Día #59: Cómo el evangelio reaviva mi amor por Cristo

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“Pero tengo esto contra ti: que has dejado tu primer amor”. Apocalipsis 2:4
¿Qué experiencia que hayas vivido te ha hecho sentir “indigno”? No, no te estoy preguntando qué circunstancia de tu vida te ha humillado y te ha hecho sentir mal contigo mismo. Mi pregunta es otra. De hecho, es casi la opuesta. Lo que estoy preguntando es ¿qué experiencia que hayas vivido te ha hecho sentir un sincero sentimiento interno de sorpresa y asombro por vivir algo precioso pero inmerecido? En otras palabras, ¿qué te ha llevado a expresar un honesto: “¡No puedo creer que esté viviendo esto! Es demasiado especial. ¡No lo merezco!”.
¿Sabes cuál ha sido el momento de mi vida que superó a todos los anteriores en “indignidad”, “asombro” y gozo? El día que conocí a Cristo y experimenté el evangelio por primera vez. No; no es verdad. Permíteme corregirme. Sería injusto e incorrecto afirmar eso. No fue el día que experimenté el evangelio; fueron una multiplicidad de días en los que volví a experimentar el evangelio una y otra vez. ¡Indignidad gozosa! ¡Deslumbramiento abrumador! ¡Sanidad del alma! ¡Gloria! ¡Enamoramiento!
¿Has observado el texto? ¡Eso es lo que Cristo quiere que la iglesia viva! ¿Puedes ver el maravilloso privilegio que se te ofrece? ¡Piénsalo! ¿Cómo sería tu vida si todos los días sintieras lo que sentiste el día de tu conversión? El evangelio no solo ofrece perdón, el evangelio ofrece gozo. El evangelio te ofrece la posibilidad de revivir todos los días el día de tu casamiento, ¿qué otra cosa crees que significa volver a tu “primer amor”?
Pero, ¿cómo hago para revivir esta experiencia? Dos palabras. Indignidad y asombro. Alguien me dijo una vez: “Nico, tienes la rara habilidad de hacerme sentir mal”. No, no era una crítica. Lo que esta persona estaba diciendo es: “Me ayudas a ver mi corazón, mi idolatría”. Le agradezco a mi amigo por sus palabras porque Jesús coincide con su valoración: “Solo un enfermo necesita un médico” (Marcos 2:17). Para enamorarnos de Cristo necesitamos sentir (no solo creer) dos cosas muy simples pero muy profundas: soy un gran pecador y Cristo es un gran Salvador; soy un necesitado y Él es mi necesidad; desespero por amor y Él me lo ofrece sin condiciones. Sin estas dos realidades no puedes disfrutar a Dios simplemente porque no lo necesitas. Sin ellas puedes creer en Dios, puedes servir a Dios, puedes como dice Apocalipsis 2:2,3 “fatigarte”, “perseverar”, pelear fervientemente por la sana doctrina contra los que “dicen ser apóstoles”, “sufrir” por Dios y “no desmayar”; pero no puedes amarlo; no puedes vivir esta indescriptible experiencia que hemos hablado; no puedes volver a enamorarte.
Para orar y meditar a lo largo del día:
El regalo más precioso de experimentar el evangelio es volver a sentir lo que sentí el día de mi conversión: una dulce indignidad y un inigualable sentido de asombro…
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