Rechazado o recibido

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…la fecha de la Navidad se debe a la influencia de celebraciones paganas que existían antes que el cristianismo. Esas raíces que menciona Estrella Rodríguez tienen, sobre todo, dos festividades romanas como base fundamental: las Saturnales y la fiesta del Sol Invictus.
“El nacimiento de Jesús es un hecho histórico indiscutible, del que a ciencia cierta tenemos pocos conocimientos. Sin embargo, nos consta que la Iglesia eligió estratégicamente una serie de fechas para celebrar las fiestas navideñas, consciente de la importancia que ya revestían los citados días para la religión pagana, por lo que resultaría mucho más sencillo cristianizar estas festividades milenarias, que hacerlas olvidar radicalmente y sustituirlas por otras”.
¿Qué celebramos en Navidad?
¿Por qué tenemos la costumbre de decorar, reunirnos con la familia, hacernos regalos unos a otros?
¿Hay alguna conexión entre nuestra celebración moderna de la Navidad y el nacimiento de Jesús?
Los hijos de Dios tenemos que celebrar la venida de nuestro Salvador cada día del año, no solamente el 25 de diciembre.
Recordemos solamente algunos detalles de aquel evento que transformó la historia.
Lucas 2:1–7 RVR60
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Lucas 2:1–7 NVI
Por aquellos días Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el imperio romano. (Este primer censo se efectuó cuando Cirenio gobernaba en Siria.) Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo. También José, que era descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
Lucas 2:1–7 NTV
En esos días, Augusto, el emperador de Roma, decretó que se hiciera un censo en todo el Imperio romano. (Este fue el primer censo que se hizo cuando Cirenio era gobernador de Siria). Todos regresaron a los pueblos de sus antepasados a fin de inscribirse para el censo. Como José era descendiente del rey David, tuvo que ir a Belén de Judea, el antiguo hogar de David. Viajó hacia allí desde la aldea de Nazaret de Galilea. Llevó consigo a María, su prometida, cuyo embarazo ya estaba avanzado. Mientras estaban allí, llegó el momento para que naciera el bebé. María dio a luz a su primer hijo, un varón. Lo envolvió en tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había alojamiento disponible para ellos.
Para el momento del nacimiento de Jesús se produjo una asombrosa serie de “coincidencias”. Dios había planificado el momento exacto de la llegada de su Hijo al mundo, y había preparado cada uno de los detalles con muchísima anticipación.
Miqueas 5:2–5 (RVR60)
Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel. Y él estará, y apacentará con poder de Jehová, con grandeza del nombre de Jehová su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra.
Y éste será nuestra paz.
Sí, Dios lo había anticipado y preparado.
Aquel censo ordenado por el emperador romano no había sido el producto de la casualidad.
¿Te das cuenta de qué manera Dios tiene el control de todas las cosas?
Así como sucedió en aquel tiempo, sucede hasta el día de hoy.
Lucas 2:6 RVR60
Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
No fue coincidencia. Fue el plan de Dios.
Lucas 2:7 RVR60
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Creo que este es un detalle que no debemos pasar por alto. Dios había planificado todo. Podía haber planificado una llegada muy digna para su Hijo al mundo. Sin embargo, observa como desde el propio comienzo de la presencia del Hijo en el mundo, Dios quiso transmitir un mensaje, aún por medio de las circunstancias que rodearon su nacimiento.
…lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
Así que de aquí surge la costumbre de representar el lugar donde nació el Salvador, rodeado de animales como vacas, burros y ovejas. Nació en un establo. El Hijo de Dios nació en el lugar destinado para albergar a los animales.
¿Por qué?
Porque no había lugar para ellos en el mesón. Hubo lugar para otros, pero no para el Hijo de Dios.
¿Te das cuenta de que tú naciste en un lugar más limpio, más digno, más cómodo que el Hijo de Dios?
Y el propio Padre lo planificó de esa manera.
La Palabra nos revela que el Señor se humilló hasta lo máximo al venir a salvarnos, y aquí está el testimonio en evidencia.
RECHAZO.
