1 Pe 1:17:21 VIVIENDO EN EL TEMOR DE DIOS

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1 Pe 1:17-21

17 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; 18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros, 21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

INTRODUCCIÓN

Recordemos que el apóstol Pedro comienza su carta presentando un panorama general de la salvación que los creyentes han recibido. Aunque ellos son “expatriados de la dispersión” (1:1) eso en nada cambia la gloriosa salvación que comienza con el soberano decreto de Dios de elegirlo. Además, les recuerda que el Bendito Dios los ha salvado para una esperanza incorruptible, incontaminada e inmarcecible. Tan grande es esta salvación que aquellas grandes figuras del AT los profetas, hombres que cerraron boca de leones, hicieron llover fuego, levantaron muertos, detuvieron la lluvia y abrieron las aguas la“inquirieron”, “indagaron”, “escudriñaron” 1 Pe 1:10. Tan grande es esta salvación que despierta una santa codicia en los seres angelicales quienes se agachan con humildad para mirar detenidamente el espectáculo redentor.
Pero esta salvación no está ahí solo para ser contemplada, ni para que el creyente esté absorto en las bellezas de las cosas futuras, sino que ejercer una influencia real y transformadora en el creyente, tal salvación tienes sus efectos. El primero que menciona es “sed santos” (1:15) lo que implica que el creyente debe manifestar las virtudes y excelencias de Dios en todas las áreas de su vida. El segundo es conducirse en temor todo el tiempo (v.17). Y Este será en el punto que desarrollaremos.

I. EL TEMOR A DIOS COMO UN EFECTO DE LA PRESENCIA DIVINA

“15 Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”
En esta oración tenemos la base de una condición muy interesante. En la primera clausula tenemos “Y si...” esto es una conjunción condicional que nos indica que las dos ideas que conforman la oración están lógicamente conectadas y la una debe ser verificada por la otra.
Primero, el término “invocáis” (gr. epikaleiste) indica el acto de recurrir a Dios por ayuda legal, protección o salvación. Entonces, Si Aquel que es Santo (v.16) e imparcial (gr. aprosopoteptos) y juzga de manera individual la obra de cada persona ustedes lo tienen por Padre, a saber, recurren a su protección paternal, entonces, tal cosa, debe ser verificada por la manera en que se conducen. Así las cosas invisibles quedan verificadas por las visibles, como la vitalidad de una raíz profunda y escondida queda verificada por el fruto que da; el estado de una tubería subterránea queda demostrada por la pureza del agua que sale de ella, de la misma manera la relación salvífica del hombre con Dios queda demostrada por su conducta. Esa es la idea de Pedro aquí.
Esta es la conducta que Pedro espera acompañe a semejante invocación: “conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”. El término temor es gr. fobos, de donde se origina nuestra palabra fobia. Su significado básico es miedo o incluso terror. Pero ¿Qué clase de temor tiene el apóstol en mente?

A. Lo que no está diciendo

Pedro no está pidiendo que los cristianos tenga ese miedo que está estrechamente vinculado con el pecado y que aparece por primera vez en la vida del hombre cuando este pecó. Fueron los labios pálidos de Adán los que pronunciaron por primera vez la terrible expresión: “Tuve miedo…y me escondí” (Gén 3:10). Este miedo es una señal de juicio divino, Dios le indicó a su pueblo que si ellos desobedecían sus mandamiento Él haría esto: “Pondré sobre vosotros terror súbito...” y añade “...y huiréis sin que nadie os persiga.” (ver Lv 26:17).
Esta clase de temor estaba entre las maldiciones que sufriría el pueblo si desobedecían el pacto: “Serás ejemplo de terror para todos los reinos de la tierra” (Dt. 28:25); era una forma de castigo: “...Y entre esas naciones no hallarás descanso, y no habrá reposo para la planta de tu pie, sino que allí el SEÑOR te dará un corazón temeroso, desfallecimiento de ojos y desesperación de alma. Y tendrás la vida pendiente de un hilo; y estarás aterrado de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Por la mañana dirás: «¡Oh, si fuera la tarde!». Y por la tarde dirás: «¡Oh, si fuera la mañana!» por causa del espanto de tu corazón con que temerás y por lo que verán tus ojos.” Dt 28:65–67.
Por su puesto este no es el temor que Pedro tiene en mente. Tampoco está pidiendo que tengan miedo al sufrimiento porque más adelante dirá: “Pero aun si sufrís por causa de la justicia, dichosos sois. Y no os amedrentéis por temor a ellos ni os turbéis” 1 Pe 3:14. Tampoco es miedo a las amenazas porque a las mujeres casada le anima a hacer el bien “sin temer ninguna amenaza” 1 Pe 3:6. Tampoco es miedo a la muerte porque el escritor de Hebreos dice que la encarnación de Cristo libró a “los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” He 2:15. No es temor a ningún hombre, porque en el mismo libro de Hebreos se nos dice que ante la promesa de “no te desampararé, ni te dejaré” el creyente puede decir confiadamente: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” Heb 13:5. Y ni siquiera es temor al castigo divino porque Juan ha dicho: “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” 1 Jn 4:17–18.

