Obras de la Carne versus Fruto del Espiritu
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Lucha / Batalla contra la Carne
Lucha / Batalla contra la Carne
Como parte de los temas actuales que estamos cubriendo en estas clases y de acuerdo a la guía que estamos siguiendo nos tocaba el tema de la pornografía pero he decidido cambiar a un tema mas amplio que envuelve ese tópico y otros mas.
El apóstol Pablo comienza este capitulo hablando de la libertad que todos los cristianos tenemos en Cristo.
Y esto lo esta diciendo en un claro contraste a la vida sujeta a la Ley Mosaica en muchas de sus formas de practica.
Esta carta fue escrita a la iglesia en Galacia lo que nos hace ver que el apóstol tenia sumo interés en ayudar a los creyentes a seguir creciendo en la fe en Jesús.
Entremos en Materia:
Termina Pablo este capítulo aplicando la doctrina de la libertad cristiana a la lucha entre la carne y el espíritu.
1. «Digo, pues» … (v. 16).
Esto muestra que lo que va a expresar se halla en línea de consecuencia con los versículos anteriores, especialmente con el versículo 13. «Andad, prosigue, por el espíritu, y de ningún modo satisfagáis los deseos de la carne» (lit.).
La oposición es entre nuestro «espíritu» (lo que en nosotros está santificado) y nuestra «carne» (nuestra naturaleza pecaminosa), por lo que «espíritu» ha de escribirse así, con minúscula, pues en este versículo no entra implícitamente el Espíritu Santo. El verbo griego telésete (terminar, perfeccionar), que traducimos por «satisfagáis» está, efectivamente, en aoristo de subjuntivo, no en futuro de indicativo como se suele traducir. Es cierto que se trata de un «resultado lógico» (Trenchard), pero el paralelismo antitético es una figura de dicción muy usada en la Biblia.
«Andar por el espíritu» (dativo instrumental) significa «andar como nueva criatura en Cristo», sin seguir las inclinaciones de la carne, como hacíamos antes de nuestra conversión al Señor.
Esta interpretación se ve corroborada por el versículo 17. La lucha entre lo que, en nosotros, hay del nuevo hombre y del viejo es tremenda, pero, mientras caminemos por el espíritu, la carne no prevalecerá: no haremos lo que nuestras malas inclinaciones querrían; éste es el sentido de la última frase del versículo 17 (la conjunción no es hóste, de modo que, sino hína, a fin de que), por lo que el resultado es el contrario de la lucha que vemos en Romanos 7:15, 19, 23, pues allí no se contrapone el hombre nuevo al viejo, sino el hombre apoyado en sus propias fuerzas frente a las demandas de la Ley.
2. Por eso añade Pablo (v. 18): «Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley».
Todavía podría escribirse «espíritu» con minúscula, con tal que aquí se incluya que nuestro espíritu obra bajo la acción del Espíritu Santo (comp. con Ro. 8:14, donde ocurre el mismo verbo griego). Dice Trenchard: «La Ley no tiene nada que hacer allí donde el fruto de la Obra de Cristo se vivifica plenamente en la vida del creyente por la operación del Santo Espíritu».
3. A continuación, el apóstol especifica una larga lista de obras de la carne, que son:
(A) Obras (érga), o sea, la carne trabaja para llevarlas a cabo (comp. Ro. 6:23);
(B) Manifestar (gr. phanerá, están a la vista de todos):
(c) Muchas, pues, tras una lista de quince (vv. 19–21), añade Pablo: «y cosas semejantes a éstas». Como si dijese: «y la lista no se agota aquí».
4. La lista, según la opinión más probable, consta de cinco grupos.
(A) En el primero, tenemos tres pecados: «inmoralidad sexual, impureza, lascivia insolente» (NVI). «Adulterio» no figura en el original y es, sin duda añadidura de un copista conforme a Mateo 15:19; Marcos 7:21 (Lenski).
(A) Pablo comienza por lo más asqueroso, por lo que es doblemente «carne» (comp. con 1 Co. 6:15–20). El griego porneía no se limita a la común fornicación, sino que incluye el concubinato, la unión en grado prohibido por las leyes, etc.