Esta es una palabra fuerte. Muchas de las heridas emocionales que llevamos por dentro tienen que ver con el rechazo de las personas. Cuando alguien nos expresa rechazo de alguna manera, nuestro corazón queda herido.
Somos sensibles al rechazo de los demás desde que nacimos. Aún siendo bebés, sentimos la actitud o la reacción de aquellos que se asomaron a nuestra cuna en nuestros primeros días.
José visitó la posada de Belén, les compartió que su esposa estaba por dar a luz y probablemente les pidió por favor que le concedieran un lugar, y le anunciaron que no quedaba espacio para ellos.
Alguien les ofreció el último lugar que tenía, aunque no era cómodo ni digno, y fue aquel establo.
El Hijo de Dios se humilló para venir a salvarnos. Fue rechazado, experimentó el rechazo por nosotros.
Juan 1:1–5 RVR60
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Juan 1:1–5 NVI
En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla.
Juan 1:1–5 NTV
En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. El que es la Palabra existía en el principio con Dios. Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él. La Palabra le dio vida a todo lo creado, y su vida trajo luz a todos. La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla.
Juan 1:9–14 RVR60
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Juan 1:9–14 NVI
Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios. Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan 1:9–14 NTV
Aquel que es la luz verdadera, quien da luz a todos, venía al mundo. Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios. Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de fidelidad y amor inagotable. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.
El Hijo de Dios no vino a un lugar que no le perteneciera ni a personas que no fueran suyas. Vino a lo suyo.
Lo lógico, lo que correspondía era que lo suyo lo recibiera con beneplácito, que desde su propia llegada fuera abrazado, atendido, reconocido, exaltado. Pero no fue así para nada.
La gente de Belén siguió con su existencia como si nada ocurría mientras el Hijo de Dios nacía en aquel establo.
Los suyos no le recibieron.
Simple y doloroso.
Los humanos hemos despreciado y rechazado al Autor de la vida, al Señor de señores.
Podríamos ponernos en una posición dogmática y señalar a la gente de aquella época por su mala actitud hacia el Hijo de Dios, pero el hecho es que TODOS LO HEMOS RECHAZADO, de una u otra manera, con nuestras actitudes, con nuestras palabras, con nuestros corazones llenos de soberbia.
Aquel rechazo en Belén representa la manera en que todos le hemos vuelto la espalda a Dios.
Bendito sea Dios que nos dio la oportunidad de entender la verdad, arrepentirnos y volvernos a Él.
Sí, vivimos en un mundo que hasta este día rechaza al Hijo de Dios.
Sí, hay muchas iglesias, hay “ambiente cristiano” en el tiempo de las fiestas, pero, ¿realmente estamos recibiendo al Hijo de Dios o todavía le estamos cerrando las puertas, lo estamos dejando fuera de nuestros hogares, nuestras actividades, nuestros intereses?
Necesitamos entender que rechazarle o recibirle hace una diferencia enorme en las vidas de las personas.
Juan 1:12–13 RVR60
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Un enorme poder, el poder más grande que existe, viene sobre la vida de los que realmente reciben a Jesús.
¿Le has recibido?
¿Le has abierto las puertas de tu vida a Jesús?
¿Le has entregado acceso a la administración de tu tiempo, tus finanzas, tus actividades, tus relaciones y demás?
Observa de qué manera describe la Palabra a los que creen en Jesús. Son personas diferentes, especiales, engendradas por la voluntad de Dios.
¿Creíste en Jesús?
¿De qué manera se refleja eso en tu diario vivir?
No permitas que se trate solamente de asistir periódicamente a la iglesia.
Hay poder, genuino poder, en aquellos que han nacido de nuevo al creer en Jesús, al recibir al que la mayoría está rechazando.
Que la vida de cada uno de nosotros sea el establo en el que el Hijo de Dios es bien recibido.
Él vino a salvar a los quebrantados de corazón, a los que son capaces de reconocer su pobreza espiritual, a los que se disponen a abandonar su soberbia para abrazar su misericordia.
No todos son hijos de Dios.
Los que reciben a Jesús creyendo en Él sí lo son.
Eso hace toda la diferencia.
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