B. Lo que está diciendo

El temor que Pedro tiene en mente no es malo, es bueno. Él mismo nos da luces de este temor en el contexto de las relaciones matrimoniales. Él le dice a las mujeres que estén sujetas a sus maridos para que puedan ser ganados al observar “vuestra conducta casta y respetuosa”. Esta expresión se puede traducir como “vuestra conducta temerosa y pura.” Pedro asocia aquí la sujeción con la reverencia y la pureza . Y además, deja claro que no es mera conducta externa sino que haya su debido complemento en el interior de la mujer al vincular este comportamiento temeroso con el yo interior que debe lucir el adornado incorruptible de un espíritu tierno y sereno (1 Pe 3:1-4).
Sí asociamos este temor a la persona de Dios, entonces, debemos decir que temer a Dios es la reverente, respetuosa y solemne sujeción hacia Su persona que tiene sus raíces en el corazón y su efecto en toda la vida.
Pero la pregunta aquí es ¿Qué regula este temor? la idea de Pedro no es simplemente que el creyente sienta temor sino “conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” El termino conducíos significa comportarse o proceder, entonces ¿Qué es lo que regula la actitud temerosa del creyente? ¿Cómo puede saber un creyente que se está conduciendo con el debido temor?
Salomón describe El temor a Dios como principio de la sabiduría, en donde la sabiduría es vivir en armonía con el orden divino (Pr 1:7), e inclusive dice que El hombre que teme es un hombre feliz (Pr 28:14), lo que nos recuerda al hombre feliz que hace de la ley de Dios su deleite (Sal 1:1-2).
Por su parte David cuando enseñó el “Temor del Señor” lo asoció con el impulso moral de apartarse del mal y hacer el bien (Sal 34:10-14). El escritor del Sal 111:10 lo relacionó con la practica de los mandamientos. De hecho, en el salmo 19 en donde se describe la excelencia de la ley de Dios el piadoso escritor dice: “el temor del Señor es limpio que permanece para siempre” Sal 19:9. Incluso, para el mismo Dios el temor a Él y la obediencia a su Palabra están unidas: “Oh si ellos tuvieran tal corazón que me temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre!” Dt 5:29.
El remanente fiel que había en los días de Malaquías es identificado como aquellos que “temen al Señor” (Mal 3:16). El profeta nos dice que estos eran los respondieron de manera positiva a la palabra de Dios que les confrontaba. Es más, el profeta nos dice que sus acciones piadosas no fueron pasadas por altas sino que Dios las escribió en su libro de memorias:
...y fue escrito delante de Él un libro memorial para los que temen al SEÑOR y para los que estiman su nombre. Y ellos serán míos—dice el SEÑOR de los ejércitos—el día en que yo prepare mi tesoro especial, y los perdonaré como un hombre perdona al hijo que le sirve. Mal 3:17.
Y la gran promesas al final de libro para ellos es esta:
Mas para vosotros que teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; y saldréis y saltaréis como terneros del establo. Y hollaréis a los impíos, pues ellos serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies el día en que yo actúe—dice el SEÑOR de los ejércitos. Mal 4:2-3. y añade esta nota final para ellos:  “Acordaos de la ley de mi siervo Moisés, de los estatutos y las ordenanzas que yo le ordené en Horeb para todo Israel.” (v.4)
Quizás la mejor definición de temor a Dios la hallamos en las propias palabras de Dios registradas en el libo de Malaquías cuando Él hablando del pacto que hizo con Leví y su descendencia para que fueran sus sacerdotes dijo: “Mi pacto con él era de vida y paz, las cuales di para que me temiera y él me temió, la ley de la verdad estaba en su boca, y no se hallaba iniquidad en sus labios; en paz y rectitud caminaba conmigo, y apartaba a muchos de la iniquidad. Pues los labios del sacerdote deben guardar la sabiduría” Mal 2:5-6.
De hecho, Isaías nos dice que sobre el Señor Jesucristo, reposaría el Espíritu del SEÑOR, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR. Se deleitará en el temor del SEÑOR Is 11:2-3.
Entonces, “Conducíos en el temor” significa que la reverencia, la solemnidad y profundo respeto que tenemos a Dios lo cual nos lleva a conducirnos sabiamente en sujeción a su ley debe ser el “latido cardiaco” que bombee todo nuestro comportamiento. Si invocas a Dios por padre tu comportamiento debe ser reverente y sujeto a su Palabra.
Vale acotar que este temor reverente no excluye toda clase miedo, hay, por decirlo de algún modo, un miedo santo, un espanto que sobrecoje el corazón del hombre cuando mira la Majestad divina. Cuando Jesús calmó la tempestad los discípulos se llenaron de gran temor y decían: “¿Quién, pues, es este que aun el viento y el mar obedecen?” Mc. 4:40; la mujer del flujo de sangre luego de ser sanada se postró ante el Señor “temerosa y temblando” Mc. 5:33; cuando los discípulos le vieron caminar sobre las aguas se turbaron (Mc. 6:50); Pedro, Jacobo y Juan cuando vieron al Señor trasfigurarse “estaban aterrados” (Mc. 9:6); incluso, Marcos nos dice que quienes le seguían “tenían miedo” Mc. 10:32; Y cuando María Magdalena, la madre de Jacob, y Salomé supieron que la tumba estaba vacía y el Señor resucitado “un gran temor y espanto se había apoderado de ellas…tenían miedo” Mc.16:8.
Pedro ordena además que tan elevada manera de vivir no sea para nada ocasional sino por “todo el tiempo de vuestra peregrinación”. No es un poco de reverencia aquí y de solemnidad allá, no es un ligera disposición para obedecer algunas cosas si pero otras no. Dios no se conforma con eso. Además, note la sutileza de Pedro, al recordarles a estos cristianos la naturaleza de su su vida actual, una “peregrinación”, la vida del creyente según el estado actual de las cosas es una estancia pasajera pero debe estar toda consagrada en obediencia a Dios.
La pegunta para usted que invoca al Dios Santo y Justo por Padre ¿Es usted temeroso de Dios?¿Cuándo el Espíritu Santo mira su corazón puede decir de ti lo mismo que dijo de Job: "...hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”? o por el contrario, diría como Abraham en Gerar “ciertamente no hay temor de Dios en este lugar”? (Job 1:1; Gen 20:9).