(B) En el segundo, hay dos pecados que van directamente contra Dios: «idolatría y brujería» (NVI). La idolatría sustituye el culto a Dios por el de una figura (gr. eidos). No es cosa pasada de moda, ni aun entre los creyentes carnales, quienes ponen su afecto en otras cosas, hasta el punto de relegar a Dios, en la práctica, a segundo plano. La brujería o hechicería está expresada, en el original, en un vocablo del que procede el castellano «farmacia» y consistía, en su mayor parte, en el uso de drogas dañinas que entraban como ingredientes en las artes mágicas de aquella época y han subsistido incluso hasta nuestros días.
(C) El tercer grupo incluye «cuatro tipos de animosidad personal» (Lenski): «odio, discordia, celos, arrebatos de ira» (NVI). El griego ékhthrai, enemistades, indica aquí más bien un estado subjetivo, presto a inclinarse malamente contra el prójimo, por lo que la NVI ha captado bien el sentido al traducirlo por «odio». El griego thumós (raíz muy frecuente en vocablos pertenecientes a la Psiquiatría, véase el comentario a Col. 3:21) indica el estado de ánimo, el temple o humor de la persona. Aquí, en plural, indica los arrebatos o explosiones del mal humor, frecuentes en quienes carecen de dominio propio, y a los que están expuestos hasta los caballeros más refinados y del más alto copete.
(D) El cuarto grupo comprende «cuatro tipos de separatismo» (Lenski): «ambición egoísta, disensiones, partidismos y envidia» (NVI). El griego eritheía significa «rivalidad o ambición, engendrada por motivos egoístas», mientras que dikhostasía indica un permanente estado de disensión en una comunidad. La versión de hairéseis por «herejías» es desorientadora, puesto que, aun cuando el vocablo «herejía» se deriva precisamente de ahí, con el tiempo pasó a significar toda enseñanza heterodoxa que rompe la unidad de la fe, pero su sentido primordial es «partidos», por lo que su verdadera traducción es «partidismos» o «sectarismos». Algunos MSS importantes añaden «asesinatos», pero los mejores MSS excluyen este vocablo, ya que es muy probable que algún copista se dejase llevar por la semejanza entre phthónoi, envidias, y phónoi, asesinatos y, en caso de duda, optó por «pecar» por parte de más, antes que por parte de menos.
(E) El quinto y último grupo contiene dos vicios: «borracheras y orgías». El griego kómoi (de kóme, aldea) significa la juerga, frecuentemente terminada en orgía, que se pasaban los grupos de aldeanos en festivales del pueblo. Dicen Liddell y Scott, en su Gran Diccionario Griego-Inglés: «Terminaba con una parada por las calles, en que el grupo iba con coronas en la cabeza, llevaba antorchas, cantaba, danzaba y armaba jarana».
5. Después de esta larga lista de vicios «y otras cosas semejantes», el apóstol lanza esta severa advertencia
(A) (v. 21b): «Acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he hecho antes (comp. con 1 Co. 6:9) que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios».
(B) Nótese ese «practican», que indica, no un pecado pasajero, sino un hábito, un vicio (comp. con el contraste, en 1 Juan, entre los dos aoristos de 2:1 y los frecuentes presentes continuos de 3:4–10). Sobre este verbo «practican», comenta Trenchard: «La práctica continua de las obras de la carne revela profundas actitudes de rebeldía contra Dios, que son incompatibles con el Reino …
(C) Por el fruto se conocerá el árbol (Mt. 7:15–23). El que profesa haber entrado en el Reino es avisado por el apóstol que examine la realidad de su vida interior para ver si está «en la Fe» o no (2 Co. 13:5), pues no quiere que nadie se engañe a sí mismo o a otros, que crea que está en el Reino de Dios mientras se dedica a prácticas que caracterizan al reino de las tinieblas».
