y alabanza al Señor (el “Magníficat”) por haberla elegido Madre de Dios.
El nacimiento de Jesús: Basado Lk 2:1-20 y Mt 2: 1-12
Nueve meses después de la Anunciación salió una orden del Emperador Cesar Augusto de que cada familia de su imperio fuese a empadronarse a las ciudades de su origen. En ese tiempo Israel era parte del imperio romano. José y María descendían del rey David, y su ciudad era Belén.
Fueron a Belén, pero no encontraron lugar para ellos; entonces tuvieron que retirarse a un establo, entre animales. Allí nació Jesús, el Salvador del mundo, y María lo acostó en un pesebre.
Esa misma noche los ángeles se aparecieron a unos pastores que cuidaban sus rebaños en el campo, y les contaron lo que había ocurrido, diciéndoles que fueran a adorar al Niño Jesús.
Poco tiempo después aparecieron por allí unos sabios orientales, los Reyes Magos, que venían guiados por una estrella, para adorar también al Niño. Le trajeron oro, incienso y mirra; para manifestar que ese Niño es Rey (oro), Dios (incienso) y Hombre (mirra).
La Santísima Virgen María por ser la Madre del Hijo de Dios goza de muchos privilegios. Estos son:
INMACULADA
Fue concebida sin pecado original, y no cometió ningún otro tipo de pecado.
MADRE DE DIOS
La Virgen María es Madre de Dios porque es Madre de Jesús, que es el Hijo de Dios hecho hombre.
Cuando la Virgen fue a visitar a su prima Sta. Isabel, esta la saludó diciendo: “¿Quién soy yo para que LA MADRE DE MI SEÑOR venga a visitarme? (Lk 1: 43). Esto indica que es verdadera Madre de Dios.
VIRGEN
Fue siempre virgen, como le asegura el Ángel en la Encarnación. Y siempre permaneció virgen a lo largo de toda su vida.
MADRE NUESTRA
María es nuestra madre porque nos trae la vida de nuestra alma, que es Jesús. Nuestra alma y la de todos los hombres estaba sin la Gracia de Dios, ya que la perdieron Adán y Eva por el pecado original. Y Jesucristo nos viene a traer nuevamente la GRACIA, que es la vida del alma.
Además, porque Jesús nos la dio al pie de la cruz (Jn. 19: 26). Allí la Virgen María recibió el encargo de Jesús de ser Madre de todos nosotros cuando Jesús le dijo señalándole a San Juan: “He ahí a tu hijo”. San Juan representa a todos los hombres, y a San Juan le dijo: “Ahí tienes a tu Madre”.
CORREDENTORA
María sufrió mucho con Jesús al pie de la cruz. La Virgen sufrió junto con Jesús por nosotros, por nuestros pecados y ese dolor lo ofrece a Dios Padre para que nos perdonara. El diablo nos quiere apartar de ella. ¿Por qué? Porque cuando invocamos a la Santísima Virgen María ella viene inmediatamente a socorrernos y donde está María no puede estar él, porque Ella lo vence.
MARIA ASUNTA AL CIELO
Después de terminar esta vida fue llevada en cuerpo y alma al cielo. Por no tener pecado original ni ningún otro pecado, por ser llena de Gracia ella mereció estar junto a Jesús en el cielo y desde allí pide a Jesús constantemente por nosotros.
REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA
En el cielo, María fue coronada por la Santísima Trinidad como Reina y Señora de todo lo creado. Ella es dispensadora de todas las gracias.
Hemos de portarnos como buenos hijos de María. Como con nuestra Madre de la tierra nosotros no nos conformamos con conocerla y saber que nos quiere y se preocupa por nosotros sino que el buen hijo es el que corresponde con su amor y lo demuestra con su obras: con cariño, obedece, la ayuda, hace las cosas que le gustan, escucha sus consejos.
Con la Virgen María debemos hacer lo mismo, debemos demostrarle nuestro amor con las obras:
Saludar a la Virgen al levantarse y al acostarse.
Rezar el Ángelus y el Rosario.
Llevar su medalla y visitar sus Altares y Santuarios.
Defenderla cuando se la ataca.
Tener sus imágenes y saludarla.
Imitar su pureza.
¡Atención! Nosotros NO adoramos a la Virgen porque sabemos que no es Dios. Adorar es reconocer a alguien como Dios. Nosotros VENERAMOS a María (rendirle respeto) o los santos o las imágenes, porque nos representa a alguien amado, pero sabemos que verdaderamente no están presentes allí (en las imágenes).