II. LAS ELEVADAS RAZONES PARA VIVIR EN EL TEMOR

Ahora Pedro hace algo extraordinario, es como si preguntara entre lineas ¿Están atónitos por la ordenanza de ser santos en todas las áreas de su vida, y hacer del temor a Dios el pulso que la gobierne ? ¿les parece demasiado elevado las demanda de este evangelio? consideren las siguientes razones para vivir en el temor:

A. De que fueron rescatados

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres...
Cada uno de los lectores de aquella carta habían sido rescatados de una vana manera de vivir. Aquí tenemos un juicio universal contra toda manera de vivir del hombre. La manera en que el hombre sin Cristo vive su vida está completamente desprovista de significado y sentido real. El término “vana” tiene el sentido de vacio, futil, engañoso e inutil. Estas son palabras que describen acertadamente la vida del hombre de aquel entonces y del contemporaneo.
La sentencia del Pedro sobre la vida sin sentido del hombre tiene todo el peso de la Escritura: Toda clase idolatría es vanidad que ni aprovecha ni libra (1 Sam 12:21; Hch 14:15) y todos los ídolos son vanos (Sal 31:6). En cuanto a la existencia del hombre su días son un soplo (Job 7:16), semejantes a la vanidad (Sal 144:4), sus riquezas son vanidad (Pr 13:11), La belleza es vana (Pr. 31:30), el auxilio del hombre es vano (Sal 60:11); aun el trabajo hábil al que se dedica es vanidad (Ec 4:4), sus pensamientos son vanidad (Sal 94:11), su razonamiento es vano (Rom 1:21), y andan en la vanidad de su mente (Ef 4:17), la filosofía de este mundo es vana (1 Cor 3:20). El predicador llamó “vanidad de vanidades” a todo lo que pertenece a la esfera debajo del sol (Ec 1:2). Y aun la creación entera gime y sufre porque está sometida a vanidad (Rom 8:20).
Tanto judíos como gentiles habían sido rescatados de su manera vacía y futíl de vivir, aunque la hallan recibido de sus padres. El termino recibisteis comunica la idea de enseñanzas ancestrales. Los Padres había trasmitidos sus tradiciones diligentemente hacia ellos, pero con todo el valor afectivo que eso puede tener, eran cosas vanas. Por su parte, los judíos habían heredado un sin fin de tradiciones que no tenían nigun valor, la bellaza de ley de Dios había sido mezclada con un sin fin de mandamientos de hombres y el sentido original de la ley fue torcido, todo lo que hicieran por su religión era vanidad.
Los paganos por su parte habían herededado una enorme y oscura nube de dioses, filosofías, rituales y suspeticiones que solo les oscurecía el ponorama de la vida y los hundía en una desesperanza trágica.
Entonces, el rescate del que Pedro habla no fue de una fosa de leones hambrientos como a Daniel (Dan 6:16-22); ni de un horno ardiente como a Sedrac, Mesac y Abed-nego (Dan 3:16-30); tampoco de la boca de un pez como a Jonás ( Jon 2:10); ni de un mar embravecido como a los discípulos (Jn 6:16-20), sino de una vida carente de sentido real, vaciada de toda trascendencia y que conducía directamente al infierno ¿Cómo debe lucir la vida de un hombre que ha sido liberado de una vida desgraciada, vacía, engañosa y futil?