6. En contraste con las «obras de la carne», Pablo describe ahora
(A) (vv. 22, 23) el «fruto del Espíritu». Aquí no hay obra, sino actuación de nuestro espíritu regenerado e impulsado por el Espíritu Santo, por lo que Pablo lo llama fruto, pura consecuencia del «estar en Cristo» (comp. con Jn. 15:1–5). Además, las obras de la carne eran muchas porque, al ser efecto de nuestro extravío por multitud de caminos (Is. 53:6), son desintegradoras, mientras que el fruto es uno solo, como un racimo de santas disposiciones que brotan y se desarrollan al mismo nivel; en otras palabras, al crecer el amor, crecen también el gozo, la paz, etc. Esta especie de racimo que es el fruto del Espíritu contiene tres grupos de tres virtudes cada uno:
(B) El primer grupo contiene tres virtudes que, dentro de su expansión general, en las tres dimensiones hacia Dios, hacia el prójimo y hacia sí mismo, dicen especial relación a Dios, pues capacitan especialmente para una santa comunión con Él: «Amor a Dios, Gozo en Dios, Paz con Dios».
(C) El amor es como el primogénito entre todas las virtudes del fruto (comp. con 1 Co. 13:13). Para el creyente genuino, que de veras ama al Señor, el gozo es, no sólo una consecuencia necesaria del amor, sino hasta un deber (v. Fil. 3:1; 4:4). «Un santo triste, decía Teresa de Ávila (más conocida como Santa Teresa de Jesús), es un triste santo». Y todo el que ha aceptado la reconciliación con Dios (2 Co. 5:19, 20), ¿cómo no va a gozar de entera paz, sabiendo a quién ha creído? (2 Ti. 1:12).
(D) El segundo grupo abarca tres virtudes que guardan especial relación con nuestro prójimo: «Longanimidad» (lit. largura de ánimo) es la paciencia que se ejercita en relación con personas, y ayuda a soportar, sin rencor vengativo, la conducta perversa de parte de otras personas hacia nosotros. «Benignidad» (gr. khrestótes) viene de una raíz que significa ser útil y servicial; se muestra en particular en la bondad práctica que se ejercita en el trato con las personas necesitadas (pobres, enfermos, niños, drogadictos y caídos—muchas veces, por culpa de otros—, en vicios degradantes). El vocablo agathosúne, bondad, sale cuatro veces en todo el Nuevo Testamento, siempre de la pluma de Pablo, y comporta la idea de nobleza de carácter (v. Ro. 5:7) y es como una combinación de justicia y amor.
(E) El tercer grupo contiene tres virtudes que dicen especial relación hacia sí mismo, y son como un broche de oro en la calidad del carácter del cristiano:
«Fe» tiene aquí el sentido de «fidelidad», por la que una persona es digna de crédito y de fiar, pues se ejercita tanto en lo que se declara como en lo que se promete a otros.
«Mansedumbre» es una virtud difícil por la tensión psicológica que supone entre los dos extremos de la impulsividad y la cobardía. No tiene nada que ver con la debilidad, pues es una cualidad viril por excelencia; se manifiesta especialmente en la disposición a ceder de los propios derechos por amor a los demás, en provecho de otros (v. por ej. 1 Co. 9:18). Romanos 14 es toda una disertación del apóstol sobre esta virtud.
Cerrando toda la serie está el dominio propio (gr. enkráteia, como en 2 P. 1:6). El vocablo «templanza» es ambiguo a este respecto y no refleja bien lo que el vocablo griego significa.
(D) Al final de esta lista, Pablo hace la siguiente observación (v. 23b): «contra las tales cosas no hay ley» (lit.). Como explico en otro lugar (Ética Cristiana, pág. 167): «Como si dijese (Pablo): Quien tiene este fruto del Espíritu, tiene la verdadera libertad, no necesita ninguna ley, puesto que la función de la ley es restringir, mientras que este fruto surge incontenible de la misma acción del Espíritu y se desborda desde el amor, al cumplir de sobra y rebasar todas las obligaciones que la Ley pueda imponer».
Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1666–1667.