B. El Precio de ese rescate

“...no con cosas corruptibles, como oro o plata. 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”
El pensamiento del apóstol es extraordinario. Las cosas más deseadas por el hombre se pueden comprar con “oro y plata”, Abraham fue bendecido con mucho oro y plata (Gen 13:2, 24:22); el pueblo de Israel llegó a tener mucho oro que le dieron los egipcios (Ex 12:35) y los madianitas (Nm 31:50). Para los mobiliarios del tabernáculo y su decoración se emplearon 994 kilos de oro (Éx. 25:18; 38:24 NTV; 1 R. 6:22, 28). Las coronas de los reyes eran de oro fino (Sal. 21:3), sus anillos y collares también (Gn. 41:42). Aún Para la construcción del templo donaron alrededor de ciento setenta toneladas de oro, diez mil monedas de oro, trescientas cuarenta toneladas de plata (1 Crónicas 29:7 NTV) !Eso es mucho oro!. Sin embargo, a pesar de toda su utilidad y belleza, el oro y la plata pertenecen a las cosas corruptibles (1 Pe 1:7), los elementos que los componen tienden al deterioro y aunque lo apilemos en montañas, no puede rescatar a ningún hombre.
Por el contrario, el precio del rescate fue pagado con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.
Es decir con la honorable y estimadisima vida y muerte de Cristo, quien fue, el cordero de Dios sin mancha y sin contaminación. La expresión “sin mancha” (gr. amomou) nos recuerda a los corderos que se usaban para el sacrificio y que no tenían ningún defecto físico; y “sin contaminación” (gr. aspilos) nos comunica la idea de impecable o sin defectos morales. Entonces, lo valioso de esta sangre es a quien pertenece: Al impoluto, impecable e irreprensible Cristo. Ese y no otros fue el precio del rescate.
Quien además, dice Pedro, estaba “destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. El pensamiento de Pedro es elevadísimo. Fue por el Decreto Soberano de Dios que Cristo fue destinado desde ante de la fundación del mundo, pero fue por su amor a vosotros (nosotros) que el Cristo se manifestó en estos tiempos.
Esto no se debe confundirse. La manifestación del cordero de Dios surgió en un momento del curso del tiempo ( gr. eschaton ton chronon). Pero el plan no fue para nada emergente, existía desde antes de la fundación del mundo. En otras palabras mucho antes de que comenzará a escribirse Génesis 1:1, incluso, antes de que el tiempo comenzara su curso y la primera acción creativa se llevara a cabo ya toda la historia redentora estaba escrita. El drama de la redención con Cristo como la figura central ya se había escrito.
La creación entera sería el escenario donde la más hermosa obra se llevaría acabo: En la consumación de los tiempos el impecable hijo de Dios nacería de mujer (Gal 4:4), para dar su vida en rescate de muchos (Mt 20:28), y así conceder el perdón de pecados a todos lo que creen en él (Col 1:14). Por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, y obtuvo redención eterna y así los que han sido llamado reciben le promesa de la herencia eterna (Heb 9:12,15).
Pedro tienes más que decirnos acerca de Cristo. No solo lo presente como Él que rescata al hombre sino como la razón por la que este llega a ser una creyente en Dios: 21 y mediante el cual creéis en Dios. En otras palabras es este bendito Salvador Cristo quien ha permitido que ustedes crean en Dios. Note que Pedro no dice: “...creen a Dios”, ni “...creyentes de Dios” sino “creyentes en Dios” (LBLA). Lo que implica una confianza interna puesta en la persona de Dios. La fe del Creyente es por Cristo y a través de Cristo.
Y para dejar claro que la excelencia y dignidad de Cristo es tal que los lazos de la muerte no pudieron retenerlo y que debido a la impecabilidad de su ser no pudo ser destruido por la muerte y que, por el contrario, vació su tumba y venció su aguijón Pedro indica que Dios le resucitó de los muertos y le ha dado gloria.
Dios le ha dado gloria sin par a su Hijo. Le dio gloria al resucitarlo de los muertos poderoso e incorruptible venciendo a todos los poderes de la muerte; le dio gloria al ascenderlo al cielo siendo recibido y asistido por ángeles mientras subía triunfante al cielo; le dio gloria al coronarlo con un nombre que es sobre todo nombre y al revestirlo de autoridad sobre toda cosa creada; le dio gloria al sentarlo a su diestra y concederle el juicio de todo el universo.
Esta resurrección gloriosa del Hijo Inmaculado de Dios es el fundamento firme de la fe del creyente, como bien lo indica Pedro “para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”.

III. APLICACIONES PARA LOS CREYENTES

PARA LOS CREYENTES:
Dejemos que la Biblia nos haga un pregunta: ¿si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo? He 9:13–14. El temor a Dios no es un accesorio para la vida del cristiano, no es un opción prescindible, el temor a Dios es la evidencia de estar unidos al Padre a través de la obra de Cristo. El creyente debe vivir en completa obediencia a su Palabra, reverente a su Persona, y con un profundo temor de ofenderle. la vida entera debe estar rendida por completo a su voluntad, y la disposición del corazón siempre debe aspirar amarle y servirle.
¿Le parece muy elevada e inalcanzable esta manera de vida? ¿Usted piensa, soy un pecador salvado por gracia y no tengo esperanza de semejante vida en este mundo? no subestime la eficacia de la gracia y el poder del Espíritu. Todos los santos del AT escucharón la expresión: “Sed santos porque yo soy santo”, pero ninguno escucho jamás “…en toda vuestra manera de vivir” !El cristiano sí!. Nigún hombre del AT escuchó jamas: “Sed justo como Él es Justo” pero el cristiano oye: “el que practica la justicia es justo, así como Él es justo” 1 Jn 3:7. Los santos de AT solo vieron sombras, tipos y profecías, fueron niños herederos (Gal 4:1-3), pero el creyente es llamado a aspirar la condición de un hombre maduro cuya estatura es la plenitud de Cristo (Ef. 4:13).
Así que si Dios ha ordenado una vida en temor Él también ha dispuesto el poder para hacerlo. Como un padre se compadece de sus hijos, así se compadece el SEÑOR de los que le temen.” Sal 103:11–13. “Cumplirá el deseo de los que le temen, también escuchará su clamor y los salvará.” Sal 145:19. Además cuenta con la Presencia Protectora porque “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le teman” (Sal 34:7), y tienen la promesa: “Temed al SEÑOR, vosotros sus santos, pues nada les falta a aquellos que le temen.” (Sal 34:9).
APLICACIONES PARA LOS NO CREYENTES
Como dice el libro de eclesiastes: El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Ec. 12:13. Hoy se ha presentado ante ti el evangelio de nuestro Señor Jesucristo y sus demanda, Dios exige una vida reverente a su persona y obediente a su Palabra. ¿Ha sido ese tu caso? sinceramente no, por lo tanto debes arrepentirte y pedirle al Señor que te rescate de tu vana manera de vivir que no solo es vacía sino que además es sumamente ofensiva para Dios. Cuando el Señor fue crucificado junto a él habian dos ladrones, uno de ellos mientras veía todo el padecimiento su lo injuriaba, se burlaba y le decía “Sálvate a ti mismo y a nosotros”, el otro le decía ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Lc. 23:39. El primer ladrón hoy está recibiendo los tormentos eternos del infierno, mientras que el segundo quien aceptó su justa condena y le pidió a Jesús que se acordará de él cuando vinera en su reino está el paraiso gozando de su presencia ¿Cuál de ellos dos quieres ser tu?
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